Lecturas: Lo que el Rey me ha pedido (Alfonso y Pilar Fernández Miranda)

Llevaba tiempo sin leer un libro tan interesante sobre la transición, quizás desde el libro de Cristina Palomares. Sus autores la hija y uno de los discípulos académicos de Torcuato Fernández-Miranda, actualmente Director de mi Departamento (mi jefe académico).

El libro reivindica el papel jugado por Torcuato en la transición, su cercanía al Rey, su prudencia y discrección, su trabajo oculto, su dominio de los tiempos, su fama de hombre intrigador y poco transparente, la paternidad de la Ley para la Reforma política, su retirada con sensación de haber cumplido su tarea.

El libro cuenta con un importante cuerpo teórico, en el que analiza con rigor los porqués procedimentales de los cambios institucionales (su rechazo a la ley de asociación (todo o nada), la aprobación del trámite de urgencia que obligaba a discutir en el pleno, la reactivación del Consejo Nacional y la continuidad de sus reuniones…) pero no por eso carece de ritmo narrativo que, salvo cierta tendencia incomprensible a la repetición que se explicaría por estar escrito al alimón, hace el libro no sólo interesante sino también entretenido.

Basado en el archivo del protagonista, con un buen número de notas personales, el lector obtiene una visión privilegiada y muy bien documentada de un periodo esencial en la historia de España, el que va desde la última fase de enfermedad de Franco hasta la aprobación en las Cortes Franquistas de la Ley para la reforma política, a finales de 1976. Desde esta atalaya privilegiada, la de D. Torcuato, desde la que se contempla su sintonía con SM, el mal rollo existente entre D. Juan Carlos y Arias Navarro, el papel de Armada, eterno confidente del Rey y, en impresión de Torcuato, poco amigo de los cambios radicales; la figura de Suárez que recibe una calificación regular (como un seductor nato, docil en los momentos de la transición y equivocado cuando quiso «volar por su cuenta» y acontecimientos para mi desconocidos como la preparación de manera consensuada de la terna de candidatos a la Presidencia del Gobierno tras la dimisión de Arias, o los distintos movimientos para ocupar un lugar en esa terna. Además uno descubre un personaje, que según los autores ha sido muy mal tratado por la historia de España, tremendamente atractivo, también desde el plano personal, con una concepción del Estado, del poder y del servicio a su patria, que provoca la envidia de los que hoy seguimos la política de cerca.

Lecturas de verano 4: Winning Right (Ed Gillespie)

Junto a Karl Rove el éxito electoral del Partido Republicano en la última década se debe fundamentalmente a dos estrategas que han sido presidentes del Partido Ken Mehlman y Ed Gillespie. Ambos lograron construir una poderosísima maquinaría electoral que, contra todo pronóstico, logró obtener la Presidencia en el año 2000 y 2004 y unas cómodas mayorias en el Congreso y el Senado para el Partido Republicano. Uno de ellos, Ed Gillespie, que ahora se encuentra trabajando en las elecciones para Gobernador de Virginia con bastante éxito según las encuestas, publicó en 2006 una especie de memorias «Winning Right» que a pesar de su carácter deslabazado aportan interesantes tips para consultores y political junkies.

Aunque desde el principio señala que quiere huir del género memorias, y aportar una serie de lecciones prácticas, el esquema se revela forzado y el hilo cronológico tira más que cualquier otro tipo de estructura narrativa, lo que genera cierta tensión entre lo deseado y lo realizado, que repercute en la calidad del texto.

Aún así, y como decía antes, si que es posible encontrar algunos apuntes interesantes y anecdotas o caracterizaciones interesantes de algunos de los protagonistas de la política norteamericana de la última década.

Hijo de una pareja de inmigrantes irlandeses, Gillespie creció en una familia modesta, trabajando en la fruteria de sus padres, y su historia es una versión más del sueño americano. De este trabajo infantil dice haber obtenido todo lo que sabe sobre política, algo que no puedo más que compartir:

1. Respect the customers
2.honor the competition
3.don´t put your thumb on the scale
4. hard work never killed anyone.

De su trabajo junto a Karl Rove en el 2000 destaca la necesidad de no dejarse llevar por las impresiones y dejar que los datos digan lo que tienen que decir, y pone un ejempolo gráfico, frente a la arrogancia que a primera vista, el o cualquier persona metida en el mundo político, podría señalar como el mayor defecto de Al Gore la gente lo percibía como debil, indeciso, wishy-washy.

