Siento por Daniel Capó un profundo respeto y, como la imitación es lo que distingue la envidia de la admiración, al principio del año me decidí a dar cuenta de mis lecturas de manera periódica, algo que no estaba al alcance de todos, como el tiempo se ha encargado de demostrar. De ahí que mi compromiso ha pasado de ser mensual, a trimestral y, de momento, parece que será semestral (si logro acabar este texto).
La idea es hacer una lista de las lecturas que recuerdo de estos meses con un brevísimo comentario personal que me ayude a recordar y pueda ayudar a otros a decidir sus lecturas (desde que Dani empezó su informe mensual mi cuenta de Amazon anda más activa que nunca).
El hombre que ordenaba bibliotecas (Juán Marqués). Aunque no soy buen lector de poesía, había empezado a seguir las recomendaciones de Juan en The Objective, que me parecían más asequibles. Tras dos o tres de ellas, me acordé que el columnista, al que desconocía, se llamaba igual que el autor de cuya obra había oído hablar maravillas a dos o tres amigos, tan diferentes como fiables en sus gustos. Y acertaban, El hombre que ordenaba bibliotecas es lo mejor que he leído este año. Sin tener mucho que ver en la trama, ni en el estilo, su lectura me impresionó como lo hizo Panza de Burra el año pasado. La historia es sencilla, deliciosamente escrita y llena de erudición y amor a los libros, sin alardes ni presunciones.
Alfil blanco, alfil negro (Agustín Baeza, Libros.com). Conozco y respeto a Agustín desde hace mucho tiempo, y, por amistad, no dude en apoyar su labor de autoedición en cuanto me enteré del proyecto. Ha merecido la pena. Baeza ha conseguido mezclar dos de mis pasiones favoritas: Cuba y la política, y hacerlo con unas dosis de realismo y de humor que solo son posibles para alguien que ha vivido ambas a fondo. Aunque la trama puede resultar un poco estrambótica (casi almodovariana), es solo un hilo del que cuelga una descripción, crítica y llena de humor y algo de mala leche, muy parecida a la realidad, de los cómos y los por qués de la política. Y cuando la trama llega a Cuba, todo se vuelve genial y disparatado, sin desentonar del realismo mágico que, por desgracia, acompaña a la isla desde hace décadas, con una descripción vibrante de ambientes y personajes, algo muy difícil de hacer con acierto cuando se trata de una realidad ajena.
No conocía a Domingo Villar pero al leer sobre su muerte a personas a las que admiro y respeto como Juancla de Ramón o Mario Tascón me puse a leer su trilogía del inspector Caldas. Tras haber trabajado años con un escritor, se que no se debe confundir a un autor con sus personajes, pero también se que en el fondo de toda obra se encuentra la personalidad de su autor, y yo también me he quedado con la pena de no haberlo conocido. Sin ser un gran aficionado a la novela policiaca más allá de Poirot, Maigret o el Padre Brown, hace unos años decidí que era una buena vía de viajar y conocer los acontecimientos menos históricos de un país o una sociedad y hacerlo descansando. Desde entonces, he podido conocer la Roma clásica con Didio Falco (Lindsey Davis), descubrir Venecia de la mano de Guido Bruneti (Donna Leon), asomarme a Sicilia con un poco de miedo (Sciascia), recorrer los años de la crisis económica griega con Kostas Jaritos (Markaris), e incluso últimamente me he asomado un poquito y con cierto respeto a Japón (Matsumoto, Yokoyama, y, también este trimestre, Las manos tan pequeñas de Marina San Martín).
Por eso en Ojos de agua, La playa de los ahogados y El último barco, he disfrutado de una Galicia que traslada la bruma en forma de nostalgia a la personalidad de los que allí nacen o deciden convertirla en su hogar. Con tramas muy elaboradas, y personajes tan llenos de aristas como bien perfilados, he podido descubrir a una buena persona, a la que me hubiera encantado conocer, y disfrutar de su obra.
Otra trilogía que he leído en este semestre es la Trilogía de Cornish del canadiense Robertson Davies (Lo que arraiga el hueso, Ángeles rebeldes y La lira de Orfeo). El año pasado había disfrutado mucho con la trilogía de Deptford, quizás su mejor trilogía, una historia increíblemente bien construida, llena de magia, misterio y una visión profundísima del ser humano (algo que caracteriza al autor), pero no me veía con fuerzas de empezar otra trilogía tan pronto, hasta que el tema y la recomendación de Alvaro Matud, que trabaja en el mundo de las fundaciones, me animaron a hacerlo.
