Expertos cuestionan efectividad de campañas de troles políticos

Expertos cuestionan efectividad de campañas de troles políticos

Expertos con amplia trayectoria en el estudio y ejecución de campañas políticas internacionales analizan la temática

Dos expertos en comunicación política y redes sociales analizaron para elsalvador.com este tipo de prácticas en el contexto de las denuncias sobre una red de troles políticos que opera en el país, en la que se vincula al alcalde de San Salvador, Nayib Bukele.

“Cuando se descubre que un político u organización está detrás de un ejército de trolls es perjudicial”, asegura el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí. De nacionalidad española y con amplia experiencia en la materia, Gutiérrez-Rubí ha asesorado campañas políticas en España y varios países de Latinoamérica.

Para Gutiérrez-Rubí, “la reputación se ve todavía más perjudicada cuando trascienden contratos o cifras de lo que cuestan dichas estrategias (de troles políticos). Lo que la ciudadanía penaliza realmente es el uso de fondos en campañas negativas”.

Cuestionado sobre la constante tentación que pueden tener los políticos por llevar a cabo estrategias de spam político y troleo, Gutiérrez-Rubi sostiene que la tentación por incluir bots que inflen el número de seguidores de una cuenta “está dada por la obsesión que tienen algunos a evaluar su comunicación online con unas pocas métricas, cuando lo que verdaderamente importa es la generación de relaciones y alianzas y la capacidad de influenciar y motivar a la audiencia”.

“Algunos troleos son más agresivos que otros, más sucios, pero todos buscan desprestigiar al destinatario de la agresión (…) sembrar dudas en los internautas indecisos”, concluye.

Rafa Rubio, asesor en temas de comunicación y profesor del Máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra, en España, sostiene que sigue existiendo “cierta identificación de la red con el volumen”, y los políticos “caen en la tentación de subir el número de sus seguidores, lograr Trending Topics, o difundir información falsa sobre sus rivales”.

José Luis Orihuela, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra y autor del libro Los medios después del Internet, asegura que la puesta en marcha de bots y troles con fines propagandísticos “son prácticas que están en las antípodas del concepto de red social como espacio de conversación y suponen una degradación de la comunicación política”.

“Una estrategia de comunicación basada en la mentira y la manipulación es una estrategia equivocada, no es comunicación y es mala política”, añadió.

Éticas o no: ¿Son efectivas estas prácticas?

“La utilización de bots para aumentar el número de seguidores o para lograr un trending topic puede servir en un corto plazo porque aumentan la notoriedad inmediata del político o la organización. Pero al poco tiempo dejan de servir porque no se están usando las redes para crear nuevas relaciones o para afianzar las existentes”, sostiene Gutiérrez-Rubí.

Rubio, por su parte, considera que “no son muy efectivas para mejorar la reputación propia pero pueden obligar al contrario a perder tiempo, y desmentir, contestar, bloquear (…) lo que puede resultar muy molesto”.

Sobre el mismo tema, Gutiérrez-Rubí advierte que “las campañas sucias en todas sus facetas a menudo actúan como un boomerang, puesto que en ellas también se pone en juego la credibilidad, la moralidad y la rectitud del emisor”.

Consejos para los políticos en redes sociales

Rubio aconseja a los políticos que, antes de pensar en las redes como un nuevo medio de comunicación, “que piense las redes como un instrumento que puede contribuir a lograr los objetivos y las usen solo y de la manera que sirvan para lograr ese objetivo”.

Para Orihuela, una buena estrategia en redes sociales debe ser parte de un plan global de comunicación que integra medios convencionales y acciones en el mundo físico. y que no se limita a gestionar los medios propios (cuentas de partido y candidatos), ni los comprados (propaganda electoral en redes), sino que “se enfoca en los medios ganados (electores afines), que son quienes convierten de manera natural los mensajes en corrientes de opinión”.

Según Gutiérrez-Rubí, el político “tiene que aprender a escuchar. Las redes permiten un nivel de escucha atenta, activa, sensata y profunda sobre la opinión y el estado de ánimo de la gente. Sólo después de comprender y escuchar, llega el turno de hablar. Y hay que hacerlo con el mismo lenguaje de la gente, de las redes: audiovisual, infográfico”.
 
