El jueves por la noche escuchábamos el pitido inicial del duelo electoral que durante quince días va a tenernos en vilo.
Los entrenadores, que han estado preparando sus tácticas, ven como sus equipos, a pesar de las inclemencias del tiempo, empiezan a jugar y esperan temerosos la respuesta del contrario. Quizás ambos se han sorprendido con la primera coincidencia: el sistema de enfrentamiento. Se han decantado por el duelo directo frente al más tradicional sistema de liguillas. Lo que ha quedado claro desde el principio es que el partido lo juegan el PP contra el resto del mundo: la selección progresista.
PP, PSOE e Izquierda Unida han asumido así el reto. El PP necesitaba algo así para aclarar que hoy la mayoría para ser suficiente tiene que ser mayoría absoluta. El PSOE e Izquierda Unida quieren convertirse en canalizadores del odio al Partido Popular, sea de la naturaleza que sea, pero unos y otros se saben condenados a verse enfrentados por el traicionero “voto útil”. Mientras, el PNV y sobre todo CiU, han preferido guardar silencio probablemente hasta el recuento final de los resultados, cuando conociendo al ganador será más fácil elegir aliado.
Parece ser que los actuales campeones, han optado por una táctica defensiva, sin aspavientos. Una sólida línea formada por los resultados de gobierno de los últimos ocho años, y la lucha contra el terrorismo y el modelo de Estado como puntales que salen cada cierto tiempo al ataque, tratando de hacer el mayor daño posible, para volver rápidamente a su esquema defensivo. Un sistema quizás demasiado rígido, que necesita del recurso continuo a los papeles.
Los aspirantes hasta ahora habían practicado el antifútbol esforzándose denodadamente por destruir cualquier intento de discurso del oponente. Era de esperar que con el inicio de campaña se viera si estaban dispuestos a enviar a todos al ataque, conscientes del riesgo de morir matando, o preferían una derrota por la mínima, pero no terminan de mostrar su táctica, y siguen corriendo detrás de cada balón. Parece como si hubieran decidido intentarlo todo, sin renunciar a nada: el respaldo de estrellas, propias y ajenas; el cambio de imagen (quizás sea el uniforme oficial de ZP); o trucos electorales como el del micrófono de chaqueta que sin duda dará mucho que hablar…Todo, sin lograr evitar la sensación de estar luchando a la desesperada.
Publicado en Libertad Digital