Hoy el gobierno cubano ha decidido negar la entrada del eurodiputado socialista Luis Yañez y su mujer, la diputada socialista Carmen Hermosín, a la isla. No era la primera vez que lo intentaba, en 2008 había solicitado sin éxito una visa para participar en la convención de Arco Progresista en La Habana. En aquella ocasión el embajador cubano en Bruselas «ofreció al parlamentario socialista español, la posibilidad de viajar a Cuba para mantener encuentros con responsables gubernamentales». Pero no quería hablar con la gente del gobierno, quería hacer turismo con su mujer, también parlamentaria, y solicitó la Visa establecida a tal efecto, la turística.
No ha podido entrar. El gobierno cubano no olvida, tiene buena memoria y quiere hacer pagar a todos aquellos que, siempre desde el respeto, critican la dictadura y ofrecen su apoyo a fuerzas democráticas como la presidida por Cuesta Murua. Quizás también ha tenido que ver el anuncio de Moncloa de meter en un cajón la promesa de eliminar la Posición Común Europea (1996), que, tras sucesivos fracasos, pretendían perpetrar aprovechando la Presidencia. Es la técnica de los mafiosos, la de golpear para demostrar su fuerza, la de hacer proposiciones que no se pueden rechazar, y lo peor es que muchas veces esas técnicas funcionan.
Aunque los principales expulsados de Cuba han sido los propios cubanos, miles, la lista de extranjeros expulsados de Cuba es cada día más grande, está formada por cientos de personas, si, si cientos que decidieron no mirar a otro sitio mientras se violaban los derechos humanos de millones de personas, próximamente ocupará un lugar de honor en la historia de la transición cubana.
De momento me salen estos, expulsados en los últimos 5 años
Luis Yañez (PSOE) Carmen Hermosin (PSOE) Jorge Moragas (PP) Jordi Xucla (Ciu) Liduvine Zumpolle (Cuba Futuro) Matias Jove (activista AECT) Gracia Regojo Bacardi Karel Schwarzenberg (senador Checo) Arnold Vaatz Miguel Jordá (sacerdote expulsado por denunciar las violaciones al derecho a la vida) Fernando Ruiz Parra (periodista Argentina) rancesco Battistini (periodista Italia) Jerzy Jurecki, (periodista Polonia) Seweryn Blumsztajn (periodista Polonia) Isabel San Baldomero (PP) Rosa López Garnica, (UPN) Bogulaw Sonik (Eurodiputado Polonia) Jacek Protasiewcz (Eurodiputado Polonia)
Tras las críticas recibidas por la web de la Presidencia Española, y las expectativas generadas dentro del MAE, he comenzado a leer un poco sobre el tema. Las relaciones internacionales no son una excepción en las modificaciones que en la forma de estructurar las instituciones políticas que está introduciendo la sociedad del conocimiento. Los Ministerios de Relaciones Exteriores han comenzado a modificar sus estructuras, adaptándolas a los nuevos tiempos, algo que con el tiempo terminará provocando cambios también en el perfil del diplomático, que en el imaginario público sigue asociado a un relaciones públicas de clase alta, buena familia, con dominio de los idiomas, y un 10 en saber estar, cambios que ya se están notando en las nuevas generaciones de las escuelas diplomáticas, no sólo de España sino de muchos otros países… Joseph Nye Jr nos advertía hace ya unos años que “La revolución de la información está alterando drásticamente el mundo de la política exterior, haciendo que a los funcionarios les resulte más difícil de organizar…Está cambiando la naturaleza de los gobiernos y la soberanía, incrementando el poder de los agentes no estatales y ampliando la importancia del poder blando en la política exterior” (NYE, J. (2003), La paradoja del poder norteamericano, Madrid, Taurus). De esta manera, aunque las relaciones exteriores tradicionalmente se conciben al margen de la ciudadanía, desde hace un tiempo ha empezado a cobrar importancia el concepto de “poder blando” que frente al poder duro, que impone su voluntad de manera coercitiva, “se vincula directamente a la información, procede de organizar bien el programa político (la agenda) y, sobre todo, sentar las bases para el diálogo” , influyendo en la forma de pensar de los Estados, especialmente de las sociedades que los forman, tratando de interactuar con una diversidad de actores. En este camino frente al poder duro en el que influyen factores como el producto nacional, las fuerzas armadas, la posición histórica y geográfica, etc., el poder blando se configura como un concepto intangible, vinculado a la imagen del país, formada por la ideología, la percepción internacional de su estabilidad institucional, su imagen acogedora, rentable para invertir, culturalmente interesante, turísticamente atractivo, tecnológicamente avanzado,…
De esta manera los Estados, para poder mantener su papel en el concierto internacional, necesitarán de nuevas herramientas, dirigidas a mejorar sus relaciones no sólo con los Estados sino, principalmente, con los actores de la “opinión pública internacional” y el público en general. La diplomacia, tradicionalmente reservada a las relaciones entre Estados, se ha visto obligada a ampliar su público para seguir defendiendo con eficacia los intereses de los Estados a los que representa. Se amplia incluso su misión, que va mucho más allá de la representación oficial del Estado ante otro Estado, o ante los organismos internacionales, y pasa por la promoción exterior de los intereses nacionales e internacionales de sus ciudadanos y empresas, en campos como el económico o el turístico, la cooperación internacional, la promoción de la democracia.. Nye nos advierte que “el acceso al poder blando es más dificil para el gobierno que el poder duro, pero eso no implica el rechazo, o la renuncia al mismo”.
