Tengo mi Firefox a punto de estallar. Llevo meses dejando temas para el blog entre sus pestañas y raro es el día que no proteste, con paros temporales, interrupciones inoportunas y la amenaza continua de cerrarse para no abrirse más.
Voy a intentar solucionarlo, poco a poco, durante este mes, y para empezar me gustaría compartir esta entrevista con Tim O’Reilly (@TimOreilly) en CBS donde explica de manera clara que es el gobierno 2.0.
En la misma línea este interesante artículo aparecido en El Pais y que consigue resumir de manera clara y precisa qué es el open data y, sobre todo, cuales son sus aplicaciones para la gente de la calle. Me hubiera gustado que profundizará un poco más en el tema de hasta qué punto puede considerarse un derecho pero probablemente no era el sitio.
Pero, más allá, de las explicaciones, la semana pasada asistimos a una situación que pone de manifiesto la necesidad de ir más allá del discurso teórico y la «evangelización» para ir definiendo el modelo. Es habitual en las conferencias norteamericanas sobre el tema oír hablar de que la transparencia se encuentra en fase experimental. Como señala esta nota:
The flood of documents on Wikileaks highlighted transparency’s limits: the fact that, despite all the talk about government openness, there are some things that the government absolutely doesn’t want the general public to be able to access, and which if leaked have been considered verboten by traditional journalistic outlets out of national security concerns.
No son sólo problemas de privacidad, frente a los que el open data debería empezar a ofrecer respuestas que vayan más allá de la inmolación de los derechos individuales en el altar del bien común. El fenómeno wikileaks, que ha desvelado una cantidad ingente de información secreta sobre la guerra de Afganistan poniendo de manifiesto que para ser una misión de paz está resultando bastante violenta y que los «daños colaterales» no son patrimonio exclusivo de las guerras de Bush, pone sobre la mesa el debate sobre los límites del open data, o hasta que punto un gobierno abierto, para servir mejor a sus ciudadanos, tiene que ser 100% transparente.