Algo tiene el estado de alarma para que casi la mitad de la opinión pública española esté a favor de su renovación y el principal partido de la oposición, que planteó dudas sobre su constitucionalidad, se haya abstenido en la votación en el Congreso. Y eso a pesar de que se incumplieron las causas para su declaración, según el artículo 4.c que rige su aplicación.
En lo referente a su renovación, la Ley Orgánica es cristalina en su artículo primero: la declaración del estado de alarma procede «cuando circunstancias extraordinarias hiciesen imposible el mantenimiento de la normalidad mediante los poderes ordinarios». Su duración «será en cualquier caso la estrictamente indispensable para asegurar el restablecimiento de la normalidad».
El debate jurídico es un no debate: el jueves la normalidad ya estaba restablecida y renovar el estado de alarma de manera preventiva, aun con amenaza, va en contra de la legislación vigente. ¿Podemos hacer depender el mantenimiento del estado de alarma del final feliz de las negociaciones, y del consiguiente fin de la amenaza?
Es cierto que el estado de alarma ni se nota, ni traspasa a la sociedad, y que incluso en estado de alarma se vive mejor. Pero la falta de respeto a la legislación vigente, aunque sea para alcanzar el bien común, siempre pasa factura.
No es la primera vez que asistimos a un comportamiento así, que va desgastando irremisiblemente a las instituciones: prescindir de informes prescriptivos del Consejo General del Poder Judicial, pasarse al Consejo de Estado por el arco del triunfo, anunciar que se aprobará por medio de leyes lo que ha sido declarado inconstitucional…
No se trata de calcular los daños, ni bromear pensando que mientras el Gobierno duerme tranquilo, resguardado en el artículo 116.5, que impide convocar elecciones, las consecuencias son mucho más graves de lo que pudieran parecer. No hay nada peor para la imagen de España que un Gobierno instalado en el «como sea», que un Estado en el que la seguridad jurídica depende del grado de cabreo de la población.
Me piden un artículo sobre el uso de la tecnología en las campañas electorales para la revista maspoderlocal.es. A la luz de la demanda de los editores de esta revista se me ha planteado un reto divertido, hablar de campañas electorales online sin citar a Barack Obama. El reto no deja de ser sorprendente y estimulante así que me pongo manos al teclado y que Dios reparta suerte….
Lo primero que tenía que hacer era cambiarle el nombre, no hablar más de campaña online para empezar a hablar de la parte online de la campaña. Ya no podía empezar diciendo algo como “las recientes elecciones norteamericanas”, y tenía que buscarme una declaración impactante que llamara la atención: “en internet no se ganan votos pero se pueden ganar elecciones”. La sabiduría popular lleva siglos advirtiéndonos del peligro de pedir peras al olmo y algo parecido le ha pasado a muchos, políticos o no, con internet. De ahí la importancia de definir los resultados que podemos pedirle a esta parte de la campaña, sin fijarnos de ma- nera obsesiva en la penetración de internet, y su integración en el resto de la campaña.
Las elecciones se ganan en el “tú a tú” y la fortaleza de las herramientas 2.0 permite llegar a todos esos tú. Internet hoy no es capaz de construir, por si sólo, la opinión pública, pero bien dirigido, puede convertirse en una ayuda que marque la diferencia. Las elecciones se ganan en el “tú a tú” y la fortaleza de las herramientas 2.0 permite llegar a todos esos tú, de manera cercana y creíble; facilitarles material y herramientas para poder transmitírselo a sus amigos, a su manera, sin argumentarios ni frases hechas, con mayor cercanía y confianza.
Conseguir algo así, que mucha gente hable bien de ti a mucha otra gente, no es automático (a pesar de lo que a veces nos cuentan), continuidad y perseverancia son los ingredientes más importantes para que funcione una campaña. El tiempo cero no existe, ni siquiera en internet y a pesar de la apariencia de instantaneidad las campañas online, como el buen vino, necesitan tiempo para madurar y consolidar un grupo de personas comprometidas con el candidato y su mensaje. Las relaciones personales, la seducción, requiere tiempo y dedicación… pero no sólo eso.
La campaña tiene que tener algo interesante, atrayente que contar, es decir, debe tener contenido. Dar valor, proporcionar información de interés no sólo para quién la envía (difusión, publicidad, etc.) sino para quien la recibe. Además, la campaña tiene que utilizar las distintas plataformas, pero hacerlo de manera diferente, respetando sus distintos lenguajes, sus propios tiempos… (no es lo mismo un correo electrónico que un mensaje en el móvil, aunque esta ofrezca cada vez más posibilidades). Lo que no podemos olvidar es que la estrategia es solamente una, independientemente de la diversidad de plataformas.