La necesidad de mantener el plan, ser fiel a la estrategia, a pesar de tropezones, y pone de ejemplo 2004 cuando tras la elección de John Edwards como compañero de fórmula, Kerry parecía disparado en las encuestas y todo el mundo esperaba que la Casa Blanca pasara a la acción, cuando habían decidido esperar a la Convención para tratar de marcar la agenda, como finalmente consiguieron.

Se refiere a la necesidad de hablar de personas no de números y señala la clausula «porque», que obligaba a los republicanos a explicar como cualquier propuesta afectaría a los ciudadanos.

Cuenta una anecdota que yo había oido en España, referida a Carlos Aragonés, y se la atribuye al que fuera asesor de Reagan, Michael Deaver, que veía el telediario sin volumen. Lo que se ve es mucho más importante que lo que se oye, y el anuncio de Kerry haciendo windsurf fue una aplicación magistral de la lección.

Historical Campaign Ad: Windsurfing (Bush-Cheney ’04)

Señala la movilización como el gran éxito de la campaña 2004 y aporta un par de datos, 3,4 millones de registrados para votar y 1,4 millones de voluntarios (no son muy distintos de los de Obama en 2008, o al menos la diferencia no es tan abismal como en el caso de la recaudación…)

La necesidad de actuar, de tomar decisiones, de convertir las ideas en realidad, no decidir es actuar, optar por mantener el status quo, y la necesidad de llevar la delantera, de ser los primeros en actuar. Como señala, poniendo de manifiesto su origen irlandes y su fe católica, los pecados de acción son más perdonables que los de omisión.

La necesidad de aprovechar las oportunidades, que a priori en una campaña presidencial son la elección del compañero, la convención y los debates.

Habla de las campañas negativas, y señala con acierto que no es lo mismo la actitud de la gente, que suele manifestarse en contra, que su comportamiento electoral, que al final suele resultar influido por este tipo de campañas.

Defiende al consultor político como alguien que defiende sus ideales, y por eso trabajan para aquellos candidatos que quieren hacer algo, no para los que quieren ser algo…. Aunque alerta frente a su protagonismo y aporta una buena regla, heredada de Haley Barbour, «hablar del proceso político nunca es bueno». (habrá que tomar nota) Y una especie de declaración que reproduzco tal cual (quizás se le ha ido un poco de las manos):

As long as you remain ethical, i will be with you through the end, through thick and thin, I won´t cut and run. I won´t go «on background» with a reporter an pee on you. I´ll skip a paycheck if our cash flow is off. When everyone else says you´re losing, i´ll say you´re winning. I´ll be there at the printer´s at midnight making sure the mail piece is right. Ill tell your cousin he can´t have a job. I´ll be with you until the last dog dies. I am with you until you release me.

Cuenta como rechazó un nombramiento en la Casa Blanca en el 2000 para poder estar con su familia y como se dedicó a la comunicación estratégica, a las relaciones públicas y al lobby (al que dedica unas interesantes páginas 175-183)

También es interesante su papel en la preparación de los nombramientos de Roberts, Miers y Alito para el tribunal Supremo, con desigual resultado.

Entre los personajes, una pareja tremendamente simpática, detallista y preocupada por los detalles, los Bush; una persona Karl Rove al que describe como amigo de sus amigos, buen padre (cuenta como eligió su casa en el DC en función del colegio de su hijo), que «para hacer todo lo que los demócratas dicen que hace necesitaría un clon» con palabras de Margaret Spellings y del que su gran virtud es su capacidad y eficacia para convertir ideas en realidades, el eterno tocapelotas que en medio de un fructifero brainstorming pregunta: y ésto quién lo va a hacer? Un joven Steve Schmidth, discipulo de Karl Rove que más adelante, llegaría a dirigir la campaña de John McCain.

En resumen, un libro desigual, con pinceladas interesantes, para público altamente enganchado a la política, y en especial a las elecciones norteamericanas.