Publicado en El Salvador
España se pone las pilas con los lobbies: los regulará… pero de manera descafeinada

España se pone las pilas con los lobbies: los regulará… pero de manera descafeinada

El Grupo Parlamentario Popular ha presentado esta semana una propuesta para regular la actividad de los lobbies. Los expertos en el sector aplauden a medias este avance, ya que se limita al poder legislativo y no se define con exactitud la labor de estos grupos de influencia.

Por Íñigo Zulet

Los lobbies lo pedían a gritos. Y Bruselas también lo exigíaEspaña debía regular la actividad de los grupos de influencia. Y ahora parece que el partido del Gobierno, después de muchas promesas, ha reaccionado y comienza a abordar la normalización de los lobbies: el Grupo Parlamentario Popular (GPP) ha presentado esta semana una propuesta para regular la labor en el Congreso de estos grupos de presión. La medida ha sido aplaudida, pero sólo a medias: se considera un avance, aunque se ha tildado de insuficiente, tanto por la oposición como por los expertos en el sector.

Con el objetivo de “dotar de plena publicidad y transparencia a los encuentros de los diputados con los denominados grupos de interés”, al actual Reglamento de la Cámara Baja, que data de 1982, el PP quiere añadir una disposición para crear, en el plazo de seis meses, un “registro público de carácter obligatorio donde deban inscribirse” los lobbies.

La propuesta gira en torno a tres ejes: registro público obligatorio para los lobbies, una agenda de reuniones y garantizar un código de conducta

La propuesta del GPP se construye en torno a tres grandes ejes: el registro público ya mencionado, una agenda en la que se deje constancia de las reuniones entre diputados y lobbies y, por último, la aprobación de un código de conducta para comprometer a estos grupos de presión “a no obtener ni información o decisiones de forma deshonesta o mediante un comportamiento inadecuado”.

La crítica principal que se le achaca a esta propuesta es que se limite únicamente al poder legislativo. “Lo óptimo sería ampliar los controles al Ejecutivo nacional, entendido como la Administración General del Estado pero también las administraciones autonómicas”, reclama María Rosa Rotondo, presidenta de la Asociación de Profesionales de las Relaciones Institucionales (APRI). “La regulación nace ya muy parcial, ya que el 80% de la actividad de los lobbies se desarrolla frente al poder ejecutivo”, comenta Rafael Rubio, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid e investigador del fenómeno de los lobbies.

“Es una medida de mínimos”, indica Cristina Moreno, de la Fundación Civio, y añade: “Se deja fuera una parte importante de las actividades que estos grupos pueden hacer a nivel del Gobierno y ministerios”. “Cuando se regula tarde es una buena oportunidad para ser innovadores, y aquí no lo estamos siendo”, lamenta Rafael Rubio.

Para extender la medida al control del Gobierno y los distintos ministerios, la regulación de los lobbies debería haberse incluido dentro de la Ley de Transparencia y Buen Gobierno, pero el PP lo rechazó porque entendía que eran los propios partidos políticos y no los grupos de presión quienes actúan de “enlace legítimo” entre la sociedad y los poderes públicos. En este sentido, desde APRI esperan ahora que el Gobierno ceda y establezca un registro de lobbistas en el Ejecutivo a partir del proyecto de ley de altos cargos presentado dentro de la batería de medidas anticorrupción anunciadas por Rajoy este jueves.

El principal problema es que la medida se limita sólo al poder legislativo, sin tener en cuenta las reuniones con el Gobierno y los ministerios

“Incluir la regulación en la ley es importante en un país como España, donde la toma de decisión y los anteproyectos de ley vienen prácticamente cerrados desde el Ejecutivo”, señala Cristina Moreno.

La agenda de reuniones «no aporta demasiado»

Aunque la incorporación de un cuaderno de reuniones, en palabras de Rubio, “permite ver con quién se reúnen los legisladores para obtener así un mapa de los agentes de influencia”, su existencia no deja de ser “redundante”. ¿El motivo? En esa agenda sólo aparecerán los lobbies inscritos previamente en el registro, lo que “sólo serviría para ver cuáles están más activos”. Para convertirla en un instrumento más útil, este experto propone incluir todas las reuniones de trabajo de los parlamentarios para que esa agenda “sirva de elemento de mayor transparencia”.