Para lograr esta personalización no hay más remedio que ponerse en la piel del otro, conocer bien a la gente, nuestra gente, hablarle a través de sus canales preferidos, hablarles de lo que les interesa… una buena cibercampaña es proporcional al tamaño, pero sobre todo a la precisión de su base de datos. Y para conocer mejor a la gente no hay otra fórmula que escuchar. Saber es- cuchar es tomar en serio a los demás, también exige contestar cuando sea necesario, e incluso cambiar de opinión a mitad de camino y cuando no sea así, explicarlo razonadamente.
El problema no es si permitirles hablar de ti, lo harán de todas formas, el problema es ayudarles a hacerlo lo mejor posible Cuando la gente habla con la campaña puede terminar hablando por la campaña, y esto empieza a marcar la diferencia. En cierta campaña (casi pierdo la apuesta) más del 40% de los votantes recibieron información sobre el candidato a través de una persona de confianza (vecino, compañero de trabajo o familiar), una cifra imbatible, ¿no?. La autenticidad no tiene precio y lograr que la gente corriente hable de tu campaña es mucho más eficaz, genera mucha más confianza, que adiestrar a una legión de portavoces oficiales y representantes. El problema no es si permitirles hablar de ti, lo harán de todas formas, el problema es ayudarles a hacerlo lo mejor posible.
Otro de los peligros de la famosa campaña, es pensar que estos movimientos surgen y se mantienen de manera espontánea. Para poner a todas estas personas a “trabajar” para la campaña, lograr que su motivación se mantenga en el tiempo, ampliar su base social y llegar a los ciudadanos con un mismo mensaje y ob- jetivo, es necesario un equipo de profesionales dedicados en exclusiva a la campaña online y plenamente integrados y coordinados con los demás miembros de la campaña. Una vez más, no se trata de implementar complicadas soluciones tecnológicas, ni de copiar costosas recetas. Ya no es cuestión de economía, como señalaba James Carville a Bill Clinton en 1992, ni siquiera de internet como decía Joe Trippi en 2008, esta vez, y creo que por mucho tiempo, la clave son las personas.
Los Europarlamentarios parecen emocionados y no han ahorrado en declaraciones de euforia que no responden a la naturaleza de la herramienta, tras haber pasado por los distintos filtros:
Alain Lamassoure (PPE, Francia) «hoy la Unión Europea se abre a la democracia participativa. Los ciudadanos tendrán a partir de ahora el mismo derecho a la iniciativa política que el Parlamento y el Consejo. Ahora son los ciudadanos los que tienen que actuar».
Zita Gurmai (S&D, Hungría) declaró que «la iniciativa ciudadana es una oportunidad única. Por primera vez, los ciudadanos pueden unirse y decirnos si estamos haciendo bien nuestro trabajo».
Desde su salida de la Comisión el Parlamento ha introducido una serie de modificaciones con las que no puedo estar más de acuerdo: – Establece el modelo español por el que la admisibilidad de una iniciativa se decidirá en el momento del registro, no en un momento intermedio, después de que se hayan reunido 300.000 firmas, esto sin duda generará mucho más trabajo a la Comisión pero ahorrará muchas frustraciones a los ciudadanos.
– Se reduce el número de Estados necesario para presentar una iniciativa, requisito que se une al de millón de firmas. Si inicialmente la propuesta exigía un tercio de países (actualmente nueve), el Reglamento aprobado baja el umbral hasta una cuarta parte.
– Se incluye además otra de nuestras propuestas, garantizando la defensa de la iniciativa en audiencia pública a todas las que alcancen la cifra mágica. Algo que la legislación española no permite, y que en una sociedad mediática como la que vivimos, reduce aún más la eficacia de esta herramienta.
– Por último los europarlamentarios han logrado un mayor compromiso de la Comisión, que inicialmente pretendía delegar todo el trabajo administrativo en los países miembros, y que ahora ofrecerá a los ciudadanos «una guía completa de fácil utilización, un punto de contacto y un soporte gratuito para la recogida de firmas de forma electrónica». Habrá que ver la extensión del punto de contacto, que debería incluir asesoramiento jurídico, imprescindible para asegurar la admisibilidad de las propuestas, pero el soporte gratuito para la recogida de firmas, que defendimos en nuestra propuesta, es un gran logro que puede marcar la diferencia, entre una herramientas costosa y casi imposible, a una herramienta que se incorpore de manera natural en el día a día de las instituciones europeas. Habrá que estar atentos.
