Las elecciones presidenciales norteamericanas de 2008 están siendo las elecciones de la sorpresa. Desde que comenzaron las primarias, en diciembre de 2007, se han ido sucediendo una tras otra: la aparición de Obama, la derrota de Hillary Clinton, el error y la derrota de paliativos de Rudy Giuliani, la campaña fuera de los Estados Unidos con los viajes a Colombia y México, y la gira “mundial” de Obama, la elección de la candidata a vicepresidenta… Todavía no sabemos que nos depararán los dos meses que tenemos por delante pero la sorpresa más grande sería sin duda la victoria del candidato Republicano, Joh Mccain, en las elecciones del 4 de noviembre.


2007 fue un annus horribilis para el partido Republicano, salpicado por diferentes escándalos y lastrado por la valoración negativa generalizada de la labor del Presidente Bush. La elección presidencial, así como un buen número de elecciones al Congreso y al Senado, se presentaba como una misión prácticamente imposible. Las bases del Partido Republicano descubrieron a tiempo que, en esa situación, Mccain era el único republicano con posibilidades de llegar a ser Presidente.

Con una historia heroica, una larga experiencia política y una fama de “Maverick” (independiente) ganada a pulso, Mccain se presentaba como la respuesta republicana a los deseos de cambio de la población americana, y la apuesta segura ante una situación de crisis, no sólo económica, sino de prestigio internacional.

La estrategia de campaña

Tras ganar la campaña republicana prácticamente por el descarte sucesivo del resto de los candidatos, Mccain debía construir su plataforma electoral, un mensaje definido, un equipo de campaña, una base de voluntarios… pero daba la sensación que se lo estaba tomando con calma, a la espera de que se resolvieran las apretadas primarias del Partido Demócrata, como si la elección de una, Hillary Clinton u otro, Obama, fueran a marcar determinantemente la campaña. Y así fue, tras la victoria de Obama la elección parecía tomar la forma de un paseo militar en el que nadie podría parar al joven Senador de Illinois, convertido en una especie de JFK del siglo XXI. Daba la sensación de que la idea había llegado incluso al equipo de Mccain que parecía esperar, resignadamente la derrota, hasta que se produjó algo que cambio la campaña, la sustitución de Rick Davis, que se encontraba al frente, y el nombramiento de Steve Schidt a cargo del día a día de la campaña.

Desde ese momento la campaña comenzó a jugar la carta del aspirante, y decidió que esta campaña iba a ser sobre Obama, y actuó en consecuencia. Desde ese momento el candidato republicano recuperaba la iniciativa y gran parte de la agenda, inicialmente en temas domésticos, la energía, y posteriormente en temas internacionales, con la crisis de Georgia.

Una de las decisiones estratégicas más importantes ha sido la definición del mensaje propio: Paz, Reforma y Prosperidad y, sobre todo, del mensaje de ataque al candidato demócrata. El corto historial de Obama en política nacional le convierte en un candidato difícil de atacar, un icono tremendamente simbólico construido en torno a dos conceptos el cambio y la esperanza, que han llenado de ilusión a una parte del pueblo americano. De ahí que desde el principio la campaña se haya centrado en cuestionar la principal carencia del candidato de Illinois, su falta de experiencia con un slogan que repite en cada uno de sus spots “Ready to lead?” El mensaje es que el candidato es un político interesante, famoso, cool, con una historia personal de superación pero ¿ha llegado su hora? ¿está preparado para liderar a la primera potencia mundial?

Las elecciones norteamericanas se deciden a través del recuento de los votos de los delegados estatales, por un sistema en el que la circunscripción electoral es el Estado, y aquel que gana la mayoría de los votos obtiene la totalidad de los delegados. De ahí la importancia del target geográfico. En la situación actual, y aunque la campaña está trabajando activamente en Estados que en 2004 fueron azules, como Michigan o Pennsylvania, el éxito se traduce en mantener aquellos Estados que en 2004 dieron la victoria al Presidente Bush: Ohio, Florida, pero también Nevada, Colorado y New México.

Es en este contexto los grupos sociales son otro de los objetivos de la campaña, especialmente aquellos que juegan un papel decisivo en estos Estados claves como los hispanos, (que rondan el 20% de la población en Nevada, Colorado, Florida y New México) o los católicos blancos (mayoritarios en Estados como Pennsylvania y Ohio). Pero sin duda el grupo más atractivo, por mayoritario es el de los independientes, aquellos que no se han registrado como votantes Republicanos ni demócratas, y que en esta elección se muestran especialmente indecisos, entre la fama de independiente de Mccain y las promesas de cambio de Obama. Junto a estos estarían los 18 millones de votantes de Hillary Clinton durante las primarias que han sido analizados por ambas campañas con minuciosidad, y a los que tratan de apelar de diferentes maneras.

Una campaña tradicional

Al contrario de la campaña de Obama que ha apostado desde el inicio por una campaña del siglo XXI, fundamentada en las nuevas tecnologías y que ha construido una base social impresionante uno a uno, estableciendo y manteniendo canales de comunicación directa con más de 3 millones de personas, que se han convertido en actores principales de la distribución del mensaje y la articulación de la campaña, Mccain ha optado por un modelo tradicional de campaña, basado en la televisión, y en la capacidad de movilización de distintos movimientos sociales.

Sin duda estamos ante un momento de transición entre la última campaña del siglo XX y la primera del siglo XXI. El trabajo de Obama, acumulado durante un año y medio, le permitirá presentarse con ventaja en las últimas 72 horas, definitivas en un país en el que no existe la jornada de reflexión y dónde se puede hacer campaña hasta el cierre de las urnas. En ese momento definitorio, en el que muchos deciden el voto, Obama confía en ser capaz de dar el empujón final, a través de sms, correos electrónicos y llamadas coordinadas desde la página web, a todos los que en algún momento se han ilusionado con su campaña, aunque hayan caído en la desilusión o el hartazgo, Mccain, no ha querido o no ha sabido adaptarse a esos cambios, y sigue confiando en el cansancio y la desconfianza en su rival que su campaña está dejando en la opinión pública norteamericana.

De lo que no hay duda es que en una elección tan igualada unos y otros dependerán en gran medida de la energía que consigan transmitir a sus seguidores. En esta campaña, en que los temas fundamentales están directamente relacionados con la energía, la economía, por el precio de la gasolina, y la seguridad nacional, por la dependencia del petróleo internacional, quizás la energía más importante será la propia de la campaña. Hasta ahora frente a un Obama pletórico la campaña de Mccain parecía la del boxeador experimentado, que tiene como prioridad el aguantar, convencido de que, como en las primarias, la política es una carrera de fondo.

La llegada de Sarah Palin, al margen de cuentas de la vieja sobre el voto femenino, supone sobre todo un soplo de energía a una campaña que sobrevivía con la inercia, pero que difícilmente iba a lograr la victoria en un escenario igualado. Tras las Convenciones llega la hora de la verdad, ambos parten desde posiciones igualadas, Obama está mejor posicionado pero empieza a dar muestras de cansancio, quizás el experimentado boxeador está reservando su golpe, el que le ha hecho Maverick, los debates podrían ser un buen momento.