El problema que surge con los lobbies no es sólo normativo, sino también cultural y de concepto. El PP, en su propuesta, habla del estos grupos como “personas físicas o jurídicas que lleven a cabo de manera organizada acciones para influir en el poder legislativo en defensa de los intereses comunes de sus miembros”. La definición no gusta a la oposición porque se considera «demasiado genérica y un pelín abstracta”, según Rafael Rubio. Tanto la Izquierda Plural como el PSOE piden mayor claridad y que se explique qué se considera lobby y si las ONGs o los colectivos sociales entran en este concepto.

El problema que surge con los lobbies no es sólo normativo, sino también cultural y de concepto

“Una parte del problema cultural tiene que ver con la regulación. Al no haberla, se tendía a relacionar el mundo de los lobbies con prácticas oscuras, lo que acrecentaba su mala fama”, explica Rubio.

Problemas de definición, una agenda poco útil y la opacidad en las reuniones con cargos o funcionarios públicos que no sean diputados empobrecen el intento de los ‘populares’ de mostrarse transparentes ante la ciudadanía. Y la propuesta tiene más taras: para Civio, el PP no ha tenido en cuenta “otras formas de comunicación que no implican reuniones en persona, como llamadas telefónicas o correos electrónicos”. Asimismo, tampoco se establece un régimen sancionador para los parlamentarios que no estén en la lista previa. “¿Qué pasará si un diputado se reúne con un lobbista no registrado?”, se preguntan.

Publicado en Vozpópuli

¿Tú querrías votar todos los días?

¿Tú querrías votar todos los días?

Por Borja Ventura

En la vida de toda persona hay decisiones de las que uno puede arrepentirse. Algunas llegan a la mañana siguiente de una noche de fiesta, mientras otras pueden suponer una larga condena de años en prisión. Pero hay arrepentimientos inevitables, como el de las elecciones: cada cuatro años como mucho vas a tener que entregar tu voto a alguien, aun con la posibilidad de que acabes maldiciendo tu decisión cuando ese candidato sonriente se convierta en un altivo dirigente que olvida todas y cada una de sus promesas.

¿Qué hacer? Hay países que son noticia cada dos por tres, como Suiza, porque convoca con cierta frecuencia referéndums para que los ciudadanos tomen partido por las cuestiones más espinosas o delicadas, en lo que algunos ven un modelo de participación ciudadana ideal. El problema es que Suiza no es España: aquí el descontento con los políticos crece, la participación política se desploma y las críticas a los partidos arrecian por culpa de la falta de soluciones ante la crisis, la ausencia de candidatos que enganchen y escándalos diversos. Una de las grandes críticas al sistema de una parte creciente de la sociedad es lo oxidada que se ha quedado nuestra democracia, pero ¿cómo mejorarla?

En los últimos años muchos han estado dándole vueltas al desarrollo de herramientas tecnológicas que permitan mejorar la integración de la ciudadanía en la vida pública. Expresiones como «transparencia», «rendición de cuentas», «gobierno abierto», «participación ciudadana» o «democracia directa» han ido ganando presencia e importancia. No faltan iniciativas, muchas veces vinculadas al periodismo de datos y de investigación, que buscan ofrecer información pública sensible a los ciudadanos de una forma manejable y entendible. Porque ese es parte del problema: que hay mucha información pública que en teoría debería estar abierta a la gente, pero que no lo está. Avances como la publicación de las cuentas de los diputados o solicitudes en marcha como la publicación de sus agendas y reuniones, sus viajes y sus votaciones son el primer paso de todo el proceso: dar a los ciudadanos un conocimiento real, rápido y directo de qué hacen con su voto.

En ese resquicio, el de implicar más a los ciudadanos y ofrecerles más información sí ha mejorado mucho el panorama. Iniciativas diversas como las de Civio —con proyectos como Quién MandaTu derecho a saber o el Indultómetro—, redes sociales y plataformas de participación como Agora VotingDemocracia OSLoomio o Kuorum, y apps como Congreso 2.0 o AppGree son algunos ejemplos en este sentido.
Pero vayamos al principio: ¿qué es la democracia? Votar y elegir. ¿A quién? Depende. En un país con listas abiertas, a personas; en un país con listas cerradas, a partidos: la diferencia es grande ¿Y para qué? Para que decidan por ti. Se supone que en base a una especie de contrato no vinculante por el que esos electos tienen unas ideas y un proyecto concreto que seguirán si consiguen aunar el apoyo de gente suficiente. ¿Y qué pasaría si, una vez el ciudadano tiene un mayor y mejor acceso a lo que se cuece en la vida política, eligiera directamente en lugar de tener que plegarse a lo que decidan por él? Porque, seguramente, ni todos los militantes del PP están de acuerdo con la reforma de la Ley del aborto ni todos los militantes del PSOE querrían revisar los acuerdos con el Vaticano.

