El título de este post ha quedado un poco redundante, nada que ver con el contenido que mezcla sorpresa y mala leche. Desde hace un par de días casi todos los medios de comunicación se han echado al monte analizando pormenorizadamente el menú de la cena del gala que los Presidentes de los Estados miembros del G-8 disfrutaron, imagino, en su estancia en Japón. De la forma más demagógica del mundo hasta Zapatero se ha manifestado públicamente sobre un asunto de tanta transcendencia internacional.

De repente se han roto todos los esquemas, la vida privada, lo que uno cena, tiene importancia en la vida pública. Dónde están los que decían que lo que hace un Presidente en su alcoba, o en el campo de golf, no afecta al cumplimiento de sus obligaciones. La conclusión es evidente: cenar 25 platos incapacita para tratar de arreglar el problema del hambre en el mundo, y poner los cuernos a la Santa no tiene ninguna importancia ni siquiera para hablar de valores familiares o violencia de género. El nuevo puritanismo progre ha conseguido sacralizar el dormitorio, el despacho Oval, o cualquier otro sitio donde se tenga a bien realizar el acto sexual pero campa a sus anchas en los cuartos de estar, se mete en la cartera, en el menú, en la educación a tus hijos…

Ahora imagino que se empezará a analizar la alimentación, y las facturas, de los «solidarios»: cuanto costó el champagne que bebió Casillas en la celebración del triunfo en la Eurocopa antes de viajar a Perú a echar una mano, cuánto cuesta la mansión de Bono y sus vacaciones en Saint-Tropez, el perfume de Shakira y sus viajes en bussiness, la pintura de uñas de Penelope Cruz, o la factura de la luz de Al Gore. Algunos me dirán que con su dinero cada uno hace lo que quiere y que esos como no son jefes de Estado pueden gastar lo que quieran cuando no llevan puesto el disfraz solidario…. y luego ir por el mundo tratando de solucionar el hambre en el mundo.

Simplemente creo que si reivindicamos una vida coherente con lo que reivindica cada uno, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo, habrá que pedirsela a todos, gasten dinero público o privado. Quiero celebrar la llegada de la transparencia al mundo de la solidaridad y espero que sea igual para todos, ojo, muchos pueden salir escaldados.