Hoy cumpliría años el Doctor Jorge Carpizo, recientemente fallecido en el DF. Sirva de homenaje y despedida éste pequeño relato:
No tuvo tiempo de despedirse pero no fue una sorpresa. Yo lo tenía todo soñado…
México, D.F., a 20 de febrero de 2012
Dr. Rafael Rubio
P r e s e n t e.
Así, no se si a la antigua o a la mexicana, empezaba el Dr. Carpizo sus mails. Y en este me emplazaba a vernos en el mes de marzo, que llegaba a su fin. Era una eminencia (Procurador General de la República, Rector de la UNAM, Presidente del IFE, Embajador en Francia autor de cientos de publicaciones científicas… ) y yo un aprendiz, ya no tan joven, en el mundo de la consultoría política y la Universidad. Debe ser que a las grandes personas se les disfruta más fuera de su casa, cuando pueden estar tranquilos, sin el agobio continuo de los que les juzgan por la foto de los medios de comunicación, sin tener la oportunidad de conocerlos. Quizás por eso estuvimos muy cerca durante su estancia en Madrid.
Creo que todo empezó por necesidad, soy de esos a los que saber jugar con el ordenador les convierte en informáticos, y conectamos muy bien desde el principio. Teníamos una opinión muy diferente en temas esenciales pero compartíamos la forma de ver la vida, aunque a veces me hacía de rabiar. Su amor por el mundo, que conocía casi en su totalidad, su enorme sensibilidad que le llevaba a disfrutar de la belleza, su enorme sentido común… generó un respeto mutuo, que se renovaba con el trato frecuente.
En Madrid le echamos mucho de menos cuando decidió regresar al DF. Por las veces que volvió tengo la sensación de que el también suspiraba por Madrid. Desde entonces tuve el honor de que contara conmigo en el tribunal de dos tesis doctorales de discípulos suyos, y pude participar en un libro homenaje, que hoy adquiere mucho más valor.
Yo había soñado con su funeral (nunca me había pasado, quizás fue la distancia, la diferencia de edad, la fragilidad que se intuía la última vez que nos vimos…). La providencia se reía de mi, y ponía mi triste sueño al alcance de la mano, pero todo fue distinto.
No había avión que salir corriendo, sin hacer las maletas, para hacer Madrid- DF y llegar a tiempo, la noticia me encontraba en su país, dando clase en la ciudad de Guadalajara. No hubo llamada telefónica de mi maestro, y casi su hermano, Pedro de Vega, sino que leí su nombre regresando de una visita de ensueño al Hospicio Cabañas. Sabía que en México era una persona importante pero me sorprendió ver su nombre en un banner informativo de un cartel luminoso pero no pude leer la noticia, a la que seguía el anuncio de un acto de Peña Nieto en la ciudad. No podía imaginar de que se trataba, no entraba en mi sueño. Quizás eran sólo las ganas de verle, pero llegué a pensar que quizás había venido a acompañar al candidato Priista en algún acto electoral (no creo que Enrique fuera de su agrado pero en política, como alguna vez me contó, las cosas nunca son como parecen y eran muchos los que habían solicitado su amparo y consejo), tenía que enterarme y llamar…. al llegar a la habitación no tuve que terminar de escribir su nombre en Google, no me lo podía creer.
Fue una noche amarga. Mi agenda me decía que a la mañana siguiente mi avión salía destino Roma, y las páginas de vuelos decían que no había otra posibilidad de llegar a tiempo a mi cita romana, imposible de retrasar. El cerebro es cruel cuando necesita justificarse, y llegué a pensar que, una vez muerto, poco podía hacer yo allí… (esta vez sí estaríamos de acuerdo). Las excusas se amontonaban: el viaje al DF, mi desconocimiento de los planes de la familia (de la que sólo conocía a su inseparable Mari), su deseo de tener un velatorio intimo (por lo que quizás no lograra entrar)…
A las 5.30 salía del hotel. En la recepción una pareja busca una cama con urgencia en el mejor hotel de la ciudad; en el camino, a ambos los lados de la carretera, mucha gente espera el bus para ir a trabajar, mientras unas luces tenues ilumina algún puesto de agüitas; los coches no quieren irse de un parking repleto en un club de carretera (show&table bar). No podía dejar de pensar que, a pesar de mis sueños, la vida sigue adelante.
PS. Me escriben de México: Don Jorge siempre tan previsor, cada vez que viajaba al extranjero o iba a ser intervenido quirúrgicamente, le encomendaba a Mary Quintero que le entregara la carta a Carlos Carpizo. Cientos de estas cartas fueron destruidas, ya que siempre regresaba el Dr. Carpizo con una gran sonrisa y con unas ganas de seguir luchando por mejorar nuestro país. Lamentablemente ésta última si ha llegado a su destinatario.
“Con la alegría de haber existido durante 68 años, me despido de mis familiares y amigos.
Traté de vivir lo mejor que pude dentro de mis circunstancias, y de servir con devoción a México y a su Universidad Nacional.
En los cargos que ocupé siempre rendí informes públicos, presenté evaluaciones y dejé constancia de lo realizado en múltiples libros y artículos. El mejor homenaje que puedo recibir consiste en que se lean y reflexionen.
Nunca mentí ni cometí delito alguno. Cumplí con mis responsabilidades al máximo de mi capacidad y voluntad.
En mis libros y artículos tanto los académicos y los testimoniales, dejo constancia del país que me tocó vivir, servir, gozar y sufrir.
Mil y mil gracias a aquellos que colaboraron lealmente conmigo y con los valores que rigieron todas mis actividades.
Me voy amando, con todas mis fuerzas, convicciones y emociones, a nuestro gran país y a su, y mía también, Universidad Nacional”.
Muchas gracias por tus palabras