Google y China, un claro ejemplo de la diplomacia en red (iii)

Los cambios que se están produciendo en las relaciones internacionales, y que giran en torno a la sociedad internacional en red y los nuevos actores de las relaciones internacionales plantean nuevos retos a la política exterior de los Estados, especialmente en el campo de la comunicación. Hoy, como decía Francis Bacon, la información es más poder que nunca, lo que ha cambiado es que hoy, al contrario de lo que se pensaba tradicionalmente, la información no es más poderosa cuando se mantiene oculta y se utiliza estratégicamente sino cuando se hace llegar con credibilidad al público adecuado en el momento justo, mejor pronto que tarde…

Hoy la información está al alcance de mucha más gente, los mensajes llegan más lejos, más deprisa y con menos intermediarios, el poder sobre la información se distribuye muchísimo más, alejándose de los gobiernos hacia ese amplio abanico de actores que hemos señalado. En este contexto, la política de los Estados no puede seguir basándose en el de control la circulación de la información, quienes lo intenten afrontan un elevado coste y una frustración final. Los gobiernos van descubriendo que, si quieren desempeñar un papel relevante en el escenario internacional, tienen que prescindir de las barreras que impedían el intercambio de información, renunciando a la trampa tradicional de mantener la información oculta en una caja negra, algo que en la nueva situación resulta suicida. (Nye, 95) En vez de reforzar la centralización y la burocracia, la opción de los gobiernos pasa por un cambio de actitud radical en su actitud frente a la información que les permita aprovechar las nuevas tecnologías de la información para la creación y la alimentación de las nuevas comunidades internacionales en red .

Esto nos lleva directamente al primer reto, lo que muchos denominan “la paradoja de la plenitud”: una plenitud de información produce una pobreza de atención(Herbert a. Simon, It´s not what you know, it´s how you know it). En la sociedad de la información la atención es un bien escaso, probablemente el más valioso, algo que deberían tener en cuenta los actores de las relaciones internacionales.

Desde el punto de vista de la recepción se refuerza la necesidad de cuidar las fuentes, de filtrarlas, de gestionar con acierto la información que se recibe y se distribuye entre sus miembros y aquellos que logren distinguir las señales valiosas de las interferencias ganarán poder.

Desde el punto de vista de la emisión de la información es clave entender que las distintas comunidades que hoy influyen en las relaciones internacionales giran principalmente en torno a referentes de información interesante y creíble. Nye ya señalaba que “Lograr establecer la credibilidad suficiente para llamar la atención y mantener ese interés se ha convertido en la cuestión política primordial” (130).
No se trata sólo de producir información propia sino también de la capacidad de distribuir información ajena, y hacerlo de manera atractiva, siguiendo formatos adecuados para cada público, sin despreciar enfoques como el del infoentretenimiento, y sobre todo con la que considero la mejor herramienta frente al déficit de atención, el prestigio.

El prestigio quizás ha sido siempre el arma más poderosa de las relaciones internacionales. Aunque esto no ha cambiado lo que ya no es igual es la forma de valorarlo. Si el prestigio internacional antes se medía sobre todo en torno a datos como los índices macroeconómicos o el potencial militar, hoy gira en torno a la imagen país, y en su construcción el Estado es un actor más, muchas veces ni siquiera es el más importante, en un proceso en el que participan esa gran variedad de actores de los que venimos hablando.

Para participar de manera eficaz en la construcción de esta imagen-país y lograr que esta sea acorde con los intereses del Estado, el diseño de la comunicación de los Estados, debe centrarse en la credibilidad. Las relaciones internacionales, como el resto de la política, se han convertido en un concurso de credibilidad, y en este concurso hoy, como hemos visto, participan no sólo los gobiernos sino el resto de actores de los que venimos hablando medios informativos, empresas, ongs, redes de científicos…. El buen nombre es el capital más importante de los Estados y los distintos actores, que lo saben, utilizan la exposición pública para atacar el prestigio tanto nacional en sus distintas facetas a través de tácticas como la de nombrar y avergonzar (Nye, 151). Esta obliga los Estados a estar atento de lo que se dice, preparar y validar fiablemente la información que producen y la que distribuyen, clasificando lo que es correcto y lo que es importante. En este reto de mantener la confianza, clave para ejercer la diplomacia pública en este nuevo entorno, la transparencia se convierte prácticamente en una obligación.