El primer problema que plantea este debate es el de los medios. Si montar unas elecciones es carísimo y requiere la paralización de la vida política, ¿cómo sería posible habilitar formas en que la gente pudiera expresar su opinión de forma confidencial, no manipulable, continua, universal y barata? La tecnología es la respuesta. Pero claro, este era el primer problema, pero no el único, y seguramente no el más importante Carlos Guadián, investigador experto en innovación en el sector público y gobierno abierto, alerta de que eliminar un sistema representativo «por una hipotética ágora virtual no solucionaría los problemas». En su opinión, «la ciudadanía, en el momento en el que nos encontramos, es proclive a participar en política cuando el tema le afecta directamente», por lo que parece inviable un sistema de democracia directa, aunque iniciativas en este sentido sí podrían contribuir a mejorar el sistema actual. «Sí que tendría sentido tener un sistema consultivo a la ciudadanía más flexible y ágil, es decir, preguntar sobre temas que sean críticos o de interés general».

En una línea similar se manifiesta Rafael Rubio, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense y consultor: «Utilizar la tecnología para la adopción de decisiones públicas por parte de los ciudadanos es quizás el aspecto menos esencial de todos los que la tecnología puede aportar a la democracia. Antes es mucho más necesario usar la tecnología como forma de mejorar la información que tienen los representantes para adoptar decisiones», asegura.

¿Por qué esas reservas? En opinión de Rubio, «ahora que es posible técnicamente la participación directa es necesario defender la democracia representativa como el modelo que mejor responde a los objetivos de la democracia» porque, explica,« la democracia nace vinculada a dos principios: el primero es el democrático, que garantiza el gobierno de las mayorías; y el segundo, el liberal, que garantiza el respeto a las minorías marcándose los límites de lo que ni siquiera las mayorías pueden imponer al resto».

Según su análisis, la gestión política, ya sea de un país entero o de una ciudad, es tan compleja que requeriría «una participación permanente de la ciudadanía en la política, y, como eso es imposible, acabaría premiando a un nuevo tipo de ciudadano, el votante profesional, el ciudadano políticamente comprometido, cuyas decisiones no son necesariamente más democráticas que las del ciudadano que no tiene esa dedicación o incluso ese compromiso con la política». Por entendernos, se silenciaría a esa minoría que sí puede ir a votar cada cuatro años, pero que no tendría tiempo, conocimientos o interés por votar cada día.

«El problema», según Guadián, «es la ‘oclocracia’ y el ‘me apunto’ a una determinada acción sin haber reflexionado ni consultado cuánto de cierto hay tras ella. La manipulación y la demagogia pueden causar más daño que beneficio. Pero lo que sí es cierto es que las demandas ciudadanas de más y mejores formas de participación política deben satisfacerse por la buena salud de la democracia».

Porque en la necesidad de esa intermediación de candidatos electos e instituciones también coincide Guadián: «Alguien tiene que tomar las decisiones, de ahí que el sistema representativo es la mejor solución», considera. «Ahora bien, tiene que ser un sistema mucho más abierto. Primero, en cuanto a la elección de los representantes, lo que significa que haya listas abiertas y elección desde el primer cargo al último, además de que la rendición de cuentas se haga directamente al ciudadano y no a los partidos», matiza.

Es decir, que, aunque tecnológicamente sea posible establecer una democracia directa, puede ser contraproducente según los investigadores porque sobrerrepresentaría a grupos hiperactivos o ruidosos. Y eso sin entrar en las meras limitaciones técnicas ya que, aunque la penetración digital en España ha crecido muchísimo en los últimos años, sigue lejos de ser universal.

Además, como aseguran los detractores de este tipo de participación directa, la Constitución ya prevé que se sometan a referéndum —vinculante o no— las decisiones más importantes. El problema es decidir cuáles son esas determinaciones «más importantes» que se refieren únicamente a las que sostienen el funcionamiento del país, lo que ha hecho que se haya podido modificar la Constitución dos veces sin que los ciudadanos hayan votado: bastó con que los dos grandes partidos se pusieran de acuerdo.

