No es el relato, estúpido: España se mueve

No es el relato, estúpido: España se mueve

Los estrategas de campaña han empezado ya a mostrar sus cartas. Un primer vistazo indica que casi todos los partidos han apostado por España y el desbloqueo en sus campañas

Aunque a veces parezca lo contrario, en política no todo es «relato». A pesar de las noches de gloria que esta teoría ha dado a tertulianos y columnistas patrios, existen otras aproximaciones a la comunicación que tratan de explicar cómo y por qué la gente centra su atención en determinados aspectos de la realidad y no en otros, como la de la agenda ‘setting’, la triangulación o el ‘framing’. El uso conjunto de estas teorías, popularizadas por teóricos como McCombs y Shaw, consultores como Dick Morris o profesores de lingüística como George Lakoff nos ayudan a entender de una forma más completa las estrategias electorales de los partidos de cara a las próximas elecciones y a concluir que aquel partido que, a través de la selección de temas y el uso del lenguaje sea capaz de asentar su «marco» de referencias e introducirlo en la agenda de la campaña, será capaz de obtener un resultado electoral mejor.

Hay ejemplos como el de las elecciones que en 1992 llevaron a Bill Clinton a la Presidencia de los Estados Unidos, imponiéndose a un presidente Bush que, tras sus éxitos en la I Guerra del Golfo, parecía destinado a la revalidar su cargo. En esta elección, el consultor James Carville pintó en la pizarra del War Room una frase a la que se achaca el éxito: «Es la economía, estúpido», y así fue. O el de la victoria de George W. Bush en 2004, que logró convertirse en el padre protector de la seguridad de los norteamericanos. Economía, Clinton. Seguridad, Bush hijo. Ambos lograron poner sus temas en la agenda, y alineando temas y marco, ganar la batalla a sus contrincantes.

El consultor James Carville pintó en la pizarra del War Room una frase a la que se achaca el éxito: «Es la economía, estúpido», y así fue

En nuestro país vivimos algo parecido durante las últimas elecciones. La disputa estaba entre la ruptura de España, que denunciaba el centro derecha y la involución democrática, sobre la que alertaba la izquierda. La foto de Colón y el pacto de gobierno de Andalucía inclinaron la balanza hacia esta segunda opción, provocando una movilización altísima (77%), muy similar a la de 1996 (78%) y 2004 (77%) y solo superada por la participación de 1982 (80%). Si en Estados Unidos en el 92 fue la economía y en el 2004 la seguridad, en España, en 2019, fue el «trifachito», que según estimaciones de Andrés Medina a la luz del poselectoral del CIS, habría movilizado tres veces más votantes que el tema «Cataluña«.

Elegir el tema no basta, es necesario que los votantes perciban su importancia en el momento actual y, sobre todo, que el tema elegido refuerce el marco más favorable, lograr que la conversación política en los días de campaña se alinee con los principios y valores que el votante asocia con cada opción política. Existe el peligro que un tema de interés no logre convertirse en el centro del debate público o que, aun consiguiéndolo, no se sitúe en el marco de valores asociados con el partido y resulte increíble la asociación de ambos.

España se mueve para el PSOE y Ciudadanos

Los estrategas de campaña han empezado ya a mostrar sus cartas. Un primer vistazo a lo sucedido esta semana parece indicar que ante la inminencia de la sentencia del Tribunal Supremo y la imposibilidad de formar gobierno, casi todos los partidos hayan apostado por España y el desbloqueo como temas de campaña.

El PSOE se lo juega todo a la estabilidad en tiempo de crisis. Su primer mensaje, que cuelga de la fachada de Ferraz, habla de «Ahora Gobierno, ahora España» que, unido a las intervenciones públicas de su candidato, parece dibujar ya un marco en el que el concepto clave sea el de la estabilidad. El partido del presidente del Gobierno se lanza así, en un «plagio» evidente a la estrategia del PP en 2016, a crear ese marco de estabilidad, de serenidad y continuidad que ofrece siempre el partido que está en el poder, pero lo hace poniendo el acento en lo territorial. La utilización de palabras como ‘España’, ‘Gobierno’ y ‘Ahora’ priorizan, dentro de ese mismo marco conceptual, los grandes temas de la campaña: la formación de gobierno y la estabilidad territorial frente a otros tipos de estabilidad, como la posible crisis económica que algunos analistas ya dicen que se nos avecina.