Lecturas de verano: La democracia en 30 lecciones (Giovanni Sartori)

Giovanni Sartori es una referencia mundial del pensamiento político contemporáneo. A su capacidad de análisis une una capacidad didáctica, un sentido de la provocación… y una diversidad que en los últimos tiempos le ha llevado a contribuir, con más o menos acierto, a la reflexión sobre temas en los que no es un experto como el fenómeno de la inmigración (La sociedad multiétnica, servicio 23/05/01), el crecimiento poblacional (La tierra explota) o a la influencia de la televisión en los comportamientos políticos y sociales (homovidens. La sociedad teledirigida, servicio, 03/06/98). Su último libro se centra en un tema más tradicional, al que el autor dedicó su gran obra, Teoría de la democracia, y su apendice (La democracia después del comunismo, 28/07/93). Esta vez su originalidad viene del formato elegido, que parece dirigido especialmente a ese Homovidens cuyo nacimiento anunció a finales del siglo XX.

Fruto de un programa de televisión, emitido en primetime por la televisión pública italiana, en el que el autor iba condensando, en programas de 3 o 4 minutos, conceptos básicos que conforman la democracia. Sus intervenciones, adaptadas para el libro, ponen de manifiesto la capacidad de síntesis, y su facilidad didáctica para hacerlo asequible, sin renunciar al enfoque de fondo, histórico y filosófico, a cualquiera interesado en qué es eso de la democracia.

A lo largo de las páginas se van abordando con claridad, y sin complejos, conceptos como el de libertad, pluralismo, revolución, o incluso lo “políticamente correcto”, que aunque pudieran parecer ajenos a la definición tradicional de democracia, pero que se encuentran directamente relacionados con la democracia, entendida no como el ejercicio directo del poder sino como una forma de control y limitación del mismo. De ahí que desde el principio insista en dibujar las difusas fronteras entre el realismo y el idealismo, el equilibrio necesario entre teoría y realidad, cuyo descuido tantos problemas ha causado a la humanidad, alertando frente al perfeccionismo y la utopia y señalando el reclamar una “verdadera” democracia como el verdadero peligro que acecha a nuestro sistema.

Hay ideas provocadoras, “politicamente incorrectas” como aquellas en las que alerta frente a la participación: “ existe una relación inversa entre la eficacia de la participación y el número de participantes… la participación verdadera tiene las piernas cortas, es decir, se circunscribe a las cifras pequeñas” denunciando como “en nombre de la participación, la democracia representativa, que es una democracia indirecta, se ve desbordada y sustituida por una democracia directa” (36). También entra al debate sobre la exportabilidad de la democracia, con la que se muestra bastante crítico, y la vinculación entre desarrollo y democracia, que no comparte. Multiculturalismo y pluralismo, el islam y el conflicto de civilizaciones son otros de los temas que aborda con su peculiar estilo, logrando atrapar la atención del lector, que devora las escasas 140 páginas y dejando en el aire la sensación que quizás el programa de televisión, que da origen al libro, sea una buena idea para alguna cadena de radio o televisión en nuestro país¿quién se anima?.

Lecturas de verano: The right movement, Matthew Dallek

Es habitual presentar a Ronald Reagan como el campeón de «La nueva revolución americana», un cambio social que se iniciaría en 1964 con la candidatura presidencial de Barry Goldwater y que culminaría en 1980 con la llegada de Ronald Reagan a la Presidencia norteamericana. Durante su presidencia se llevarían a cabo algunos de los puntos que habían articulado al movimiento, disminución del papel del Estado, enfrentamiento a la amenaza comunista… y a la misma seguirían Bush Padre, que se vino abajo por «traicionar» estos principios (Lean mis labios: No más impuestos), Clinton, y George W. Bush.

En los últimos tiempos se han publicado un puñado de libros que explican la extensión del movimiento y su profundidad pero no terminan de ahondar en los inicios del movimiento, el que transcurre en los años 60, en los que tras el Partido Republicano es derrotado en las urnas en 1964 y cuando accede al poder lo hace con un Presidente que no se identificaba con el ala más conservadora del Partido y que renuncia a la Presidencia tras un escándalo de espionaje y mentiras. Es difícil entender como se fragua el movimiento conservador norteamericano, «La nueva revolución americana» (J.M. Marco, Criteria) es quizás el más revelador de los publicados en español. El neofito en la materia no puede dejar de sorprenderse con el acontecimiento que todos señalan como el principio del dominio cultural de los conservadores norteamericanos la mayor derrota sufrida por un candidato republicano en todo el siglo XX, y quizas de la historia. Desde ese momento y muchos se preguntan si de semejantes cenizas pudo realmente surgir algo.

