El efecto Moratinos

El efecto Moratinos

El tercero, mucho más triste, la detención y la condena a cuatro años de prisión del periodista independiente de Cubanet Oscar Sánchez Madan por un delito de «peligrosidad predelictiva», engendro jurídico propio de la Alemania nazi.

Aunque no tienen nada que ver con los gestos amistosos de la dictadura castrista que parecía esperar, la semana pasado empezamos a experimentar los primeros resultados de la visita a Cuba del ministro de Asuntos Exteriores: el efecto Moratinos.

El primero, efecto involuntario pero tremendamente interesante, es la unión de la disidencia pacífica cubana. Fue tal la sensación de soledad provocada por el desdén del canciller español que, por fin, se dieron cuenta que era preciso presentarse unidos en la dignidad. En un documento llamado «unidad por la libertad», los líderes cívicos más relevantes de Cuba dejaban a un lado sus diferencias para formar un bloque común, una Platajunta cubana que se anticipa a la muerte de Fidel Castro para preparar unidos la transición a la democracia.

El segundo, efecto rebote, ha sido la aprobación en el Congreso de los Diputados de una proposición no de ley que instaba al Gobierno a solicitar la liberación del presidente del Consejo Unitario de Trabajadores (sindicato no oficial, y por tanto ilegal en Cuba, afiliado a la Central Latinoamericana de Trabajadores y a la Confederación Mundial de Trabajadores). Pedro Pablo Álvarez Ramos fue injustamente condenado a 25 años de prisión durante la «primavera negra» de Cuba, en marzo de 2003, «por defender la libertad de expresión y los derechos de los trabajadores en Cuba». Quizás haya hecho falta la visita del canciller español, y la humillación a los demócratas cubanos para que el Partido Socialista haya decidido dejar al margen sus «afinidades electivas» y votar junto al Partido Popular y Convergencia i Unio a favor de la libertad de los presos políticos cubanos. Su unidad, junto al resto de las fuerzas políticas, supone un tremendo respaldo para los prisioneros políticos y sus familiares.

El tercero, mucho más triste, la detención y la condena a cuatro años de prisión del periodista independiente de Cubanet Oscar Sánchez Madan por un delito de «peligrosidad predelictiva», engendro jurídico propio de la Alemania nazi. Por desgracia este es el único efecto directo de la visita de Moratinos: el régimen de Castro se siente otra vez legitimado frente a la opinión pública internacional y no duda en volver a recurrir a la prisión para reprimir cuando lo considera necesario.

Publicado en Libertad Digital

La prensa católica en Cuba

La prensa católica en Cuba

En Cuba, el monopolio informativo del Estado se encuentra consagrado en el artículo 53 de la Constitución: «Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad».

El Gobierno totalitario ejerce un monopolio absoluto sobre los medios de información: todos son propiedad del Estado, y los periodistas que ejercen en ellos pertenecen a la Unión de Periodistas Cubanos (UPEC), una especie de sindicato vertical al que hay que estar adscrito para trabajar como periodista en la Isla.

Ante la prohibición que pesa sobre cualquier tipo de publicación no oficial, la Iglesia Católica desarrolla una labor insustituible en el campo de los medios de comunicación. En Cuba no hay una sola publicación independiente fuera de las 30 que posee la Iglesia Católica, cuyos contenidos no están sometidos a autorización ni a censura previa. Esta tolerancia se circunscribe al ámbito de la prensa escrita, por lo que la Iglesia, a pesar de sus reiterados intentos, nunca ha conseguido disponer de programas autónomos en la radio o la televisión, como reivindicó expresamente Juan Pablo II en su visita a la Isla. Ahora bien, en los últimos años los medios oficiales, antes vedados a la jerarquía, han ofrecido algunos espacios radiales a los obispos en fechas señaladas.

Desde la persecución inicial, que duró más de veinte años, se ha llegado hasta la situación actual, que oscila entre la «guerra fría» y la «convivencia pacífica». Tras la llegada de la Revolución y la subsiguiente clausura de todas las publicaciones independientes, el panorama mediático católico se limitaba a Vida cristiana, una hoja parroquial de los jesuitas que echó a andar en 1962. Su contenido, ligado a la exégesis evangélica, y su escasa distribución hicieron que el régimen la consintiera durante los años en que los católicos eran conducidos a las UMAP, campos de reeducación en los que se encerraba a católicos, homosexuales y demás sujetos contrarrevolucionarios.