En esta estrategia de comunicación de los Estados, que pasa por convertirse en un actor fiable de la comunicación, las principales herramientas de posicionamiento en los medios de autocomunicación de masas son tres: el enmarcado, el establecimiento de la agenda y la priorización.

La multiplicidad de actores se convierte en otro de los retos principales de la nueva estructura de las relaciones internacionales. Esto supone un cambio en los sujetos receptores de la comunicación de las relaciones internacionales. No basta sólo con localizarlos y tratar de llegar a todos ellos, aunque la globalización ha generado un compleja red de interconexiones que permite una distribución masiva de información “este “globalismo denso” no es uniforme; varía según la región, la localidad y el asunto a tratar. Al adaptar nuestra política exterior a este nuevo siglo, tendremos que responder a cuestiones que implican una mayor complejidad, una mayor incertidumbre, un menor tiempo de respuesta, una participación más amplia de grupos e individuos y una disminución desigual de las distancias. El mundo es más asequible, pero en términos de las medidas a tomar, un sólo tamaño no sirve para el conjunto” (Nye 131-132). La estructura de red se convierte así en una nueva prioridad de las relaciones internacionales. No se trata solo de la lógica anunciada por autores como Peter Drucker o los Toffler, que argumentan que la revolución de la información está poniendo fin a las organizaciones burocráticas jerárquicas que caracterizaron la época de las dos primeras revoluciones industriales (Drucker The next information revolution; Toffler, The politics of the third wave), sino de la respuesta indispensable a una realidad, la de las nuevas relaciones internacionales.

Esta estructura de red dificultará a los gobernantes mantener una disciplina coherente en los asuntos de política exterior. La falta de coordinación y de planificación estratégica, consecuencia de la ampliación de actores activos y los objetivos de la diplomacia, se convierten así en los problemas más habituales. Se detecta como una crisis de crecimiento, de adaptación, de estructuras que responden a una forma de entender las relaciones internacionales que hoy resulta tremendamente ineficaz y así se revela cuando surgen problemas concretos. En una diplomacia en red, como la que se plantea, la ausencia de estos dos elementos impide lo más importante, las sinergias entre los diversos actores involucrados. Como advierte Melgar, “la acción descentralizada (propia de las estructuras en red) bien puede convertirse en una miríada de acciones contradictorias que acaben por distorsionar, difuminar y hasta pervertir la imagen del país, por lo que resulta imprescindible un importante esfuerzo de coordinación” .

Los Estados deberán no sólo compartir el escenario con estos actores privados sino que tendrá que reatroalimentarse con ellos, adaptándose a sus distintas estructuras y procedimientos, sabiendo que compartir cierta información, distribuirla suele repercutir en aumento del poder blando de cada uno de ellos. Resumiendo: Los Estados no tienen más remedido que ser menos reservados y más porosos. Los Estados, al igual que están haciendo las empresas, deberían empezar a crear departamentos para tratar con los actores de las relaciones internacionales. No se trata sólo de compartir escenario con ellos, de “participar”, sino de interactuar con ellos de manera proactiva. En el nuevo escenario participar no basta, este es, por ejemplo, el problema de percepción que tradicionalmente, no sólo con George W. Bush, enfrenta la diplomacia norteamericana que, pese a su roll activo en organizaciones multilaterales que financia en gran proporción, es percibida como un participante sordo, que emplea sus reuniones en hablar, sin pararse a escuchar. En la sociedad del conocimiento, un liderazgo eficaz requiere un diálogo con los liderados.

