Constitucionalismo excluyente

Constitucionalismo excluyente

Hay quienes llevan años banalizando la Constitución, no solo como una pieza muerta sino como un fracaso. Ahora parecen haber descubierto la necesidad de defenderla, aun a costa del pluralismo.

El constitucionalismo es una profesión de riesgo desde hace unos años. Los que optamos por la enseñanza del Derecho Constitucional hemos visto cómo a la sucesión de celebraciones de aniversario, se une últimamente la inauguración de figuras constitucionales inéditas o la de cambios radicales en sus consecuencias. De la noche a la mañana, el sistema electoral bipartidistaha sido sustituido por un escenario político nuevo. Cinco fuerzas parecen tener una representación cercana a los 40 escaños. El Senado, antes «inútil», resulta ahora capaz de bloquear el techo de gasto e imprescindible para la aplicación del artículo 155 de la Constitución. La moción de censura, institucionalizada para fracasar, sale adelante con éxito… Quizás la politología de guardia y tertulia sí acertaba cuando adoptó como mantra el «cambio de época».

La última moda constitucional es la de utilizar la norma suprema como arma arrojadiza en el debate político. Durante años, en España el término constitucionalista había sido un epíteto del que solo quedaban privados aquellos que defendían la independencia de determinados territorios. Pero la aparición de Podemos, primero, y luego de Vox ha convertido la adjetivación constitucionalista en calificación, cargándolo de intenciones y, sobre todo, de intencionalidad. Se ha convertido la Carta Magna en una vara de medir el compromiso con la democracia.

El sistema electoral se ha convertido en un caballo de Troya para el acoso y derribo del sistema democrático

Este cambio se plantea en un contexto internacional en el que, como decía Hayek, parece que «la naturaleza de la libertad ha sido mejor entendida por nuestros enemigos que por nuestros amigos». Aquellos han aprendido a explotar, desde dentro, las imperfecciones de la democracia liberal hasta llevarla al colapso. El sistema electoral se ha convertido en un caballo de Troya para el acoso y derribo del sistema democrático.

Como recordaba Sartori, la democracia está basada en el disenso. Para garantizarlo, el pluralismo político, consagrado en la Constitución española, se constituye como un requisito indispensable en una sociedad democrática. El gran acierto del constitucionalismo es precisamente la aceptación de unas reglas comunes para dirimir los conflictos. Unas reglas capaces de integrarlos, para encauzarlos y darles solución, dentro de una misma arquitectura básica.

¿Hasta dónde debe llegar este pluralismo? ¿Afectaría a aquellos que se mostraran, en todo o en parte, contrarios al orden constitucional vigente?

Ahora bien, ¿hasta dónde debe llegar este pluralismo? ¿Afectaría también a aquellos que se mostraran, en todo o en parte, contrarios al orden constitucional vigente? Nuestro ordenamiento, y ahí están las reiteradas sentencias del Tribunal Constitucional, confirmadas por el TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos), no exige a los partidos una adhesión al ordenamiento. Tampoco impide la existencia de estos cuando persigan, por medios legales, modificaciones constitucionales. El artículo 168 es claro. La Constitución puede reformarse en su totalidad, lo cual resultaría incompatible con una exigencia de adhesión a los principios políticos que la inspiraron. Así lo recoge también la ley de Partidos Políticos 6/ 2002, que establece como límites aquellos que afectan al respeto en sus actividades de los valores constitucionales, sin prejuzgar su posible adhesión a estos principios básicos. De ahí que podamos decir que en España caben todos aquellos partidos que aceptan la Constitución en lo procedimental, como reglas del juego político, con independencia de hasta qué punto compartan o no los valores establecidos en nuestra Constitución.

Dentro de este principio general cabrían los partidos que pretenden reformar determinados artículos de la Constitución. Así ocurre con Ciudadanos y el PSOE, que en sus últimos programas electorales proponían 43 y 61 reformas constitucionales, respectivamente. Cabrían también aquellos que, como Podemos, proponían un proceso constituyente que reseteara el régimen constitucional de 1978. Tendrían espacio también aquellos que rechazan principios fundamentales de nuestra Constitución y defienden la república o un estado federal o, en su caso, centralizado. La clave estriba siempre en que utilicen medios democráticos para conseguir sus fines. No sucede así en países como Alemania, cuya Constitución prohíbe los partidos que lesionen los fines o valores sobre los que se asienta la democracia (Verfassungsschutz) o, de una manera más flexible, en Francia o Portugal, no se admiten partidos que cuestionen la unidad de la nación.

