Opinión | ANÁLISIS

Buscando en nuestro baúl de los recuerdos

Lo que inicialmente podría parecer una fría estadística sobre aquellos maestros a los que hemos dedicado más tiempo, o las instantáneas que más han gustado a nuestros amigos, es realmente un verdadera radiografía emocional de sus protagonistas.

Para que la transformación digital sea exitosa, el primer paso es una cultura corporativa basada en la innovación.

Para que la transformación digital sea exitosa, el primer paso es una cultura corporativa basada en la innovación.

A finales de año, junto a los resúmenes temáticos, los homenajes a aquellos que nos abandonaron este año y las listas de buenos deseos para el próximo, los medios de comunicación y blogs especializados se llenan de listas de éxitos.

En una época donde, ante la falta de tiempo, la atención se ha convertido en un bien preciado que atrae a todo tipo de “mercaderes” (Wu, 2020), este tipo de listas, además de facilitar el clickbait en los medios, pueden proporcionar un último impulso comercial y resultar útiles como orientación a la hora de decidir qué ver, qué leer o qué escuchar, suponiendo un considerable ahorro de tiempo.

A estas listas se han unido, desde hace unos años, una serie de resúmenes personales anuales que se comparten en las redes sociales mostrando nuestros mejores momentos. Aunque cada año tiene su propio afán, hay dos recopilatorios personalizados, de imágenes y música, que han destacado sobre el resto.

Lo que inicialmente podría parecer una fría estadística sobre aquellos maestros a los que hemos dedicado más tiempo, o las instantáneas que más han gustado a nuestros amigos, es realmente un verdadera radiografía emocional de sus protagonistas.

Ya Tolstoi nos advertía “la música es la taquigrafía de la emoción” y desde Sartori sabemos que cuando la información se transforma en imágenes se ha empezado a transformar la realidad, también la propia. De ahí que música e imágenes sean dos componentes imprescindibles de nuestra educación sentimental y ofrezcan el mejor termómetro de nuestra salud emocional, de nuestros vaivenes de ánimo, de los momentos del día en los que andamos buscando retos o aquellos en los que no estamos para nadie.

Mensaje sobre deseos y emociones

Por su alto componente emocional estos momentos estelares personalizados, lejos del interés informativo, están diseñados para compartir. Al hacerlos públicos no se trata tanto de descubrir lugares y melodías escondidas, que puedan ayudar a otros a disfrutarlos, como de presentarse frente al mundo tal como somos o como nos gustaría ser, en una especie de “selfie” sentimental en el que nos autodefinimos y mostramos al mundo nuestro buen gusto.

Al definirnos de esta forma estamos enviando un mensaje sobre nuestros deseos y aspiraciones “al que pueda interesar”, que son todos aquellos anunciantes en las mismas plataformas sociales que nos han ofrecido gratis la información.

Cofre de recuerdos de alto valor

Este baúl de los recuerdos, que nos empeñamos en dar a conocer a todo el mundo como si del video de nuestra boda se tratara, es solo la punta del iceberg. Es probable que nosotros no volvamos a consultar esa información, pero las plataformas sociales realizan un gran esfuerzo, proporcional al valor que le otorgan.

La suma de estos mejores momentos de los últimos años, ofrece más información sobre nuestra educación sentimental, o la falta de ella, que todo lo que pudiera descubrir un afamado psicoanalista, tras sesiones de mucho trabajo.

Este cofre de recuerdos de cada uno de nosotros es el gran tesoro oculto de las plataformas sociales, que lo trabajan, lo empaquetan y lo ofrecen al mejor postor, habitualmente ante nuestra ignorancia o incluso con nuestro entusiasmo. Un auténtico capital que al acumulares y procesarse conjuntamente ofrece nueva información sobre nuestros hábitos y emociones, y que bien utilizado puede convertirse en un instrumento comercial, en el que las plataformas invierten durante años y que aspiran a rentabilizar.

Este almacén sentimental, al servicio de los anunciantes, permite a estos aplicar técnicas de manipulación basadas en este conocimiento profundo de datos que la propia legislación europea caracteriza como sensibles y que, por ejemplo en el caso de Facebook en España acumula más de 2.000 etiquetas potencialmente sensibles según investigadores de la Universidad Carlos III.

Reglamentos de protección de datos

La percepción de la amenaza es cada vez mayor y a la legislación existente, fundamentalmente el Reglamento General de Protección de Datos desde 2018 en toda la UE, y la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales en nuestro país, se han ido uniendo propuestas específicas que tratan de acotar aún más los peligros denunciados.

Ultimamente destacan las propuestas de Reglamentos de la “Ley de Servicios digitales” (DSA) y la “Ley de Mercados Digitales” (DMA) y, en el ámbito político, el “Reglamento sobre la transparencia y la segmentación de la publicidad política” que serán sometidas a votación en el Parlamento Europeo en 2022. Estas propuestas son complementarias al RGPD y prestan especial atención a las plataformas digitales, como los mercados y las redes sociales, de más de cuarenta y cinco millones de usuarios (en torno al 10% de la población de la UE).

En las mismas, en reconocimiento al especial impacto que tienen estas plataformas de mayor tamaño en nuestra economía y nuestra sociedad, además de reafirmar y hacer más operativos los principios existentes de licitud, consentimiento, calidad, información, proporcionalidad y responsabilidad, se establece un nivel más alto de transparencia y rendición de cuentas para la publicidad y los procesos algorítmicos, basados fundamentalmente en los datos personales y el uso que hacen de ellos los prestadores de servicios digitales. Se busca así reforzar la protección de nuestros derechos fundamentales frente al empleo de técnicas de manipulación basadas en la explotación de nuestros datos personales.

Este fin de año, a la hora de compartir los distintos recopilatorios, además de agradecer los buenos momentos, podemos pensar en el tamaño de la huella digital que estamos dejando. Un rastro que, lejos de borrarse con el paso del tiempo, se va perfeccionando hasta construir una imagen fiel, más ajustada que la que podemos tener de nosotros mismos.

La privacidad es indispensable para explorar nuevas ideas y tomar decisiones libremente. Solo así, libres de presiones indebidas y abusos de poder, podremos garantizar nuestra autonomía, (Véliz, 2020). Darnos cuenta de que estamos tercerizando nuestro baúl de los recuerdos, dejando en manos de otros, los que seleccionan y aquellos con los que compartimos, la construcción de nuestra memoria personal, es la mejor forma de actuar en consecuencia y cuidar uno de los pilares básicos sobre los que el año que viene seguiremos construyendo nuestra vida.