Diciembre se ha convertido en el mes de los libros colectivos. En las últimas semanas han visto la luz cuatro proyectos bien distintos, que llevaba tiempo esperando. Algún día hablaré de los tres primeros, Buenavista Social Blog (sobre la utilización de las nuevas tecnologías como camino hacia la libertad en Cuba); Homenaje a Jorge Carpizo en Madrid (una colección de artículos para homenajear la estancia de investigación del ilustre jurista Mexicano Jorge Carpizo en la Universidad Complutense) y Blagers (resultado de la I Conferencia internacional de Blogs Jurídicos celebrada en Bogotá). En el horno quedan otros tres en los que contribuyoc con artículos sobre la campaña electoral online, su regulación, y el uso de las redes por parte de la administración. Hoy quiero presentaros “Gestión actual del consultor político”, de la editorial LID (colección Gestión Actual).
La publicación de este libro confirma la pujanza de un sector, inexistente hace un par de años, de la que Ignacio Martín Granados hablaba hace un tiempo en su blog. La lista de empresas que ofrecen este tipo de servicios en Iberoamérica, que Jorge Santiago ha incluido como broche del libro, es una buena muestra de ello….
Quizás el mejor síntoma de esta explosión controlada de la consultoría política sea el de la oferta formativa. De memoria me salen 7 Masters o Cursos Superiores, con los que tengo o he tenido alguna relación: MCPC Universidad de Navarra, Unidad Editorial-Carlos III, Fundación Ortega y Gasset, CEU Luis Vives de Valencia, Universidad Complutense, ICADE, (Vía @hooligags añado otros dos, con los que no tengo relación, «Máster en Gestión de la Comunicación Política y Electoral (UAB) y «Màster en Marketing Polític. Estratègies i comunicació política» (ICPS-UAB+UGR+USC) y el de la Universidad Pontificia de Salamanca, en el que nació este proyecto editorial.
Sus directores, Jorge Santiago y José Angel Carpio, coordinan las aportaciones de 12 consultores políticos: Yehonatan Abelson, Luis Arroyo, Antoni Biarnés, Doris Capurro, Gabriel Cortina, Roberto Izurieta, Gloria Ostos, Antonio Sola y un servidor. El enfoque es inédito en la literatura en castellano, ¿qué es un consultor político? ¿qué hace un consultor político? y ¿cómo puede uno convertirse en consultor político? Las respuestas se desgranan en 8 capítulos, a los que se añade un prólogo de Ramón Jauregui, y se alejan bastante de la imagen tradicional del Rasputín que maneja los hilos en la sombra, del spindoctor, el Maquiavelo moderno, que domina las claves de la ambiguedad y la mentira, o incluso del guru, el arquitecto, al que se le atribuyen éxitos y fracasos, en los que tiene sólo una parte de responsabilidad.
Desde la descripción reveladora de las 11 caras del consultor político a la minuciosa explicación de los pasos operativos, legales y de promoción para crear una consultoría; del mapa de competencias básicas del consultor a la investigación como herramienta imprescindible; de la campaña electoral a la campaña permanente; de la imagen política al uso de las nuevas tecnologías… El libro es una excelente guía para los que quieran ganarse la vida con este trabajo. Un trabajo alejado del glamour que da “El Ala Oeste de la Casa Blanca”, más de oficina que de cocktail (que aunque existan no se suelen poder disfrutar), más de día a día que de grandes crisis (aunque hay veces que el día se convierte en crisis), más de metódicos currantes que de genios visionarios. El consultor político que sale de estas páginas me ha recordado al homenaje de Forges a la mujer trabajadora: “Limpiadora, Cocinera, Doncella, Costurera, Planchadora, Niñera, Maestra, Telefonista, Recepcionista, Choferesa, Psiquiatra, Enfermera, Puericultora, Economista, Matemática, Intendente, Sensual Geisha y Amante”, pues ponga «ama de casa, es lo mismo”, que no se si hoy pasaría los filtros del ministerio de igualdad. Jefe de campaña, responsable de prensa, director de comunicación, coach de lideres, entrenador de debates, formador de candidatos, director operativo, maquillador, fotógrafo, cocinero (de encuestas) e incluso confidente y psicólogo… consultor político, que es lo mismo.
Si son aficionados a los temas que tratamos habitualmente en este blog admitanme un consejo: No se dejen llevar por el título (que no es de lo más atractivo) y echenle un vistazo, me lo agradecerán.
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