O dicho de otro modo: los estrategas socialistas creen que esta vez sí, y no como en las anteriores, Cataluña, por la sentencia del ‘procés’ y las reacciones que despierte, marcará la agenda electoral y Sánchez en un ejercicio de triangulación de manual es, de entre todos los candidatos, el único que tiene a su disposición las herramientas y los símbolos para personificar el Gobierno. Que haya sido un presidente en acercamiento permanente a los separatistas no les preocupa ni a los estrategas ni al propio candidato. El presidente confía en la mala memoria de la sociedad y, sumergido en un presente continuo, proclama el Ahora como si no hubiera ni ayer ni mañana.

Es un «plagio» evidente a la estrategia del PP en 2016, a crear un marco de estabilidad y serenidad que ofrece siempre el partido que está en el poder

Está por ver si la elección de un tema que no se asocia de manera natural con el «marco socialista» produce efectos y si la apuesta por la gobernabilidad logra superar la percepción de la opinión pública, que culpa mayoritariamente al PSOE de la repetición de las elecciones. Además, las posibilidades de formar gobierno que señala el liderazgo en las encuestas tampoco son tan claras y la dificultad de sentar en la misma mesa a Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, algo que sería imprescindible a la luz de estas mismas encuestas, enturbian la visualización del soñado gobierno progresista.

A diferencia del PSOE, o del PP, que cuentan de inicio con una base del electorado considerable, Ciudadanos tiene que salir a cada elección a ganar de nuevo a su electorado, como si nunca le hubieran votado. Ahora, parece que esta tendencia se recrudece porque, tras todo lo vivido en estos meses, todas las encuestas indican que es el partido más castigado por la repetición electoral. Los estrategas naranjas parecen asumir que la presencia de Cataluña en la agenda y ofrecerse como la pieza clave para el desbloqueo, «España en marcha», junto a la habilidad de su líder en los debates, pueden ser elementos suficientes para intentar la remontada. En este caso también marco y tema irían de la mano, al menos en el caso de Cataluña, pero los reiterados cambios de posición en su política de alianzas pueden tener un límite y afectar a la credibilidad de Rivera, quizás de forma definitiva.

Entre el Gobierno y España

En el plano de los que apuestan solo por uno de estos dos pilares estarían Vox, Unidas Podemos y Más País.

Vox también se suma a la tendencia de introducir España en su eslogan de campaña con su España Siempre. Aunque la alineación entre tema y marco es indudable, corre el peligro de los que se dejan llevar por las circunstancias y no son capaces de dejar pasar la oportunidad de un «zasca», confiando en que la bandera siga siendo un motivo suficiente para mantener la mayor parte de su electorado de abril.

Por Unidas Podemos parece no haber pasado el tiempo, ni la negociación, y dejando un lado el eje de España se presenta como la única garantía de un gobierno progresista, apostando porque los suyos no quieren tanto formar parte de un gobierno, como que este se sitúe en la izquierda, sin dependencias de partidos como Ciudadanos o el PP. Desbloqueo por la izquierda y con muchas condiciones, que tras el anuncio de Rivera se introducirá con fuerza en la agenda pero que puede resultar poco creíble tras lo sucedido estos últimos meses en la negociación, y la entrada de Errejón en el escenario, que para muchos aleja, más que acercar, las posibilidades de un pacto.

Más País también ha hecho del desbloqueo su palanca de voto. El partido de Errejón, que ha hecho del gobierno progresista su razón de ser, además trata de aprovechar el descontento para hacer de la forma, propuesta y ofertar una forma diferente de hacer las cosas (sin hacer excesivo énfasis en una agenda de políticas públicas en las que resultaría difícil encontrar diferencias con Unidas Podemos y el PSOE).