Por último no podemos olvidar que, en un contexto como el que estamos descubriendo, la seguridad se convierte en un elemento importante. El uso de la coacción sigue desgraciadamente al día en las relaciones internacionales y junto a los conflictos armados, en el que la diversidad de actores y la dificultad de señalar al enemigo son ya una constante, aparecen los ciberataques cuya autoría es dificil de identificar. Algunos ejemplos recientes serían los reivindicados recientemente por el ciber ejercito iraní que sustituyó la portada de twitter y Baidu por una pantalla en fondo negro que anunciaba que «Este sitio ha sido hackeado por el Ciber Ejército Iraní» y una fotografía de una bandera verde. O los que Gobiernos como Alemania, Nueva Zelanda, EEUU y Reino Unido han atribuido a hackers chinos. Autores a su vez del ataque masivo sufrido por Google en China, que ha llevado al gigante de internet a amenazar con su retirada del país asiático, en una buena muestra de como están cambiando los actores y los métodos utilizados.

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Jóvenes y clases medias, estrellas del debate chileno

Ayer se celebró el debate televisivo entre los dos candidatos que se enfrentan el próximo domingo 17 en la segunda vuelta de las elecciones Presidenciales Chilenas, Eduardo Frei y Sebastian Piñera. Con un formato más ágil del que acostumbramos en España una serie de periodistas especializados en un eje temático, algunos de ellos compartiendo su tiempo con la red a través de twitter, bombarderon a los candidatos con preguntas y aclaraciones durante 14 minutos. Los jóvenes y las clases medias, la traductora para sordos y algunos periodista con ganas de éxito, fueron los protagonistas fundamentales del debate.


No hay duda que en los debates más que ganar se pierden y parece que cuando, como creo que pasó ayer, no gana nadie, el vencedor es aquel que lidera las encuestas y ese, a pesar del lógico incremento de la intención de voto de Frei tras la primera vuelta, es Piñera.

Algunos detalles:
– Sorprende la agresividad de los periodistas y cómo se enfrentaron con los candidatos, no sé si se trataba de moderación o fueron un poco más lejos, pero provocó ciertos momentos divertidos.

– Llama la atención el debate directo entre los candidatos, algo inaudito en España, y como se utilizó para contrastar las posturas de unos y otros.

– Hay un interés por mantener contento al servicio público, denunciando incluso una cacería, me hace preguntarme ¿cuántos votos hay detrás?

– Para un observador externo, como yo, llama la atención el tiempo que dedicaron a la dictadura de Pinochet, que yo pensaba que estaba más que enterrada.

– Piñera pide extender el test de drogas, que hoy se realiza a los funcionarios, a parlamentarios, ministros e incluso al Presidente de la República. ¿habría sorpresas?

– Frei tiene cierta tendencia a enrrollarse, y tanto Piñera como los periodistas no han desaprovechado ocasión para recordárselo, no le ha favorecido mucho.

Mientras Chile duerme las encuestas online, aunque no muy representativas, dan la ventaja a Piñera (58-42). Si alguien que estaba interesado se lo perdió, puede seguirlo en twitter #debateanatel (no lo recomiendo) o verlo en diferido en la televisión chilena.

diplomacia en red, ¿diplomacia para la gente? (ii)

El fenómeno que estamos describiendo no es algo nuevo, ni vinculado necesariamente a las nuevas tecnologías, pero pensamos que, como muchos otros fenómenos, adquiere gracias a las TICS una dimensión que lo transforma de manera cualitativa, hasta afectar a su esencia. Hay países que lo vienen haciendo de manera centralizada (departamento de Estado norteamericano) o difusa (Francia con sus Liceos y sus Alianzas Francesas o el Reino Unido con la BBC y los British Councils). Pero poco a poco los países tienen que renunciar a mantener el control absoluto de la gestión de su imagen, y delegar, alimentar… a otros actores que como advierte Nye, son cada día más poderosos: “la tecnología se ha ido extendiendo hacia personas y países. La revolución tecnológica en el sector de la información y la comunicación está despojando de su poder a los gobiernos y permitido a determinados grupos e individuos asumir papeles en la política mundial que antaño se reservaba a los gobiernos nacionales”. (Nye, p. 10)