Surge así el concepto de “diplomacía pública”, que respondería a la forma en la que los gobiernos intentan ejercer (Nye dice gestionar) este poder blando. Según la definición de Melgar, podríamos definir diplomacia pública como “el conjunto de estrategias e instituciones deseadas para la proyección de la imagen de un país en la opinión pública internacional”(Tesina de Luis Tomás Melgar Valero para la Escuela Diplomática, Madrid, 1 de junio de 2009, pág. 13).
Aunque si nos atenemos a las definiciones clásicas la diplomacia pública estaría compuesta por factores tan heterogéneos como la acción cultural en el extranjero, la labor de proyección exterior realizada por los medios de comunicación o los intercambios educativos y comerciales , en las que el Estado sigue siendo protagonista, pensamos que la característica fundamental de la diplomacia pública no está en sus componentes sino en su carácter reticular y su bidireccionalidad, basada en el diálogo y la necesaria retroalimentación de la opinión pública a la que va dirigida.
La diplomacia pública abre de manera infinita el campo de juego de las relaciones internacionales, y hace que difícilmente los Estados puedan cubrir, con sus propias fuerzas, todos y cada uno de los espacios. La política exterior no será ya más el coto privado de los gobiernos. Tanto los individuos como las organizaciones privadas están comenzando a intervenir directamente en la política internacional, estableciendo pautas y estrategias que afectan enormemente a la política pública, que antes estaba sólo en manos de los Estados. “La difusión de la información significará que el poder estará más distribuido y las redes extraoficiales disminuirán el monopolio de la burocracia tradicional. Los gobiernos tendrán un menor control de sus estrategias, también de las de comunicación. Tendrán un menor grado de libertad al tener que responder de los hechos y tendrán que compartir escenario con más actores. Aumentarán las sociedades público-privadas y la “privatización” de funciones” , que recaerán en muchas de estas organizaciones revestidas de un poder blando propio, al tiempo que los ciudadanos comenzarán a agruparse en torno a coaliciones que ignoran las fronteras nacionales.
La diversidad de los públicos y los terrenos de juego en los que se juega ese poder blando, hace que la mejor estrategia sea una estrategia en red, que pase por construir y mantener relaciones de confianza que involucren a un número lo más grande posible de actores .
Esta estrategia en red puede ser de dos tipos, que atendiendo a la clasificación de Melgar podría definir como: – Las mega-redes, que estarían formadas por los Estados y sus relaciones oficiales, a través de convenios, y de una amplia gama de organismos internacionales, que tendrían en la ONU su centro. Desde hace un tiempo existe la tendencia de incorporar a estas redes a tecnócratas, representantes corporativos, grupos de presión y ONG’s. Estas mega-redes se presentan así como “la evolución natural de la diplomacia tradicional”. – Lo realmente novedoso en este planteamiento serían, siempre según la terminología de Melgar, las micro-redes, que, además de identificarse con la diplomacia pública, suelen identificarse por conceptos como la multy-track diplomacy o la diplomacia civil. Se trata de redes informales, en ocasiones temporales, con fines concretos, y vienen configuradas por unas pautas de interacción social que pueden tener la Embajada o el instituto cultural en el exterior como un nodo, más o menos central, y que incluye una lista enorme de actores con relevancia para la diplomacia pública del país entre los que, además de las empresas, ongs y expertos antes mencionados, se encontrarían en un papel destacado a cooperantes, líderes de opinión, periodistas, centros religiosos, etc. y se irían alimentando con miembros de la comunidad en la que se desarrollan estas redes, que no tienen que compartir la nacionalidad del país que promueve estas estrategias, ni siquiera tener una motivación estrictamente nacional.
Las nuevas tecnologías pueden contribuir en gran medida con este proceso de adaptación de la diplomacia tradicional a la diplomacia en red. No en vano los países como Canadá, Estados Unidos, Israel o el Reino Unido, que fueron pioneros en la diplomacia pública, son los que han tomado la iniciativa a la hora de utilizar las herramientas tecnológicas como claves para su labor diplomática, reservando su lugar entre los países más influyentes de la tierra.
Hace unos días hablando de open government en España y especialmente del retraso de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores, alguién del Ministerio, cercano a estos menesteres, me reconocio el retraso pero no pudo dejar de advertirme, sin ocultar su satisfacción, espera la web de la Presidencia Europea. Había olvidado esta conversación y tenía pendiente echar un vistazo a la prometedora web, pero hoy @treintanyero nos alertaba:
«Influentials europeos están poniendo a caldo de web de la Presidencia Española de la UE http://j.mp/5BKtAc»
La verdad es que las opiniones no pueden ser más negativas.
