En la que la mayoría son de centro, pero casi nadie vota al centro
Lo de no ser de izquierdas ni de derechas ha quedado en nuestros días como una burla hacia el equidistante. Estamos tan polarizados que ahora parece que no decantarse por un lado de la balanza ideológica es un síntoma de tibieza o, a lo peor, de enmascarar que en realidad sí te decantas por un lado pero no quieres reconocerlo.
Publicado en Yorokobu