La historia, teóricamente tiene mucho que ver con ese sector, pero lo transciende. Tras la muerte de un benefactor de la universidad, se nombra un grupo muy heterogéneo de personas para administrar su legado, dirigidos por su sobrino. En torno a la pintura, la literatura y la opera, se va reconstruyendo la historia de un personaje tan fascinante como sorprendente, mientras la propia historia del legado y del equipo gestor, ayudan a reflexionar sobre la vida académica, el sentido de la Universidad, dentro de una trama fascinante en la que un abanico de 5 o 6 personajes bien construidos van entretejiendo su misión con sus vidas, en una obra llena de humor, emoción y algo de drama.
Otro de los prontos de esta temporada, ha sido la lectura de últimas obras. Hace ya muchos años descubrí por casualidad, Rosa Kruguer, que desde entonces está en mi lista de “rarezas” favoritas. Al tratarse de una obra inacabada, refleja de manera certera el proceso de creación literaria de su autor, y deja en manos del lector algunas lecciones sobre el complejo arte de escribir, además de compartir esa visión entrañable del ser humano tan de Sánchez Mazas, a pesar de haber sido escrita en mitad de la guerra civil. Siguiendo esta estela, no se muy bien por qué, ahora he leído alguna otra obra inacabada como las de Scott Fitzgerald (El último magnate) que, conjuga glamour, misterio y un conocimiento profundo del alma humana, Henry James (La torre de marfil) donde pretendía ajustar cuentas con Estados Unidos y donde da muestras de la perfección formal que hace del autor norteamericano un escritor imprescindible, pero sin llegar a construir una historia en la línea que pretendía, no solo por las lágunas de capítulos enteros sin acabar, sino porque da la sensación de que a la historia le falta una vuelta completa y Truman Capote (Plegarias atendidas), la autoprofecia cumplida de una frustración, una historia de destrucción de un artista al que la búsqueda de la perfección y la fama parece que condujeron a un apagón creativo, cada vez más evidente, cada vez más doloroso, y que, por desgracia, se refleja en la novela.
El Castillo de diamantes (Juan Manuel de Prada). La princesa de Eboli y Teresa de Jesús fueron, a pesar de sus diferencias, dos personalidades con una fuerza y una influencia importantísima en su época. De Prada novela esta relación, con fuerza y un poco de imaginación, destacando el contraste entre la ambición humana y la pasión divina, y la imposible convivencia entre ambas. Aunque quizás las referencias espirituales resulten ajenas para muchos, es una novela original y sorprendente.
Valle inquietante (Anna Wiener) Para los que vivimos, aunque fuera marginalmente a locura de las punto com Valle inquietante refleja a la perfección las dinámicas que se desataron, esa especie de euforia colectiva, no solo en lo económico, que permitía mirar hacia el futuro como un progreso continuo y sin límites. Además, al analizar los motivos y razones de sus protagonistas (en personajes de ficción) el libro permite entender como mucho de lo que vivimos ahora es fruto de la infantilización y la frivolidad de entonces.
Volver la vista atrás (Juan G. Vasquez), la vida de Sergio Cabrera, director de cine colombiano, es realmente de película y Juan G Vasquez lo ha convertido en un libro. Educado en la China de Mao y guerrillero en la selva colombiana, director aclamado y lleno de dudas, la vida y sus contradicciones. Un libro interesante para entender el cómo y el por qué de los guerrilleros (y que quizás nos ayude a entender un poco mejor a Gustavo Petro)
El ruido de las cosas al caer (Juan G. Vasquez). Una forma brillante de contar la intrahistoria del narcotráfico y sus efectos en la vida de los que crecieron a su alrededor, voluntaria o involuntariamente. Una historia que engancha y en la que, a pesar del drama de fondo, brillan la inteligencia y el humor de un autor al que no había leído hasta ahora (en Colombia siempre he sido fiel lector de Santiago Gamboa) y del que me declaro fan.
Poeta chileno (Alejandro Zambra). Aunque me ha resultado, en ocasiones, desconcertante, esta historia de poetas y padrastros, en cierto modo frustrados, y sus conflictos vitales, me ha mantenido gracias al humor.
