Mujer no vota a mujer
¿Garantiza una candidata mujer el voto femenino? La respuesta es no. Si hubiera sido así desde 1964, cuando las mujeres pasaron a ser mayoría dentro del electorado, EE.UU. ya tendría una presidenta
Rafa Rubio
¿Garantiza una candidata mujer el voto femenino? La respuesta es no. Si hubiera sido así desde 1964, cuando las mujeres pasaron a ser mayoría dentro del electorado, EE.UU. ya tendría una presidenta
Rafa Rubio
Esta semana dos huracanes han recorrido Estados Unidos: uno, Gustav, ha golpeado las costas del sureste, otro, el huracán Palin ha entrado en la vida política dispuesta a hacer historia, descolocando a propios y extraños. De momento ya ha sido elegida candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos, la primera mujer que forma parte del ticket republicano. Desde ese momento se han disparado las especulaciones sobre cómo afectará el haber incluido una mujer en el ticket, ¿influirá en la decisión de voto a pesar de aspirar a la vicepresidencia? ¿atraerá a las mujeres? ¿provocará su rechazo por su posición ante el aborto?
No estamos en mal momento para que una mujer se convierta en la vicepresidenta de los Estados Unidos. Basta echar un vistazo alrededor para encontrarnos con decenas de mujeres ocupando cargos electos de máxima responsabilidad política: a las conocidísimas Angela Merkel, Cristina Fernández de Kirchner o Michelle Bachelet, se añaden otras como Tarja Halonen, en Finlandia, Ellen Johnson-Sirleaf, en Liberia, Han Myung– sook, en Corea del Sur o Pratibha Patil, en India. En nuestro país tenemos ejemplos de mujeres electas como Esperanza Aguirre que se ha enfrentado con éxito a las urnas en tres ocasiones, y gobierna la Comunidad Autónoma de Madrid, Rita Barbera, Alcaldesa de Valencia desde 1991, María Dolores de Cospedal, Secretaria general del Partido Popular, Leire Patín Secretaria de organización del PSOE, o Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba desde 1999…
Aunque la proporción de mujeres en política no hace justicia a la distribución de la población en función del género, cada día son más las mujeres que se lanzan a la vida política.
Muchos han acusado a Mccain de electoralista por su decisión, por perseguir el voto de las mujeres, recogido en la XIX en la enmienda a la Constitución americana en 1920. Cabe preguntarse, ¿garantiza una candidata mujer el voto femenino? La respuesta es no. Si hubiera sido así desde 1964, cuando las mujeres pasaron a ser mayoría dentro del electorado, o al menos desde 1980, cuando el porcentaje de las mujeres que ejercieron su derecho al voto sobrepasó el porcentaje de hombres votantes, Estados Unidos tendría ya una Presidenta.
Como señalan Celinda Lake, y Kellianne Conwall en What Women Really Want: How American Women Are Quietly Erasing Political, Racial, Class, and Religious Lines to Change the Way We Live (Free Press, 2005) el género del candidato no determina a las mujeres a la hora de decidir su voto, “el interés de las mujeres no se concentra en un solo punto. Por el contrario, tienden a considerar una diversidad de ideas, problemas, individuos, impresiones e ideologías antes de tomar una decisión final”.
Un vistazo a las últimas encuestas, realizadas en las elecciones a 2004 y nuevamente en 2006, demuestra cómo las motivaciones del voto de las mujeres se concentraron en cuestiones no consideradas tradicionalmente “de la mujer”. La situación en Iraq con un 22 por ciento, la guerra contra el terrorismo para un 15 por ciento, seguidos de los valores morales, la familia, el empleo y la economía fueron decisivos. La lealtad al partido triunfa sobre el género, en 2007 el 88 por ciento de los hombres y el 85 por ciento de las mujeres afirmaba que si su partido presentaba a una mujer votarían por ella, siempre y cuando reuniera los requisitos para ocupar el puesto (encuesta de la revista Newsweek de julio de 2007).
De ahí que las campañas electorales, conscientes de la importancia de la motivación del voto femenino, apelen a los temas importantes para la mujer. Las mamás del fútbol o del hockey, “mujeres suburbanas de edades medias, de formación media-alta, que compaginan el trabajo fuera de casa y las obligaciones propias de una madre de familia, como llevar a sus hijos a los entrenamientos de fútbol, hockey o beisbol, o a otro tipo de actividades extraescolares”, en definición precisa de Antxon Garrogerrikabeitia, se han convertido en unas aliadas perfectas para ganar la elección. Así lo entendieron Bill Clinton en las elecciones de 1992 y 1996, y George W. Bush en 2000 y 2004. Hoy nadie duda que el voto femenino es determinante para alcanzar la elección pero ¿veremos pronto una Presidenta, o Vicepresidenta de los Estados Unidos en la Casa Blanca?.
Desde que en 1917 Jeanette Rankin fue elegida la primera congresista de los Estados Unidos, en representación del Estado de Montana, se ha ido incrementando el número de cargos electos. Como señala Antoni Gutierrez-Rubi en “Políticas” (Ediciones del Cobre), mientras “los hombres son puntuados altos en energía, competitividad, liderazgo, independencia, preparación, ambición, las mujeres puntúan en esfuerzo, diálogo, sensibilidad, proximidad, prudencia, discreción y tenacidad”.
De ahí que sea más fácil ver, en Estados Unidos, a mujeres en posiciones ejecutivas, como Gobernadoras o Alcaldesas, en las que se resuelven las cuestiones del día a día, que en funciones legislativas como el Senado, dónde se tratan cuestiones de ámbito federal e internacional. Quizás por eso la más altas magistraturas del país, que tienen más de lo segundo que de lo primero, se han resistido hasta ahora a las mujeres. Como señaló Hillary Clinton hasta la fecha existe un techo de cristal que algunas mujeres han intentado romper repetidas veces desde que Geraldine Ferraro optará a la vicepresidencia en 1984. Senadoras como Elizabeth Dole, Carol Moseley-Graun o Hillary Clinton han fracasado en su intento por alcanzar la nominación como candidatas de sus partidos a la presidencia en los años 2000, 2004 y 2008.
Ahora le toca el turno a Sarah Palin que aspira a conquistar el voto de las mujeres, especialmente de aquellas que apoyaron a Hillary Clinton, De momento el ticket Obama-Biden aventaja a Mccain-Palin entre las votantes por 24 puntos (51%-37%) , favorecido especialmente por su ventaja entre mujeres independientes y jóvenes, mientras que las mujeres mayores no terminan de decidirse por el candidato demócrata, especialmente las mayores de 65 años, entre las que Mccain lidera a Obama por 7 puntos (42%-35%).
En 1984 el “efecto Ferraro”, que levantó tanto revuelo mediático, se demostró un experimento fallido. Parece que esta vez la gobernadora de Alaska aporta a la elección mucho más que su condición de mujer, habrá que esperar a noviembre para ver si el “huracán Palin” consigue quebrar, de una vez, el techo de cristal.
Publicado en D7, Los Domingos de ABC