¿Quién es John McCain?

¿Quién es John McCain?

Hace un par de años, el senador John McCain era el niño bonito de los medios de comunicación norteamericanos. Esta sintonía, unida a su independencia y a su forma de ser extrovertida, le habían convertido en el segundo político más popular de los Estados Unidos, por detrás de Bill Clinton. Desde que decidió intentar convertirse en el presidente número 44 de la nación, y sobre todo desde que se convirtió en el candidato del Partido Republicano, las cosas han cambiado.

Resultado de imagen de quien es john mccain libro barahonaAparte de en su constante presencia en los talk shows, la popularidad de John McCain descansaba en su independencia, en la firmeza con que defendía sus ideales, en su infatigable capacidad de trabajo, en su disposición a las empresas bipartidistas y en su respaldo a causas populares… y no tan populares. Ahora bien, ha medida que ha ido avanzando esta campaña electoral, la más larga y cara de la historia –y una de las más emocionantes–, los medios han empezado a cuestionar su independencia y su sinceridad, y le han acusado de confiar demasiado en la intuición, de tener un carácter inestable y poco reflexivo y, en fin, de ser un peligro para el futuro del país.

¿Por qué se ha producido tal cambio? ¿Qué ha pasado? Ha pasado que McCain ha osado enfrentarse al nuevo ídolo de masas… y de tantos periodistas: Barack Obama.

Si en Estados Unidos los efectos de este tratamiento informativo se ven atenuados por el historial del senador republicano, que lleva más de 40 años bajo los focos, en España McCain sigue siendo un perfecto desconocido, y a la hora de informar de él los medios han solido recurrir a la mentira o desplegado su ignorancia. De ahí que ciertos sondeos no resulten sorprendentes. Y de ahí que no pueda ser más oportuna esta biografía, firmada por Fernando Alonso Barahona y publicada por Ciudadela.

El título, ¿Quién es John McCain?, es todo un acierto. En una España para la que sólo existe el candidato demócrata, viene a recordar al personal que a las elecciones de noviembre concurre otro candidato, un candidato con un historial de décadas y que sigue teniendo posibilidades reales de ser el próximo inquilino de la Casa Blanca. Pero es que lo sería incluso en una versión en inglés y para norteamericanos, pues pone de manifiesto la condición poliédrica de una de las figuras más difíciles de clasificar del panorama político estadounidense. He aquí el gran logro de Barahona, que ha escrito estas páginas a la carrera, como intentando no descolgarse del endiablado ritmo de la campaña electoral: ha conseguido arrojar luz sobre la compleja y muchas veces incomprendida personalidad de John McCain.

La vida del senador por Arizona ha dado para varios libros y para una película (Faith of my fathers). Nacido en Panamá, en una base naval norteamericana, McCain procede de una familia muy ligada a la milicia desde tiempo inmemorial. Él también tomó las armas; y con ellas acudió a Vietnam, donde fue cogido preso por el enemigo y sometido a malos tratos y torturas en una cárcel que los propios prisioneros de guerra norteamericanos renombraron, con amarga ironía –dato que algunos no han querido captar durante la presente campaña–, Hanoi Hilton.

Esos años cambiaron su vida, como no podía ser de otra manera. Ya de vuelta a la patria, con aura de héroe y una manera muy distinta de ver las cosas, McCain tardó poco tiempo en seguir los derroteros de la política. Gracias al apoyo de la familia de su segunda mujer, Cindy, pronto se convirtió en congresista por Arizona. De la Cámara de Representantes pasó, en breve, al Senado, donde sustituyó al mítico Barry Goldwater.

Su vida política ha estado marcada por su independencia y el vigor con que ha defendido sus posiciones, lo que en ocasiones le ha llevado a tomar decisiones sorprendentes. Así, nos encontramos con que este defensor de la vida desde el momento de su concepción ha votado a favor de la financiación de investigaciones con células madre embrionarias; con que este ex militar con fama de halcón se estrenó en el Congreso votando en contra de un aumento de tropas en el Líbano que proponía su amigo y por entonces presidente de la nación Ronald Reagan; con que este republicano conservador ha hecho del medioambiente una de sus obsesiones (desde 1996); con que este senador republicano fue el abanderado del cambio de la legislación que afectó a la financiación de las campañas electorales. Etcétera.

