He de confesar que uno de los objetivos ocultos de mi estancia en Estados Unidos era abandonar el club de las tres cifras, en lo que a peso se refiere. De primeras la cosa es bastante sencilla, si uno no se da cuenta de que aquí el peso es en libras, pero en cuanto uno recibe la triste noticia comienza una batalla feroz destinada al fracaso. En ella cuenta con terribles enemigos, hamburgesas con patatas, pizzas, tartas de queso, helados…, lo peor es cuando alguno de estos feroces enemigos consigue traspasar las líneas de defensa y se cuela directamente en la cocina, entonces la batalla es segura. Anyway todos los días uno escucha una vocecita que le recuerda sus buenos propósitos y mantiente la lucha, aunque sólo sea en su cabeza.

El arma principal con la que cuento es el footing pero son muchos los argumentos que los pacifistas utilizan para oponerse a la entrada en la guerra: hoy no funciona el ipod, no tengo mochila, dónde guardo la llave, hace mucho calor, con lo bien que se está leyendo con el aire acondicionado… Hoy no he podido resistir más y me he lanzado a la calle, con mi mentalidad de ex-marathoniano y mi cuerpo de gordito feliz. Iba pertrechado con todos los elementos, doblecamiseta, sudadera (por eso de facilitar el trabajo y sudar más), música y cascos… Mi objetivo es terminar corriendo la marathon del DC, a finales de octubre, aunque visto lo visto hoy no sé si lo conseguiré.

La zona cercana a mi casa es muy agradable: un parque alrededor del Iro Jiwa memorial, y un camino alrededor del cementerio de Arlington… al llegar a la entrada principal comienza un puente que da directamente a los monumentos a Roosvelt, Lincoln y conecta directamente con el Mall, muy cerca del trabajo, quizás algún día intente la proeza del volver corriendo. El recorrido es impresionante, la estatua en honor de todos aquellos que murieron defendiendo a los Estados Unidos desde 1775. El monumento costó 850.000 dolares y fue financiado exclusivamente con donaciones privadas (impresionante). Junto a él se levanta el carrillón holandes, un regalo de Holanda por la ayuda norteamericana en la guerra, desde el que hay una vista impresionante de la ciudad. Los sabados hay concierto, espero no perderme el del próximo día 14.

Hay muchisima gente corriendo y montando en bici, así como muchas parejas retozando mientras contemplan la ciudad, pero ninguno lleva sudadera. Aunque aquí la indiferencia es deporte nacional, todos me miran un poco alucinados, quizás por los 33 grados (91F), yo espero que ayude a adelgazar porque sino estoy haciendo el canelo. Si alguno lo sabe que me lo digo pronto antes de que muera por deshidratación.

El camino sigue rodeando el cementerio de Arlington, que se puede ir rodeando en toda su extensión. La verdad es que es impactante el número de tumbas, blancas, perfectamente alineadas, en las que reposan los restos de los soldados norteamericanos. Algunas tiene el nombre, en otras muchas simplemente se habla de un soldado desconocido.