Pero dejando de lado la posibilidad de la democracia directa para decisiones cotidianas, nueve partidos han decidido ya implementar la participación directa en su elección de candidatos.Según un artículo de Aitor Riveiro y Belén Picazo en elDiario.es, los resultados han sido claramente desiguales, siendo los mejores los de Izquierda Abierta, una facción de IU, donde votaron el 74% de los que podían hacerlo, y Compromís, donde lo realizaron el 65%. En el resto, la participación fue minoritaria (UPyD, un 32%; ICV, un 27%; Ciudadanos, un 23%; Equo, el 15%; y PSC, 9%). Por último, dos plataformas que no tenían un censo concreto como Podemos y el Partido X registraron la participación de 33.156 y 2.704 personas, respectivamente.

¿Y qué opinan quienes ya han usado estos sistemas? Independientemente de sus diferencias ideológicas, apuestan por ahondar más en su desarrollo y describen sus bondades, pero también alertan de sus riesgos Reyes Montiel, que disputó por su candidatura en Equo para las elecciones europeas, dice que en su formación consideran que se debe «aprovechar todas las oportunidades que nos ofrece la tecnología para abrir una democracia». Sin embargo, describe un debate anterior: «Creo que independientemente de la herramienta, debemos reflexionar sobre la democracia que queremos. Nosotros hemos experimentado con ellas y yo creo que aún no hemos pasado de la fase de ‘laboratorio’ porque no es cuestión solo de querer usarla». «Debemos discutir sobre qué queremos decidir, cómo lo queremos dilucidar y con qué alcance, y después pensar qué herramienta es la más adecuada», resume.

Beatriz Becerra, número cuatro en la lista electoral de UPyD en las europeas, también comparte esa visión de que el debate es más de fondo. «La participación de los ciudadanos en una democracia representativa moderna y su intervención en la toma de decisiones que afectan al interés general no se circunscriben solo a los procesos electorales. Se basa en una exigencia activa de transparencia, responsabilidad, compromiso y servicio público. Las posibilidades que ha abierto internet para el ejercicio de esa exigencia activa son innumerables, desde la interacción con los cargos públicos hasta la presentación de propuestas cívicas a quienes los representan», asegura, aunque con un matiz: «El modelo de democracia representativa no puede convertirse en un sistema asambleario o de encuestas acríticas para cualquier cuestión».

Por su parte Alberto Sotillos, militante socialista muy crítico con la cúpula de su partido, entre otras cosas por la forma cerrada en la que toma decisiones, considera que «se deben ir dando los pasos hacia una democracia lo más participativa posible, pero sin que eso genere una democracia de dos velocidades entre quienes tienen acceso y quienes no lo tienen a herramientas de participación constante». Aunque sí aboga por un futuro «donde el ciudadano tenga que tomar partido y ser responsable de decidir colectivamente». Advierte que este modelo de participación es imposible hoy en día porque, en su opinión, «la participación democrática controlada» y solo la iniciativa de los partidos que controlan el sistema podría cambiar eso. «Los partidos deben regenerarse o refundarse para ser completamente abiertos y participativos».

Tenemos los medios tecnológicos, pero no están al alcance de todos. Tenemos ganas de cambiar las cosas, pero somos conscientes del riesgo que conllevaría que no todos participaran con igual entusiasmo. Tenemos iniciativas, plataformas y aplicaciones para acercarnos más a lo que de verdad hacen los políticos, pero cada vez nos interesa menos. Tenemos partidos que ya experimentan con la elección directa, pero con métodos y resultados distintos. La pregunta que cabría hacerse entonces es: ¿tenemos la democracia que queremos o la que podemos tener?

Publicado en Yorokobu

 

Si me conoce, vóteme: el líder carismático y el personalismo

La estructura organizativa de los partidos facilita la acumulación de poder por parte de los notables.

Por Diego Sanz Paratcha, Redacción
 
La cara del candidato Pablo Iglesias, cabeza de lista de la recién estrenada plataforma de izquierdas Podemos, acompañará al logo en la papeleta de votación el día 25. Muchos pequeños Pablos Iglesias salían de un aparato de televisión en un desvío de un conocido vídeo de la estrella de música electrónica Aphex Twin. La etiqueta #ConPabloPodemos fue difundida en Twitter como parte del calentamiento electoral de una candidatura que ha recibido la crítica de ‘perso­nalista’ desde el primer momento de su presentación. Pero un somero repaso al sistema político español muestra que –al menos en esto– Podemos no está sola.

