Carlos Espinosa de los Monteros ha presentado hoy en un desayuno del Foro Nueva Economía un balance de sus 100 primeros días a cargo de la Marca España. Me ha sorprendido el éxito de convocatoria que confirma las expectativas enormes generadas por el proyecto.
Tras definir su trabajo como el mejor de España, en un tono optimista, ha perfilado su labor hasta el momento y sus proyectos a corto y medio plazo.
Lo primero que ha analizado son sus grandes temores previos, confirmados cuando llegó al despacho: la falta de presupuesto y la gran extensión del concepto de Marca España, y como ambos se han ido confirmando a lo largo de estos meses.
Después ha pasado a definir una serie de principios básicos, que resumirían su experiencia, fruto de observar las experiencias de marca país alrededor del mundo que están funcionando:
1) La Marca País siempre un proyecto de todo el país, y debe contar y trabajar con la imagen de nuestro país que tenemos los propios españoles. Una gran dificultad si tenemos en cuenta que la imagen de nuestro país fuera de es mucho mejor que la que tenemos dentro.
2) En segundo lugar se trata siempre de un proyecto a largo plazo, independiente de los vaivenes de la política y la voluntad de los distintos gobiernos.
3) No son una frivolidad, fruto de una idea féliz o que trata de esconder problemas conyunturales, sino un proyecto estratégico. En ese sentido la marca país se conforma alrededor de lo estructural pero también se ve afectada por las noticias coyunturales que, si se repiten, van calando como lluvia fina y se integran en la percepción de nuestro país.
En palabras del Alto Comisionado «Sabemos donde estamos, nuestros puntos débiles y sabemos donde queremos ir» de ahí que, tras explicar lo realizado hasta el momento, haya hablado de los planes de futuro que se verán reflejados en un plan de acción que se presentará en un plazo corto (sin concretar).
Este plan de acción tendrá como objetivo construir la Marca España en torno a cinco ideas fuerza, que definen España:
1) País que combina tradición y modernidad
2) un país sólido y solidario
3) un idioma universal
4) un país fiable política, jurídica y económicamente
5) un país flexible, capaz de competir en un mundo cambiante y veloz.
Para lograr este objetivo el plan se levanta sobre cuatro pilares esenciales:
1) La coordinación con el sector público, especialmente con la decena de organismos que invierten en la promoción de distintos aspectos de nuestro país: de esta manera se ha constituido ya el consejo de la Marca España, donde todas estas instituciones están representadas; por otro lado ha anunciado el lanzamiento de una página web que dará visibilidad conjunta a todas estas acciones que realiza España; en último lugar, ha señalado la posibilidad de realizar una intranet que sirviera para facilitar esta labor de coordinación, y que se realizará si se encuentra presupuesto. Aunque entiendo la necesidad de ofrecer resultados priorizar la web sobre la intranet en mi opinión es un error, mi experiencia dice que si estos organismos no cuentan con instrumentos reales y operativos de coordinación, será imposible que se produzca realmente la necesaria acción conjunta, y que la web, que sin duda mostrará una actividad envidiable, puede ocultar la realidad, condenando el proyecto a ser víctima del oportunismo que el propio Alto Comisionado criticaba.
2) La cooperación con el sector privado.
3) La acción en redes sociales, para lo que se está apoyando en un equipo de voluntarios, que dedican su tiempo a promover la imagen de España en la redes. No me ha quedado claro cómo están realizando esta labor pero tengo la sensación que, de momento, no está teniendo mucho impacto y estoy convencido que, aunque este trabajo puede ser realizado por voluntarios (siempre que estén distribuidos por todo el mundo), necesita de un plan específico y una labor de coordinación, animación y, fundamentalmente, generación de contenidos necesariamente profesional pero sobre todo insertada en la estructura de los organismos que trabajan para la marca España. Quizás en torno a una institución ya consolidada, y con actividad en las redes como TurEspaña se podría empezar a experimentar en esta línea.
4) Por último la diáspora sería el cuarto pilar de este plan de acción. La intranet y el trabajo en las redes sociales se me antojan imprescindibles para que este cuarto pilar sea realmente efectivo.