Los efectos de la tercera revolución industrial sobre los gobiernos centrales aún están en sus primeras etapas. Algunos autores han compartido sus intuiciones sobre el futuro del Estado Nación, De Ugarte en “De las naciones a las redes”, las ve como entidades con fecha de caducidad, restando tanta importancia al Estado que, en mi opinión, acaba cayendo en el error de tratar de sustituir unos por otros. En mi opinión hay que superar la mentalidad que piensa solo en términos de entidades institucionalmente sustituibles por el Estado (ref. John G. Ruggie, 1993), con un modelo más cercano al que nos presenta Esther Dyson que nos habla de una “Desintermediación de los gobiernos” y retrata una sociedad global donde los interconectados (comunidades virtuales y redes que rebasan las fronteras nacionales) se superponen a las comunidades geográficas locales tradicionales (Release 2.1. A design for living in the digital age), un sistema de comunidades y gobiernos entrecruzados. En mi opinión, de momento, no se trata de cuestionar la existencia del Estado soberano sino de ver cómo se están alterando su centralidad y sus funciones. Se trata de un proceso abierto, en configuración y a lo largo del proceso vamos a ir viendo como están cambiando los significados de conceptos como jurisdicción, poder o la función de los agentes privados dentro de una soberanía. No se trata de un desafío frontal a los gobiernos, sino de una capa de relaciones que tales Estados de hecho no controlan y que pueden tanto avanzar de la mano como entrar en conflicto.

Ante esta postura, que comparto con Dyson o Nye, la pregunta sería¿qué ha cambiado si el Estado permanece en el centro del poder mundial?. La respuesta nos la dan Smith y Naim “En una palabra, todo. Nunca hasta ahora habían competido tantos agentes no estatales para obtener la autoridad y la influencia que antaño pertenecía solamente a los Estados”(Altered States: Globalization, Sovereignty and Governance, Otawa, 2000).

Son tales los cambios que algunos se han atrevido a comparar este nuevo sistema con el existente antes de la Paz de Westfalia, donde en 1648 tomó forma el sistema estatal, un sistema como el que acompañó el “desarrollo de los mercados y la vida urbana durante el primer periodo feudal. Las ferias comerciales medievales no sustituyeron a las instituciones de autoridad feudal. No derribaron los muros del castillo ni derrocaron al señor local. Pero sí trajeron una nueva riqueza, nuevas coaliciones y nuevas actitudes resumidas en el proverbio “los aires de la ciudad traen libertad” (87). Aparece así en el horizonte un nuevo “ciberfeudalismo” con comunidades superpuestas y jurisdicciones que reivindican las múltiples capas de las identidades y lealtades de los ciudadanos. Una especie de vuelta a la Europa medieval en la que la lealtad se prestaba por igual a un lord local, a un duque, a un rey y al Papa y que hoy se reproduciría en un europeo que puede deber su lealtad a Gran Bretaña, París y Bruselas además de a varias cibercomunidades relacionadas con la religión, el trabajo y una serie de aficiones (Nye, p. 86). Algo que James Rosenau define como “fragmegración”, un fenómeno en el que la integración en identidades mayores convive en el tiempo con la fragmentación en comunidades más pequeñas, que pueden moverse incluso en direcciones contradictorias al mismo tiempo, según las circunstancias (Nye, p.93).

