En las dos últimas semanas se han publicado una decena de artículos sobre el, su líder Beppe Grillo y las posibilidades de que en España se produzca algo similar. Entre ellos destacaría algunos como el de Xavier Peytibi, Manuel Castells o, en estas mismas páginas, el de Angela P. Martin.
Entre lo publicado fuera de España me resulta especialmente interesante el análisis de Damien Lanfrey, que viene siguiendo el fenómeno desde el año 2005 (cuando se llamaban Amigos de Beppe Grillo). Durante este periodo ha podido hablar con activistas de más de 40 grupos locales, investigar los debates internos desarrollados en internet, … de ahí que haya decidido convertir este artículo en una glosa de su texto.
Mientras que los análisis publicados inciden en el personaje de Grillo, en la historia del movimiento y coinciden en adjudicar gran parte del éxito a la fragmentación de la clase política italiana y el abismo que les separa de la sociedad italiana, Damien Lanfrey va mucho más allá y nos aporta información muy valiosa para posible intentos de réplica.
Como señala, “no son pocos los movimientos que, a pesar de la fragmentación de las élites, no han logrado hacerse un hueco en la agenda política”. De ahí la importancia de buscar en otro sitio el “secreto de su éxito” y las diferencias con otros movimientos del momento, con raíces similares, como podrían ser los indignados.
Señala la existencia de un voto estable del partido, en algunos casos decidido hace años y luego mantenido en el tiempo. Se trata del voto de los miles de activistas que son la columna vertebral del movimiento y que Lanfrey conoce bien, por llevar años en contacto estrecho con ellos.
Un apoyo creíble, duradero y a menudo estratégico
Lo primero que destaca es la vinculación con la ciudadanía. Una vinculación “prolongada, continuada”, la única que logra eficazmente hacer que la gente se involucre en la acción colectiva. Son ocho años de contacto constante, con la presencia habitual, y colorida, en las plazas de las ciudadades, construyendo lazos, sobre el terreno, con el mundo del asociacionismo, con grupos de activistas, relacionados habitualmente con la izquierda y que “han encontrado en el movimiento un apoyo creíble, duradero y a menudo estratégico”.
Este apoyo consistía en la cesión de sus canales de comunicación online, amplificando los mensajes de protesta y cambio; la difusión, y en ocasiones la traducción de estos mensajes al lenguaje ciudadano; la organización de eventos, siempre de manera transparente, dando la cara, como corresponde a un movimiento propio de la sociedad de la información. Esto lo han hecho con grupos como el NoTav, el Forum Italiano dei Movimenti per l’Acqua Pubblica o el Movimento delle Agende Rosse, hasta llegar a colaborar con una cantidad enorme de asociaciones mucho menos conocidas como Arcipelago SCEC y la red de grupos de compras cooperativas como ReteGAS sul fronte economia sostenible.
Internet es un contenedor vacío sin los contenidos que proporcionan los territorios y estos se conquistan, realmente, con el trabajo en la calle. Como escribía recientemente Mozorov, las redes sociales pueden ser perjudiciales para los movimientos sociales. Grupos como el Partido Pirata serían el ejemplo de lo contrario, incapaces de generar verdadera implicación de la gente, a pesar de contar con una estupenda plataforma de e-participación como LiquidFeedback. Como señala Lanfrey, “No hay web sin plaza”.