Mientras la Universidad Complutense de Madrid debate en sus devaluados cursos de verano sobre el discurso religioso y el discurso científico en la sociedad, Zapatero, que desde sus años de profesor ayudante en León siempre está dispuesto a echar una mano al cuello de la ciencia decidía nombrar a Bernat Soria como Ministro de Sanidad.
El tema tiene su aquel. Bernat Soria ha ejercido durante años como la punta de lanza de un lobby pseudocientífico que ha trabajado duramente para lograr investigar, y sobre todo financiar, sus avances científicos con células madre embrionarias, aquellas cuya utilización suponen la muerte del embrión humano, a los que rebautizaron como pre-embrión, sin motivo científico aparente.
En su discurso moralizante, la acusación más repetida era precisamente esa, la que acusaba a la iglesia de paralizar la marcha triunfal de la ciencia y el progreso, obviando siempre el debate científico que existe en todos los países, también en España, sobre la materia. En su labor económico-política, se escudó siempre en su condición científica, aunque sus avances están aun hoy por llegar, mientras contempla asombrado como las células madre adultas han producido numerosos avances terapeúticos.
Me malicio que su nombramiento como Ministro de Sanidad algo tendrá que ver con su condición de defensor a ultranza de las posiciones socialistas, ya que en su brillante curriculum no cuenta con experiencia alguna en el campo de la gestión sanitaria. Más extraño resulta aún que aquel que iba a sanar la diabetes, el parkinson y cualquier otra enfermedad que se le pusiera por delante, haya decidido cambiar un Ministerio por la solución de todas las enfermedades de la humanidad, condenando a todos ellos a una muerte segura. Lo que no logró la religión lo logró la política…. Pobrecita ciencia.