El PP va por libre

El PP, por su parte, que no ha hecho público su lema de campaña, de momento es el partido más alejado de los temas mencionados de Cataluña y desbloqueo. El partido de Casado parece querer disputar también el concepto de estabilidad, aunque en su caso sea estabilidad económica. Y tras una primera etapa llamando a la unión de los partidos de la derecha, opone al PSOE y a las ventajas que le ofrece estar en el gobierno, su experiencia de gestión y su historial de éxitos económicos, reconocidos de forma general por la sociedad española. En este caso, marco y tema van de la mano. La dificultad está en que logren imponerse en la agenda de la campaña, y la sombra de la crisis vaya a ser capaz de imponerse al ruido que sin duda provocará la sentencia del 1-O.

La agenda de los ciudadanos

En resumen, podemos apreciar una apuesta generalizada por las ideas de España y el movimiento. El problema está en que ninguno de los dos depende totalmente de los que han elegido estos temas como claves y ambos dependen fundamentalmente de la reacción de terceros. Además, y esto es lo más importante, los partidos por mucho que se esfuercen no siempre logran imponer su marco, y en ocasiones la realidad se impone en forma de acontecimiento imprevisto o de clamor popular. Y esta vez el sentir de los ciudadanos, a la luz de los últimos barómetros del CIS publicados, oscila entre el hartazgo y el que se vayan todos, y este estado de ánimo suele deparar enormes sorpresas.

Publicado en El Confidencial

Honestidad brutal

Honestidad brutal

La verdadera transparencia no trata de ocultar el contenido de las negociaciones, sino de evitar que con motivo de su exposición, acabe por alterar este contenido

La democracia se sostiene en la creencia de que el diálogo es la mejor forma de adoptar decisiones, y que cuando estas son fruto de la negociación se acercan más al interés general que cuando se adoptan de manera unilateral y se imponen a los demás por cualquier vía. No es de extrañar que, en consecuencia, la falsedad sea el enemigo público número uno de la democracia, sobre todo cuando, en determinados ambientes, no hay nada más eficaz que un “sinceramente” para activar todos los detectores de mentiras.

En este contexto, desde hace un tiempo se viene asumiendo que no hay nada mejor que exponer al público las actuaciones de nuestros líderes políticos, para garantizar que sus acciones se orienten siempre al interés público. De esta manera se abre paso una concepción cuantitativa de la transparencia, una transparencia radical, que vincula proporcionalmente su calidad con el volumen de información ofrecida. A esto hay que añadir el tiempo; un segundo elemento que a la necesidad de exponer públicamente sus acciones añade la de hacerlo en directo, en tiempo real y sin retraso de ningún tipo.

En la mayoría de los casos este nuevo ‘reality’ político solo tuvo el capítulo piloto, sin ir a más

En 2015, la tendencia alcanzó su cenit cuando, en una mezcla de buenismo e ingenuidad, se empezó a anunciar que las negociaciones para la formación de gobiernos se realizarían frente a las cámaras y en rigurosísimo directo. Podemos y el PSOE en Extremadura, Zaragoza en Común, Somos Alcalá o Sí se puede Valladolid aseguraron que, para que quedará constancia, grabarían todas sus reuniones con los grupos políticos y las subirían a internet. En la mayoría de los casos este nuevo ‘reality’ político solo tuvo un capítulo, capítulo piloto, sin ir a más. Sólo cuando se cerraron las puertas y continuaron las reuniones, se lograron pactos, un final feliz para los partidos. Es sintomático que de aquellas reuniones grabadas hoy no quede ni rastro y que en este 2019, cuando ha habido que sentarse de nuevo en torno a una mesa para negociar nuevos gobiernos, se haya hecho sin rastro del streaming.

Sin embargo no han cesado las coberturas en tiempo real, con minuto y resultado, que al pretender convertir lo anecdótico en categoría terminan ofreciendo un contenido que no difiere mucho del ofrecido en la cobertura de «la boda del siglo» de cada año: qué llevaban puesto los invitados, por dónde accedieron al local, la hora exacta o el menú degustado, o temas con mucho más interés político como si usan Telegram o Whatsapp, quiénes son los negociadores en la sombra, o si la comisión es o no paritaria. La información queda sepultada entre millones de datos y anécdotas. Hay sitio para la distracción, para el misterio, la intriga, la sorpresa… Mientras que las preguntas verdaderamente importantes quedan sin responder. Sobra transparencia y falta política.

