Durante el último año hemos oído hablar del Proyecto de marca España en distintas ocasiones. Un proyecto estrella, una dirección general específica de Diplomacia Pública, un par de presentaciones frustradas, el nombramiento de un Alto Comisionado… pero se ha oído poco sobre el contenido del proyecto.

La marca España se ha convertido en una especie de estándar para medir la información que ofrecen los medios de comunicación internacionales. La pitada del Madrid-Barcelona, las manifestaciones en la calle o unas declaraciones del rey… pasan a ser juzgados por el tamiz de la marca España, en función de una supuesta repercusión, a una imagen de país puramente abstracta.

Pocos parecen comprender que la marca España, más que un logo o una referencia simbólica, debería ser un proyecto que ofreciera respuestas a los cambios que está sufriendo la forma de plantear las relaciones internacionales entre los estados, la diplomacia pública. No se trata ni de una idea feliz ni de un proyecto revolucionario, sino de una evolución necesaria, en la que los países «serios» nos llevan ya bastantes años de ventaja.

Como advertía Joseph Nye Jr. a principios de siglo, las relaciones internacionales hace tiempo que dejaron de ser un juego al que sólo están invitados los estados nacionales. Cada vez son más y más diversos los actores que participan, de manera determinante, en el panorama internacional. La naturaleza del poder ha cambiado radicalmente, como consecuencia de un proceso de desmaterialización donde la percepción ocupa un lugar determinante a la hora de lograr conquistar la voluntad de todos estos nuevos actores.

De ahí que la diplomacia pública, tenga en la comunicación su contenido fundamental. Una comunicación entendida no como una herramienta de venta/popularidad, o una forma de defenderse ante las críticas sino como un instrumento imprescindible para la gestión pública, necesaria para la defensa de los intereses de nuestro país, y de nuestras empresas y ciudadanos, en el panorama internacional. Y en la que la confianza es el termómetro que mide el nivel alcanzado.

Esto explica como muchos, más allá de su poder militar o económico, se convierten en protagonistas de las relaciones internacionales. No se trata sólo del papel que personajes como George Clooney o Bono están desempeñando en lo que ya se conoce como la diplomacia de las celebrities, sino en la importancia que sectores de lo más diversos como la gastronomíael deporte, el cine o la literatura (en el que las caras visibles suelen ser de vital importancia) han adquirido a la hora de impulsar la imagen de un país, y que va mucho más allá de su contribución al PIB Mundial. Lo mismo ocurre con grupos más amplios, como inmigrantes o emigrantes, estudiantes de intercambio o turistas. De ahí que sean muchos los analistas que coinciden en afirmar que el cambio más importante a la hora de desarrollar nuestra marca-país sea el cambio en la propia autoestima de los españoles, que jugamos un papel mucho más importante del que pensamos en la consolidación de la marca España.

Además, desde el punto de vista estratégico, hace falta un proyecto. Una definición clara del posicionamiento, los objetivos y los intereses, y hacerlos llegar a la diversidad de actores de la que hemos hablado (junto a herramientas que les permitan divulgarlos de manera más atractiva y eficaz). Un nuevo tipo de liderazgo que respondan ante esta estructura reticular, de colaboración público-privado y privado-privado. En el que las administraciones den a las empresas coordinación, una serie de servicios comunes como presencia en los mercados internacionales, apoyo legal… unos objetivos claros, con los que contribuir y también una plataforma para trabajar juntas, donde las grandes empresas compartan con las PIMES no sólo know how, sino también recursos, que con un coste mínimo para ellas, pueden ser determinantes para los que se adentran en el mundo de la internacionalización. Entendiendo que el trabajo en red no supone ni falta de estrategia ni falta de coordinación ni ausencia de control sino un verdadero cambio de los modelos tradicionales.