Sólo a comienzos de los 90, y como consecuencia del momento, el más duro del «período especial», el Gobierno prefirió callar ante la aparición de dos nuevas publicaciones católicas, Palabra Nueva y Vitral, con lo cual se evitó los problemas que le podría haber creado un enfrentamiento con la Iglesia en ese tiempo, tan delicado en el plano político.

A partir de entonces, y animados por la visita del papa Juan Pablo II, se produjo una eclosión de publicaciones diocesanas: Presencia (en la provincia de Matanzas), Amanecer (Santa Clara), Puentes (Santi Spiritu), Pasos y Fides (Cienfuegos), Enfoque (Camagüey), Imago (Ciego de Ávila), Iglesia en Marcha (Santiago) y Cocuyo (Holguín). Surgieron además dos revistas de periodicidad irregular editadas por grupos de laicos, autónomos con respecto a la jerarquía: Espacios de Temática Sociocultural, editada por Joaquín Bello y recientemente desaparecida, y Ethos, editada en Santa Clara y centrada en cuestiones bioéticas.

Cada publicación ha ido adquiriendo un estilo propio, estrechamente vinculado al obispo de la diócesis correspondiente. Por lo que hace a los contenidos, se han mantenido siempre ajenas a la política: ofrecen información sobre las diócesis y las actividades pastorales, artículos sobre acontecimientos y personalidades de la historia y la Iglesia cubanas y reflexiones morales sobre los grandes asuntos de la vida social. Como revistas diocesanas, buscan evitar ser confundidas con la prensa de la oposición, con un mensaje dirigido a todos, cualquiera que sea la filiación política de cada cual, y han adoptado decisiones, como silenciar el Proyecto Varela, que muchos interpretaron como un exceso de prudencia, sin ser ésta sinónimo de silencio o de complicidad.

Su trabajo se ha desarrollado siempre en un difícil equilibrio, no entre el Gobierno y la oposición, como algunos han señalado, sino entre la acción evangélica propia de la Iglesia y su papel sociopolítico en un Estado dictatorial.

Donde mejor se puede apreciar esta diferencia de estilos es en las dos cabeceras más importantes: Palabra Nueva y VitralPalabra Nueva nació en abril de 1992 y es, sin duda, la publicación más «profesional», por su presentación, su elaboración y la experiencia de su equipo. De periodicidad mensual, su tirada ronda los 10.000 ejemplares. Palabra Nueva, a la que algunos han definido como «cristianamente correcta», pretende ofrecer a los fieles una respuesta cristiana a sus preocupaciones sociales, culturales, económicas, filosóficas y religiosas, así como transmitir a la sociedad el pensamiento de la Iglesia.

Vitral, la revista de la diócesis de Pinar del Río, se fundó en 1993 y debe su fama a la personalidad y audacia de sus colaboradores, así como a la publicidad involuntaria que le hizo la prensa oficial en la primavera de 2000, cuando Granma, en dos editoriales sucesivos, tomó como blanco a Dagoberto Valdés y al obispo de la provincia. Granma denunciaba las empresas «contrarrevolucionarias» de ambos y la radio y la televisión oficiales hacían de casa de resonancia. Dagoberto llevó a cosechar 87 epítetos difamatorios en cuestión de una hora…

Dagoberto, entonces presidente del Consejo Técnico de Plantaciones de Tabaco de Pinar del Río, y como tal responsable de un centenar de ingenieros agrónomos, fue degradado a la condición de yagüero, el obrero agrícola encargado de recoger la yagua, la corteza de palma que sirve para embalar el tabaco recolectado durante el primer período del secado de las hojas. Por lo que hace a sus tres hijos, fueron sometidos a una «reunión revolucionaria» en la escuela, en la cual hubieron de escuchar, ante sus condiscípulos, un discurso, digamos, poco edificante sobre su padre.

