PP y Vox trasladan a Latinoamérica su pulso por la hegemonía de la derecha
Expertos analizan los puntos comunes y las diferencias entre ambos partidos en su estrategia por ganar peso e influencia al otro lado del Atlántico, representada esta semana con los viajes de Pablo Casado y Santiago Abascal
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El reverso del boom de las primarias
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Un año en blanco
Acabamos el año sin gobierno y lo que es peor, acabamos un año que se nos ha ido entre campañas electorales, negociaciones de gobierno, y alguna que otra sorpresa
Hace 12 meses el Gobierno de España parecía encaminado a agotar la legislatura. Tras la sorpresiva moción de censura, daba la sensación de que el apoyo a Pedro Sánchez era algo más que un voto de rechazo a Rajoy. Tras un comienzo fulgurante y, a pesar de que los primeros meses de un gobierno galáctico habían sido más accidentados de lo que se esperaba, el conflicto catalán había entrado en una nueva fase de «diálogo» con el encuentro de Pedro Sánchez y Quim Torra en Pedralbes y los presupuestos parecían encaminados, sobre la base del acuerdo entre Unidas Podemos y el Partido Socialista. Mientras, en la oposición, el Partido Popular, parecía enterrar el conflicto habitual de las elecciones internas y, con la celebración de una «Convención Ideológica», se disponía a empezar un periodo de renovación.
Como si todo lo anterior no hubiera existido, en febrero cambió el guion drásticamente: al anuncio de la creación de una mesa bilateral de diálogo entre los gobiernos de España y Cataluña, fuera de los cauces parlamentarios, con la presencia de un “relator”, le siguió la celebración en Colón de una manifestación que unió los destinos de PP, Ciudadanos y Vox (que habían empezado a encontrarse en las negociaciones para gobernar Andalucía). El rechazo tres días después, de los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso de los Diputados provocaría la convocatoria de elecciones generales, dando al traste con la estabilidad de un gobierno que solo dos meses antes parecía sólido.
El rechazo tres días después, de los Presupuestos, dando al traste con la estabilidad de un gobierno que solo dos meses antes parecía sólido
El adelanto electoral, tan cuestionado, resultó un claro acierto estratégico y, si hacemos caso al poselectoral del CIS, la foto de Colón consiguió resolver cualquier duda que pudiera albergar el votante socialista, que acudió en masa a las urnas (76%), otorgando una victoria cómoda al Partido Socialista (28,68%) y una sonora derrota al Partido Popular (16,7%), que además veía cómo su rival más directo Ciudadanos (15,86%), se situaba a menos de un 1% de votos, con la aparición de Vox en el arco parlamentario (24 escaños), cuestionando seriamente su liderazgo en la oposición.
De amortizar al PP a refundar Cs
Durante las semanas siguientes, muchos amortizaron a Casado, dando por hecho el sorpasso de Rivera, pero solo un mes después, la aritmética municipal pondría de manifiesto que las conclusiones eran apresuradas. El PSOE (29,26%) repitió su triunfo electoral, pero vio cómo el PP (22,23%) superaba las expectativas y, además de conservar el gobierno en Comunidades Autónomas como Madrid, Castilla-León y Murcia, recuperaba el gobierno de ciudades como Madrid y Zaragoza, y quedaba muy cerca de lograrlo en Valencia. Mientras, Ciudadanos (8,25%), aunque era previsible por el número de candidaturas presentadas, se alejaba casi un 15%, disipando en menos de un mes las expectativas generadas.