McCain se considera un republicano y, en muchos aspectos, un conservador. No oculta su admiración por Ronald Reagan y por Theodore Roosevelt: este último, 26º presidente de los Estados Unidos, hizo de la independencia su bandera hasta el punto de romper con su partido y postularse como independiente en unas presidenciales, en las que, por cierto, obtuvo más votos que el candidato republicano, algo hasta entonces inaudito.

McCain nunca ha ocultado sus deseos de convertirse en presidente, y ya en 1996 empezó a sonar como candidato a la vicepresidencia de Bob Dole. En el año 2000 decidió aspirar directamente a la candidatura republicana. Sin apoyos dentro del partido, su campaña sorprendió por el éxito que cosechó entre los independientes –allí donde podían votar– y por el uso que hizo de internet –fue el primero en recaudar fondos on line.

A pesar de no ser el favorito, se hizo con la victoria en New Hampshire, aunque su derrota en Carolina del Sur le hizo abandonar la carrera. Eso… y la agresiva campaña de mentiras –que muchos atribuyen a Karl Rove– que hubo de soportar: se le tildó de homosexual, se puso en duda su estabilidad psicológica, se le atribuyó la paternidad biológica de Bridget, la hija que adoptó con su mujer en Bangladesh (en concreto, se dijo que la niña era fruto de una relación del senador con una prostituta negra)… El recuerdo de este juego sucio le hizo distanciarse durante años de la figura y las políticas del presidente Bush: la reconciliación definitiva no se produjo hasta el 69º cumpleaños de McCain, que celebraron juntos.

El biografiado de Barahona volvió a sorprender a todos cuando anunció su intención de presentarse a las elecciones presidenciales de este año, el 72º de su vida. No partía, ni mucho menos, como favorito en las primarias republicanas, pero acabó haciéndose con la nominación. Lo que vino después puede que ya lo conozcan; si han seguido el blog de Alberto Acereda, Pablo Kleinman y David Jiménez, lo doy por seguro.

En este annus horribilis para el Partido Republicano, McCain ha conseguido mantenerse al nivel de Barack Obama en las encuestas y logrado resucitar por momentos esa alianza liberal-conservadora que parecía muerta… y enterrada por George W. Bush. McCain ha sabido defender los principios básicos de sus políticas, y con la elección de Sarah Palin ha vuelto a ilusionar a las bases más conservadoras del partido, que ven en la gobernadora todo lo que no terminan de ver en el senador.

La crisis económica le ha puesto en una situación muy difícil; de hecho, su campaña y su candidatura parecen heridas. Pero, no lo olvidemos, John McCain ha logrado salir de situaciones mucho peores…

FERNANDO BARAHONA ALONSO: ¿QUIÉN ES JOHN McCAIN? Ciudadela (Madrid), 2008, 240 páginas.
 
Publicado en Libertad Digital

Mujer no vota mujer

Mujer no vota mujer

¿Garantiza una candidata mujer el voto femenino? La respuesta es no. Si hubiera sido así desde 1964, cuando las mujeres pasaron a ser mayoría dentro del electorado, EE.UU. ya tendría una presidenta

Esta semana dos huracanes han recorrido Estados Unidos: uno, Gustav, ha golpeado las costas del sureste, otro, el huracán Palin ha entrado en la vida política dispuesta a hacer historia, descolocando a propios y extraños. De momento ya ha sido elegida candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos, la primera mujer que forma parte del ticket republicano. Desde ese momento se han disparado las especulaciones sobre cómo afectará el haber incluido una mujer en el ticket, ¿influirá en la decisión de voto a pesar de aspirar a la vicepresidencia? ¿atraerá a las mujeres? ¿provocará su rechazo por su posición ante el aborto?

