A la… va la vencida y esta vez la remodelación de la página web del PP ha gustado a casi todos. Al margen de algunos hackers que pretenden hacer de las fallas de seguridad un problema, y algunos medios que lo convierten en noticia, las reformas en la sede online del PP han merecido la pena. Con problemas de plazos, nadie cumple los plazos en las obras, y a expensas de futuras sorpresas, con las cañerias nunca se sabe.

Lo cierto es que críticos habituales, como Elentir o Daniel Rodríguez-Herrera, que no han dudado en señalar los defectos de las distintas actuaciones del PP en internet, coinciden en sus felicitaciones, algo que por el historial no resulta sospechoso.

Yo tengo poco que añadir, es limpia, atractiva, orientada a la participación… enhorabuena. Coincido con Daniel en los tiempos de la información, y con Elentir en la no integración de los blogs, quizás por limpieza, quizás por pereza, pero dónde me gustaría insistir es en el para qué. La web se ha presentado como la nueva sede del PP y ahora tocará empezar a vivirla, y ahí en el roce de la convivencia diaria pueden empezar los problemas. Siento repetirme pero el 2.0 no es un sólo problema de plataforma, ni de diseño, es cuestión de mentalidad, y si se abre la sede del partido habrá que recibir a las visitas, hacerles un tour, escucharlas, invitarlas a tomar algo y…, si es menester, recordarles que se está haciendo tarde y que estos señores tendrán que cenar para que se vayan a su casa… Y eso requiere intención y atención, voluntad y equipo. Ayer ya presumían de falta de ancho de banda, problema técnico un poco infantil que se ha convertido en motivo de orgullo, pero hay otras faltas que me preocuparían más, las falta de cuidado, el preocuparse mucho de la decoración y poco de las personas, el pensar que ellos ponen la sede y otros el botellón, las visitas preferiran quedarse en casa, aburridos de la charla insustancial y los besos de la abuela, de tener que volver a ver las fotos de familia, o el video de la boda… y no hay nada más triste que una casa bonita cuando se queda vacía, una casa de nadie.