Empezarían entonces las distintas negociaciones para la formación de gobierno donde la eficacia del PP, Ciudadanos y Vox para entenderse, contrastó con la incapacidad del PSOE para construir una mayoría suficiente de gobierno nacional (lastrado por la negativa de Rivera para siquiera sentarse en la mesa de negociación). La incapacidad inicial para ponerse de acuerdo se volvió rechazo y riñas, que de puertas afuera parecían más propias de un patio de colegio, y que nos abocaron a la convocatoria de unas segundas elecciones que dejaban en manos de los españoles señalar a los culpables.Si acertar con el momento fue parte del acierto del gobierno socialista en abril, no se puede decir lo mismo de las segundas elecciones. A expensas del poselectoral del CIS, nos atrevemos a señalar como la sentencia del Tribunal Supremo, por los hechos del 1-0 de 2017, la exhumación de Franco (convertida en un acontecimiento histórico de urgencia por la propaganda socialista), y el empujón de última hora de una macroencuesta del CIS, si bien parece que disminuyeron el crecimiento del PP e impulsaron a Vox, no lograron la mejora del PSOE (28%) que vio cómo en el plazo de seis meses disminuían sus votos y sus escaños, mientras el PP (20,82%) lograba recuperarse del batacazo de abril, Ciudadanos (6,79%) veía como su apoyo se diluía y Vox (15,09%) lograba un millón de votos más, duplicando sus escaños.
Esta vez bastaron dos días para escenificar un principio de acuerdo. Sánchez e Iglesias se olvidaban de todo lo que se habían dicho durante los meses anteriores y sellaban un abrazo que parecía destinado a convertirse en la semilla del primer gobierno de coalición de la historia reciente de nuestro país. De poco servía recordar las contradicciones, o esbozar otras alternativas; el presidente había decidido ya su opción favorita de gobierno y de nada hubieran servido otros ofrecimientos. Desde entonces, los ecos de las negociaciones se han ido haciendo cada vez más discretos y hoy, a expensas del acuerdo final que debe contar con la aceptación de ERC, es difícil conocer su contenido.
Esta vez bastaron dos días para escenificar un principio de acuerdo. Sánchez e Iglesias se olvidaban de todo lo que se habían dicho
Acabamos el año sin gobierno y lo que es peor, acabamos un año que se nos ha ido entre campañas electorales, negociaciones de gobierno, y alguna que otra sorpresa. Un año vacío del que será difícil rescatar algún acontecimiento que haya impactado en la vida de los españoles y en el que incluso la Cumbre Mundial del Clima, organizada con tanta eficacia como premura por el Gobierno de España, acabó con una declaración descafeinada que, aunque pudiera haber sido peor, deja cierta sensación de fracaso.
La política española ha perdido un año; pero no todo son malas noticias. Las selecciones nacionales, masculina y femenina, han obtenido resultados extraordinarios en campeonatos internacionales en deportes tan variados como el baloncesto, el waterpolo, el hockey o el balonmano (a la espera de campeonato de Europa masculino que empieza en los próximos días) y, como viene siendo habitual, nuestros deportistas como Ona Carbonell o Rafa Nadal han vuelto a tocar la gloria. En España es fácil encontrar consuelos.
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No es el relato, estúpido: España se mueve
Los estrategas de campaña han empezado ya a mostrar sus cartas. Un primer vistazo indica que casi todos los partidos han apostado por España y el desbloqueo en sus campañas
Aunque a veces parezca lo contrario, en política no todo es «relato». A pesar de las noches de gloria que esta teoría ha dado a tertulianos y columnistas patrios, existen otras aproximaciones a la comunicación que tratan de explicar cómo y por qué la gente centra su atención en determinados aspectos de la realidad y no en otros, como la de la agenda ‘setting’, la triangulación o el ‘framing’. El uso conjunto de estas teorías, popularizadas por teóricos como McCombs y Shaw, consultores como Dick Morris o profesores de lingüística como George Lakoff nos ayudan a entender de una forma más completa las estrategias electorales de los partidos de cara a las próximas elecciones y a concluir que aquel partido que, a través de la selección de temas y el uso del lenguaje sea capaz de asentar su «marco» de referencias e introducirlo en la agenda de la campaña, será capaz de obtener un resultado electoral mejor.