Una mujer en el ticket

No estamos en mal momento para que una mujer se convierta en la vicepresidenta de los Estados Unidos. Basta echar un vistazo alrededor para encontrarnos con decenas de mujeres ocupando cargos electos de máxima responsabilidad política: a las conocidísimas Angela Merkel, Cristina Fernández de Kirchner o Michelle Bachelet, se añaden otras como Tarja Halonen, en Finlandia, Ellen Johnson-Sirleaf, en Liberia, Han Myung– sook, en Corea del Sur o Pratibha Patil, en India. En nuestro país tenemos ejemplos de mujeres electas como Esperanza Aguirre que se ha enfrentado con éxito a las urnas en tres ocasiones, y gobierna la Comunidad Autónoma de Madrid, Rita Barbera, Alcaldesa de Valencia desde 1991, María Dolores de Cospedal, Secretaria general del Partido Popular, Leire Patín Secretaria de organización del PSOE, o Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba desde 1999…

Aunque la proporción de mujeres en política no hace justicia a la distribución de la población en función del género, cada día son más las mujeres que se lanzan a la vida política.

Las mujeres no votan a mujeres

Muchos han acusado a Mccain de electoralista por su decisión, por perseguir el voto de las mujeres, recogido en la XIX en la enmienda a la Constitución americana en 1920. Cabe preguntarse, ¿garantiza una candidata mujer el voto femenino? La respuesta es no. Si hubiera sido así desde 1964, cuando las mujeres pasaron a ser mayoría dentro del electorado, o al menos desde 1980, cuando el porcentaje de las mujeres que ejercieron su derecho al voto sobrepasó el porcentaje de hombres votantes, Estados Unidos tendría ya una Presidenta.

Como señalan Celinda Lake, y Kellianne Conwall en What Women Really Want: How American Women Are Quietly Erasing Political, Racial, Class, and Religious Lines to Change the Way We Live (Free Press, 2005) el género del candidato no determina a las mujeres a la hora de decidir su voto, “el interés de las mujeres no se concentra en un solo punto. Por el contrario, tienden a considerar una diversidad de ideas, problemas, individuos, impresiones e ideologías antes de tomar una decisión final”.

Un vistazo a las últimas encuestas, realizadas en las elecciones a 2004 y nuevamente en 2006, demuestra cómo las motivaciones del voto de las mujeres se concentraron en cuestiones no consideradas tradicionalmente “de la mujer”. La situación en Iraq con un 22 por ciento, la guerra contra el terrorismo para un 15 por ciento, seguidos de los valores morales, la familia, el empleo y la economía fueron decisivos. La lealtad al partido triunfa sobre el género, en 2007 el 88 por ciento de los hombres y el 85 por ciento de las mujeres afirmaba que si su partido presentaba a una mujer votarían por ella, siempre y cuando reuniera los requisitos para ocupar el puesto (encuesta de la revista Newsweek de julio de 2007).

De ahí que las campañas electorales, conscientes de la importancia de la motivación del voto femenino, apelen a los temas importantes para la mujer. Las mamás del fútbol o del hockey, “mujeres suburbanas de edades medias, de formación media-alta, que compaginan el trabajo fuera de casa y las obligaciones propias de una madre de familia, como llevar a sus hijos a los entrenamientos de fútbol, hockey o beisbol, o a otro tipo de actividades extraescolares”, en definición precisa de Antxon Garrogerrikabeitia, se han convertido en unas aliadas perfectas para ganar la elección. Así lo entendieron Bill Clinton en las elecciones de 1992 y 1996, y George W. Bush en 2000 y 2004. Hoy nadie duda que el voto femenino es determinante para alcanzar la elección pero ¿veremos pronto una Presidenta, o Vicepresidenta de los Estados Unidos en la Casa Blanca?.

Ferraro, Clinton, Palin y el techo de Cristal

Desde que en 1917 Jeanette Rankin fue elegida la primera congresista de los Estados Unidos, en representación del Estado de Montana, se ha ido incrementando el número de cargos electos. Como señala Antoni Gutierrez-Rubi en “Políticas” (Ediciones del Cobre), mientras “los hombres son puntuados altos en energía, competitividad, liderazgo, independencia, preparación, ambición, las mujeres puntúan en esfuerzo, diálogo, sensibilidad, proximidad, prudencia, discreción y tenacidad”.