La Constitución puede reformarse en su totalidad, lo cual resultaría incompatible con una exigencia de adhesión a los principios políticos que la inspiraron

Solo quedarían fuera del sistema aquellos que cuestionan su valor jurídico, de reglas del juego, y pretenden transformar el orden constitucional mediante el uso de la violencia terrorista y por medios ilegales como la convocatoria de un referéndum en el que la voluntad del pueblo, la libertad de los antiguos, se impondría a la Constitución, garantía última de la libertad de los modernos. Ambos ponen en peligro la subsistencia del orden pluralista establecido por la Constitución, especialmente sensible en un momento de revitalización de las minorías identitarias cuya defensa, como recuerda Michael Ignatieff, forma parte del corazón del constitucionalismo.

En esta tesitura se plantean dos tipos de respuestas. O bien hay que tratar de integrar estas fuerzas en un sistema democrático cuyos principios rechazan. O bien se asume su propia lógica ‘schmittiana’ y se les proclama enemigos de la democracia, ya sea rechazando su derecho a existir, excluyéndoles del juego de la negociación democrática o, por qué no, proclamando la llegada del Apocalipsis.

Hay quienes llevan años banalizando la Constitución; no solo como una pieza muerta, sino como un fracaso. Ahora parecen haber descubierto la necesidad de defenderla, aun a costa del pluralismo. Incluso vemos cómo los que siempre han defendido la necesidad del diálogo y la negociación como forma de integración de los partidos anticonstitucionales en el sistema democrático —por ejemplo, la de aquellos partidos vinculados a la banda terrorista ETA—, alertan sobre las consecuencias catastróficas de sentarse en la mesa con estas fuerzas políticas. Ambos coinciden en la necesidad de cerrarles el paso hacia las instituciones.

La Constitución es un texto vivo, tan vivo que puede incluso decidir su propio final siempre que cumpla sus propias reglas, las de la reforma

En estos términos, Podemos y Vox resultan intercambiables. El debate político actual sigue al pie de la letra la máxima sartriana según la cual los anticonstitucionales son siempre los otros y la gran damnificada es la propia Constitución. Esta deja de ser una herramienta de integración de disparidades y convivencia con los otros, para convertirse en un instrumento de enfrentamiento, un arma política para descalificar al adversario.

La Constitución es un texto vivo, tan vivo que puede incluso decidir su propio final siempre que cumpla sus propias reglas, las de la reforma. Esta es una realidad difícil de asumir para quienes quieren ahora enarbolar la bandera del constitucionalismo como herramienta de exclusión política. Pero si algo no debería ser jamás la Constitución es una herramienta de exclusión. De su capacidad de integración depende, en gran medida, el futuro de nuestra democracia.

Publicado en El Confidencial

 

EL DEBATE DE LA 1 – 04/05/16

¿Cuál es la pregunta que decidirá quién gobierna España? ¿Los líderes de los cuatro partidos salen fortalecidos o debilitados por esta legislatura fallida? ¿Cómo hacer la próxima campaña lo más austera posible? El Debate de La1 entrevistará a responsables de las campañas del PP, el PSOE, Podemos y Ciudadanos, y contará con la presencia de cuatro expertos en campañas electorales, comunicación política, sociología y demoscopia: Rafa Rubio, profesor de Derecho Constitucional de la UCM; Luis Arroyo, sociólogo; Fran Carrillo, consultor político; y Manuel Mostaza, director de Operaciones de Sigma Dos. Junto a ellos, los periodistas Pilar Gómez, directora adjunta de La Razón, y Chema Crespo, director de Público.

Si me conoce, vóteme: el líder carismático y el personalismo

La estructura organizativa de los partidos facilita la acumulación de poder por parte de los notables.

Por Diego Sanz Paratcha, Redacción
 
La cara del candidato Pablo Iglesias, cabeza de lista de la recién estrenada plataforma de izquierdas Podemos, acompañará al logo en la papeleta de votación el día 25. Muchos pequeños Pablos Iglesias salían de un aparato de televisión en un desvío de un conocido vídeo de la estrella de música electrónica Aphex Twin. La etiqueta #ConPabloPodemos fue difundida en Twitter como parte del calentamiento electoral de una candidatura que ha recibido la crítica de ‘perso­nalista’ desde el primer momento de su presentación. Pero un somero repaso al sistema político español muestra que –al menos en esto– Podemos no está sola.

Si se entiende por personalismo aquel fenómeno en que las preferencias políticas o ideológicas de un dirigente se imponen a las de la organización, éste domina como mínimo las campañas electorales. “La historia de las campañas es una historia de sus líderes. Esto ya empezó con Suárez, un hombre que se construyó un partido para poder presentarse a unas elecciones”, opina Rafa Rubio, que ha trabajado como consultor en comunicación para el PP y es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid. “Desde el principio se entiende, por una cuestión de confianza, que las elecciones van unidas a una cara”, señala, y pone como ejemplo el hecho de que en la cartelería de los partidos en las elecciones al  Congreso la imagen del candidato elegido en la circunscripción local siempre vaya acompañada del cabeza de lista.