Hay ejemplos como el de las elecciones que en 1992 llevaron a Bill Clinton a la Presidencia de los Estados Unidos, imponiéndose a un presidente Bush que, tras sus éxitos en la I Guerra del Golfo, parecía destinado a la revalidar su cargo. En esta elección, el consultor James Carville pintó en la pizarra del War Room una frase a la que se achaca el éxito: «Es la economía, estúpido», y así fue. O el de la victoria de George W. Bush en 2004, que logró convertirse en el padre protector de la seguridad de los norteamericanos. Economía, Clinton. Seguridad, Bush hijo. Ambos lograron poner sus temas en la agenda, y alineando temas y marco, ganar la batalla a sus contrincantes.
El consultor James Carville pintó en la pizarra del War Room una frase a la que se achaca el éxito: «Es la economía, estúpido», y así fue
En nuestro país vivimos algo parecido durante las últimas elecciones. La disputa estaba entre la ruptura de España, que denunciaba el centro derecha y la involución democrática, sobre la que alertaba la izquierda. La foto de Colón y el pacto de gobierno de Andalucía inclinaron la balanza hacia esta segunda opción, provocando una movilización altísima (77%), muy similar a la de 1996 (78%) y 2004 (77%) y solo superada por la participación de 1982 (80%). Si en Estados Unidos en el 92 fue la economía y en el 2004 la seguridad, en España, en 2019, fue el «trifachito», que según estimaciones de Andrés Medina a la luz del poselectoral del CIS, habría movilizado tres veces más votantes que el tema «Cataluña«.
Elegir el tema no basta, es necesario que los votantes perciban su importancia en el momento actual y, sobre todo, que el tema elegido refuerce el marco más favorable, lograr que la conversación política en los días de campaña se alinee con los principios y valores que el votante asocia con cada opción política. Existe el peligro que un tema de interés no logre convertirse en el centro del debate público o que, aun consiguiéndolo, no se sitúe en el marco de valores asociados con el partido y resulte increíble la asociación de ambos.
España se mueve para el PSOE y Ciudadanos
Los estrategas de campaña han empezado ya a mostrar sus cartas. Un primer vistazo a lo sucedido esta semana parece indicar que ante la inminencia de la sentencia del Tribunal Supremo y la imposibilidad de formar gobierno, casi todos los partidos hayan apostado por España y el desbloqueo como temas de campaña.
El PSOE se lo juega todo a la estabilidad en tiempo de crisis. Su primer mensaje, que cuelga de la fachada de Ferraz, habla de «Ahora Gobierno, ahora España» que, unido a las intervenciones públicas de su candidato, parece dibujar ya un marco en el que el concepto clave sea el de la estabilidad. El partido del presidente del Gobierno se lanza así, en un «plagio» evidente a la estrategia del PP en 2016, a crear ese marco de estabilidad, de serenidad y continuidad que ofrece siempre el partido que está en el poder, pero lo hace poniendo el acento en lo territorial. La utilización de palabras como ‘España’, ‘Gobierno’ y ‘Ahora’ priorizan, dentro de ese mismo marco conceptual, los grandes temas de la campaña: la formación de gobierno y la estabilidad territorial frente a otros tipos de estabilidad, como la posible crisis económica que algunos analistas ya dicen que se nos avecina.
O dicho de otro modo: los estrategas socialistas creen que esta vez sí, y no como en las anteriores, Cataluña, por la sentencia del ‘procés’ y las reacciones que despierte, marcará la agenda electoral y Sánchez en un ejercicio de triangulación de manual es, de entre todos los candidatos, el único que tiene a su disposición las herramientas y los símbolos para personificar el Gobierno. Que haya sido un presidente en acercamiento permanente a los separatistas no les preocupa ni a los estrategas ni al propio candidato. El presidente confía en la mala memoria de la sociedad y, sumergido en un presente continuo, proclama el Ahora como si no hubiera ni ayer ni mañana.
Es un «plagio» evidente a la estrategia del PP en 2016, a crear un marco de estabilidad y serenidad que ofrece siempre el partido que está en el poder
Está por ver si la elección de un tema que no se asocia de manera natural con el «marco socialista» produce efectos y si la apuesta por la gobernabilidad logra superar la percepción de la opinión pública, que culpa mayoritariamente al PSOE de la repetición de las elecciones. Además, las posibilidades de formar gobierno que señala el liderazgo en las encuestas tampoco son tan claras y la dificultad de sentar en la misma mesa a Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, algo que sería imprescindible a la luz de estas mismas encuestas, enturbian la visualización del soñado gobierno progresista.