De ahí que sea más fácil ver, en Estados Unidos, a mujeres en posiciones ejecutivas, como Gobernadoras o Alcaldesas, en las que se resuelven las cuestiones del día a día, que en funciones legislativas como el Senado, dónde se tratan cuestiones de ámbito federal e internacional. Quizás por eso la más altas magistraturas del país, que tienen más de lo segundo que de lo primero, se han resistido hasta ahora a las mujeres. Como señaló Hillary Clinton hasta la fecha existe un techo de cristal que algunas mujeres han intentado romper repetidas veces desde que Geraldine Ferraro optará a la vicepresidencia en 1984. Senadoras como Elizabeth Dole, Carol Moseley-Graun o Hillary Clinton han fracasado en su intento por alcanzar la nominación como candidatas de sus partidos a la presidencia en los años 2000, 2004 y 2008.

Ahora le toca el turno a Sarah Palin que aspira a conquistar el voto de las mujeres, especialmente de aquellas que apoyaron a Hillary Clinton, De momento el ticket Obama-Biden aventaja a Mccain-Palin entre las votantes por 24 puntos (51%-37%) , favorecido especialmente por su ventaja entre mujeres independientes y jóvenes, mientras que las mujeres mayores no terminan de decidirse por el candidato demócrata, especialmente las mayores de 65 años, entre las que Mccain lidera a Obama por 7 puntos (42%-35%).

En 1984 el “efecto Ferraro”, que levantó tanto revuelo mediático, se demostró un experimento fallido. Parece que esta vez la gobernadora de Alaska aporta a la elección mucho más que su condición de mujer, habrá que esperar a noviembre para ver si el “huracán Palin” consigue quebrar, de una vez, el techo de cristal.

Publicado en D7, Los Domingos de ABC

Yo escogí la libertad

Yo escogí la libertad ofrece una lección de intrahistoria desde la perspectiva de un cargo político del régimen soviético, un auténtico superviviente. Ciudadela ha acertado al reeditar este libro, que fue publicado en 1946 después de que Kravchenko obtuviera asilo político en Estados Unidos, donde trabajaba como agregado comercial en la embajada soviética en Washington, cuando ambos países eran todavía aliados.

De manera autobiográfica el autor recoge las terribles consecuencias de la revolución soviética. Lejos de centrarse en remover las cloacas del poder, por las que pasa casi de puntillas, Kravchenko toma el hilo de su vida para ofrecernos una perspectiva única del comunista con cargo, y beneficios, que mantiene un pie en la realidad a través de su familia, sus amigos, y un sentido crítico que se va afilando con el tiempo.

Veinticinco años de historia van pasando por los ojos del lector con un realismo inusitado. Se construye así un libro imprescindible para conocer las entrañas de la maquinaria del régimen soviético, con extensas revelaciones sobre los dramas de la colectivización, el Gulag y los trabajos forzados, las purgas en el partido y, en general, el terror bajo Stalin. Son rasgos hoy sabidos, pero que en 1946 supusieron una auténtica primicia. Hasta el punto de que la maquinaria de propaganda soviética y de los partidos comunistas occidentales dirigieron sus tiros contra Kravchenko, lo que dio lugar en Francia en 1949 a un célebre juicio que ganó el disidente,

Por el testimonio del autor, podemos deducir una dramática evolución en revolucionarios como Kravchenko: a la ilusión inicial suele seguir el desconcierto, a continuación la huida de la realidad y la propaganda, y más adelante un periodo en el que conviven la rebeldía con el miedo, aderezado todo por el instinto de supervivencia, propio y de las personas cercanas, ante la continua amenaza de cárcel y de muerte. Al final la única manera de mantener un régimen político totalitario es a través del terror, que tiene como única condición la de aumentar su brutalidad proporcionalmente al malestar de la población para evitar cualquier amago de rebelión o simple revuelta.

En estas páginas quizás algunos encuentren alguna respuesta, parcial, al perpetuo interrogante histórico que plantean los grandes sistemas totalitarios y sus atrocidades: cómo es posible tanto mal, cómo arraiga la deshumanización en toda una nación.

Publicado en Aceprensa

La libertad traicionada

España presta muy poca atención a sus intelectuales. Lejos de los tópicos que los identifican con una u otra España, poco se sabe de sus ideas y de aquello que les movía a actuar, elemento esencial de su propio pensamiento. A modo de una “historia de los ortodoxos españoles”, José María Marco analizó en este libro de 1997, reeditado ahora, la vida y el pensamiento de los santones intelectuales del principio de siglo español y los resultados resultan sorprendentes. En estos ensayos analiza su relación con la libertad, realizando una radiografía del accidentado principio del siglo XX en España, a través de sus protagonistas: Costa, Ganivet, Prat de la Riba, Unamuno, Maeztu, Azaña y Ortega y Gasset.