Si se entiende por personalismo aquel fenómeno en que las preferencias políticas o ideológicas de un dirigente se imponen a las de la organización, éste domina como mínimo las campañas electorales. “La historia de las campañas es una historia de sus líderes. Esto ya empezó con Suárez, un hombre que se construyó un partido para poder presentarse a unas elecciones”, opina Rafa Rubio, que ha trabajado como consultor en comunicación para el PP y es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid. “Desde el principio se entiende, por una cuestión de confianza, que las elecciones van unidas a una cara”, señala, y pone como ejemplo el hecho de que en la cartelería de los partidos en las elecciones al  Congreso la imagen del candidato elegido en la circunscripción local siempre vaya acompañada del cabeza de lista.

En 2004 esta arma de doble filo le jugó al PP una mala pasada, según la investigadora Lucía Picarella, que ha estudiado los procesos de presidencialización y personalismo en el sistema político español. En la campaña que finalmente llevaría a Zapatero a la presidencia, la “fuerte presencia” de Aznar en acompañamiento del candidato Rajoy “ofuscó completamente al candidato popular a la presidencia del Gobierno, ayudando a difundir una imagen de debilidad y bicefalia interna”, escribía la politóloga. El expresidente y miembro de la fundación FAES ha vuelto a ofrecerse para la campaña de Cañete en las europeas, y la tibieza del partido –que finalmente le ofreció participar en un mitin en La Rioja– se ha interpretado como otro gesto del entorno de Rajoy para distanciarse de su mentor.

El politólogo e impulsor de la iniciativa de Podemos, Íñigo Errejón, se declara consciente del doble filo que puede representar un excesivo peso de la imagen del dirigente con respecto a la organización. La candidatura, explica a DIAGONAL, “tiene como disparador la visibilidad mediática del candidato número 1 para las elecciones europeas”. Pero, opina, el “mayor riesgo para nosotros es la invisibilidad, la no existencia”, si bien concede que esta dependencia con respecto a Iglesias “se debe corregir con el tiempo”.

Un problema estructural

Más allá de las elecciones, en los dos principales partidos la tendencia al personalismo es clara, si bien con matices, opina Picarella. En el PP éste se desprende claramente de su organización, donde el presidente elige personalmente a un tercio del comité ejecutivo, que además coincide con la comisión ejecutiva permanente del partido. El máximo órgano de la estructura, el Congreso Nacional, lo convoca una junta directiva cuyo primer puesto también coincide con la presidencia del PP. Ésta controla también a los grupos parlamentarios. En el caso del PSOE, escribe Picarella, “el nivel de personalización ha sido alto”, si bien “existen interesantes restricciones porque el secretario general, que posee poderes más bajos que los del presidente del PP, está obligado por la cumbre partidista, no sujeta al líder”. Para Rubio, no obstante, “el PSOE está marcado desde el congreso de Suresnes por el personalismo de Felipe González, líder total y absoluto que hace y deshace, ZP hereda ese modelo y se llega a un techo con Rubalcaba que tendrá que ser resuelto en las primarias”.

Una excepción a esta tendencia sería IU, al menos desde el punto de vista y la práctica del electorado. “En IU ha habido campañas en las que la personalidad del líder se ha ido difuminando. Quizá su electorado se identifica más con una ideología y es más independiente de las personas”, señala Rubio. La influencia de los candidatos de PCE/IU sobre las decisiones de voto de las y los votantes, indicaba un estudio de 2005 del profesor Guillem Rico citado por Picarella, se mantuvo en niveles bajos entre 1979 y 2004 –quienes valoraban positivamente a sus candidatos tenían sólo un 20% más de probabilidades de votar por IU/PCE que quienes compartían la misma opinión del partido pero valoraban peor al líder, mientras que en 2004 quienes valoraban más positivamente a Zapatero eran un 84% más proclives a votar por el PSOE que quienes no valoraban tanto a este dirigente–.