El italiano (Arturo Pérez Reverte). Emocionante y entretenido… para desconectar.
Las novelas tontas de ciertas damas novelistas (George Eliot). Una sátira breve, divertida y genial de una de las escritoras más infravaloradas de la literatura inglesa, cuyo Middlemarch está, en mi opinión, entre las 10 mejores obras de la literatura universal.
El discreto encanto de la vida conyugal (Douglas Kennedy). El libro rezuma amargura, pero también realidad. Y está situado en un momento histórico apasionante, y que esta historia de una mujer, madre y esposa, que ha guardado un secreto durante décadas, ayuda a entender de una manera natural.
Lectura fácil (Cristina Morales). Empecé con curiosidad, pero me cansé rápido de su tono y de su estilo. Quizás soy demasiado conservador pero es el único libro que he dejado sin terminar este año.
Lecturas de trabajo
Confesiones de un bot ruso, confieso que me ha decepcionado, quizás porque conozco bien el sector y las prácticas que se denuncian, y la sorpresa que el libro ha generado en muchos, no ha hecho su efecto. Al libro le sobra jerga y le falta rigor a la hora de analizar algunas de estas prácticas y sus consecuencias, y cae a menudo en el deseo de impresionar, más que en limitarse a definir un fenómeno que analizado en profundidad resulta realmente impresionante.
Por el contrario Distraídos (Thibaut Deleval) me ha sorprendido gratamente. Un libro de “autoayuda”, que huye de las recetas mágicas e intercala reflexiones y recetas sobre cómo pensar más y mejor en un entorno digital, que analiza de manera extensiva y tremdendamente gráfica.
Aunque ¿Por qué estamos polarizados? (Ezra Klein) tiene un enfoque excesivamente norteamericano, y algo sesgado, y da por sentado un problema sobre el que existen infinidad de debates académicos, el libro, excelentemente acompañado de un prólogo de Luis Miller en España, ayuda a pensar y a plantearse qué podemos hacer cada uno de nosotros ante el deterioro constante de la opinión pública, que impide el debate público y, en último término, hace más difícil y peor la democracia.
La transformación de la mente moderna (Haidt). Un enfoque complementario al de Klein, desde una posición diferente, y quizás menos teórico, pero igual de interesante.
Infocracia (Byung-Chul Han). Siempre me asomo con curiosidad a los libros de Han y siempre, a pesar de la colección de frases redondas y provocativas que me quedo para el archivo, salgo un poco decepcionado.
Anexo Veneciano
He pasado 4 años de mi vida vinculado a la Comisión de Venecia, una institución del Consejo de Europa que ofrece asistencia democrática desde hace 30 años, sobre todo en países del este de Europa. Una de las ventajas de formar parte de esta prestigiosa institución es poder asistir a sus reuniones, que se celebran trimestralmente en Venecia. La pandemia ha hecho que casi la mitad de las sesiones hayan sido virtuales pero no he querido perder la ocasión de leer algunas obras sobre Venecia:
Venecia, ciudad de fortuna, Rowley menos conocida que el canónico Historia de Venecia de Norwich, pero muy recomendable. El clásico Marca de Agua (Brodsky), una de esas obras que invitan a visitar y volver a visitar la ciudad italiana, en la que además, en su versión española, la traducción del fallecido Horacio Vázquez-Rial llama mucho la atención… para bien.
Las 10 novelas de Donna Leon, que tienen a Venecia y al inspector Bruneti como protagonista.
Muerte en Venecia, Thomas Mann, que describe como la fascinación por la belleza y la pasión del artista, acaba arrinconando a la razón, a pesar de sus consecuencias.
Los papeles de Aspern, Henry James. Con la delicadeza habitual de James y el escenario de Venecia que cobra brillo con sus descripciones.
Una curiosidad: El que fuera Presidente del gobierno durante el trienio liberal, Francisco Martínez de la Rosa, publicó una obra de teatro sobre una de las revueltas que trataron de cambiar el gobierno de Venecia en el siglo XIII, La conjuración de Venecia es una obra menor que podría haber transcurrido en casi cualquier ciudad italiana de la época, pero tiene su gracia.
Lo que tengo en la lista
Empiezo el segundo semestre con dos obras de autores a los que conozco y admiro: Hazte quien eres deJorge Freire y Roma desordenada de Juan Claudio de Ramón. Ya os contaré.