El selfie contra la política

La transparencia en tiempo real se convierte en postureo. Un selfie permanente en el escenario político, donde el objetivo buscado queda en un segundo plano, superado por la prioridad de que conste en acta. La negociación deja de ser un medio y se convierte en un fin en sí mismo. Y en consecuencia, se adoptan posiciones para la foto, independientemente de que puedan alejar o acercar el acuerdo. Hacen como aquellos que prefieren ir cambiando el decorado en lugar de viajar, convencidos de que así pueden viajar sin salir de casa. El problema es que, como estos turistas de cartón piedra, entre selfie y selfie nuestros líderes dejan de lado el fin de la política.

Llega hasta tal punto la distancia entre la negociación y su representación que las instituciones dejan de ser el lugar donde se adoptan las decisiones políticas para convertirse en el escenario donde esa decisión se hace pública. No en vano algunos órganos, a los que la ley ha sometido a esta transparencia radical haciendo obligatoria la publicidad de las deliberaciones entre sus miembros, han adoptado la costumbre de reunirse previamente a la sesión pública para adoptar su decisión, que luego escenifican ante las cámaras.

La transparencia en tiempo real se convierte en postureo. Un selfie permanente donde el objetivo buscado queda en un segundo plano

La negociación se vuelve puro espectáculo. Se convierte el diálogo, que debería ser un ejercicio fundamentalmente racional, en una actividad puramente emocional, en una especie de pulso narrativo en el que se buscan giros; una reacción destemplada o una decisión a destiempo que consiga debilitar la posición del adversario frente al público. Así no es de extrañar que en esta sucesión de monólogos las ofertas se hagan cara a la galería, antes de llegar siquiera al otro lado de la mesa, poniendo de manifiesto quién es el auténtico destinatario, y cuál el verdadero objetivo.

La negociación se vuelve pura táctica, más de zasca que de acuerdos, y la competencia se impone a la cooperación. Se sustituye la colaboración por la batalla, y en lugar de buscar objetivos compartidos, la negociación busca debilitar la posición del otro para poder imponer la posición propia. Se cumple indefectible la fórmula mágica por la que, a mayor cantidad de ruido, menor posibilidad de acuerdo.

Las redes sociales se convierten en el escenario ideal para este espectáculo. En ellas se puede reaccionar en tiempo real, exponer impresiones, llamar la atención a la vista de todos, para disfrute del estimado público. No es de extrañar que alguno de los líderes políticos de antaño haya advertido que si hubiera existido twitter no habría salido adelante nunca la Transición.

La negociación se vuelve pura táctica, más de zasca que de acuerdos, y la competencia se impone a la cooperación

La verdadera transparencia, la que puede ayudar a consolidar la democracia, no trata de ocultar el contenido de las conversaciones, sino de evitar que con motivo de su exposición, acabe por alterar este contenido. Para lograrlo, lo imprescindible es hacer público el acuerdo, una vez adoptado, para que los ciudadanos puedan conocer todos sus extremos y evaluar su cumplimiento.

No se trata de demonizar la transparencia pero tampoco de convertir una concepción radical de la misma, que no es compartida por todos, en el criterio más importante para valorar el estado de nuestra democracia. Si bien es cierto que “la luz del sol es el mejor desinfectante” estamos descubriendo que el panóptico de Bentham en el que todo está a la vista es el camino más directo a la parálisis política. Y en último término y como advertía Byun-Chul Han, «el final de los secretos sería el final de la política«.

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Fox News y sus enemigos. «La voz más alta»

Fox News y sus enemigos. «La voz más alta»

Los siete capítulos de «La voz más alta» retratan abusos de poder y relaciones de dependencia, en un ambiente entre el miedo, la incredulidad y la condescendencia.

Decíamos hace unos días, al hablar de El gran hackeo, que las series se están convirtiendo en los nuevos libros de historia. Incluso desde la ficción muchas tratan de reproducir personajes y situaciones de la historia reciente y no es difícil, por ejemplo repasar, repasar de serie en serie la historia de la política norteamericana de los últimos 20 años. En esa historia, desde 1996, hay un elemento recurrente: Fox News estaba allí.

