Soy un estudioso perplejo de la democracia participativa. He de confesar que desde que empezé a trabajar el tema, en 1996, era un defensor apasionado de cualquier forma de participación política paralela al Estado, ya fuera realizada por movimientos sociales, ongs, lobbies o cualquier otro tipo de organización.
A lo largo de estos años he ido perdiendo el candor inicial, aunque teoricamente sigo convencido de la necesidad que tiene la propia democracia de encontrar complementos, vías que le unan más estrechamente a la sociedad, la experiencia me va demostrando como habitualmente estos grupos suelen ser simplemente la «cara social» de organizaciones como partidos políticos, o incluso estados, que tratan de reforzar la labor de su organización matriz.
De ahi que actualmente observe con escepticismo el renacer de la democracia participativa o deliberativa que desde hace unos años ocupa un lugar relevante en las constituciones y en la retórica latinoamericana: Venezuela, Colombia, Bolivia… ahora quizás Ecuador…
Sigo perplejo, convencido de que hay que articular vías reales de participación para convertir a los votantes en ciudadanos, pero no encuentro un ejemplo del que tirar. Cuando lo encuentro, como estas declaraciones de Evo Morales, no hace más que aumentar mi miedo.
«Sólo las Fuerzas Armadas y los movimientos sociales pueden y deben garantizar la verdadera nacionalización de los recursos naturales, no solamente de los hidrocarburos».
Extraños compañeros de viaje.