Si tenemos en cuenta que en algún momento todos ellos han sido proclamados por unos u otros como referencia, “pensadores para todo”, se nos plantea la pregunta sobre la responsabilidad del intelectual, de su capacidad de dejarse llevar por el pensamiento trágico o el heroísmo olvidando que las ideas tienen consecuencias, en ocasiones dramáticas. De una u otra forma, Marco acusa a todos ellos de haber contribuido a la radicalización: “Se acabaron los pactos y los compromisos: ha llegado otra vez la hora de la apelación a los principios insobornables y del entusiasmo por los grandes gestos y los grandes discursos… Triunfan los profetas y los mártires, individuos descomunales, portadores de una palabra trascendente, libres de apoyos sociales y organizaciones políticas”.

La relación entre el vivir y el pensar de los “grandes” hombres también sobrevuela todas las reflexiones. Algunos, como Costa o Prat de la Riba, fueron hombres de acción. Otros, como Maeztu, Unamuno o Ganivet, personajes dignos de sus propias novelas, pero de todos se apoderó en algún momento el afán totalizador de la introspección, la razón razonante que, girando en torno a sí misma, conduce tantas veces a la sinrazón.

Si es cierto que las ideas mueven el mundo y que todo vuelve a sus orígenes, resulta especialmente interesante esta reedición. Desde el dominio del lenguaje, evocador, literario, poético, el autor crea y se recrea en un ambiente de tragedia, al que contribuye el pesimismo vital de los autores estudiados. Desde ahí va dando respuesta a muchos porqués, que hoy son también problemas de nuestro tiempo, del afán por problematizar la vida, de la obsesión por construir sobre el papel a pesar de los hechos, desconociendo realidades culturales, sociales e incluso de la misma naturaleza. Marco acaba demostrando cómo el papel no lo soporta todo, o cómo la realidad termina destruyendo todo lo que soportaba el papel con consecuencias trágicas.

Los temas son tan comunes como variados: España concebida como excepción, como anomalía en Occidente que se aísla aún más en su abstención ante los problemas de su época; el fin del ciclo de la libertad; el redescubrimiento de España: de sus paisajes, sus costumbres y sus gentes. La pérdida de la fe, la pugna eterna entre el espíritu de Don Quijote y el de Sancho… Así fracasará la libertad, traicionada por quienes estaban destinados a ser sus principales valedores. El fin del liberalismo arrastrará consigo a la idea de la nación española. Después todos se arrepentirán, todos echarán de menos el espíritu de la Restauración… Hoy quizás todavía estamos a tiempo.

Publicado en Aceprensa

Elementos perniciosos: una historia de rebeldes chinos, desde Pekín hasta Los Ángeles

Tras el éxito de Asesinato en Amsterdam (ver Aceprensa 65/07), la editorial Península ha decidido editar este libro sobre los disidentes chinos, escrito en 2001. A pesar de los años trascurridos, el libro es perfectamente actual, y complementario del más reciente El año del gallo, de Guy Sorman (ver Aceprensa 84/07).

El autor, que ha vivido en la región durante muchos años, dedica un amplio espacio a la disidencia interna china y a la de otros países de la zona, que se han convertido en refugio de los disidentes o han generado disidentes contra el propio gobierno. Empezando por Singapur, donde el éxito económico mantiene en el olvido la discrepancia política y la restricción de libertades fundamentales; la independiente Taiwán, que vive en su ínsula democrática desde 1996, tras cincuenta años de soportar la tiranía de Chiang Kai-shek y donde los disidentes han llevado las riendas de la reciente transición a la democracia; Hong Kong, que a pesar del tránsito del imperio británico a China, en 1997, hoy sigue siendo un islote de libertad, en el que los demócratas luchan por no perder espacios de libertad de expresión y respeto de las leyes.

