La verdad es que no sé si son las ganas de volver, el mal tiempo o la situación de la campaña electoral pero desde el domingo tengo sensación de retirada. Parece que el clima estaba esperando al Marathon, que no corrí, para cambiar de cara. El domingo hizo un día primaveral, con el sol como protagonista, uno de esos días en los que pasear por las calles de Alexandría es un placer. Las ardillas están por todas partes y los colores de las hojas de los arboles superan la paleta de cualquier pintor. Las combinaciones son espectáculares, Verdes, amarillos, marrones, naranjas…, la variedad de tonos invita a sentarse a esperar.

Pero el lunes llegó el invierno, sin preguntar, con viento fuerte, frío y lluvía de la de mojar. Washington se vuelve desapacible, te invita a irte, a trabajar, la noche llega temprano, y las calles vacías que rodean la OEA, el FMI y el World Bank parecen aún más vacías, sin representantes de la humanidad.

Ni siquiera los últimos días de campaña están consiguiendo calentar el ambiente, en el lado demócrata es la euforía contenida, del que ya ha puesto a enfriar en champagne, entre los republicanos, una pena inmensa, desconcierto, incertidumbre, aires de funeral , como sin objetivo concreto por el que luchar, mantener la minoria de bloqueo en el Senado, apuntalar los últimos congresistas es como si el tsunami que parece avecinarse no dejara pensar.