Comentabamos ayer algunas reflexiones de Lassalle sobre la Constitución, hoy le toca el turno a sus reflexiones sobre el poder y la sociedad civil.
Una aclaración previa, aunque Lassalle centra su primera conferencia en el poder del ejercito, pero en sus conclusiones insiste en que todo lo dicho es perfectamente aplicable a cualquier oto poder organizado dentro del Estado. Pone como ejemplo los funcionarios de justicia o los empleados de la administración pública…
Lo que me resulta especialmente interesante es la contraposición constante que realiza entre el poder de la nación, «un poder desorganizado, inorgánico» y el poder organizado, que aunque en realidad sea menor, resulta a la larga más eficaz que el poder, mucho más grande, de la nación. Es algo que he podido comprobar de primera mano en México, donde el PRI que todavía conserva una maquinaría de poder estatal y local impresionante, o el PRD en la Ciudad de México que supo construir un poder semejante, ha arrasado en las elecciones, gracias a su organización, su capacidad de movilizar a su ejercito de votantes, el famoso voto duro. Mientras una masa de gente poco politizada, de la que se reserva para los momentos cumbres, las Presidenciales, se quedaban en su casa, viendolas venir, sin entender que la derrota electoral en las elecciones locales tenía mucha más importancia de la que parecía, consolidaba el poder organizado, les hacía más débiles.
Lo explica bien Lassalle: la sociedad civil, el poder de la nación, «no está organizado; la voluntad de la nación, y sobre todo su grado de acometividad o de abatimeinto, no siempre son fáciles de pulsar para quienes la forman; ante la inminencia de una acción, ninguno de los combatientes sabe cuántos se sumarán a él para darla.» El poder organizado el real vive del pueblo, «compra los cañones con su dinero; los construye y perfecciona gracias a las ciencias que se desarrollan en el seno de la sociedad civil. Ya el solo hecho de su existencia prueba , pues, cuán grande es el poder de la sociedad civil, hasta dónde han llegado los progresos de las ciencias, de las artes técnicas, los métodos de fabricación y el trabajo humano. Pero aquí viene a cuento aquel verso de Virgilio Sic vos non vobis!» «Estas razones son las que explican que un poder mucho menos fuerte, pero organizado, se sostenga a veces, muchas veces, años y años, sofocando el poder, mucho más fuerte pero desorganizado, de la nación». El secreto, y la lección, se encuentra en que este poder «constituye una organización perfecta, puesta en pie y preparada para afrontar la lucha en todo momento, razón por la cual es siempre, a la larga, como hemos dicho, más eficaz y acaba siempre, necesariamente, dando la batalla a las fuerzas aunque más pujantes, inorgánicas, y dispersas del país, que sólo se aglutinan y unen en momentos contados de gran emoción».
No es casualidad que aquellos que aspiran a perpetuarse en el poder tenga entre sus prioridades la colonización de la sociedad civil, el ocupar su espacio natural, dificultando su organización o incorporandola a sus estructuras de poder organizado, algo que las constituciones bolivarianas procuran hacer incluso antes de su entrada en vigor.
De ahí que el propio Lassalle recomendará a este poder de la nación, el de la sociedad civil, aprovechar sus instantes de triunfo, sus demostraciones de fuerza, para transformar el poder organizado, y de una serie de recomendaciones que adapto, con fidelidad, a los poderes de nuestra época, confieso que pensando en los partidos políticos y los cargos públicos:
1. limitar el tiempo de permanencia en sus filas, para evitar que se le infundiese un espíritu de casta y garantizar la renovación…
2. Disponer que los cargos orgánicos no fuesen nombrados de arriba a abajo, sino elegida por los propios cuerpos de base, para que estos cargos no se proveyesen con intenciones hostiles al pueblo y no se contribuyera de este modo a seguir haciendo un instrumento ciego de poder.
3. Someter en todo aquello que no tenga carácter puramente xxx (yo diría político), a los Tribunales ordinarios de la nación para que de este modo fuera acostumbrándose a sentirse parte del pueblo y no una institución de mejor origen, una casta aparte.
Algo así parece que está intentando el nuevo gobierno socialista del País Vasco, en la policia, la educación, la televisión… quizás por eso mismo el PNV se empeña en mantener el poder en la Diputación de Alava, y no se termina de entender bien porque el mismo Partido Socialista se lo permite.
Las consecuencias de esto, la separación entre política y sociedad, y la creación de una sociedad civil tremendamente politizada, terminan generando la desafección que refleja la última encuesta del CIS, y eso sí que es un peligro para la democracia, como advierte Lassalle, «un día a fuerza de ver cómo los asuntos nacionales se rigen y administran tercamente contra la voluntad y los intereses del país, se decide a alzar frente al poder organizado su supremacía desorganizada».