La literatura tiene, entre sus encantos, la de evocar recuerdos y vivencias que se ven reflejadas en una obra. Me pasó con Feria, por el origen castellano de mi familia materna, y me ha pasado con Valle inquietante, al recordar mis años de «emprendedor», a finales de los 90 y principios del siglo XXI, como socio co-fundador de Piensaenred.
Se trata de unas memorias en las que la autora cuenta su experiencia. Como una editora literaria de Nueva York decide trasladarse a Silicon Valley donde termina trabajando en dos start up. El texto no solo refleja, intuyo que con fidelidad, la evolución del ambiente emprendedor en el epicentro de la revolución tecnológica sino que convierte lo que podrían considerarse una mera sucesión de anécdotas en un lucido análisis crítico de los cambios sociales que han producido en todo el mundo una serie de ideas y decisiones de una élite empresarial tecnológica cortada por un patrón bastante similar:
«se unió en las redes sociales a las filas de los líderes de pensamiento de la industria responsables de haber creado el género del emprenderrealidad, que consistía en recomendar terapia y comunidad mientras microblogueaban su desarrollo emocional a tiempo real.»
«Pocos de ellos trabajaban a tiempo completo. Practicaban la honestidad radical y creían en una espiritualidad no religiosa. Hablaban el idioma de los grupos de terapia. Se sentaban en el regazo de los demás y se daban arrumacos en público. Tenían baúles de disfraces. No era infrecuente, en plena fiesta, entrar en un dormitorio y encontrarse con alguien en plena terapia reiki (…) Todos trataban de averiguar qué querían de la vida. Algunas de las mujeres habían instituido, con sus parejas masculinas, lo que parecían ser actos de desagravio de género. Había ateos recalcitrantes que se compraban barajas de tarot y se dedicaban a impregnarlas de energías poderosas, que hablaban de signos ascendentes y comparaban sus cartas astrales. Algunos iban a lugares remotos de Mendocino y cuidaban los unos de los otros mientras se embarcaban en largos viajes de LSD, que tomaban en dosis altas, a fin de revelarles sus niños interiores a sus yos adultos.»
«A ratos daba la sensación de que todo el mundo había visto un resumen de los grandes logros de los años sesenta y setenta en materia de libertades: nudismo despreocupado, alegre promiscuidad, vida en comunidad, comidas en comunidad, baños en el mar en comunidad. Alguien había hablado de comprar tierra entre todos en las inmediaciones de Mendocino. Alguien había hablado de compartir el cuidado de los niños, aunque nadie tenía hijos. Todo aquello me parecía una representación sacada de un pasado imperfecto, una reconstrucción histórica. La búsqueda de la liberación, del placer en estado puro.»
«Era como si una generación entera hubiera desarrollado su identidad política en la red, usando el estilo y el tono de los foros de internet. ¿Qué pasaba, ahora todo funcionaba así?, le pregunté. Me resultaba muy extraño que dos grupos tan distintos tuvieran las mismas estrategias retóricas y tácticas. Mi compañero de trabajo era buen conocedor de los foros de internet. Me miró de reojo. —Oh, mi pobre ingenua —me dijo—. Son exactamente los mismos. Silicon Valley se había convertido en un gesto, una idea, una expansión y un borrado.»
Una elite que «traducía sus experiencias personales en forma de verdades universales» y solo quería divertirse y ganar dinero haciendo «cosas chulísimas», inconscientes de sus consecuencias:
«En la startup de análisis de datos no hablamos ni una sola vez del denunciante, ni siquiera durante nuestro simposio mensual. En general casi nunca comentábamos las noticias, y ciertamente no íbamos a empezar con aquella. No considerábamos que estuviéramos participando en la economía de la vigilancia. No nos planteábamos si estábamos facilitando o normalizando que se crearan bases de datos de la conducta humana no reguladas y en manos privadas. Solo estábamos haciendo posible que los responsables de producto mejoraran sus test A/B. Estábamos ayudando a los programadores a construir apps mejores. Todo era muy simple: a la gente le encantaba nuestro producto y lo empleaba para mejorar los suyos, de tal manera que a la gente también le encantaran. No había nada perverso en ello. Además, si no lo hacíamos nosotros, lo harían otros. No éramos ni mucho menos la única herramienta de análisis de terceros que había en el mercado. El único dilema moral de nuestro sector que reconocíamos abiertamente era la disyuntiva de si vender o no los datos a anunciantes. Era algo que nosotros no hacíamos, por una cuestión de principios. Éramos una simple plataforma neutral, un vehículo.»