De ahí el interés de este libro, que explica, desde una perspectiva parcial, las elecciones al gobierno de California, la resaca de las elecciones del 64 y los acontecimientos políticos y culturales en los que comenzó a fijar sus raices el movimiento conservador. De la narración de la sorprendente derrota del dos veces Gobernador Pat Brown, que en 1962 había derrotado al ex-vicepresidente Nixon, a manos de un actor sin ninguna experiencia política, Ronald Reagan, se van lanzando ideas que van mucho más allá de las circunstancias concretas de la elección y profundizan en una de las épocas más desconcertantes, y culturalmente más influyentes del siglo XX.

En el desarrollo de la campaña se presentan algunos de los que serían protagonistas del movimiento conservador. Los «Young republicans», un grupo de jóvenes operadores políticos que aparecen a finales de los años 50 y terminan controlando el aparato del partido hasta resultar decisivos en la nominación de Goldwater, que luego no contaría con ellos, salvandoles quizás del naufragio de su candidatura. Los movimientos de base, impulsados por estos jóvenes y azuzados por el mismo Goldwater que se consolidaron en los 50 Estados y quedaron con cierta sensación de orfandad tras la derrota. Las peleas internas dentro del Partido Republicano entre los conservadores y todos aquellos que, tras la abultada derrota, reclamaban la vía moderada como uníca forma de salvación del partido.

La agenda es otro de los puntos claves, quizás el más importante de lo que sin duda se presenta como una Revolución cultural. Asuntos como la asimilación de las recién aprobadas leyes de derechos civiles, y sus consecuencias en todo el país, especialmente en el Sur que se convirtiría en el único reducto de Goldwater y el Partido Republicano en 1964, que extenderá su dominio hasta nuestros días. Las revueltas universitarias en nombre de la libertad de expresión, que ponían de manifiesto una serie de profundos cambios sociales, el malestar ante la guerra de Vietnam…

De regalo, se ofrece al lector un análisis bien documentado de los inicios de Ronald Reagan en política, el periodo quizás menos estudiado a pesar de las innumerables biografías existentes, que suelen centrarse en el antes, el actor y el después, el Presidente, en el que se van perfilando los elementos que le convertirían en uno de los presidentes más respetados de los Estados Unidos. Se presta gran atención a la construcción de su personaje, que hizo de su inexperiencia política una fortaleza al presentarse como un hombre de la calle ajeno a los políticos, sus dotes, que van más allá de su porte físico, su intenso trabajo, su audacia… Su estrategia política, y la construcción de su mensaje de ley y orden, la forma de tejer alianzas y el papel desempeñado por sus distintos asesores. Sus errores iniciáticos…

El autor dibuja a Reagan como un candidato cercano a Goldwater, que construyó su campaña en el dificil equilibrio de separse de los radicales, como los miembros de la Birch Society, sin renunciar a sus ideales conservadores y lo consiguió, logrando una victoria que muchos pronosticaban imposible, en el mayor Estado de la Unión, gobernado por un popular gobernador demócrata.

La sensación final es que Reagan tuvo mucho suerte en la elección que fue muy mal gestionada por los demócratas, principalmente con las historias de Berceley y los blacks riots, y que Reagan lo aprovechó bien.

La hija del ministro

La hija del ministro

La hija del ministro no es otra novela más sobre los años de la II República y la Guerra Civil, con una diferencia, acaso, en el enfoque del drama humano. Ni siquiera se trata de una respuesta literaria a una ley de memoria histórica parcial para contar la historia desde el otro lado. No. Es una novela histórica en la que la obra, los personajes, sus aventuras están por encima de la historia, que no deja de estar muy presente, de ser un personaje más.

Resultado de imagen de La hija del ministro: la apasionante novela de una aristócrata que conoció el amor, el odio y el dolor en tiempos de la RepúblicaSu autor, Miguel Aranguren, un joven pero brillante escritor que puede presumir de una producción numerosa, diversa y acertada, se atreve en esta su primera novela histórica con uno de los periodos más convulsos de la historia de España, el que trascurre entre 1920 y el final de la guerra. Y lo hace desde una perspectiva poco habitual, la de una familia acomodada, cercana a la Familia Real, cuyo paterfamilias asume como ministro en el último gobierno de la Monarquía.

