Ayer en el Zócalo de la ciudad de México López Obrador continuo con su estrategia de seguir metiendo presión al Tribunal de Justicia Electoral, que en un par de días deberá dictar su sentencia definitiva. Pero ayer el candidato del PRD dió un paso más que invita a ponerse en el peor de los escenarios, al invitar a sus seguidores al boicot generalizado: a los medios de comunicación por exigirle que retire sus protestas y deje que el país vuelva a la normalidad; a los empresarios por apoyar al candidato de la derecha… pero su apelación más alarmante es la que hizo al ejercito a los que conminó a que:
«eviten la tentación de reprimir» y se mantengan «al margen» de la «resistencia civil pacífica» que lleva a cabo con sus seguidores desde hace más de un mes en protesta por un supuesto fraude en las pasadas elecciones. Señaló que «no queremos que el Ejército sea utilizado para suplir la incapacidad de los gobernantes civiles ni para reprimir a los ciudadanos que luchan por la democracia, la justicia y la libertad».
Las relaciones entre el gobierno de Fox y el ejercito mexicano no han sido del todo cordiales tras la decisión del Presidente mexicano de romper la regla de oro que establecía nombrar como jefe de las Fuerzas Armadas al militar de máxima graduación, nombrando a un militar de su confianza y si nadie lo remedia su actuación va a ser más que necesaria en los próximos meses.
La primera prueba será el día 16 de septiembre, Día de la Independencia, en el Zócalo donde tradicionalmente el Presidente preside la ceremonia del Grito de Independencia en el Palacio Nacional de la Ciudad de México. Para ese mismo día y en el mismo lugar se ha convocado la Convención Nacional democrática que, según se ha anunciado decidirá continuar con sus protestas, y nombrar al López Obrador «Presidente del pueblo». El Zócalo es desde el principio el centro de las protestas de los seguidores de López Obrador que sin duda forzarán la situación hasta el extremo, para provocar conflictos o presumir de un nuevo triunfo, como el del pasado 1 de setiembre cuando impidieron al Presidente Fox rendir cuentas ante el Parlamento.
El ejercito ya ha anunciado que :
Al respecto, el secretario de la Defensa Nacional (Sedena), general Ricardo Clemente Vega García, confirmó desde la semana pasada que el desfile militar del 16 de septiembre se realizará «en tiempo y forma, y sin variaciones» en el Zócalo y el Paseo de la Reforma.
No me extrañaría que el siguiente paso fuera involucrar a los 6 Estados en los que gobierna el PRD que de continuar el enfrentamiento podrían romper el acuerdo fiscal federal, y comenzar a sostener económicamente al movimiento revolucionario.
En los próximos días habrá que estar muy atentos a los acontecimientos.
Hoy la prensa informa sobre como las herramientas revolucionarias se pueden volver en contra de sus usuarios. Lo experimentó Lucio Gutiérrez en Ecuador y hoy lo está viviendo Evo Morales en Bolivia en el que se han «levantado en huelga» maestros, choferes, y, las más importantes, líderes cíviles en provincias como Chuquisaca, San José de Pocitos, Yacuiba y Tarija. href=»http://www.jornada.unam.mx/2006/08/31/034n2mun.php»>La Jornada
Nadie duda de su voluntad y capacidad para seguir adelante con este chantaje; López Obrador nunca ha demostrado mucho apego a la ley, protagonizando anteriormente acciones como la toma y quema de pozos de petróleo de la compañía estatal PEMEX.
La vida política mexicana parece sumergida en el realismo mágico desde hace muchos años. Ha sido dirigida por el Partido de la Revolución Institucional, una contraditio in terminis, luego presidida por un presidente de la división de América Latina de Coca-Cola con pinta de cowboy y ahora, cuando comenzaba a consolidarse la democracia, observa impotente como el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que nació precisamente para luchar contra el fraude electoral tras el famoso apagón electoral que llevó a la Presidencia de México a Carlos Salinas de Gortari en 1988, renuncia a las urnas y se lanza a la calle poniendo en práctica una nueva forma de revolución.
Su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, vio el lunes como sus últimas esperanzas de alcanzar la Presidencia de México democráticamente se esfumaban tras la resolución del Tribunal Electoral Mexicano que, tras analizar las incidencias de las 375 mesas impugnadas por su partido, decidió anular todos los votos de esas mesas, manteniéndose una diferencia de 240.000 votos a favor de Felipe Calderón.
El ex alcalde de la ciudad de México, que tras las elecciones tomó la calle para exigir un recuento de los votos, rechazó el fallo del máximo tribunal electoral y, tras convocar una Convención Nacional Democrática para el próximo 16 de septiembre, ha anunciado la formación de un gobierno de resistencia, ante lo que considera una usurpación del poder.
El resultado ya anunciado será «la creación de un gobierno de resistencia durante el tiempo que dure la imposición» que tomará posesión el próximo 20 de noviembre, día de la revolución mexicana o el 1 de diciembre en lo que sería una ceremonia paralela a la toma de posesión de Felipe Calderón, al que no reconoce como presidente.
Aunque sus partidarios han ido dando la espalda a su estrategia de confrontación callejera, y le han pedido que acepte su derrota para garantizar la estabilidad del país, López Obrador sigue liderando un partido desorientado y con cierta tradición de no aceptar los resultados electorales ni siquiera en sus elecciones internas.
Nadie duda de su voluntad y capacidad para seguir adelante con este chantaje; el Peje –apodo con el que se conoce a López Obrador– nunca ha demostrado mucho apego a la ley, protagonizando anteriormente acciones como la toma y quema de pozos de petróleo de la compañía estatal PEMEX. A esto se uniría el apoyo incondicional de Hugo Chávez, que puede echar una mano para mantener la movilización y el peligro de aceptar la derrota, algo que podría amenazar su fututo político inmediato; al quedar sin un cargo electo desde el que mantener su imagen pública, podría correr la misma suerte que su predecesor en la candidatura en el PRD, Cuauhtémoc Cárdenas.
La actitud de López Obrador, que amenaza con bloquear la vida política de México por tiempo indefinido, supone un peligro doble para la vida de un país recientemente renacido a la democracia. Cuestionar un proceso electoral en el que participaron más de 24.700 observadores mexicanos y 693 extranjeros que no detectaron ninguna irregularidad durante la jornada electoral, en un país en el que el fraude electoral ha mantenido en el poder al PRI durante más de 70 años, supone poner a prueba las instituciones que, lideradas por el IFE, abanderaron la transición a la democracia a principios del siglo XXI.
La llamada la rebelión cívica no es más que una forma moderna de revolución, pues pretende alcanzar el poder obviando el procedimiento democrático. No es algo nuevo en los últimos tiempos en Iberoamérica y sigue la línea de lo ocurrido en otros países como Bolivia con el MAS y Ecuador con la CONAIE, en los que la acción de la calle logró ir derrotando sucesivamente gobiernos hasta forzar la convocatoria de elecciones en un momento de crisis absoluta en las que el poder caía como fruto maduro. La resurrección del mito indigenista y el apoyo de Chávez son otros elementos que han colaborado con la realización de este nuevo sueño revolucionario. Si López Obrador optará por este camino no está claro quién resultaría finalmente ganador, lo que es seguro es que sólo habría un gran perdedor: México.
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