Pero sin quererlo estaban dando a luz a un nuevo mundo. Un mundo que nace como alternativo, creado de cero y que se ha vuelto «indispensable, por mucho que fuera estructuralmente innecesario». Un mundo creado a un ritmo vertiginoso y gracias a la amplitud de miras, el optimismo y el posibilismo de la industria tecnológica. Un sector que «prometía algo que poquísimos sectores o instituciones podían prometer por entonces: un futuro».
«Un mundo de mediciones que permitieran dar respuesta al usuario, en el que los programadores nunca dejaran de optimizar y los usuarios nunca apartaran la vista de sus pantallas. Un mundo liberado de la toma de decisiones, de la fricción innecesaria de la conducta humana, donde todo —reducido a su versión más rápida, simple y aerodinámica— se pudiera optimizar, priorizar, monetizar y controlar.»
No faltaban las buenas intenciones:
«su sentido de la colectividad, que parecía saludable e íntimo. Aquella confianza entre amigos era familiar, empática y optimista. Había una comunidad verdadera. El futuro era borroso y el presente inestable. La vida se caracterizaba, hasta cierto punto, por la precariedad permanente. Todo el mundo estaba haciendo lo que podía para mantener un pie en la ciudad, para conservar una parte de su cultura sacrosanta; para construir lo que creían que sería un mundo mejor.»
Pero para ellos:
«los desafíos más importantes que afrontaba la industria tecnológica eran también los más tediosos. Por mucho que les conviniera luchar, los socios y trabajadores del sector tecnológico no sabían organizarse. No tenían la paciencia que se necesitaba para presionar a la clase política. No consideraban que su trabajo tuviera ramificaciones políticas, en realidad. —Todos dan por sentado que esta situación va a durar para siempre —dijo.»
Tampoco sobraba la coherencia, considerándose muy superiores al resto del mundo, encumbrando para los demás valores como la transparencia por los que ellos no se sentían obligados.
«—En la Casa Blanca no hay adultos —me dijo con un asomo de sonrisa—. Ahora el gobierno somos nosotros.»
«Tenemos un espacio capaz de ejercer una influencia sin precedentes y de impulsar el cambio social, y tenemos a una nueva generación que se ha criado con la banda ancha. Esa generación va a llegar y a cargarse todo esto.»
Lo más paradójico es que nadie les había encargado esa misión, ni siquiera ellos la buscaron de forma consciente, de hecho:
«No me quedaba claro por qué iba nadie a morirse de ganas de entregarles las llaves de la sociedad a unas personas cuya cualificación principal era la curiosidad. No es que fuera una defensora acérrima de las antiguas industrias e instituciones, pero la historia, el contexto y la deliberación también tenían un valor, igual que la experiencia. Y en cualquier caso, si íbamos a dejar de lado la experiencia, pensaba en mis momentos de mayor mezquindad, ¿por qué no eran mis amigos los que estaban recibiendo millones de dólares para dirigir proyectos de investigación destinados a crear ciudades mejores? Lo que no entendí entonces era que la fascinación que sentían los tecnólogos por el urbanismo no era solo entusiasmo por las ciudades, ni por construir sistemas a gran escala, aunque esos intereses fueran sinceros. Era un ejercicio preliminar, un terreno de pruebas, una vía de entrada: su primer paso para instalarse en el poder político que acababan de descubrir.»
Además en muy poco estos ideales iniciales dejan paso a otras intenciones:
«La novedad se estaba esfumando; el idealismo generalizado de la industria resultaba cada vez más sospechoso. La tecnología, en gran parte, no era progreso. Era un simple negocio.»
«Éramos demasiado mayores para usar la inocencia como excusa. Arrogancia, quizás. Indiferencia, ensimismamiento. Idealismo. Cierta complacencia endémica entre a los que las cosas les habían salido bien en los últimos años. Habíamos dado por sentado que todo se arreglaría solo. Pero solo habíamos estado hasta arriba de trabajo.»
El libro refleja con claridad la sensación que esta forma de entender la vida genera en los que no se deciden a subirse al barco:
«Tengo casi cuarenta años. ¿Por qué sigo yendo a tres conciertos cada semana? ¿No se suponía que debía tener hijos?»