Fox News revolucionó la televisión por cable, creando un modelo de negocio de fácil producción y una gran influencia que, más allá de la ideología, ha creado tendencia en muchos otros países. En un momento en que solo la CNN ofrecía este tipo de televisión, la conjunción del magnate mediático Rupert Murdoch y el experto ejecutivo televisivo, recién salido de la CNBC, Roger Ailes, logró convertir las noticias en un producto de entretenimiento.

Fox es una apuesta por el protagonismo mediático de la política, un protagonismo que llegó a ser muy rentable pero que no renuncia a “educar a la sociedad a través de los medios de comunicación”. Como señala Ailes, interpretado magistralmente por Russell Crowe en la serie: “Nosotros no nos sentamos a esperar, cada día es una lucha entre el bien y el mal. Nosotros creamos las noticias, estamos cambiando el mundo”.

Su receta, la política como espectáculo en directo 24/7. Algo que en España denunciaba recientemente Josu De Miguel en El Correo y cuyas consecuencias estamos sufriendo, por ejemplo, en la negociación de la formación de Gobierno de nuestro país. De esta manera, como alertó Sartori, la política se vuelve sentimiento, porque, como vuelve a señalar el protagonista de la serie: “A las personas que no saben qué creer, si les dices qué tienen que pensar los pierdes, pero si les dices qué tienen que sentir son tuyos”.

Además de cambiar definitivamente el modelo de negocio de las televisiones, Fox revolucionó el mundo conservador y, por extensión, el de la política norteamericana.

Ailes siempre concibió Fox como un canal de cable para un público conservador que no tenia suficiente oferta informativa, y contó con el apoyo de Murdoch, atraído por las perspectivas de un nuevo mercado. Desde su creación en 1996, la cadena, con su estilo propio, ha logrado convertirse en una referencia informativa de este sector amplio de la sociedad norteamericana. Su gran éxito sería el de haber creado el marco de la política norteamericana: el relato del declive imparable de Estados Unidos y la posibilidad de renacer de la mano de la vuelta a los valores tradicionales. Un relato que convirtió a la cadena de noticias en la número 1 durante muchos años.

Muchos atribuyen a este relato gran parte de la responsabilidad de la creciente polarización de la política norteamericana. Una polarización que se nutre del malestar ante las élites (académicas, económicas, mediáticas y, cómo no, políticas), basada en mensajes antiélites propagados paradójicamente por parte de esas élites, el famoso 1%. Un clima de polarización que, transformado en cabreo, sería terreno fértil para soluciones de corte populistas como las que auparon a Donald Trump al poder.

Nosotros no nos sentamos a esperar cada día es una lucha entre el bien y el mal. Nosotros creamos las noticias, estamos cambiando el mundoRoger Ailes

El modelo “Ailes” asume que “el sesgo está en todas partes, así es como funciona esto” y no se preocupa de aparentar neutralidad, aunque esto suponga poner la realidad en un segundo plano. Se trata de no dejar espacios, inundar de noticias la realidad. Otra vez es Ailes el que nos da las fórmulas: “Crea la noticia, arma escándalo y obliga a todos a comentarlo”. O “repetir, repetir y repetir, al final la gente siempre acepta la verdad que le resulta más familiar”.

La serie, basada en el libro que contiene las investigaciones de Gabriel Sherman The Loudest Voice in the Room: How the Brilliant, Bombastic Roger Ailes Built Fox News-and Divided a Country, asume la tesis de la responsabilidad de la cadena y de su máximo responsable en la creación de un ideario conservador. Esta tesis deja de lado, como también hacía El gran hackeo, un elemento previo y clave para el ‘éxito’ del pensamiento conservador norteamericano: el mundo de la ideas.

Es en este mundo en el que, como se ha recordado recientemente tras el fallecimiento de David Koch y retrató de manera magistral José María Marco hace unos años en La nueva revolución americana, la derecha norteamericana fue capaz de construir toda una red de instituciones privadas como Cato, American Enterprise o Heritage, para hacer hegemónico su pensamiento. Y en esta labor el pensamiento conservador necesitaba un medio de comunicación de masas para llegar a la población norteamericana, y lo encontró en la creación de esta cadena de televisión.