A resultas de todo ello, Vitral consiguió un centenar de nuevos abonados y Dagoberto, que Juan Pablo II lo nombrara para la comisión pontificia Justicia y Paz. Lo hicieron «yagüero del Papa», como comenta con ironía el propio Dagoberto.

Vitral se presentaba como una revista sociocultural, y en sus páginas se trataban temas como la división de poderes, el pluralismo, la democracia representativa, la investigación, la educación popular, etc. Desde el principio estuvo abierta a todo tipo de colaboraciones, y a pesar de su distribución, restringida al ámbito eclesial, llegaba a todo tipo de lectores.

Aunque algunos pensaban que sobrepasaba los límites, comprometiendo así las frágiles prerrogativas conquistadas por la Iglesia en los últimos diez años, contó siempre con la complicidad del obispo de Pinar del Río, monseñor Siro González, que sufría con cada número las protestas de la responsable departamental del Comité Central del Partido Comunista, Caridad Diego, que situaba a la revista en «el límite de lo insoportable».

El temor a la clausura, o a poner en peligro las ya difíciles relaciones entre la Iglesia y el Estado, ha hecho que la prensa católica se debata siempre entre la crítica implícita y explícita a las autoridades, eso sí, desde un tono respetuoso para con éstas y la Administración. El dilema no es sencillo: elegir entre la prudencia, que busca apuntalar el margen de autonomía conquistado por la Iglesia tras la visita del Papa, y la afirmación, irremisiblemente polémica, de los principios cristianos, lo que, dado el carácter totalitario del régimen, supone arriesgar esta autonomía, tan valiosa para el pueblo cubano.

Aunque la prensa católica no tiene ni los medios ni la libertad para rivalizar con la prensa oficial, representa la única excepción al monopolio informativo del Estado. La autonomía de la Iglesia ha sido desde hace años el mejor aliado del pueblo cubano, un refugio de libertad, un espacio de diálogo. El miedo no traspasa sus muros, y en sus actividades los cubanos se expresan en libertad.

Su gran valía reside en que ofrece un refugio a la realidad frente a la propaganda de los medios oficiales, un espacio de diálogo y libertad ajeno a la acción del Estado totalitario. La fuerza de su mensaje contrarrevolucionario se encuentra en su reivindicación de la dignidad del hombre, un ser hecho para la libertad, y de los Derechos Humanos. De ahí su aportación impagable a la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad civil cubana, el único camino que garantiza a la Isla un futuro en democracia.

Quizás el Gobierno cubano celebre el cierre de Vitral con algunas concesiones a la Iglesia; incluso puede que algunos dentro de la Iglesia piensen que las relaciones con el Estado son ahora más fluidas que nunca, y que la clausura de Vitral no es sino un elemento más en la enorme lista de daños colaterales que la Iglesia viene sufriendo desde el triunfo de la Revolución. Lo que no pueden olvidar es que nada de eso hubiera sido posible sin Vitral. Lo que deben saber es que todo será mucho más difícil ahora, sin esa revista, ya inmortal, que hacía en cada uno de sus números una defensa incondicional del hombre y su dignidad.

La libertad de la luz

La libertad de la luz

Desde el principio, Vitral se convirtió en el último reducto de la verdad de una sociedad esquizofrénica, una casa de la libertad en el que se encontraban los cubanos de buena voluntad, un espacio de reconciliación en el que cabían todos.

Sólo el que ha vivido en Cuba puede saber lo que suponía Vitral. Desde que en 1994 la revista vio la luz, cuando en toda la isla era imposible encontrar algo que llevarse a la boca, en el peor momento del periodo especial, su llegada a las parroquias se esperaba como si estuviera impresa en hojas de pan.

Sus páginas fotocopiadas corrían de mano en mano, como el Marca en un bar, adquiriendo con el tiempo ese color parduzco de los libros muy leídos en tremendo contraste con las páginas del Granma y Juventud Rebelde, que se amontonaban en los cuartos de baño para ser utilizadas como papel, áspero e incomodo, pero papel.

En un lugar donde no existe la libertad de prensa, y no hay más información ni más opinión que la de los turistas y la que tiene a bien regalar el régimen, la iniciativa del Arzobispado de Pinar del Río garantizaba una cita bimensual con la realidad.