Según Rubio, dependiendo de las circunstancias –por ejemplo, si las encuestas muestran desde el principio poca probabilidad de victoria–, el cambio en los índices de conocimiento y valoración de una candidatura “son dos índices tremendamente relevantes que tratas de trabajar durante la campaña”. Para este analista, las primarias y las municipales serán respectivamente para el PSOE y el PP la palanca con la que tratarán de movilizar a su núcleo duro de simpatizantes para movilizar más efectivamente a su electorado potencial.

Publicado en Diagonal

Los políticos latinoamericanos son los que mejor usan las redes sociales

Los políticos latinoamericanos son los que mejor usan las redes sociales

Política y redes sociales son dos conceptos que cada vez van más de la mano pero el hecho de que los políticos estén presentes en las redes sociales no quiere decir que sepan hacer un buen uso de las mismas. Aunque, según los expertos, los líderes de los países de latinoamericanos son los que mejor utilizan estas plataformas.

Los analistas señalan que el éxito de estos políticos en las redes sociales radica en la espontaneidad con las que las usan, empleándolas como plataformas para dar a conocer propuestas ciudadanas o la agenda política, saben interactuar con sus seguidores y distinguen bastante bien sus cuentas oficiales de las personales.

Los datos de 2013 señalan que cuatro de los diez líderes mundiales que actualmente están en activo en sus cargos pertenecían a países latinoamericanos. La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, lidera el ranking con 2.600.000 seguidores en Twitter. Le siguen el presidente de México, Enrique Peña Nieto, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. Y a pesar de que ha pasado más de un año desde su muerte, la cuenta de Twitter de Hugo Chávez es el perfil con mayor número de seguidores superando los cuatro millones de followers.

“Los líderes escuchan mucho lo que dice la gente en la calle, más incluso que las democracias consolidadas o en países más occidentales y los ciudadanos escuchan más lo que dicen sus líderes también en las redes sociales”, explicaba Adolfo Corujo de Llorente & Cuenca, en los informativos de La 1 de RTVE.

Todos estos líderes coinciden en que internet es algo más que una herramienta propagandística e introducen en estas redes elementos personales. “En Latinoamérica lo tienen clarísimo, no hay nada más político que lo personal. No hay una forma mejor de conseguir generar confianza en la gente ni conseguir resultar atractivo que lo personal” señala Rafael Rubio del Centro Internacional de Gobierno y Marketing Político (CIGMAP).

“Se ve un uso más personal. Vemos cómo utilizan las cuentas para tener conversaciones entre líderes latinoamericanos. Hubo conversaciones entre Cristina Fernández de Kirchner y Hugo Chávez en las que se alcanzaba un grado de intimidad muy sorprendente en unos tonos de conversación puramente personal” afirma Rubio.

Rafael Rubio apunta que la concepción que tienen de las redes sociales los líderes latinoamericanos es diferente a la que podemos encontrar, por ejemplo, en España. “Hay otra parte de participación directa en la agenda del día. Son los primeros en valorar un acontecimiento o en reaccionar frente a un acontecimiento” explica. Según los expertos, Enrique Peña Nieto es el presidente que mejor uso hace de las redes sociales. “Hace una gestión adaptada a lo que hoy en día es tendencia. Eso, evidentemente, hace que las menciones que se hacen acerca de él sean mejores. Eso hace que los temas de los que se hablan en las redes sean parte de su agenda de gobierno y eso es lo que hace que hablemos de él como el político que lleva la iniciativa”, afirma Corujo.

Según un reciente estudio, la gestión que mejor valoran los internautas es la del presidente colombiano Juan Manuel Santos. Estos líderes tampoco escapan a los fakes o cuentas falsas sobre sus personas que pueden llegar a tener tanto éxito como las oficiales. Tal es el caso de un perfil falso en Twitter de Dilma Rousseff que supera los 184.000 seguidores.

“Está por descubrir el uso que los propios presidentes podrían hacer de sus cuentas falsas para que se atrevieran a decir lo que no se atreven hacer en sus cuentas públicas”, señala Rubio. La presidenta de Brasil por ejemplo regreso a Twitter tras una ausencia de tres años y lo hizo anunciándolo en el mencionado perfil falso gestionado por un estudiante brasileño que acabó siendo invitado al Palacio Presidencial.