La inmensa China, en la que las oligarquías políticas han construido una mafia económica, también tiene su espacio. En esta situación los periodistas que denuncian la situación y los abogados, que intentan emplear las leyes para limitar los excesos del poder absoluto, son auténticos héroes, que a menudo acaban convertidos en mártires. Los familiares de otros mártires, los oficialmente desaparecidos en Tiananmen, también tienen un lugar en este libro. Igualmente hay espacio para el Tibet, en el que a pesar de la represión del gobierno chino, sobrevive el afán independentista amparado en una fuerte tradición cultural y religiosa.

Aunque la trama es geográfica, el autor enfoca su reflexión en torno a los elementos culturales que inciden en estos procesos. Rechazando la premisa de que la democracia no podrá nunca triunfar en China, analiza distintos elementos que influyen en la naturaleza de la dictadura china y de las distintas formas de resistencia. Sorprende ver cómo el autor, agnóstico militante, no puede dejar de acoger asombrado la extensión del fenómeno religioso entre un gran número de estos militantes que reconocen en la religión el motor fundamental de su activismo pro derechos humanos.

Aunque no se oculta tampoco el “lado oscuro de la disidencia”, con envidias, pugnas por el liderazgo, escisiones, partidarios de la violencia, acusaciones de espionaje, desilusiones, soledades… las estrategias de actuación de los disidentes se cuentan de forma instructiva, real, como verdaderas historias humanas.

Publicado en Aceprensa

El Presidente, el Papa y la Primera Ministra

Los libros de historia suelen reservar un sitio especial en sus análisis a sus protagonistas, convertidos en responsables únicos de sus éxitos y fracasos. La historia se suele ver reducida a un conjunto limitado de decisiones, eventos y relaciones en las que lo personal ensombrece cualquier otro tipo de lección de la “intrahistoria” unamuniana.

Desde esta perspectiva, John O’Sullivan -director del Hudson Center for European Studies, y editor del National Review Magazine– ha escrito un libro de historia contemporánea tremendamente interesante, en el que a través de las vidas y las buenas relaciones de Ronald Reagan, Juan Pablo II y Margaret Thatcher se van conociendo muchos cómos y algunos porqués de las dos últimas décadas de la guerra fría. En estos años vemos la evolución del comunismo en Polonia, y el apoyo material a Solidaridad; la crisis de las Malvinas (con la cambiante actitud de Reagan, y el equilibrio de conciliación de los viajes de Juan Pablo II a los países en guerra); el papel que desempeñaron Reagan y Juan Pablo II en Centroamérica ante la teología de la liberación y las guerrillas comunistas.

Los tres tenían en común su claridad de ideas, basada en su visión trascendente del hombre, su empuje y optimismo vital, que les llevaba a tratar de resolver los problemas sin escudarse en su complejidad, lo que conduce a la parálisis; el haber visto la muerte de cerca, en atentados que a punto estuvieron de costarles la vida; la incomprensión de los que les rodeaban y los ataques, jaleados desde Moscú, de cierta intelectualidad progresista. Quizás el mejor resumen lo hace el autor para referirse a Reagan, pero podría aplicarse al resto: “idealista al elegir sus objetivos, duro a la hora de defenderlos y flexible para lograrlos”.

O’Sullivan va recorriendo de manera cronológica, y en paralelo, los principales acontecimientos de este periodo histórico. Las relaciones entre los tres personajes proporcionan algunas sorpresas como la condescendencia con la que Reagan capeaba las broncas de Margaret Thatcher, o la complicidad total de Reagan y Juan Pablo II en las negociaciones para el control de armamento.

Sorprende especialmente el planteamiento del papel de Juan Pablo II. O’Sullivan ve su tarea como una labor espiritual con un contenido liberador, y por tanto tremendamente eficaz, en la caída del comunismo. Esta perspectiva, deudora de la biografía de George Weigel, se aleja de las clásicas visiones que presentan a la Iglesia como un actor de poder más, juzgando su labor desde parámetros geopolíticos de influencia.

El libro se lee con interés, gracias a su forma cercana y vibrante, y, a pesar de las carencias de la traducción, se parece, en cierta manera, a sus protagonistas: claro en su planteamiento, sencillo en su exposición y tremendamente sugestivo.

Publicado en Aceprensa