The Right Moment

Ronald Reagan’s first victory and the decisive turning point in american politics.

Matthew Dallek.
Oxford University Press. 2000 (298 pags.)

¿La culpa es de los gurús?

¿La culpa es de los gurús?

Cuando política y políticas se convierten en un mero instrumento de comunicación (y no al revés), la política se convierte en cuestión de forma

La reciente repetición de las elecciones y el papel asumido por los distintos partidos políticos ante la sentencia del Tribunal Supremo, ha desatado la busca y captura de culpables. Al preguntarnos cómo hemos llegado a esta situación, destaca una respuesta que plantea ambas circunstancias como el fruto de decisiones tacticistas que solo buscan el poder por el poder, centradas en las elecciones y no en las futuras generaciones, la lógica de Estado vencida por la lógica táctica que se personaliza en el consultor político. Y tanto se ha elevado el nivel de acusación que a menudo se les hace responsables de los males de la democracia.

Más allá del cruce de reproches despertado, la acusación no es una acusación gratuita y afecta de lleno a la propia naturaleza de la política contemporánea.

El gobierno del siglo XXI podría esquematizarse en la forma de un triángulo. En uno de sus ángulos se situaría la labor administrativa, el diseño, la implementación y la evaluación de políticas públicas (policies); en otro, la articulación de intereses y la búsqueda de consensos (politics) y en el tercero, la comunicación, la capacidad de conocer y transmitir a los ciudadanos las labores realizadas para hacerles partícipes de esas políticas y lograr su apoyo. O lo que es lo mismo: la política entendida como taburete que se apoya en las políticas, la búsqueda de acuerdos y consensos para poder sacarlas adelante y la comunicación para hacerlas accesibles a la ciudadanía. Por eso, decir que se puede gobernar bien y comunicar mal, o viceversa, es una contradictio in terminis.

El gobierno del siglo XXI podría esquematizarse en la forma de un triángulo: en sus vértices están el diseño de políticas, la búsqueda de consensos y la comunicación.

Cuando la política es entendida solamente como comunicación y la comunicación entendida como la totalidad de la política, el taburete del gobierno se queda cojo e inestable. Se confunde tomar decisiones (algo que tiene una indudable proyección en la opinión pública) con plantearse cómo afectan estas a la ciudadanía. Y el consultor de comunicación se convierte en decisor, al que se pregunta qué hacer y no cómo hacerlo.

Quizás el problema tiene más que ver con el exceso de protagonismo de la comunicación. Cuando política y políticas se convierten en un mero instrumento de comunicación (y no al revés), la política se convierte en cuestión de forma. Así, no nos puede extrañar que el político sea sustituido por el consultor y que este, a su vez, se acostumbre a diseñar políticas y construir política como si no hubiera otro objetivo que el de obtener una opinión pública favorable. Sin embargo, cuando el asesor, olvidando un principio básico de la profesión, comete la irresponsabilidad de extralimitarse y acaba por sustituir al líder, el problema no está en el sustituto sino en el sustituido.

¿Maquiavelos o gurús?

No es de extrañar que hoy los asesores políticos se identifiquen fundamentalmente con los consultores de comunicación, dejando a un lado otros papeles que antaño tuvieron un papel político relevante como el de los intelectuales cercanos a los partidos (Jorge Semprún o Manuel Vázquez Montalbán) o los técnicos, que también cumplen una labor de asesoría política. No solo se han sustituido a estos asesores por comunicadores, sino que se han confundido también sus papeles (ambos imprescindibles y complementarios). Una buena muestra es ver cuantos consultores de comunicación asumen roles claramente políticos, como diputado, senador, consejero o jefe de gabinete, y sustituyen las lógicas de decisión dentro de los partidos (que en sus procedimientos internos siguen respondiendo a la lógica de la intermediación).

Las causas de esta confusión las analiza con acierto el que probablemente sea el mayor experto español en la figura y el trabajo de los consultores políticos, Toni Aira, en el último número de la revista de ACOP.

Por un lado, la identificación de la política con las elecciones, en torno al concepto de campaña permanente. Por otro, la necesidad de simplificar la realidad y dibujar la estrategia política como algo negativo, nacida del cálculo y la falsedad, con la que se pretende modificar los comportamientos de la ciudadanía. El consultor sería aquí el muñidor, el corruptor que quiere embaucar con su persuasión a la sociedad sin tener refrendo democrático alguno. Y por último, la competencia en el sector. España, además de tener un seleccionador nacional en cada español, tiene también un consultor político capaz de solucionar en dos tardes los problemas políticos más complicados.

