Tras el rechazo del Congreso al plan Bush, el bailout, se han sucedido las reacciones de una y otra campaña. Tras la última semana es imprevisible saber cómo va a afectar la negativa de los congresistas, y el bajón de la bolsa a las aspiraciones de uno y otro.

Recordemos que 140 demócratas y 65 republicanos votaron a favor. 133 republicanos y 95 demócratas en contra. Unos han dado la espalda a Bush y a Mccain, otros a Pelossi y a Barack Obama. No hay que olvidar que la mayoría en el congreso es demócrata y la disciplina de partido hubiera bastado para sacar adelante el plan.

De primeras el apoyo de ambos al plan puede causar más daño a Mccain entre los conservadores fiscales que a Obama cuyo votante natural debería estar dispuesto a aceptar el acuerdo.

Analizemos ahora su comportamiento durante la crisis:

Obama se quedo al margen, apoyando el plan en la sombra, en teoría, y aquí entra la interpretación, poniendo de manifiesto una falta de liderazgo que ya se ha repetido en otras ocasiones, como la crisis de Georgia. Esta vez parece claro que la falta de liderazgo ha tenido sus consecuencias.

Mccain reaccionó pronto y abruptamente, exigiendo la dimisión del chairman de la Comisión de Securities and Exchange, algo que no está en manos del Presidente. Luego ha ido aceptando el plan, y se ha ido involucrando más en su aprobación, hasta el punto de suspender la campaña, algo que se vió como un gesto innecesario y en exceso dramático pero que quizás ahora se revela necesario. Los que le acusaron de entorpecer la negociación y le «empujaron» a debatir acusandole de oportunista ahora le acusarán de incapacidad para provocar el voto republicano.

A mi me parece que frente a una ausencia injustificada Mccain planteó un liderazgo necesario pero insuficiente. Pero no faltaran quienes, como Krugman en el NYT, alabarán la prudencia de Obama y criticarán la vehemencia de Mccain. El problema es qué van a hacer ahora con la economía norteamericana.