Carlos Espinosa ha demostrado que ha entendido bien el problema, y ha empezado a trabajar para encauzarlo pero mucho me temo que, a pesar de su enorme voluntad y capacidad, difícilmente podrá salir adelante sin un equipo amplio de colaboradores con formación y experiencia en esta materia (más allá de los diplomáticos que le acompañan), y un mínimo de recursos (o de herramientas jurídicas apropiadas para conseguirlos). Sino, y muy a mi pesar, la mezcla entre las altas expectativas generadas y la lentitud en cumplir los objetivos marcados podrían convertir este imprescindible proyecto en algo así como «la Alianza de Civilizaciones» del Gobierno de Rajoy.
Se ha escrito mucho sobre las elecciones norteamericanas, los factores claves para la victoria de Obama, el desastre republicano, el uso de las tics (especialmente del BIGDATA). A mi me interesa más mirar al futuro, y ver hasta que punto de los resultados de estas elecciones es posible extraer conclusiones sobre la situación actual de la sociedad norteamericana, y sus consecuencias electorales para los próximos años.
Sobre este tema me han interesado un par de artículos, elaborados desde perspectivas ideológicas muy diferentes:
– Este de Karl Rove en el WSJ
– Este de Andrew Kohut del Pew Research Center, publicado también en el WSJ
La tesis de fondo fue abordada en 2008 (antes de las primeras elecciones presidenciales que ganó Barack Obama) por Morley Winograd y Michael D. Hais (consultores demócratas con larga trayectoria profesional), que en «Millennnial Makeover» planteaban hasta que punto, tras el dominio ideológico republicano de los últimos 40 años, las circunstancias sociodemográficas y las innovaciones tecnológicas estarían dando paso a una nueva etapa política en Estados Unidos, que se prolongaría al menos durante unos 40 años.
Elementos como los resultados de 2008 y 2012; el voto joven, que en 2008 votó mayoritariamente a Obama; o el peso cada vez mayor de los latinos, también volcados en el candidato republicano serían síntomas de que la próxima etapa debería ser demócrata pero una lectura a fondo de los datos, como la que realizan los artículos anteriores, ofrecen resultados contradictorios. No hay duda que la sociedad norteamericana está cambiando de manera importante, y no hay duda que hoy en día son los demócratas los que mejor representan esos cambios, pero, frente a lo que pueda parecer, se trata de elementos que no se contradicen frontalmente con los principios del partido republicano por lo que, mi impresión, es que no podemos dar el partido por finalizado.
Os comparto la presentación que, dando vueltas a estas ideas, hice hace unos días en la Universidad de Navarra:
En nuestro país estamos asistiendo a un cambio de paradigma en la representación de intereses de las empresas y las organizaciones empresariales. En el marco de la III Edición del Programa Superior de Lobby&Advocacy del Instituto de Empresa, el próximo jueves 21 de noviembre a las 19.30 en el IE, se celebrará una mesa redonda para reflexionar sobre este tema. En la mesa estarán presentes Jesús Banegas, presidente de AMETIC (asociación sectorial); Jaime Malet, presidente de la US Chamber of Commerce (asociación de intereses internacionales) y Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios.
Nunca me había sentido obligado a justificar mi presencia en un acto. Si lo hago esta vez es porque alguien con el que tengo una excelente relación, Cesar Calderón, cuyo criterio siempre respeto, además de justificar su ausencia, señalando que la ausencia al acto, de algunos buenos amigos, «significa aprobación , complicidad o al menos anuencia». Coincido con la opinión de Cesar más veces de las que se podrían imaginar pero esta vez pienso que se equivoca.
Como respeto su espíritu crítico, que no calla cuando piensa que hay algo que criticar, y tengo la certeza de que en ningún caso se trata de un ataque personal, intentaré explicar mis motivos, que no se separan mucho de los que ya ha explicado Ismael Peña en un post.
