Empiezo la serie de lecturas de verano (powered by Sony Ereader).

Este verano empezaba con una nueva versión del ritual de elegir libros para las vacaciones. En lugar de mirar y mirar mi biblioteca, a la busca de lecturas escondidas y relecturas obligadas, me he limitado a rellenar mi lector de ebooks, lo que me ha reabierto la posibilidad de volver a los clásicos, que a estas alturas están libres de derechos de autor. En la memoria Baroja, Azorín, Dostoviesky, Pérez Galdós, Dumas, Simenon… y algún otro producto desengrasante como Pérez Reverte o Foster Wallace.

Pero antes de empezar he tenido la suerte de encontrar “De las armas y las letras” de Andrés Trapiello, un ensayo sobre la literatura de la guerra que llevaba tiempo descatalogado y podemos volver a disfrutar, cortesía de Destino.

El contexto histórico no puede sobrar en una obra literaria que no puede prescindir de la política, y así lo resume el autor de manera gráfica y valiente, “nadie quería una España liberal y progresista, porque le había llegado la hora a una españa que, más que republicana y demócrata, tenía que ser fascista o comunista”.

Siento cierta afición por Trapiello, me encanta su estilo culto y desenfadado, he leído algunas novelas sueltas y algún tomo de sus memorias, y lo considero una referencia imprescindible del mundo literario en español. Por eso llevaba tiempo detrás de esta obra suya, con cierta curiosidad de poder, de alguna manera, confirmar mis filias y fobias, reafirmar mi instinto literario, y…. como no podía ser de otra manera, no ha podido ser. Trapiello, su paladar literario, es único, y no es fácil coincidir en todos sus gustos.

El libro repasa la producción literaria de la guerra civil, bajo una tesis principal “los que ganaron la guerra perdieron la gloria (literaria)”, y bajo una tesis que no se enuncia literalmente pero que queda al acabar la lectura: a pesar de la calidad literaria de los autores, la producción durante la guerra civil, yo añadiría durante cualquier guerra, deja bastante que desear. Como señala el autor, refiriéndose a la obra de Foxa, se rompe con “la primera norma de un novelista moderno “no se puede leer si no es con entusiasmo (como don Quijote) y no se puede escribir si no es con escepticismo (como Cervantes).” Durante la guerra con frecuencia se escribió con entusiasmo y hoy se lee con escepticismo. O con palabras de Mairena “Cuando los hombres acuden a las armas, la retórica ha terminado su misión».

No se trata de un libro de historia, ni de crítica literaria. De manera informal, encadenando anécdotas y comentarios, se van sucediendo en desordenada fila, aquellos escritores, nacionales y residentes, que juntaron letras en España en algún momento de la primera mitad del siglo XX. Aunque el análisis se quiere centrar en sus obras de la guerra, el contexto desborda el texto y proporciona una sensación de una obra diferente, entretenida y muy interesante.

Entre mis referencias “alternativas” he podido confirmar mi impresión sobre “Rosa Kruger”, la buena impresión que me causó Lorenzo Villalonga, la figura de Miguel Hernández como un gran versista, en versión de Gaya, no un gran poeta, la politización temprana de Albertí, que hizo que se perdiera un gran poeta…

Entre los juicios “divergentes” me da la impresión que D. Andrés profesa un gran respeto por Pla (al que descubro gran aficionado a Simenon) que no termina de traducirse en mi admiración, un pasar de puntillas, sin la claridad que transmite generalmente en su análisis, sobre D´ors, y un cierto no aprecio por Pemán (al que reconoce su bonhomía sin dedicar más de un párrafo a sus escritos), y que a mi me entretiene mucho.

Me quedo con algunas citas “eternas”, que pueden servir en cualquier tiempo y a cualquier autor, como aquella de Unamuno sobre Azaña que alerta sobre los escritores sin lectores: “Cuidado con Azaña, es un escritor sin lectores y será capaz de hacer una revolución para tenerlos”. U otra del mismo autor en su mítico discurso en Salamanca, en presencia de Millán Astray, “Vencer no es convencer y hay que convencer sobre todo, y no puede convecer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, mas no de inquisición.” A lo que Millan Astray contestó con su famoso “muera la inteligencia” que Pemán matizó con su “mueran los malos intelectuales”.