Los nuevos actores son de lo más diverso, y aunque muchos de ellos no parezcan tremendamente poderosos, según el standard tradicional, con la revolución de la información están construyendo su propio poder, un poder blando, que comienzan a hacer valer. Entre estos actores encontraríamos las grandes compañías transnacionales, con implatación e intereses económicos en un gran número de países, lo que las convierte en un sujeto indispensable para la adopción de determinadas medidas cuya ejecución sin su colaboración es prácticamente imposible. Otro tipo de comunidad transnacional que está cobrando importancia es la comunidad científica de expertos con ideas afines, muchas de ellas articuladas en torno a think tanks, de los que Castells nos ofrece una extensa explicación en Comunicación y poder. Estas redes, organizadas o no, están llamados a proporcionar la materia prima del nuevo poder, el mensaje, los contenidos, el consenso “global” que establece la agenda, de los medios y la opinión pública.

Pero quizás lo más relevante, desde la perspectiva de los actores en las relaciones internacionales, es el papel que están desempeñando lo que podemos resumir como ongs, organizaciones a las que se les presupone el interés público, y que, de manera centralizada o con métodos de trabajo en red, desarrollan su labor más allá del ámbito de los Estados, y que han descubierto que una de las formas más eficaces de cumplir sus fines es involucrarse activamente en la adopción de decisiones por parte de Estados nacionales y organismos internacionales. Con este objetivo proponen normas, presionan a los gobiernos y empresarios, influyen en su percepción pública… Este fenómeno se ha multiplicado en los últimos años, gracias, entre otras cosas, a los bajos costes de la comunicación que, además de multiplicar el alcance, la coordinación, y la financiación, la eficacia de las existentes, ha permitido la aparición de nuevas organizaciones poco estructuradas, con escaso personal en plantilla, o incluso de individuos privados con tremenda capacidad para penetrar en los países, con una habilidad sorprendente para conseguir influir en la agenda de los medios de comunicación y, en consecuencia, de los gobiernos. Estas comunidades transnacionales abren sus puertas a millones de personas, sus miembros, de manera individual o en pequeños grupos, tienen en común sus métodos de trabajo en red, que les permite desarrollar, de manera coordinada, actividades con relevancia para las mismas, que obligan a repensar el papel de los ciudadanos y sus organizaciones. Algunas consecuencias, aunque se escapan de este post, sería una mayor volatilidad en vez de un movimiento constante en una dirección concreta.(Nye, 93) Esta mayor volatilidad afecta también al carácter temporal de las nuevas comunidades, algo clave para cualquier tipo de estudio para estudiar la participación política a partir de ahora. Un ejemplo serían los efectos relámpagos, repentinas oleadas de protesta provocados por temas o hechos como las reacciones que hemos vivimos en España en momentos distintos como las elecciones de 2004, el rechazo a la ley que autorizaba los matrimonios entre personas del mismo sexo, o el papel de las familias en la educación de sus hijos o en otros países, recientemente las movilizaciones antiimpuestos revividas recientemente en EEUU en torno a las Tea Parties.

Otra buena muestra de esta volatilidad y flexibilidad para trabajar en red en defensa de objetivos concretos, con compañeros que desarrollan su labor en campos absolutamente diferentes, sería el de los conocidos como “grupos antiglobalización”, que protestaron en las reuniones de la OMC y en los que se podían encontrar desde antiguos izquierdistas del capitalismo, sindicalistas intentando proteger los empleos bien pagados de la competencia de los países pobres, ecologistas pidiendo una mayor regulación internacional, jóvenes idealistas que querían demostrar su solidaridad con los pobres y anarquistas que provocaban disturbios por pura diversión y para aprovecharse…. (Castells en Comunicación y Poder les dedica un amplio espacio y nos da la pista de Juris para un estudio más pegado a la tierra).

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Feliz Noche de Reyes

Agranda la puerta, Padre.
Porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños.
Yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
Achícame por piedad.
Vuélveme a la edad aquella,
en que vivir es soñar.

(Miguel de Unamuno)