Acusar de buenrollismo a la guía de redes sociales de GenCat no es quizás el mejor comienzo para trata de establecer una discusión académica sobre la materia, pero lo voy a intentar.

Jordi Graells, decano del uso de las redes sociales en la administración española y responsable de la misma, me pide una aclaración/rectificación pública, sobre unas palabras mías en una mesa redonda sobre Participación y gobierno abierto, celebrada el pasado miércoles en Ficod, con la presencia de @SebasMuriel, @mariagv, @Netoraton @RecioManolo @saleiva y @adrianballester.

En algún momento de la mesa redonda me metí en un tema espinoso que ha generado cierta polémica al acusar de buenrollismo al uso que algunas administraciones hacen del 2.0. Por un lado están los que niegan la mayor y afirman que los que lo criticamos lo hacemos por envidia, literalmente porque «llegamos tarde o no lo sabemos hacer». Reconozco que es difícil rebatir esos argumentos y sólo cabe acudir a los datos, que son tozudos en insistir en el mal uso que un buen número de las administraciones públicas en España hacen de las herramientas 2.0. Estos críticos señalan con razón que el buenrollismo es medio y no fin, algo con lo que no puedo estar más de acuerdo, el problema es que el ser no se identifica siempre con el deber ser, y hoy en día son muchas las veces que la administración no pasa del medio, no llega nunca a su fin… lo que no termino de entender es por qué algunos, sin razón, se dieron por aludidos.

Más complicado es el caso de la guía de redes sociales de la GenCat. Se trata de una guía modélica, tanto que muchas veces la hemos usado como ejemplo para las marcas comerciales con las que trabajamos en dogcomunicación, fruto de un trabajo serio y riguroso y, esta es la mejor demostración, que ha provocado el uso más estratégico, profesional e inteligente de las herramientas 2.0 en la administración española. Quizás esta fue la introducción que faltó en mis palabras de FICOD, pero no es algo nuevo, lo he escrito ya en sendos capítulos de dos libros colectivos, uno que está a punto de ver la luz en la Universidad de Valencia, y otro que se encuentra en elaboración y publicará en Washington el Banco Interamericano de Desarrollo. Ahora viene mi discrepancia, más intelectual que práctica, y que se base en un par de Principios de los que la guía recoge en su introducción (págs. 6 y 7):

«…participamos en la conversación de igual a igual.
Cuando participemos en las redes sociales, debemos tener presentes que nos encontramos en un terreno propio de la ciudadanía y aquí cada usuario tiene su opinión,… tan sólo compartir, escuchar y conversar con la ciudadanía en su propio espacio».

Se que se trata de un tema complejo, y que no se resuelve con una referencia confusa en una mesa redonda, pero no tengo claro que la administración tenga que conversar con los ciudadanos «de igual a igual», quizás esto sea aplicable a los políticos, pero no a la administración, cuya labor en un gobierno abierto pasa por establecer las estructuras de diálogo y participación, mediar en las mismas, liderar en último término, y eso requiere de una potestas, que sólo tiene la administración. La administración puede mejorar mucho con el diálogo con los ciudadanos, pero teniendo claro qué es lo que puede aportar al mismo, estableciendo los marcos de ese diálogo, proporcionando información real, datos que están en su poder, reivindicando su auctoritas frente a la opinión. Sino los procesos informativos y los participativos pueden convertirse en una inmensa maraña de la que resultará dificil extraer beneficios para mejorar el gobierno.

Lo de que las redes sociales sean el «terreno de la ciudadanía» tampoco me termina de convencer, por lo mismo que he señalado anteriormente. En mi opinión estamos hablando de canales de comunicación neutros que pueden usar por igual ciudadanía y administración, de un punto de encuentro entre ambas, no de un terreno ajeno a la administración. Un lugar donde la administración puede hablar como tal, como administración, sin necesidad de disfrazarse de ciudadano, sólo así podrá dar satisfacción a las necesidades de los ciudadanos que quieren que la administración sea la administración, que hable con autoridad de las materias que le competen, que informe con transparencia y certeza de lo que interesa a cada ciudadano (y aquí las redes sociales ofrecen oportunidades que aun no podemos ni imaginar), que de respuesta personalizada a las preguntas del ciudadano… pero para eso no debe abandonar su condición, ni su apariencia de administración.

Eso me lleva directamente al tema menos relacionado con el buenrrollismo, pero que es realmente el que más dudas me provoca:

«Participación en iniciativas ciudadanas, como si fueran propias, además de fomentar la participación del resto de la ciudadanía».

Por un lado tengo la impresión que este punto se opone en cierta medida a aquel en el que establecía las redes sociales como espacio propio de la ciudadanía y recomendaba prudencia a la administración. Si más arriba manifesté mi desacuerdo con este punto, considero las redes sociales como lugar de encuentro en el que unos y otros pueden desempeñar su labor, en el campo de las iniciativas ciudadanas no podría estar más en desacuerdo. Considero el espacio social, no las redes sociales, como el lugar donde la sociedad se desarrolla al margen de la administración, y en nuestro país hemos visto como el excesivo apoyo de la administración acaba provocando el agostamiento de la sociedad, o la conversión de la sociedad en el brazo armado de la administración. De ahí que considere las iniciativas ciudadanas como un espacio propio de la sociedad, del que la administración debería pertenecer al margen. En la práctica además esto generaría un problema de gestión de imposible solución, cuando la administración se viera obligado a tomar posición entre iniciativas opuestas de origen ciudadano.

Espero haber respondido a la solicitud de Jordi Graells, creo que descontextualice una realidad compleja, dando lugar a un malentendido por el que pido perdón y que he tratado de aclarar. Creo también que discrepamos en algún punto, mínimo, sobre cual debe ser el lugar que las administraciones deben ocupar en las redes sociales, pero creo que la discrepancia es requisitio indispensable para el mutuo enriquecimiento intelectual y me encantaría seguir hablando sobre el tema.