En los últimos días, y casi simultáneamente, se han presentado ante la opinión pública dos manifiestos relacionados con el proceso independentista de Cataluña: Libres e iguales y Una España Federal en una Europa Federal.
Los promotores de estas iniciativas sin duda actúan movidos por el interés de defender públicamente su posición y tratar de influir activamente en un proceso político con importantes consecuencias.
No es la primera vez hace unos meses también surgieron distintos manifiestos en torno a la regeneración democrática. Una sencilla búsqueda en google nos devuelve una lista interminable de ellos:
- Manifiesto cívico por la regeneración democrática.
- Por la regeneración democrática de la vida pública en España de las Universidades Jesuitas españolas (unijes).
- Manifiesto por la regeneración de la democracia y la refundación del Estado de Upyd.
- Manifiesto por la Regeneración Democrática.
- El manifiesto RDS (Regeneración Democrática y Social)
- ReD2012.Manifiesto para la regeneración democrática del sistema político de España.
- Manifiesto por la regeneración democrática elaborado por Carles Górriz López y Rafael Arenas García y sigue…
A la vista de tanto manifiesto y sus escasos resultados me planteo si esa es la mejor opción, o, dicho con otras palabras, ¿responden los manifiestos a la forma de incidir en política en el siglo XXI?
Yo, que he sido promotor y abajofirmante de algunos de ellos, creo que a los manifiestos se les ha pasado el arroz, al menos entendidos como un fin en si mismo:
- Son una herramienta de las élites en una época dónde la legitimidad es cada vez más distribuida.
- Son un mecanismo de impacto, fundamentalmente mediático, en una época en la que la eficacia de la movilización se sustancia en la recurrencia.
- Son un concepto excesivamente racional en una época donde la movilización social tiene un alto componente emocional.
- Son una foto estática en blanco y negro, detrás de una mesa, frente a iniciativas llenas de color y movimiento.
- Son, aunque pueda parecer paradójico, lo más parecido al activismo de salón, que tanto se critica en el ciberactivismo.
De ahí que considere que los manifiestos pueden ser útiles como bandera de enganche, como medio no como fin. Una herramienta, como el manifiesto de Podemos para dar visibilidad y motivación a una plataforma social que se vaya construyendo con el tiempo, que una sensibilidades distintas y proponga una serie de acciones que mantengan el tema en la agenda y vayan logrando pequeños “éxitos” de movilización social hasta configurarse como un verdadero grupo de acción política y social.
Este es mi nomanifiesto, admito firmas y desfirmas, de intelectuales y no intelectuales.
Yo firmo este manifiesto ( o No manifiesto).
De hecho, creo que es el primero al que me invitan a unirme, cosa nada extraña teniendo en cuenta mi nula relevancia pública.
Un abrazo a todos mis compañeros Abajofirmantes.
Rafa, coincido al 100% en el análisis de situación, en que el manifiesto tradicional es muy cercano al activismo de salón. Pero no me queda claro como articular una plataforma abierta y participativa y al mismo tiempo organizada para promover propuestas concretas. Gracias por la reflexión!!