Con el consultor elevado al papel de protagonista por encima del líder, puede atacar ese liderazgo atacando al consultor sin enfrentamientos abiertos

Este análisis arroja, sobre todo, una nueva deriva de la confrontación política. Con el consultor elevado al papel de protagonista por encima del líder, puede atacar ese liderazgo atacando al consultor sin enfrentamientos abiertos. Se extiende la fama de oscurantismo, el cálculo permanente con el que se los dibuja y se recalca el hecho de que nadie los ha votado, y se consigue erosionar el líder y a su liderazgo.

Más Veep que El ala oeste de la Casa Blanca

A esto hay que añadir la mística de la consultoría política que se viene construyendo en los últimos tiempos, fomentando el misterio de una profesión que se desarrolla en las bambalinas del poder. Cuando los consultores convierten su trabajo en escaparate para contratos futuros, se regodean en el poder que se les atribuye y alimentan la fama de magos, haciendo sus tácticas y trucos demasiado explícitos, “se hace visible aquello que debería ser invisible al servicio de una representación óptima del cliente”, muchas veces perpetrado reiteradamente por periodistas de cabecera a los que se les concede acceso y una versión en primera persona, obviamente interesada, de los acontecimientos.

También contribuyen a esta mística las numerosas series de televisión que ofrecen una visión de la política como un mundo autónomo y todopoderoso, en el que no existiera la casualidad, ni la improvisación, que suelen ser parte esencial de la historia.

El ala oeste de la Casa Blanca, en la que siempre con un café en la mano y de pasillo en pasillo, se resolvían crisis internacionales con dos llamadas, y el asesor siempre tenía todo previsto en una estrategia perfecta, ha ensombrecido la realidad de la política. La mística de la consultoría política muestra, siempre a posteriori, una profesión donde todos los escenarios están previstos, y donde hasta las casualidades más evidentes son fruto de ocultas maquinaciones. Como señala Aira, los consultores son, en el fondo, constructores de historias y no pueden resistirse a la tentación de escribir la suya propia, convirtiendo, la casualidad en causalidad. Quizá, la comedia Veep, en la que una desastrosa vicepresidenta de los Estados Unidos se ve envuelta en una permanente improvisación, se acerca más a la realidad.

Además, es necesario entender que, frente al aparente monopolio de los consultores, en política intervienen, además de los representantes electos y los partidos, infinitud de ‘stakeholders’ como patronales, sindicatos, organizaciones no gubernamentales… El comportamiento de cada uno de ellos, no solo el del consultor, y el hecho de que algunos de ellos hayan dejado en ocasiones de cumplir con su función original afecta al día a día de la política. No se puede atribuir toda la culpa, ni siquiera la mayor parte de la culpa a los consultores, hay que mirar también a los políticos que en ocasiones hacen suya la interpretación literal de Machado cuando dice que “en política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire”, y asumen la realidad que les presentan los análisis como algo a lo que adaptarse y no sobre lo que intervenir.

Cuando los medios dibujan un terreno delimitado por la dictadura del click, el titular y el mensaje encapsulado, obligan a consultores y políticos a tratar de adaptarse

Igualmente, los periodistas, que con su trabajo dibujan el terreno en el que opera y se mueve la política, tienen su papel. Cuando los medios dibujan un terreno delimitado por la dictadura del click, el titular y el mensaje encapsulado, obligan a consultores y políticos a tratar de adaptarse para entrar en el terreno dibujado, o buscar terrenos de juego alternativos. Poner la información política al servicio de la anécdota, de la creación de mitos, de la exhibición de lo espectacular, en vez de en priorizar el contenido informativo y el análisis, obliga a todos los actores a adaptarse. Si los medios priorizaran la calidad informativa, el resto de actores políticos, incluidos los consultores, no tendría más remedio que adaptarse, pero no siempre lo hacen, aunque sigan reivindicando el monopolio de la influencia política.

Todos debemos hacer un esfuerzo por quitarnos importancia y devolver a la política lo que es suyo. Convertir al consultor en protagonista solo genera que los que no conocen el día a día de la política terminen pensando que, efectivamente son los consultores los que tienen el poder y nada más lejos de la realidad. La culpa es de los gurús, de todo tipo. Dejemos al consultor que asesore, al político que decida y al periodista que informe, y mejorará la política.

Publicado en El Confidencial

Exclusiva de El Pais: Los Tea Party existen

Siempre que leo en la prensa sobre un tema que conozco ligeramente me doy cuenta de lo poco que sé del resto de los temas. Es tan habitual encontrar una serie de lagunas y, sobre todo, una falta de enfoque que siempre me pregunto, cómo será en los casos que ignoro. No deja de ser paradójico que esto ocurra en un momento en el que la seriedad y la profundidad a la hora de abordar los temas, el análisis cualitativo, parece ser la única tabla de salvación de la prensa en papel. Quizás por eso algunos, da igual de dónde vengan, se han pasado a la “prensa comprometida” y entienden que la ideologización y la llamada a las barricadas producen más rédito.