Lo que más llama la atención en esta subtrama es la ausencia de cualquier tipo de conflicto moral en el propio Roger Ailes

Sin dejar de lado la capacidad performativa de la realidad que tiene la comunicación, y la importancia de Fox News durante los últimos 20 años, es importante señalar cómo la cadena era solo uno de los exponentes de la divulgación del pensamiento conservador en los últimos veinte años, probablemente el más importante y el más efectivo, pero una herramienta de divulgación.

En esta atribución de ‘responsabilidades’, La voz más alta concentra toda la responsabilidad en el padre del proyecto: el todopoderoso Roger Alies, natural de Warren, Ohio, lugar que contempló durante toda su vida como una especie de Arcadia idealizada que intentó reproducir. Ailes fue durante toda su vida ejecutivo de medios de comunicación y asesor político de presidentes republicanos como Richard Nixon, Ronald ReaganGeorge H. W. Bush e incluso Donald Trump, en su campaña electoral. Además, fue autor del bestseller Tú eres el mensaje, que, como su teoría del foso de orquesta (que explica la tendencia de los medios al espectáculo), convirtió en máximas universales de la comunicación.

La serie no termina de aclarar si estamos ante un hombre que se sabe llamado a una misión, o se trata simplemente de un oportunista tan brillante como ambicioso que no dejaba pasar ocasión. Si creía realmente ser uno de los elegidos para liderar el bien en su lucha contra el mal, como dice en algún momento de la serie, o descubrió en esta lucha la vía infalible para colmar su ego y su ambición de poder y de dinero.

De hecho, en ocasiones las motivaciones de Ailes parecen más personales que sociales. Como su posición ante Barack Obama, que la serie plantea como el fruto de una cita frustrada en la que el presidente norteamericano le dio la espalda dejándolo con sus asesores y que tendría como consecuencia la posición de Fox News como la más dura oposición a la Casa Blanca de Obama.

Lo que no ofrece espacio para la duda es que estamos ante una persona que vivía en, por y para la teoría de la conspiración, manipulador, obsesivo posesivo, hasta el punto de llenar su casa y sus oficinas de cámaras para ejercer el control sobre su familia y sus empleados, a los que no dudó en ordenar seguimientos cuando sospechaba de los mismos, y que vivía atemorizado hasta el punto de construir en su lujosa residencia un refugio para sobrevivir aislado durante semanas.

El #Metoo republicano

Las series se han convertido también en un instrumento para hablar de los problemas de nuestro tiempo, y por este camino de sexo, poder y dominación se adentra la segunda trama de esta miniserie.

El declive de Roger Ailes vino de la mano de una serie de acusaciones de acoso sexual de algunas mujeres con las que había trabajado, principalmente en Fox. En esta línea, los siete capítulos de esta miniserie retratan abusos de poder, relaciones de dependencia, en un ambiente entre el miedo, la incredulidad y la condescendencia, y en los que se plantean diversos conflictos de manera desigual. La serie acierta, especialmente en los dos últimos capítulos, a dibujar el clima laboral donde se produce este acoso y las dificultades de las denunciantes y de la propia verdad para salir adelante, al enfrentarse no solo al agresor, sino a la opinión consolidada de su “tribu” que, frente a las evidencias, opone la teoría de la persecución.

La serie no termina de aclarar si estamos ante un hombre que se sabe llamado a una misión, o se trata simplemente de un oportunista tan brillante como ambicioso que no dejaba pasar ocasión

Pero lo que más llama la atención en esta subtrama es la ausencia de cualquier tipo de conflicto moral en el propio Roger Ailes. El guion no plantea cuestión alguna sobre la evidente contradicción que supone que un ferviente defensor de la familia, que mantiene una buena relación con su mujer, sea un auténtico depredador sexual. Una doble vida que solo podría “explicarse” por un cinismo que se apodera de la personalidad hasta volverlo inhumano, la consideración del sexo como algo meramente superficial o una mera relación de poder, sin relación alguna con sus relaciones familiares.

La decadencia de Ailes, además de su deplorable comportamiento, tiene mucho en común con la de otros hombres que un día fueron muy poderosos, subestimando los peligros y amenazas que les rodeaban, considerándose intocables, blindados por su poder.