Desde hace unos años participo activamente o asisto anualmente a una veintena, o más, de eventos de todo tipo. Lo hago con actos organizados por instituciones a las que respeto, otros por las personas que están detrás, aunque discrepe bastante de las instituciones o los proyectos concretos (algo así me ha pasado con el Comité de Expertos de la Ley de Transparencia, con la que me siento tremendamente decepcionado). Debo tener un algo masoquista pero acudo incluso a invitaciones aún a sabiendas que se me invita para cubrir la cuota, para tener una voz discordante, que no comparten la mayoría de los asistentes. Esa apertura a escuchar la crítica me parece motivo suficiente para asistir y debo señalar que es en algunos de esos actos dónde más he aprendido, y disfrutado.
Reconozco que no es un tema menor. Yo mismo me lo he planteado a fondo a la hora de realizar trabajos, cobrando por ello, para instituciones como partidos políticos u organismos multilaterales con los que discrepo en aspectos importantes. Hace tiempo decidí no ocultar nunca mis discrepancias (en privado y muchas veces en público cuando lo considero oportuno), trabajar con toda mi alma siempre que mi labor no promueva directamente esos aspectos que no comparto, y hacer autocrítica al final poniendo de manifiesto aquellos aspectos del proyecto que se hicieron mal y se podían haber hecho mejor. Así he llegado a la convicción que aquellos que pretenden cambiar las cosas lo hacen participando activamente en aquellas cosas, y que muchas veces, a veces de trabajo y constancia, acaban logrando sus objetivos. No es tarea fácil y muchas veces me he llevado grandes decepciones, pero he decidido que merece la pena seguir intentándolo y, de momento, algunos me siguen contratando.
De ahí que aceptara sin dudar la invitación del Senado a participar mañana en la inauguración de la página web, con cuyo diseño y realización no he tenido nada que ver, y en el que tendré plena libertad para exponer mi punto de vista. Comparto con Ismael Peña, y así empiezo mi presentación, que para convertirse en un Parlamento realmente abierto el diseño de una página web es casi lo de menos, y que es ahora cuando veremos si el proyecto es una muestra de un cambio verdadero en la concepción que el Senado, y sus miembros, tienen de la transparencia, su relación con la ciudadanía y su participación, o es sólo un retoque de chapa y pintura, alejado de las reformas estructurales necesarias. Lo que he visto de momento me hace inclinarme más por la segunda opción, pero ojalá me equivoque.
No soy ajeno a la polémica del coste de la web, pero, me considero incapaz de juzgarlo sin conocer las tripas del asunto. Conozco proyectos web de otras administraciones públicas, nacionales, autonómicas e incluso municipales, muchísimo más baratos pero también los hay que duplican, triplican e incluso multiplican por cuatro el coste publicado de la web del Senado, pero como decía antes, ni siquiera eso me sirve de referencia. Quizás me sirve de consuelo pensar que la contratación de tres empresas distintas y el concurso público son buenos indicios de que todo el dinero gastado, incluso aunque sea demasiado, puede beneficiar directamente a los ciudadanos.
Estoy convencido que la reforma de la web es un paso positivo, y necesario, y que su coste económico, no debería convertirse en una barrera infranqueable que incapacite a todos los que sin duda tienen algo que decir para participar en un debate abierto que promueva nuevos avances en este campo.
No se trata sólo de las ganas de ver a Cesar, que últimamente se prodiga poco por estos lares, sino del convencimiento que con hubieramos aprendido más y hubieramos sido más fuertes a la hora de defender nuestros puntos de vista, en este tema bastante coincidentes.
Yo considero que mañana era una buena oportunidad para empezar y por eso presentaré tres propuestas concretas:
Facilitar la reutilización de la información presente en la web, tanto por el formato como por las licencias de uso de los datos.
Adelantarse a la aprobación de la ley de transparencia, y llevarla más allá, aprovechando la capacidad autonormativa del Senado y la relevancia de la función legislativa.
Liberar el código de la web y ponerlo a disposición del Congreso de los Diputados y de los Parlamentos, autonómicos y latinoamericanos, que quieran utilizarlo para realizar sus propias páginas web.
No espero tener mucho éxito pero les garantizo que lo seguiré intentando.
Aquí tenéis la presentación que realizamos el otro día del libro sobre la Marca España y la Diplomacia Pública y una colección de enlaces de prensa donde recogieron el tema.
