Populismo rima con Comunismo

La gran trampa del populismo ha sido siempre ser capaz de presentarse como una ideología ante la opinión pública. Esconder tras una capa de supuestas ideas, lo que no es más que un medio para conquistar el poder, al servicio de las más variadas ideologías, da igual que sean nacionalistas, xenofobas o colectivistas.

El pacto de Sol, nos devuelve a Podemos convertido en el caballo de Troya de un Partido Comunista que había perdido las formas, y el dinero, y necesitaba de una remodelación que afectara  a sus  formas, dejando intacto su fondo ideológico. Por eso es un pacto en el que, a pesar del botellín, todo huele a naftalina, como el traje que sale del armario, en el que llevaba muchos años esperando su oportunidad.

No es de extrañar que el comunismo se valga del populismo para acceder al poder. como señalaba hace ya tiempo Richard Morse, ambos comparten el culto popular a la personalidad carismática y un concepto corporativo y casi místico del Estado como una entidad que encarna la soberanía popular por encima de las conciencias individuales.

Su estrategia pasa por conquistar el poder en nombre de la superdemocracia, sin importar cómo, ni quiénes queden en el camino. Cuando llega al poder, como resumía con acierto Enrique Krauze: “el lider populista, micrófono en mano decreta la verdad oficial, desquicia la economía, azuza el odio de clases, mantiene a las masas en continua movilización, desdeña los parlamentos, manipula las elecciones, acota las libertades.”

Entonces los demás descubriremos, con más o menos asombro, que la crisis económica, la corrupción y  el malestar social,  no eran más que accidentes, para proclamar, la más fundamental de las revoluciones, la del incremento de las expectativas, y provocar un cambio del sistema constitucional que nos dimos en 1978, un cambio en el que sin lugar a dudas habrá un gran perdedor, la propia democracia y nuestras libertades individuales.

La precampaña de la no precampaña

En los últimos días carteleras y ‘muppies’ de toda España se han llenado de candidatos electorales que hablan de confianza e ilusión sin pedir nada a cambio. En menos de una semana no quedará ni rastro de estas campañas ante la prohibición establecida en la reciente reforma de la LOREG de realizar publicidad política (especificada en su artículo 53) e institucional, que incluiría las campañas informativas llamadas «de logros» e incluso las destinadas a promover la participación (resolucion JEC de febrero 2011), desde el momento de la convocatoria de las elecciones, el próximo día 28 de marzo.

Si a esto le añadimos la prohibición a los poderes públicos de organizar cualquier acto de inauguración de obras o servicios públicos o proyectos de estos y cualquier otro que contenga alusiones a las realizaciones o a los logros obtenidos por los mismos (artículo 40.3), y la obligación a las televisiones, públicas y privadas, de aplicar el principio de proporcionalidad a su cobertura (artículo 66.2), se puede afirmar que vamos a asistir a una campaña electoral radicalmente distinta de aquellas a las que estábamos acostumbrados, en las que todo este tipo de actividades estaban permitidas en ejercicio de la actividad política ordinaria.

Muchos se han apresurado a adelantar campañas institucionales y electorales, para evitar la nueva ley, otros han apostado por internet, ignorada en la reforma legislativa, como herramienta para mantener viva la campaña.

Las elecciones locales que no lo son

El próximo 22 de mayo se renuevan los alcaldes de los más de 8.000 municipios españoles y los presidentes de 13 Comunidades Autónomas pero, a falta de tres meses, parece que a nadie le importara mucho. A estas alturas da la sensación de que el 23 de mayo:

  • Se concretará la convocatoria de elecciones anticipadas, y se realizará un sondeo global sobre su resultado final.
  • Se decidirá el liderazgo interno dentro del PSOE, donde la continuidad de Zapatero ya no parece una opción.
  • Se definirá un nuevo modelo de Partido Popular, en el que sus barones regionales descontentos se marchan y ganan o amenazan con hacerlo.
  • Se resolverá la duda sobre las relaciones entre la sociedad, cada día más enfadada, y su clase política. Un alejamiento reflejado en campañas como #nolesvotes, que servirán para medir el efecto real de adoptar políticas, como la ley Sinde, apoyadas por todos los políticos y rechazadas mayoritariamente por la opinión pública.
  • Se medirá la ineficacia de una reforma de la ley electoral, que además de olvidarse de internet, estableció unas limitaciones más posibles en el mundo de lo legal que de lo real.

En la campaña electoral se hablará mucho de esto, y poco de los problemas locales. Serán los ciudadanos los que decidan que les importa más, los problemas generales, y reales, o el gobierno de sus territorios durante los próximos cuatro años. No es una elección fácil.