El comentario viene a cuento tras leer un editorial del diario El Pais que declara solemnemente “El Tea Party existe”. No se si será la costumbre de repartir certificados, demócratas y antidemócratas, inocentes, culpables y presuntos, pero el titular me ha recordado aquella frase de Nietzsche, en su Así hablo Zarathustra, “Dios ha muerto”, como si fuera su percepción y no los hechos los que pudieran conformar la realidad….

Los Tea Party llevan funcionando en Estados Unidos más de un año, su articulación y su vitalidad recuerdan a aquellos grupos, herederos de Howard Dean que, articulados en torno al No a la Guerra, se convirtieron en la base imprescindible sobre la que Obama levantó el ejercito ciudadano con el que se enfrentó a la maquinaria del Partido Demócrata. Desde allí, y gracias a su estructura en red y el uso de las nuevas tecnologías el movimiento fue creciendo y ampliando sus objetivos para terminar diluyéndose en una plataforma electoral, ha tenido que pasar un año para que algunos de ellos manifiesten su decepción (no era eso, no era eso) y vuelvan al activismo.

Desde hace unos meses El País parecía empeñado en hablar de unos grupos radicales, cavernícolas a la extremaderecha del Partido Republicano, que acusan de comunista al Presidente Obama (hasta el punto de querer matarle), han convertido a Sarah Palin en su diosa y a Russ Limbaugh en su vocero oficial. E incluso, de propina, dejaba entrever los paralelismos con ciertos medios de comunicación nacionales. Hace un par de días los creyentes del Diario de Prisa descubrieron una realidad bien distinta:

Hoy, este airado conglomerado de activistas de derecha, de bases inequívocamente populares, representa la fuerza más dinámica de la política estadounidense, aunque se mueva en la periferia del establishment y carezca de líder o programa claro.

Lo fundamental de este ideario por el momento es jibarizar el papel del Estado y su intromisión en la vida de los ciudadanos y exigir a ultranza responsabilidad fiscal a los administradores públicos.

sería un craso error convertir en mero folclor el papel de un movimiento cuyo credo comparte de manera más o menos explícita una buena parte del electorado estadounidense. Como lo es asimilar el Tea Party a una mera excrecencia del Partido Republicano,

Una reciente encuesta de The New York Times sobre sus simpatizantes informa, además, de que su educación es superior a la media, no tienen dificultades económicas y son profundamente pesimistas sobre la dirección del país.

y, por eso, a pesar de la grandilocuencia del titular, que pretendiendo ocultarlo evidencia aun más la ignorancia del pasado, es bueno felicitar al editorialista del diario independiente de la mañana.

Por cierto, si alguno se anima a replicar el fenómeno en España, aquí tiene algunas pistas para hacerlo bien.

OpenData Euskadi


El gobierno de Euskadi crea nuevos espacios y empieza a andar su proyecto de Open Data que habia hecho el 29 de diciembre del 2009.
El gobierno vasco lo ha logrado y ya ha puesto en marcha el nuevo portal de OpenData Euskadi. Esta es una iniciativa que le otorga a los ciudadanos lo datos públicos para que estos mismo los puedan usar en su beneficio.
Este es uno de los pasos dados para fomentar la transparencia de las Administraciones Vascas dentro de lo que ya había prometido el gobierno de Patxi el 29 de diciembre del 2009.
El ciudadano puede acceder a esta pagina ofrecida en castellano y en euskera para obtener información de un catalogo de datos. Entre las opciones , se puede acceder a información acerca de temas estadísticos, geográficos, meteorológicos, turísticos, ayudas y subvenciones, contrataciones administrativas. Estos datos pueden ser utilizados no solo por otras administraciones. Los autónomos los pueden utilizar para explotar mejor su negocio, la misma pagina ofrece ejemplos. Uno de ellos es el mapa de recursos turísticos que permite consultar de forma geolocalizada los recursos de Euskadi como alojamientos, restaurantes, aeropuertos, estaciones y aparcamientos, oficinas de turismo, museos y monumentos, acuarios, empresas de turismo, turismo de negocios entre otros.
Open Euskadi ya tiene miles de conjuntos de datos publico y el gobierno se ha comprometido de añadir mas datos para mejorar la transparencia del gobierno. Una de las innovaciones es que los datos que se iran añadiendo serán los que vaya demandando la ciudadanía, así los datos a lo cuales demanden mas los usuarios serán los que se trabajaran mas.
El proyecto es un proyecto vivo y permite que , así como los datos que se iran añadiendo son los que mas demanda la ciudadanía, los usuarios propongan , creen proyectos que estén relacionados con el Open Data y optimizarlos para el uso de los ciudadanos.
Esta es una de las primeras herramientas de IREKA que es el proyecto de Open Government del gobierno vasco. Creando así en una zona de gran conflicto político, nuevos espacios de debate oficial y de transparencia institucional.