La excusa narrativa es sencilla, quizás innecesaria pero eficaz: la chica de servicio de una señora anciana, Elvira Bossana, cuya vida ha sido un misterio para todos los que la han conocido, va descubriendo, a través de unos diarios que permanecían ocultos, la tremenda historia de su señora y la familia de ésta. Poco a poco va descubriendo las tensiones que tuvieron que sufrir por ser monárquicos en las horas bajas de la Monarquía y en las altas de la República; las burlas que hubo de sufrir el cabeza de familia por ser un servidor público íntegro en unos tiempos en los que la política se asociaba a las prebendas, los privilegios y las arbitrariedades; los peligros que afrontaba cualquier persona por ser católica en plena ola de persecución religiosa; lo arriesgado que resultaba ser empresario durante la revolución del proletariado. Y lo dramático que resulta amar en tiempos revueltos.

Se trata de una novela-novela, en la que brillan las cualidades de Aranguren, que ya comentamos aquí mismo a cuenta de otra de sus obras (La sangre del pelícano): la agilidad narrativa, los personajes con vida propia, la pericia descriptiva (del Madrid de los años veinte, de la vida de los alrededores de la Corte, del Ministerio)… Pero también hay precisión histórica; de hecho, no es fácil evitar la curiosidad de identificar a los distintos personajes, especialmente al padre de Elvira, el Duque de Paraná, ministro durante la dictablanda de Berenguer, hombre íntegro y de profundas convicciones; a sus numerosos hijos, que se van involucrando progresivamente en actividades primero militares y luego políticas, entre el orgullo y el disgusto de su progenitor; a sus hijas, que no salen indemnes de otras batallas, las del amor, lo que genera situaciones dramáticas. Hay otros personajes bien perfilados, como el portero de la finca en la que vivió durante años la familia Bossana, que va acumulando odio revolucionario, al que dará salida por las calles de Madrid tras el estallido de la guerra; o el tío-abuelo de Elvira, un bon vivant de la época en el que las buenas intenciones y la debilidad avanzan en lucha constante. También hay guiños a otros personajes, los sacerdotes que se jugaron la vida, tantas veces hasta perderla, por seguir ejerciendo su labor espiritual o social (se descubre entre las sombras, bajo el nombre de Mariano, con el que le gustaba subrayar su amor a la Virgen, al fundador del Opus Dei, que en esos años iniciaba su andadura en los arrabales de Madrid).

Detrás de estos personajes se encuentran diversas historias. Trágicas historias de amor, como la que sirve de hilo argumental a la novela, tronchadas por la guerra, por la muerte o, lo que es peor, por la traición. Historias de heroísmo y entrega en defensa de unos nobles ideales. Historias de odio y venganza, de perdón y arrepentimiento… Como cada vez que lee sobre los acontecimientos de la Guerra Civil, uno se pregunta cómo pudimos llegar a esto, cómo es el hombre capaz de convertirse en una bestia y devorar a sus vecinos, a sus compañeros de trabajo… Pero en este catálogo que nos brinda Miguel Aranguren nos encontramos con una variada gama de reacciones humanas ante la diversidad que también comprenden el sacrificio, la entrega o el auténtico heroísmo, que supera a la naturaleza humana.

Es en este punto donde se encuentra la principal carencia de la novela, cuando Aranguren aborda los sentimientos desbordados en una época en que la vida era una incógnita y un regalo. En ocasiones el autor se queda un poco corto, en otras resulta excesivo, poco creíble, de novela; como si le faltara todavía un poco de vida, no de años, para transmitir con crudeza las grandes pasiones, las emociones, el sufrimiento… Aun así, uno termina estas páginas casi sin darse cuenta y con un cierto regusto dulce; como si siempre quedara una esperanza, aun en medio de las mayores desgracias, de alcanzar la felicidad.

MIGUEL ARANGUREN: LA HIJA DEL MINISTRO. La Esfera (Madrid), 2009, 506 páginas.

Publicado en Libertad Digital