Desde el principio, Vitral se convirtió en el último reducto de la verdad de una sociedad esquizofrénica, una casa de la libertad en el que se encontraban los cubanos de buena voluntad, un espacio de reconciliación en el que cabían todos. Nunca se metió en política, la fuerza de su mensaje contrarrevolucionario venía de su reivindicación de la dignidad del hombre, un ser hecho para la libertad, y de los derechos humanos. De ahí su aportación impagable a la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad civil cubana, el único camino que garantiza un futuro en democracia.

Por sus páginas pasaron los padres de la patria cubana, trabajadores, santos y poetas, conjugando sesudos análisis con brillantes ensayos sobre religión, artes plásticas, cine, literatura, económica, bioética o ecología. Un grupo reducidísimo de voluntarios, liderados por Dagoberto Valdés en torno al Centro Cívico, consiguieron muchas veces poner contra las cuerdas a todo un régimen totalitario con varios paquetes de folios reciclados, cuatro fotocopiadoras y un puñado de ideas.

Hoy Cuba está de luto. Lo que no consiguió Moratinos con su indigna visita lo han logrado un cúmulo de confusas razones que aún no acierto a comprender. ¿Quién informará a los cubanos sobre lo viejo que se volvió el «hombre nuevo», quién seguirá combatiendo el adoctrinamiento con la cultura quién reclamará la patria para los cubanos, quién desenmascarará cada dos meses la mentira oficial?… Hoy el pueblo cubano está aún más huérfano de libertad.

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Excelentes relaciones

Excelentes relaciones

Algunos se felicitarán de las caricias de la tiranía castrista y tratarán de hacernos olvidar una nueva prueba de que «el diálogo por el diálogo», sin ningún tipo de limitación ética o moral, sólo sirve para perpetuar la dictadura.

Tras la llegada al poder de Rodríguez Zapatero, el Gobierno español decidió modificar las medidas que el Consejo Europeo había establecido por unanimidad tras la primavera negra de 2003, en la que 75 ciudadanos fueron detenidos y 3 fusilados. Tras una dura labor diplomática de la cancillería española la Unión Europea decidió ceder a las exigencias de La Habana siguiendo la iniciativa española con la esperanza de lograr avances en la situación de los derechos humanos y la democracia. Desde entonces la ineficacia de esta decisión es cada día más evidente, la represión se ha incrementado y la situación de la democracia y los derechos humanos no ha hecho más que empeorar, lo que ha hecho que el próximo mes de junio la Unión Europea reconsidere su política hacia la isla.

Las dictaduras se mantienen sobre la propaganda y los símbolos y la dinastía castrista ha decidido organizar una visita simbólica para recuperar la legitimidad internacional y demostrar la «eficacia» de las posiciones sumisas al régimen de La Habana. Miguel Ángel Moratinos se ha convertido así en el primer canciller de un país de la Unión que visita la isla desde la primavera negra de Cuba. Si hemos de creer al Gobierno cubano la visita inaugura una «nueva época en las relaciones España-Cuba», algo que llena a Moratinos de emoción y a los españoles de la inquietud que genera mantener excelentes relaciones con una dictadura con más de 300 presos políticos en prisión. Además ha anunciado con condescendencia que «comenzará a hablar con España de derechos humanos, pero no con Europa», como si en este punto hubiera algo que hablar, más allá de exigir el cumplimiento de la multitud de tratados internacionales de las que Cuba es signataria.

El Gobierno español, con tal de lograr la sonrisa de la cohorte del dictador, no ha dudado en aceptar la principal condición impuesta por los verdugos: ignorar a sus víctimas. Como resultado, España podrá volver a financiar al régimen castrista, que es lo que en román paladino significa «el restablecimiento de la cooperación económica y cultural con Cuba». Una cooperación que en lo económico sólo podrá realizarse con el Gobierno, ya que la ley prohíbe cualquier proyecto independiente del mismo, y en lo cultural supone convertirse en el pagano de la cultura oficial del Gobierno cubano, que no ha tenido a bien ni siquiera la devolución del Centro Cultural de España en la Habana.