Otras que he apuntado:

“Con el orden pierde la literatura” (sobre Foxa en Burgos, pág. 36)

“Bergamín era en el año 36 un escritor sin género. Un ser contradictorio, poeta sin versos, ensayista sin prosa…domador de musarañas, podría decirse de él”. (pág. 54)

“el terreno de la polémica, donde nunca sucede nada que valga la pena, porque a poco que la polémica se encone, no permitirá escuchar la verdad, algo que nace del silencio y vuelve siempre al silencio.” (pág. 59)

“Todo, hasta los errores, se realiza bajo el imperio de la necesidad” (María Zambrano)

“Libertad es la palabra mágica, es cierto: pero es necesario esclarecer qué libertad es esta que queremos y como hemos de llegar a ella. Porque el descubrimiento de la libertad humana, reavivado por el romanticismo, fue en seguida confundido con el individualismo arbitrario y caprichoso… Y así la libertad se convirtió en separación de la realidad, en vano ensueño quimérico de una imposible independencia. Se confundió la persona, la persona moral de donde brota la libertad, con el individuo vuelto de espaldas a la vida. Y el intelectural vino a desembocara desde el liberalismo romántico en esteticismo humano, trágica contradicción de una encrucijada estéril” (La libertad del intelectual, María Zambrano)

“Yo estoy seguro de que cultivando mi poesía, ayudo al hombre a ser delicado, que es ser fuerte, más que haciendo balas…” (Diario poético del Desterrado, JR Jimenez)

“Los Borbones, como se sabe, son una familia francesa. Los propios franceses, después de larga experiencia a su costa, han definido a esta familia diciendo que los Borbones nunca aprenden ni nunca olvidan” (Ramón Pérez de Ayala)

“En nuestro tiempo el destino del hombre toma su significación en términos políticos” (Thomas Mann, citado por Yeats encabezando su poema Política)

“La templanza es una de las más grandes virtudes civiles; la energía y el vigor en la lucha cualquiera los tiene. Lo que no todo el mundo tiene, y sólo es dado a los verdaderamente fuertes, es la templanza. De suyo es templado el hombre cuando tiene la conciencia de su propio derecho, cuando siente en sí la fuerza bastante para hacerse respetar a todas horas, de quien quiera, y en todas partes”. (Azorín citando a Canovas del Castillo en la sesión del 8 de abril de 1869)

“Yo siempre he sido un liberal radical, individualista y anarquista. Primero, enemigo de la Iglesia; después del Estado; mientras estos dos poderes estén en lucha, partidario del Estado contra la Iglesia; el día en que el Estado prepondere, enemigo del Estado”. (Pio Baroja, declaraciones en 1917)

“Es el retorno constante de todos los doctrinarios humanos. La ilusión es la misma, y la bestia que sacrifica en nombre de un ídolo es siempre igual” (Pio Baroja)

Mainer “Falange y literatura” “en una sociedad pragmática y despreocupada como la que se avecinaba, posiblemente su error (el de la Falange) estuvo en la distancia abismal que mediaba entre la fantasía creadora de sus poetas y novelistas y las dimensiones reales de un mundo cerril e interesado”.

“Divide y vencerás. Fue la baza de ese régimen, de todo régimen antidemocrático: no más pueblo. Cada uno es responsable de si mismo. Las democracias se hacen a la luz de los taquígrafos, para decirlo en una sola frase. Las dictaduras se sustentan, por el contrario, sobre el principio de la cizaña, la traición y la insolidaridad”. (pág. 87, hablando del aislamiento que sufrió Azorín en su vuelta a España, “ni hablo ni pablo”)

Por último algunas propuestas, para mi desconocidas, que he ido encontrando durante la lectura:

– El arte de repensar los lugares comunes, Mourlane Michelena
– El otro mundo, Jacinto Miquelarena (novela sobre la vida en las embajadas de Madrid)
– Un intelectual y su carcoma, Mario Verdaguer
– Diarios intimos, Foxa
– Historias de una tertulia, Díaz Cañabate
– A Sangre y Fuego, Chavez Nogales
– Silva curiosa de historias, Capital de tercer orden, glosas a la ciudad. Angel María Pascual
– Francisco Vighi
– Libro de horas, Mitología cristiana. Vicente Risco
– Casi unas memorias, Dionisio Ridruejo
– Las ciudades del mar, Un señor de Barcelona, La huida del tiempo. Josep Pla
– Autobiografía, Miguel Villalonga y su biografía de Chateubriand
– Homenaje a Cataluña, George Orwell
– Viviana y Merlín, Salón de estío, Benjamín Jarnes
– Incierta gloria, Sales
– Los pasos contados, Corpus Barga
– Guia de Roma, Juan Ramón Masoliver
– España aparta de mi este cáliz, Cesar Vallejo
– Investigar más a fonde el personaje Pedro Luis Gálvez