«—Mis amigas de toda la vida se están peleando con sus maridos por sus hipotecas —dijo mi compañera. Miró el fondo de su taza de café y suspiró—. ¿Qué pinta tendrá todo esto cuando seamos viejos? ¿Cuándo dejará de ser divertido?»
«Aunque no quería lo mismo que Patrick y sus amigos, seguía encontrando algo atractivo en las vidas que habían elegido…»
«Seguro, pensaba yo, que algunos debían de haber tenido ganas de probar cosas distintas, de bajarse del tren. Seguro que algunos debían de estar empezando a tener reparos morales, espirituales y políticos. Yo proyectaba mis propios sentimientos en todas direcciones.»
«Aquellos tipos iban a convertirse en la nueva élite global; yo quería creer que, a medida que pasaban las generaciones, los que alcanzaban el poder económico y político querrían, cada vez más, construir un mundo distinto, mejor y más amplio, y no solo para los que eran como ellos.»
«Más tarde me lamentaría de aquellas ideas. No solo porque esa visión del futuro fuera fundamentalmente imposible —a fin de cuentas, el problema era aquel poder arbitrario y libre de responsabilidades—, sino también porque había caído en el mismo error: estaba buscando historias cuando tendría que haber visto un sistema.»
«A los jóvenes de Silicon Valley les iba bien. Les encantaba el sector, les encantaba su trabajo y les encantaba resolver problemas. No tenían reparos. Eran constructores por naturaleza, o eso creían. Veían un mercado en todas partes, y solo oportunidades. Tenían una fe inexorable en sus propias ideas y en su propio potencial. Estaban extasiados con el futuro. Tenían poder, riqueza y control. La que tenía anhelos era yo.»
Leo con frecuencia textos académicos y divulgación sobre la materia, y he leído algunos realmente buenos, pero nunca había encontrado un análisis tan completo y tan profundo, explicado de manera sencilla, amena y entretenida, sin pretensiones, como el cocktail de una serie de ideas diversas, mal digeridas, pero siempre cools, han configurado el mundo en el que vivimos.
Estas son algunas de las citas que más han llamado la atención:
«A menudo me daba la sensación de que la honestidad radical se cargaba la barrera entre subjetividad y objetividad. Y podía parecerse a la crueldad. Pero también parecía funcionar.»
«Hablar de negocios era, para los hombres, un modo de hablar de sus sentimientos.Internet estaba abarrotado de hombres profesionalmente inexpertos y cegados por la ambición dándose los unos a los otros lecciones basadas en anécdotas y consejos organizados en forma de listas.»
«Ian me quería de esa manera en que se quiere a alguien al principio de una relación: todavía creía que yo era alguien que no iba a dejar que la trataran mal, que la pisotearan. Me consideraba una persona recta y moral. Una persona que se valoraba a sí misma. Yo simpatizaba con su decepción. Yo también quería ser esa persona.»
««la conversación de la izquierda consigo misma»,…»
«Hablaban de renta básica universal mientras tomaban cócteles gratis en el bar de la empresa.»
«El impulso cultural de llenar todo tu tiempo libre de pensamientos ajenos…La homogeneidad era un pequeño precio a pagar a cambio de eliminar el cansancio de la decisión. Permitía que nuestras mentes pudiesen dedicarse a otras cosas, como el trabajo.»
«Luchábamos por trazar distinciones. Intentábamos distinguir entre un acto político y una visión política; entre los elogios a los violentos y el elogio de la violencia; entre el comentario y la intención. Intentábamos descifrar la ironía táctica de los trolls. Nos equivocábamos.»
«Él también se pasaba el día mirando la pantalla, pero todavía se regía por las leyes de la física.»
«Sentí una soledad conocida: estar participando de algo más grande que yo y aun así sentir que me había quedado fuera.»
«Intelectualismo de foro online. Discutir con fervor sobre un mundo que no era el mundo real me parecía vagamente inmoral. En el mejor de los casos, resultaba sospechosamente aduladora del poder. Era una subcultura que me asombraba, en gran parte por el éxito que cosechaba entre adultos.»
«A diferencia de lo que les pasaba a los hombres, yo no sabía transmitir lo que quería. Por tanto, era más seguro unirme a un grupo que se dijera a sí mismo, y al mundo, que era superior: me protegía contra la incertidumbre, el aislamiento y la inseguridad.»