Algunos se felicitarán de las caricias de la tiranía castrista y tratarán de hacernos olvidar una nueva prueba de que «el diálogo por el diálogo», sin ningún tipo de limitación ética o moral, sólo sirve para perpetuar la dictadura y, lo que es más grave, el abandono del pueblo cubano. Castro sabe bien que en política exterior sólo la unidad y la firmeza garantizan resultados y ha decidido aprovechar las reminiscencias ideológicas de algunos para debilitar la capacidad de decisión de una Europa dividida. El Gobierno cubano ha vuelto a demostrar que aquel que quiera mantener relaciones deberá someterse a sus dictados y ha transmitido con claridad su mensaje de cara a las negociaciones sobre la nueva política europea respecto a Cuba, negociaciones en las que España será, una vez más, el mejor aliado de la dictadura.

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Un día cualquiera, hace cuatro años

Un día cualquiera, hace cuatro años

Durante estos días se han repetido los actos de solidaridad alrededor del mundo. No soy tan ingenuo como para pensar que como resultado de las protestas el régimen se atreverá a liberarlos. Tiene demasiado miedo a los hombres libres.

Imagínese el lector, sea el que sea, que una noche mientras descansa en casa tras una dura jornada de trabajo escucha ruidos en la calle; al asomarse ve como una legión de policías desciende ruidosamente de 5 o 6 coches patrulla. Sin duda lo primero que se le vendría a la cabeza es que esta «película» no tiene nada que ver con él.

Su seguridad se va esfumando al escuchar cómo se acerca el ruido de gritos y pasos, como una turba subiendo por la escalera, pero no termina de creérselo hasta que un grupo de policías armados irrumpe en su casa, sin llamar por supuesto, y comienza a registrar armarios, librerías, cajones, y va confiscando un equipo de radio, el ordenador personal, literatura extranjera, un lápiz y hasta un paquete de folios. La sorpresa final se produce cuando el jefe de la patrulla le agarra del brazo y le invita a acompañarle a no se sabe bien dónde.

Increíble, ¿no? Eso iría repitiendo al bajar las escaleras mientras los vecinos se asoman a la puerta u observan discretamente por la mirilla. Al montar en el coche y escuchar la dirección de una histórica prisión, famosa por haber sido escenario del fusilamiento de miles de personas, cualquiera empezaría a pellizcarse la cara tratando de despertar.

Esta historia no es el guión de una película, ni siquiera el relato de un mal sueño, sino una historia común que se repite cíclicamente en los sistemas totalitarios. Una vez, hace cuatro años, sucedió en la isla de Cuba. 75 personas fueron arrestadas en una oleada represiva que duró menos de 72 horas. Eran personas como cualquiera de los que están leyendo este artículo: médicos, periodistas, escritores, trabajadores manuales, profesores… preocupados por el futuro de un país paralizado desde 1959. La mayoría de ellos, 59, aún siguen en prisión, algunos, once esperan en sus casas con la amenaza permanente de volver a prisión, cuatro han tenido que abandonar su país y uno de ellos, Miguel Valdés Tamayo, falleció a causa de los maltratos recibidos en prisión.

Protegidos por el ruido mediático provocado por la guerra de Irak, los agresores pretendían devolver el miedo a una sociedad que lo estaba perdiendo y quebrar la voluntad democrática de sus líderes. Fracasaron en su intento, pero hoy, cuatro años después, la dramática injusticia aún se mantiene. En estos días la crueldad se esconde bajo el parte médico de Fidel Castro. Mientras más de 300 prisioneros políticos cubanos se pudren literalmente en mazmorras distribuidas por toda la isla-cárcel, a dieta de gofio y agua de azúcar, y sus familias viven el drama diario de la separación y la incertidumbre, la atención se centra en qué pastilla está tomando Fidel, si empezó su rehabilitación o visitó por fin el baño. Sólo algunos periodistas extranjeros se atreven a seguir denunciando el horror, al menos hasta que son expulsados del país.

Durante estos días se han repetido los actos de solidaridad alrededor del mundo. No soy tan ingenuo como para pensar que como resultado de las protestas el régimen se atreverá a liberarlos. Tiene demasiado miedo a los hombres libres. Pero, sin duda, sobre su recuerdo y su lucha el pueblo cubano ha comenzado ya a construir su futuro.

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