Los líderes del Partido Socialista y Unidas Podemos están atrapados en una realidad alternativa que ambos por su cuenta han trazado.
La teatralización forma parte del ADN de la política, aquellos que lo ignoran acaban cometiendo enormes errores de juicio con graves consecuencias. Aunque esto no es algo nuevo, ni exclusivo de la investidura, es cierto que en los últimos meses la política española parece haberse aficionado a la ficción y aunque en ocasiones se intenta hacer guiños a ‘Borgen’, ‘Sucesor Designado’ o ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, el día a día se parece más a ‘Veep’ o a un episodio chusco de ‘House of Cards’.
Como ocurre en las series, donde siempre se encuentran referencias a la actualidad, también en el teatro es habitual el uso de elementos metateatrales, en los que se entrecruzan hasta confundirse ficción y realidad y entre los que destaca un artificio extremadamente complejo, el llamado «teatro en el teatro».
Este recurso, entre otros, fue utilizado por Cervantes en ‘El retablo de las maravillas’, un pequeño entremés, en el que dos comediantes, Chanfalla y Chirinos, llegaban a un pueblo para representar una función, entre la improvisación y la chapuza, bajo la falsa premisa de que solo los más capacitados, los «leídos y escribidos» de los que habla D. Miguel, serían capaces de apreciar la obra en toda su grandeza. El nivel de desconcierto del público es tal que en un momento dado, al ver aparecer a un Furrier al mando de una compañía de 30 soldados lo consideran también parte de la ficción, lo que acaba con el castigo del ejército al pueblo y sus habitantes.
Parapetados en la guerra del relato, en las últimas semanas Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, como Chanfalla y Chirinos, han organizado su propia representación. El teatro es ficción y puede, al mismo tiempo, disfrazarse de realidad, pero cuando hablamos de política podríamos decir que esta debería ser, ante todo, realidad y cuando se disfraza de ficción corre el serio peligro de terminar irremediablemente confundida con ella.
Parapetados en la guerra del relato, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, como Chanfalla y Chirinos, han organizado su propia representación
Una de las condiciones para que el «Teatro en el Teatro» sea efectiva es que esta se encuentre claramente distinguida, en el tiempo y en el espacio, de la realidad, para que fuera de ese espacio de ficción, la realidad pueda seguir su camino. Cuando en política se ofrece a la opinión pública una parte de su contenido identificado claramente como ficción, aunque no deja de ser política, dificulta su distinción con el resto de la pieza.
Existe el peligro adicional de que la ficción vaya construyendo su propia realidad y cuando el actor quiere abandonar la ficción de la que es protagonista, como ocurre en ‘El show de Truman‘, termina atrapada en esa realidad, que en ese momento ha dejado de ser ficción para volverse realidad alternativa. Algo que también les ha ocurrido a los líderes del Partido Socialista y Unidas Podemos, atrapados por su actuación en una realidad alternativa al escenario original que ambos por su cuenta habían trazado.
Este «teatro en el teatro» puede ir aún más allá, cuando consigue convertir al público en un personaje más de la representación. Un público que, lejos de ser espectador pasivo, acaba asumiendo el papel protagonista. Así ocurre en ‘Por los Pelos’, (adaptación de la obra de Paul Pörtner ‘Shear Madness’, que esta semana acaba sus representaciones en Madrid). En esta comedia, tras el asesinato ocurrido en una peluquería de moda, el público se convierte en investigador principal, marcando con sus preguntas el sentido de la investigación hasta terminar decidiendo en votación quién es el asesino.
Los líderes del Partido Socialista y Unidas Podemos, están atrapados en una realidad alternativa que ambos por su cuenta han trazado
Cualquiera con un interés medio en la vida política, se habrá sentido identificado con esta trama. Tras el fracaso del primer intento de formación de gobierno en España el escenario de negociación se ha trasladado al patio de butacas. Como si el público se volviera el verdadero protagonista, con capacidad de escribir un final distinto del previsto por los autores del libreto. Los regidores, con la colaboración desinteresada de sus medios y periodistas de cabecera, han comenzado a desvelar pistas, verdaderas y falsas; los actores, con la ayuda inestimable de sus apuntadores, se han lanzado a repetir sus parlamentos; los extras, Ciudadanos y el PP, se debaten entre ejercer de figurantes o seguir la comedia desde la platea, mientras se reparten los papeles que oscilan entre el silencio y el no rotundo.
Y los espectadores no terminamos de saber si han cambiado las reglas o simplemente nos hemos convertido, «teatro en el teatro«, en actores de un nuevo acto de esta tremenda obra de ficción, ahora ampliada por exigencias del guion. Lo único seguro es que si no llegan a un acuerdo antes del 23 de septiembre, el próximo 10 de noviembre, corresponderá al público señalar al verdadero culpable y cualquiera puede ser el elegido.
Mientras los protagonistas no harían mal en recordar la advertencia del manco de Lepanto «Maravilla será si no nos apedrean, porque tan desventurada criaturilla no la he visto en todos los días de mi vida» y dejar de proclamar a sus respectivos públicos: «¡Vivan Chirinos y Chanfalla!».
Publicado en El Confidencial