Ailes falleció sin llegar a ser juzgado en un accidente, en mayo de 2017. Fox News también comenzó una nueva época, al menos para el presidente Donald Trump, que recientemente acusaba a la cadena de haber abandonado a los “suyos”, haciéndose demasiado acogedora para los demócratas y animándolos a buscar nuevas fuentes de información.

Publicado en El debate de hoy

Las (tres) encrucijadas de Errejón

Las (tres) encrucijadas de Errejón

El ex número dos de Podemos se juega ser el representante de un movimiento progresista decisivo o el símbolo de una izquierda que se empeña en imitar a los Monty Python

Íñigo Errejón decidió hace unos meses abandonar su papel de intelectual político. Su decisión de encabezar la candidatura a la Comunidad de Madrid por una nueva fuerza política, Más Madrid, le abrió el camino para convertirse en un político intelectual.

A pesar de las expectativas, el resultado fue agridulce. Un buen resultado si tenemos en cuenta el tiempo y la competencia, pero un resultado fatal por sus consecuencias: la conservación del gobierno de la Comunidad por parte del Partido Popular. A esto se unió el resultado en el Ayuntamiento de Madrid, donde la candidatura de su grupo, Más Madrid, liderada por Manuela Carmena, no pudo revalidar la alcaldía a pesar de su victoria electoral. Las reacciones alternaron la admiración con un tipo de crítica que mezclaba la frustración, la envidia y la incomprensión.

Mientras Iglesias cambiaba Vallecas por Galapagar, Errejón ha cambiado Somosaguas por Vallecas y afronta cuatro años por delante que, lejos del gobierno, pueden convertirse en un auténtico éxodo y hacerse demasiado largos.

Todo lo que conocemos parece llevarnos a las urnas, como en julio parecía llevarnos al gobierno. Una oportunidad para algunos, un riesgo para otros

Pero uno no elige las circunstancias, como señalaba Ortega estas «son el dilema ante el cual tenemos que decidirnos» y, si nadie lo remedia, unas nuevas elecciones asoman por el horizonte nacional. Aún no sabemos si habrá comicios. Todo lo que conocemos parece llevarnos a las urnas, como en julio todo parecía llevarnos al gobierno. Toda una oportunidad para algunos, todo un riesgo para otros. Y todo un dilema para el joven profesor universitario: presentarse o no.

Errejón se ha convertido en el coco de la izquierda. El «que viene Íñigo» ha sido la principal amenaza que ha sobrevolado todo el proceso de no-negociación para la formación de gobierno. Y aunque el líder de Más Madrid ha negado expresamente esta posibilidad y las encuestas han evitado introducir su nombre entre los posibles candidatos, cada vez son más los rumores que apuntan en otra dirección.

Quietismo o movimiento

El fundador de Podemos deberá decidir, porque es posible que el calendario le obligue a ello. Tiene que optar por recorrer el camino de la candidatura nacional o confiar en abrirse paso en la agenda nacional desde la Asamblea de Madrid. O moverse o quedarse quieto. Si decidiera no presentarse, si optara por la ‘rajoyana’ estrategia de sentarse a ver pasar el cadáver del enemigo, el brillo de la luz que Errejón ha sabido mantener encendido, incluso fuera de la dirección de UP, amenazaría con apagarse ante la dificultad de mantener el interés durante un periodo prolongado de tiempo.

La lista de rutilantes promesas políticas que habitan hoy la biblioteca del olvido es interminable y ser el azote de Díaz Ayuso puede llevarle en unos meses de la sección de nacional a las noticias de Telemadrid. Esa espera, sin presencia en el Congreso durante la próxima legislatura, puede hacerse eterna e incluso baldía, incluyendo la posibilidad de un nuevo liderazgo en Podemos. El riesgo de esta opción es que, pasado el tiempo, cuando eche la vista atrás, Errejón vea que su espera en el andén de los prudentes ha sido inútil porque ese era su único tren.

La única alternativa a esta opción es su contraria, presentarse. Esto, aunque supondría dejar huérfano su proyecto en Madrid, le permitiría ofrecerse como alternativa. Una opción al tremendo desencanto que han generado a uno y otro lado del eje de la izquierda el teatro, los ataques y la incapacidad de ponerse de acuerdo. Una alternativa para todos los que tienen dificultad para entender, más allá del argumentario, que lo que antes era no ahora es sí, y lo que antes era sí ahora es no.

