El domingo mi amigo Zoe Robledo publicó una reflexión muy interesante sobre las elecciones, no la enlazó porque el periódico mexicano reforma mantiene una buena parte de sus contenidos como de pago.

La reflexión ¿por qué sí y por qué no ganó el PRI? se centra en los motivos que han llevado a un resultado tan abultado para el PRI y lo hace abandonando el prisma electoralista habitual y entrando al análisis político, más profundo y menos frecuente. El punto de partido es cómo es posible ganar una elección sin hacer campaña y la respuesta gira en torno a su condición de partido sucesor (aquel partido dominante que fue desplazado del poder por un movimiento democratizador).

La estructura partidista del PRI sigue siendo amplia, distribuida y solida en un gran número de estados. Como consecuencia de esto la escasa participación y el voto nulo le favorecé al tener garantizado un amplio voto duro. Además estas estructuras dominan la operación política, la movilización que les permite llegar a la última casa de manera directa y produce espectaculares resultados el día de la elección, algo comprobable al observar en el número de representantes en casillas (apoderados) de cada partido cercano al 100% en el caso del PRI, frente al 72% del PAN y el 55% del PRD.

En contra el autor advierte, tomando la experiencia de otros partidos sucesores en países como Polonia, Hungria o Taiwan, que para la sucesión se produzca con éxito es necesario reducir la densidad organizacional, aumentando el papel de los militantes en el partido, restar peso a las estructuras corporativas afiliadas, que deben emprender sus propios procesos de democratización; reinventarse ideológica y comunicacionalmente, empezando por aspectos tan básicos como el nombre; y el co-gobierno, logrando así posicionarse como partidos modernos, honestos e impulsores del cambio, construyendo nuevas alianzas sociales. No parece que el PRI haya apostado por ninguna de estas cuatro líneas, quizás esta nueva mayoría parlamentaria sea su oportunidad.

Aun así, si trasladamos estos resultados, a las próximas elecciones de 2010, el PRI podría obtener 8 de los 10 Estados en juego, con la excepción de Zacatecas, que seguiría en poder del PRD y Tlaxcala, dónde podría gobernar el PAN. El resto, especialmente Durango, Tamaulipas y Oaxaca, y con bastante holgura Puebla, Sinaloa, Veracruz, Chihuahua y Aguascalientes.