En 2004 esta arma de doble filo le jugó al PP una mala pasada, según la investigadora Lucía Picarella, que ha estudiado los procesos de presidencialización y personalismo en el sistema político español. En la campaña que finalmente llevaría a Zapatero a la presidencia, la “fuerte presencia” de Aznar en acompañamiento del candidato Rajoy “ofuscó completamente al candidato popular a la presidencia del Gobierno, ayudando a difundir una imagen de debilidad y bicefalia interna”, escribía la politóloga. El expresidente y miembro de la fundación FAES ha vuelto a ofrecerse para la campaña de Cañete en las europeas, y la tibieza del partido –que finalmente le ofreció participar en un mitin en La Rioja– se ha interpretado como otro gesto del entorno de Rajoy para distanciarse de su mentor.

El politólogo e impulsor de la iniciativa de Podemos, Íñigo Errejón, se declara consciente del doble filo que puede representar un excesivo peso de la imagen del dirigente con respecto a la organización. La candidatura, explica a DIAGONAL, “tiene como disparador la visibilidad mediática del candidato número 1 para las elecciones europeas”. Pero, opina, el “mayor riesgo para nosotros es la invisibilidad, la no existencia”, si bien concede que esta dependencia con respecto a Iglesias “se debe corregir con el tiempo”.

Un problema estructural

Más allá de las elecciones, en los dos principales partidos la tendencia al personalismo es clara, si bien con matices, opina Picarella. En el PP éste se desprende claramente de su organización, donde el presidente elige personalmente a un tercio del comité ejecutivo, que además coincide con la comisión ejecutiva permanente del partido. El máximo órgano de la estructura, el Congreso Nacional, lo convoca una junta directiva cuyo primer puesto también coincide con la presidencia del PP. Ésta controla también a los grupos parlamentarios. En el caso del PSOE, escribe Picarella, “el nivel de personalización ha sido alto”, si bien “existen interesantes restricciones porque el secretario general, que posee poderes más bajos que los del presidente del PP, está obligado por la cumbre partidista, no sujeta al líder”. Para Rubio, no obstante, “el PSOE está marcado desde el congreso de Suresnes por el personalismo de Felipe González, líder total y absoluto que hace y deshace, ZP hereda ese modelo y se llega a un techo con Rubalcaba que tendrá que ser resuelto en las primarias”.

Una excepción a esta tendencia sería IU, al menos desde el punto de vista y la práctica del electorado. “En IU ha habido campañas en las que la personalidad del líder se ha ido difuminando. Quizá su electorado se identifica más con una ideología y es más independiente de las personas”, señala Rubio. La influencia de los candidatos de PCE/IU sobre las decisiones de voto de las y los votantes, indicaba un estudio de 2005 del profesor Guillem Rico citado por Picarella, se mantuvo en niveles bajos entre 1979 y 2004 –quienes valoraban positivamente a sus candidatos tenían sólo un 20% más de probabilidades de votar por IU/PCE que quienes compartían la misma opinión del partido pero valoraban peor al líder, mientras que en 2004 quienes valoraban más positivamente a Zapatero eran un 84% más proclives a votar por el PSOE que quienes no valoraban tanto a este dirigente–.

Según Rubio, dependiendo de las circunstancias –por ejemplo, si las encuestas muestran desde el principio poca probabilidad de victoria–, el cambio en los índices de conocimiento y valoración de una candidatura “son dos índices tremendamente relevantes que tratas de trabajar durante la campaña”. Para este analista, las primarias y las municipales serán respectivamente para el PSOE y el PP la palanca con la que tratarán de movilizar a su núcleo duro de simpatizantes para movilizar más efectivamente a su electorado potencial.

Publicado en Diagonal

Rajoy, ‘the gambler’

Rajoy, ‘the gambler’

Los expertos en campañas creen que el retraso en la designación del candidato del PP para el 25-M beneficia al PSOE

Por Iolanda Mármol

Contaba Kenny Rogers en The gambler que el secreto para sobrevivir en el póquer (como en la vida) radica en saber con qué cartas se queda uno  y de qué cartas se deshace. Es muy posible que Mariano Rajoy se encuentre en ese trance, el de maniobrar entre la urgencia de designar candidato a las elecciones europeas y la necesidad estratégica de organizar una eventual crisis de gobierno, si logra que primeras espadas del Ejecutivo consigan puestos de peso en el nuevo reparto de poder de la UE.