En 2008 la campaña de Barack Obama asombró al mundo. Tras vencer a la que algunos habían calificado como la maquinaria política más poderosa de la historia, y con un ejercito de donantes, voluntarios y profesionales a su cargo, nadie dudaba de su victoria en la recta final de la campaña.
La que sin duda podríamos calificar de «campaña perfecta» fue capaz de duplicar los ingresos del partido de los grandes donantes; de superar ampliamente, con más de un millón de voluntarios en la calle, el operativo del Get out the vote del Partido Republicano en la que muchos encontraron el secreto del éxito de George W. Bush en 2000 y 2004, durante las 72 horas previas a la campaña; de organizar más de 200.000 eventos de campaña…
Los resultados le dieron la razón y los comentaristas se apresuraron a proclamar una nueva era, una nueva política y, los más conservadores, un cambio de ciclo en la política norteamericana, destinado a prolongarse durante los próximos 30 años. De lo que nadie dudaba era de que las elecciones de 2012 serían un mero trámite para el inquilino de la Casa Blanca, y pocos dudaban de calificar de iluso a los que se atrevían a mencionar, aunque fuera tangencialmente, al Presidente Carter.
Mucho han cambiado las cosas y, a dos semanas de las elecciones, Obama celebra el empate, en las encuestas y en la recaudación, ante un rival multimillonario, insolidario, torpe, cambiante, frío, incapaz de superar el 25% del voto hispano y que está realizando una campaña para olvidar (siempre según los analistas españoles). Quizás por eso los analistas no terminan de creerse los resultados, y siguen el día a día de la campaña sólo para poder anunciar el despegue definitivo del Presidente de los Estados Unidos que, según ellos, se producirá en el momento en el que vean la luz los pocos indecisos, distribuidos entre los estados determinantes, que todavía no saben si votar a Obama o a Romney.
Este análisis, en mi opinión se olvida de otro grupo que será probablemente el determinante en esta campaña: los indecisos propios.
No hay duda que el éxito de Barack Obama en 2008 se debió en gran medida al éxito en el registro de nuevos votantes durante más de un año, logrando superar en número de votantes registrados como demócratas en casi todos los Estados. A ese incremento espectacular en el número de votantes potenciales, que además acudió masivamente a las urnas, se añadió un desencanto generalizado entre los votantes republicanos, unos decepcionados con el Presidente Bush, otros escépticos con el perfil del candidato John McCain. Con unos y con otros la campaña de Obama hoy tiene un problema.
La marea humana que acudió a las urnas en 2008 lo hacía, como apuntaba la propia publicidad de la campaña, impulsados por la esperanza, convencidos de que el cambio era más que un lema electoral y enamorados de un candidato joven, inteligente, cercano… Esa ilusión, casi mágica, ha ido desapareciendo durante los cuatro años y esta elección la decidirán no aquellos que aún no saben a quién votarán sino aquellos votantes de Barack Obama que decidan quedarse en casa, y pueden ser muchos. De ahí el efecto devastador del primer debate donde el Presidente se mostró fundamentalmente pasivo y la actuación de Joe Biden en el debate de candidatos a la Vicepresidencia, en el que demostró que, a pesar de sus muchos pesares, es un político tradicional, de los de antes. La labor de movilizar a este público no es fácil, aquí no sirve la política del miedo y es muy difícil transmitir ilusión después de cuatro años malos, y no sé hasta que punto la cosa se arregla siendo más agresivo.
Por el otro lado no se puede negar que Romney no entusiasma pero Ryan ha venido a echarle una mano (algo que ya hizo en septiembre de 2007 hizo Sarah Palin con McCain) demostrando además ser un candidato sólido y preparado para liderar el país si llegará el momento. Además, aunque me parece que el rechazo que genera Obama no es comparable al que producía George W. Bush en el 2007, su presencia tiene un efecto movilizador entre los republicanos, que no ejerce Romney sobre los demócratas.
De esto irán las últimas semanas de campaña Romney intentando desmotivar al votante demócrata, y Obama tratando de devolverle la ilusión. Ninguna de las dos tareas es sencilla pero creo que quién lo consiga será el próximo Presidente de los Estados Unidos.
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