Publicado en Marketingdirecto.com

Sus señorías ya no tienen tanta alergia a Twitter

Sus señorías ya no tienen tanta alergia a Twitter

Por Joaquín Vera

¿Saben los políticos utilizar las redes sociales como herramienta para acercarse a los ciudadanos o no?

«Los políticos entienden las nuevas herramientas como un medio de comunicación masivo en el que buscan llegar a una gran audiencia, pero no han entendido que está cambiando de manera muy significativa la forma de comunicar», explica el consultor de comunicación política Rafael Rubio, quien también asegura, con rotundidad, que «las redes sociales no son una herramienta para ganar votos». Idea que, sin embargo, todavía persiste entre muchas de sus señorías.

Efectivamente, los diputados del Congreso son cada vez más conscientes de la importancia de estar presentes en redes como Twitter. De esta forma, más de la mitad del Hemiciclo tiene una cuenta en esta red. Algunos se quedaron en el paso posterior al registro y no han llegado a lanzar ni un solo mensaje, mientras que otros se han convertido en referentes tanto dentro como fuera de la Cámara Baja.

Uno de los diputados pertenecientes a este último grupo es Joan Coscubiela, de ICV -cuenta con blog personal, cuenta en Facebook y Twitter actualizadas continuamente-. El político asegura a EL MUNDO que no se ha planteado las redes sociales como un espacio para ganar votos, sino para desarrollar su función de representación política. Entiende Twitter como un espacio para «conocer la opinión de los ciudadanos sobre temas actuales».

En esta misma línea se muestra la socialista Ángeles Álvarez al explicar que utiliza la comunidad tuitera para «aportar información que generalmente es poco accesible a los ciudadanos». En cuanto a la posibilidad de utilizar las redes como una campaña electoral permanente se muestra contraria, ya que apunta al arma de doble filo que pueden suponer éstas: «Se puede ganar votos en la misma medida que perderlos».

Por grupos parlamentarios en la Cámara Baja, los mayoritarios presentan un menor porcentaje de sus diputados en Twitter. Así, los populares -185 escaños- que disponen de perfil son 76, tan sólo un 41%. En el caso de los socialistas, la cifra aumenta considerablemente hasta llegar al 78%; 86 escaños de los 110 del Grupo Socialista están ocupados por políticos tuiteros.

Son cifras que nada tienen que ver con los grupos minoritarios. La Izquierda Plural hace pleno y UPyD se queda a las puertas. Cuatro de los cinco diputados de la formación magenta disponen de cuenta en Twitter; sólo su líder, Rosa Díez, permanece ausente. De la misma forma, los 11 diputados del Grupo de IU, ICV-EUiA, CHA operan en esta red. En estos dos grupos se encuentran el polémico Toni Cantó o uno de los políticos más seguidos en la red, Alberto Garzón.

En esta misma línea de gran presencia en las redes, los nacionalistas catalanes y vascos cuentan con 14 y tres diputados respectivamente con perfil en la cuenta (de sus 16 y cinco diputados). Por su parte, el Grupo Mixto también se acerca al pleno tuitero al contar con 15 de 18 señorías con cuenta en Twitter.

Según Rafael Rubio, el político «tiene que estar donde está el ciudadano, y éstos, ahora, están en las redes». «No es cuestión de que guste más o menos, sino de que un político que ostenta un cargo público debería estar obligatoriamente, porque es un modo de conectar con una gran parte de la ciudadanía».

Rajoy y sus 496.000 ‘followers’

El peso mediático de ser presidente del Gobierno y líder de la oposición se evidencia en Twitter. Mariano Rajoy (496.000 ‘followers’) y Alfredo Pérez Rubalcaba (218.000) son los líderes políticos más seguidos, aunque eso sí, el dirigente ‘popular’ dobla en seguidores al socialista. Puestos significativos ocupan en este ránking tres políticos de Izquierda Unida: Alberto Garzón, Gaspar Llamazares y Cayo Lara. Una presencia que radica, según varios expertos en comunicación política en la red consultados por este medio, en «el activismo intrínseco de la izquierda». Este éxito a la hora de utilizar sus cuentas para movilizar a los ciudadanos o como un medio de comunicación más cobra mayor importancia si se tiene en cuenta que estos tres dirigentes son los propios gestores de ellas, y no se encuentra detrás un equipo de comunicación encargado en estas tareas. Cosa que sí sucede en el caso de Rajoy y Rubalcaba, entre otros.

Publicado en El Mundo