The structure of the Spanish presidency website did not make for easy, intuitive navigation. The Spanish government vaunts its European engagement, but there were no signs of interactive engagement with the citizens of the European Union.
New generation treaty – old style communications?»
OK, they have put some money into it, but it’s miles behind the website the Swedes produced. Worst of all the section entitled ‘What is going to happen’ is blank, bit of failure.
…there is not a hash tag for the Spanish Presidency as yet. This is presumably due to their lack of clear plans and probably also due to the lack of a clear web strategy.»
PS. El día 3 de enero la web fue hackeada quedando de esta guisa:
Además a través de logic.com nos enteramos que la broma nos costará casi 12 millones de Euros y que le han «tocado» a Telefónica, algo que ayer comentaba con gracia Antonio Burgos en el ABC:
Objeto del Contrato: servicio de asistencia técnica para la instalación y funcionamiento de los medios de telecomunicaciones, sistemas informáticos, servicios de videostreaming y alojamiento, gestión y seguridad de la página WEB para la Presidencia Española de la Unión Europea.
Adjudicatario: Telefónica de España, S.A.U. y Telefónica Móviles España, S.A.U
Importe de la adjudicación (con impuestos): 11.940.000 EUR.
@carlosguadian añade:
«Todo el mundo hablando del hackeo a la web de la presidencia española de la UE pero nadie menciona que es de iecisa»
PS2. Ahora parece que no hubo ataque, sólo simulación, lo que plantea un debate aún más interesante que el de la seguridad, ¿tienen las administraciones públicas capacidad de reaccionar a tiempo ante la difusión de noticias falsas? ¿dónde falla la cadena en la recepción de la noticia, en la ausencia de conexiones para difundir la réplica, en el mensaje… o simplemente es imposible?
La historia moderna se ha construido durante los últimos siglos en torno al Estado Nación. Una mirada a la historia nos demuestra que esto no fue siempre así, pero lo que es más difícil de creer es lo que defiende este magnífico libro: esto no será siempre así.
Estamos asistiendo al paso de una sociedad de economía y comunicación descentralizada -el mundo de las naciones- a un mundo de redes distribuidas, hijo de Internet y la globalización, en el que las personas están dejando de definir su identidad en términos nacionales. La transformación de las relaciones sociales hacia las formas propias de las redes, flexibiliza los vínculos del territorio y potencia toda una serie de identidades que vienen determinadas por afinidades, intereses comunes y objetivos compartidos.
Las naciones irán difuminándose hasta convertirse en un elemento más, entre otros muchos y sin casi importancia, de los que conformarán las nuevas identidades y los nuevos valores, que a largo plazo acabarán superando y subsumiendo la visión nacional y estatalista del mundo. De las naciones a las redes no habla de un futuro probable, sino de un presente en el que la identidad nacional ha dejado de responder a las necesidades reales que provocaron su aparición.
El lector no encontrará las respuestas a las preguntas que se le han ido amontonando mientras leía el libro y tendrá que conformarse con una serie de intuiciones asistemáticas, algunas de ellas geniales. A pesar de apuntar una serie de tendencias y líneas básicas, los autores se niegan a ejercer de futurólogos dejando al lector con mucho que pensar.
Aunque hay una serie de factores entre los que podría surgir aquel predominante en la construcción de la identidad del futuro, más bien parece que asistimos al nacimiento de un mundo en el que la identidad estaría a su vez formada por planos de identidades y relaciones múltiples y complejas. En este mapa la identidad lingüística, que los autores vaticinan plural, tendrá un papel esencial.
Lo que los autores afirman sin dudar es que esta nueva identidad será conversacional o no será. Si, recordando el experimento que Waal relata en La política de los chimpancés, los autores apuntan que “una comunidad puede mantenerse sobre la conversación colectiva y su juego político”, enseguida se apresuran a resaltar que lo que otorga corporeidad y materialidad a una identidad conversacional es la economía, la existencia de un metabolismo económico subyacente.
Es como si no pudiera existir comunidad sin economía y aquellas que existieran, formadas por las identidades conversacionales en la red, estuvieran condenadas a la transitoriedad y la temporalidad de las alianzas. La duda es si esto dificulta la formación de identidades o, simplemente, afecta a una nueva configuración de estas.
Estamos ante un libro tremendamente provocador, en el mejor sentido de la palabra, porque provoca las ideas, las futuras reflexiones, y lo hace de una forma asequible al gran público. Un libro que desborda erudición, quizás excesiva en su opción por no traducir las citas, y que pone de manifiesto que sus autores llevan muchos años viviendo y pensando en red. Un libro en el que el relato, las imágenes ocupan un lugar fundamental, hasta el punto de que en ocasiones opacan el fondo de la cuestión, en un estilo que a algunos puede parecer poco académico pero que resulta atractivo, didáctico y sugerente.
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