Mientras Rajoy valora sus cartas, la candidata socialista, Elena Valenciano, cumple mañana cinco semanas haciendo campaña contra el presidente del Gobierno. Porque a la candidata socialista no le falta un adversario. Sea quien sea la persona que finalmente designe el PP,  la munición de Valenciano va a seguir siendo contra Rajoy.

Los asesores electorales coinciden en que, por lo menos en teoría, es una estrategia acertada.  «Nadie va a hacer campaña contra Cañete o González Pons», afirma Rafa Rubio,  experto en contiendas electorales. «¿Alguien cree que la campaña de Valenciano va a estar determinada por el candidato del PP? No, eso sería un error de caballo», sentencia. La campaña socialista, dice el asesor, dirige su munición contra Rajoy, no por la ausencia de candidato, sino porque el nombre elegido, en estas elecciones, importa lo justo. «Recordad a McCain en el 2008, dirigió toda su estrategia contra Hillary Clinton y cuando salió Obama quedó completamente desposicionado», explica Rubio.

La indecisión de Rajoy ¿beneficia entonces a Valenciano? Los estrategas consideran que sí, salvo una excepción de oro. Que Rajoy gestione sus tiempos y desespere a su equipo pero sorprenda a todo el mundo con  un candidato inesperado.

El asesor que trabajó con Jaime Mayor Oreja en la campaña de las anteriores europeas, Antonio Sola, considera que «si Rajoy encuentra un muy buen candidato y es factor sorpresa, a Elena Valenciano no le habrán valido de nada estas cinco semanas de campaña», pero matiza que si el candidato es el esperado, Miguel Arias Cañete, el PP «tendrá que remar más fuerte» porque habrá perdido un tiempo valioso. «Está claro es que si estás en la cancha y no tienes enemigo en la portería, puedes marcar más goles», concede Sola. Para Rafa Rubio, «el problema del PP es serio, porque el retraso seguro que puede estar justificado, pero es nocivo para las elecciones».

Óscar Santamaría, director de Asesores de Comunicación Pública, relativiza ese daño. «No es demencial, pero sí que se enciende ya una luz amarilla, todavía no la roja, porque no hay clima electoral, nadie está escuchando lo que dice Valenciano», afirma.

Para este asesor, la indecisión de Rajoy encierra, paradójicamente, un efecto positivo para el presidente : «Se refuerza la marca Rajoy, su liderazgo, su sangre fría, su capacidad de ser ajeno a las presiones de su propio equipo, porque de alguna manera está diciendo ‘yo soy el que manejo mi agenda’»

Pasarse de pimienta

En lo que coinciden los expertos es en que la ausencia de candidato no moviliza a las bases del PP para ir a votar. Los analistas consideran que el gran reto de PP y PSOE es luchar contra la abstención, de modo que una campaña durmiente, o plana, que no despierte interés, sería letal. «La gente presta más atención a las campañas cuando son altamente competitivas, cuando no se sabe quién va a ganar», explica Orlando d’Adamo, analista electoral. «Con una campaña plana el PP alimenta a su peor enemigo, que no es el PSOE sino la abstención», añade.

Candidato popular al margen, lo que hemos visto hasta ahora de la estrategia del PSOE es una campaña negativa, de ataques intensos contra Rajoy. Los asesores explican que esta es la estrategia básica para movilizar cuando se percibe un interés escaso entre el electorado. El PSOE lo llevó al extremo en el anuncio del dóberman, en 1996. Aunque en las europeas los socialistas no han elevado tanto el volumen, la campaña es negativa y los asesores dudan: si bien pone el foco en la campaña, en un clima de desafección política, con un electorado cansado del Y tú más, puede ser contraproducente. «La campaña negativa es como la pimienta en la cocina, un poco resulta imprescindible, pero si te pasas no hay forma de salvarlo», explica Orlando d’Adamo. Santamaría acepta este argumento, pero lo matiza: «El PSOE tiene que movilizar a los pocos votantes suyos que les queden. El dilema es si hago una campaña negativa y amarro a los míos o hago campaña en positivo para tratar de conectar con la ciudadanía. Y la decisión es clara». H

Publicado en El Periódico

Psoe: Otro video negativo más… y van cinco

Lo veo en La Barda que está siempre a la última:


Sinceramente creo que la estrategia es superarriesgada, tanto que tiene que tener algo preparado para la última semana. Esto es una siembra pero creo que su efecto es de acumulación de resentimiento, de odio… y su fin natural la abstención. Sólo con un buen detonante puede traducirse en votos…. esperemos para ver.