Su decisión también puede propiciar una fragmentación que debilite el proyecto progresista y dar oportunidad como la dio en Madrid, a un gobierno de la derecha. Esto le convertiría en el traidor oficial de la izquierda, una especie de Vox del bloque progresista que en el cómputo final, en lugar de sumar, reste. Pero también, y aunque parezca paradójico, puede acabar convertido en el elemento decisivo para la formación del gobierno del PSOE.

En resumen, presentarse le podría permitir su presencia en la agenda política nacional desde el Congreso, comenzar a estructurar su opción política, ser decisivo para la formación de gobierno e incluso lograr entrar, él o algún representante de su formación política, en el gobierno; pero nada de esto está garantizado.

Ejercer las circunstancias

Si, ante el escenario descrito, decidiera tomar el camino de la Carrera de San Jerónimo, se encontraría ante nuevas encrucijadas.

La primera, y más evidente será elegir una marca electoral. ‘Más España’ sería un posicionamiento evidente, coherente con un pensamiento político que busca disputar a la derecha la idea de España, pero podría generar conflictos entre sus posibles compañeros de camino en lugares como Galicia, Cataluña o la Comunidad Valenciana. A continuación debería elegir entre liderar el proyecto o quedarse en un segundo plano (siempre formando parte de la lista en posición de salida), dejando la cabeza de lista a un personaje independiente similar al que representó Manuela Carmena en Madrid (podría ser ella misma), lo que le permitiría reforzar la imagen de transversalidad, que tan necesaria va a resultar si PSOE y UP no consiguen finalmente ponerse de acuerdo.

También debería decidir dónde presentarse. La alternativa inicial sería hacerlo en todo el territorio nacional (apostando por la popularidad de la cabeza de cartel) o hacerlo solo en la Comunidad Autónoma de Madrid, lo que le garantizaría la formación de grupo parlamentario propio. Pero también puede optar por una solución de geometría variable y seleccionar lugares con mayor implantación donde pueda contar con compañeros de viaje dispuestos a sacrificar su marca. Si lo hiciera así, podría poner en juego su candidatura en circunscripciones en las que, por el número de escaños en juego, tenga la representación parlamentaria al alcance de la mano, evitando la más que probable acusación de estar debilitando a la izquierda. Andalucía, Cataluña, Galicia, la Comunidad Valenciana y la Comunidad de Madrid, en las que se ponen en juego casi 200 escaños, serían una opción más que razonable e incluso podría no presentar candidatura en las provincias más pequeñas de estas Comunidades Autónomas.

Si se presenta y logra unos resultados razonables, se enfrentaría a una tercera encrucijada: conformar grupo parlamentario y proporcionar una serie de votos claves para la investidura como una tercera fuerza de la izquierda, de ámbito nacional, procurando incluso entrar en el gobierno, o asaltar a Unidas Podemos, emulando el camino de vuelta que, en su partido, recorrió Pedro Sánchez, patrono de la resistencia. Cualquier decisión en este sentido se interpretará como un perdón que abre la puerta a la necesaria cooperación o como la revancha que conduce a la inevitable venganza.

Sea cual sea su decisión supondrá ver a un nuevo Errejón, más próximo a la acción que a la reflexión y esa es quizás su principal encrucijada

El resultado le obligaría también a un rápido pero forzado crecimiento. La rapidez no se correspondería con la capacidad de organización y se vería ante la misma tesitura en la que ya se vieron otras formaciones como Unidas Podemos o Ciudadanos, para las que gestionar el éxito fue, y aún es, el principal obstáculo hacia su madurez política.

Errejón tiene que elegir. Y en su decisión se juega ser el representante de un movimiento progresista decisivo, amable y moderno, o el símbolo de una izquierda que elección tras elección se empeña en imitar a los Monty Python. Sea cual sea su apuesta supondrá ver a un nuevo Errejón, más próximo a la acción que a la reflexión y esa es quizás su principal encrucijada, recordar a DeLillo: «¿Cómo se despide uno de sí mismo? (…) un dilema existencial de lo más jugoso».

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