A diferencia del PSOE, o del PP, que cuentan de inicio con una base del electorado considerable, Ciudadanos tiene que salir a cada elección a ganar de nuevo a su electorado, como si nunca le hubieran votado. Ahora, parece que esta tendencia se recrudece porque, tras todo lo vivido en estos meses, todas las encuestas indican que es el partido más castigado por la repetición electoral. Los estrategas naranjas parecen asumir que la presencia de Cataluña en la agenda y ofrecerse como la pieza clave para el desbloqueo, «España en marcha», junto a la habilidad de su líder en los debates, pueden ser elementos suficientes para intentar la remontada. En este caso también marco y tema irían de la mano, al menos en el caso de Cataluña, pero los reiterados cambios de posición en su política de alianzas pueden tener un límite y afectar a la credibilidad de Rivera, quizás de forma definitiva.
Entre el Gobierno y España
En el plano de los que apuestan solo por uno de estos dos pilares estarían Vox, Unidas Podemos y Más País.
Vox también se suma a la tendencia de introducir España en su eslogan de campaña con su España Siempre. Aunque la alineación entre tema y marco es indudable, corre el peligro de los que se dejan llevar por las circunstancias y no son capaces de dejar pasar la oportunidad de un «zasca», confiando en que la bandera siga siendo un motivo suficiente para mantener la mayor parte de su electorado de abril.
Por Unidas Podemos parece no haber pasado el tiempo, ni la negociación, y dejando un lado el eje de España se presenta como la única garantía de un gobierno progresista, apostando porque los suyos no quieren tanto formar parte de un gobierno, como que este se sitúe en la izquierda, sin dependencias de partidos como Ciudadanos o el PP. Desbloqueo por la izquierda y con muchas condiciones, que tras el anuncio de Rivera se introducirá con fuerza en la agenda pero que puede resultar poco creíble tras lo sucedido estos últimos meses en la negociación, y la entrada de Errejón en el escenario, que para muchos aleja, más que acercar, las posibilidades de un pacto.
Más País también ha hecho del desbloqueo su palanca de voto. El partido de Errejón, que ha hecho del gobierno progresista su razón de ser, además trata de aprovechar el descontento para hacer de la forma, propuesta y ofertar una forma diferente de hacer las cosas (sin hacer excesivo énfasis en una agenda de políticas públicas en las que resultaría difícil encontrar diferencias con Unidas Podemos y el PSOE).
El PP va por libre
El PP, por su parte, que no ha hecho público su lema de campaña, de momento es el partido más alejado de los temas mencionados de Cataluña y desbloqueo. El partido de Casado parece querer disputar también el concepto de estabilidad, aunque en su caso sea estabilidad económica. Y tras una primera etapa llamando a la unión de los partidos de la derecha, opone al PSOE y a las ventajas que le ofrece estar en el gobierno, su experiencia de gestión y su historial de éxitos económicos, reconocidos de forma general por la sociedad española. En este caso, marco y tema van de la mano. La dificultad está en que logren imponerse en la agenda de la campaña, y la sombra de la crisis vaya a ser capaz de imponerse al ruido que sin duda provocará la sentencia del 1-O.
La agenda de los ciudadanos
En resumen, podemos apreciar una apuesta generalizada por las ideas de España y el movimiento. El problema está en que ninguno de los dos depende totalmente de los que han elegido estos temas como claves y ambos dependen fundamentalmente de la reacción de terceros. Además, y esto es lo más importante, los partidos por mucho que se esfuercen no siempre logran imponer su marco, y en ocasiones la realidad se impone en forma de acontecimiento imprevisto o de clamor popular. Y esta vez el sentir de los ciudadanos, a la luz de los últimos barómetros del CIS publicados, oscila entre el hartazgo y el que se vayan todos, y este estado de ánimo suele deparar enormes sorpresas.
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