«En la gran tradición de los estadounidenses blancos y adinerados de ciudades costeras ante épocas de crisis y agitación social, yo me había refugiado en mi mundo interior.»
«No sabía quién se engañaba más: la clase emprendedora, por pensar que podían cambiar el rumbo de la historia, o yo, por creerles.»
«La industria tecnológica —con su aversión al contexto y su énfasis en la velocidad y la escala y su miopía abrumadora—»
«La vida en la economía de la atención me había dejado ciega.»
«Trolear era la nueva moneda de cambio política.»
Ficha: Valle Inquietante. Autora: Anna Wiener. Editorial: Libros del Asteroide. 2020
Llevo tiempo sin hacer una recopilación de mis lecturas, pero un texto magnífico de Enrique García Maíquez con consejos para leer bien, me ha hecho retomar mis buenas costumbres, que espero mantener mucho tiempo.
2021 ha sido un buen año de lecturas, no tanto por la cantidad, si no por la suerte que he tenido con la selección, más de 20 grandes obras, muy recomendables. Dejo por aquí los libros que he leído este año y que creo que, por distintos motivos, merecen la pena.
Los mejores
Aira, César.El congreso de literatura
De Vigan, Delphine.No y yo
De Vigan, Delphine.Las gratitudes
de Chateaubriand, François-René.Memorias de ultratumba (libros I-XII)
Dostoyevski, Fiódor. Los hermanos Karamazov
Dostoyevski, Fiódor. El Jugador
Fante, John.Espera a la primavera, Bandini
Ferrero, Laura.La gente no existe
Fitzgerald, Francis Scott. El último magnate
Fitzgerald, Francis Scott. El pagaré
Gautreaux, Tim. El paso siguiente en el baile
Hilton, James.¡Adiós, Mr. Chips!
Kawabata, Yasunari. Lo bello y lo triste.
Mairal, Pedro.Salvatierra
McInerney, Jay. Días de luz y esplendor.
Mesa, Sara.Un amor
Peyró, Ignacio.Ya sentarás cabeza
Sciascia, Leonardo. A cada cual lo suyo
Simón, Ana Iris.Feria
Tabucchi, Antonio. La cabeza perdida de Damasceno Monteiro
Whitehead, Colson.Los chicos de la Nickel
Williams, John.Stoner
Los más entretenidos
Benzo, Fernando. Nunca fuimos héroes.
Casariego, Martin. Yo fumo para olvidar que tu bebes
Christie, Agatha. El asesinato de Rogelio Ackroyd
Dezcallar, Jorge.Espía accidental
Gamboa, Santiago.Los Impostores
Gamboa, Santiago. Será larga la noche.
Legardinier, Gilles.Días de perros
Leon, Donna.Nobleza Obliga
Leon, Donna.Un mar de problemas
Leon, Donna.Acqua alta
Leon, Donna.El peor remedio
Leon, Donna.Amigos en las altas esferas
Márkaris, Petros.Universidad para asesino
Márkaris, Petros.Offshore
Sacheri, Eduardo.Te conozco, Mendizábal
Yokoyama, Hideo.Seis Cuatro
Los más sorprendentes
Abreu, Andrea.Panza de burro
Arroyo-Stephens, Manuel.Mexicana,
Bergareche, Jacobo.Los días perfectos
Binet, Laurent.Civilizaciones
Duque, Aquilino.El mono azul
Konnikova, María. El gran farol.
Mairal, Pedro.La uruguay
Mishima, Yukio.El Pabellón de Oro
Neville, Edgar. Cuentos completos y Relatos Rescatados
Romeo, Félix.Dibujos animado
Sciascia, Leonardo. La desaparición de Majorana
Simón, Pedro.Los ingratos
Solares, Ignacio.No hay tal lugar
Tabucchi, Antonio. Pequeños equivocos sin importancia.
Tellier, Hervé Le.La anomalía
Los más instructivos
Crowley, Roger.Venecia ciudad de fortuna
Fernández-Miranda, Juan.El jefe de los espías
Freire, Jorge.Agitación: Sobre el mal de la impaciencia
González Férriz, Ramón.La ruptura
Keefe, Patrick Radden.No digas nada
Lapuente, Víctor.Decálogo del buen ciudadano
Lee, Kai-Fu.AI Superpowers: China, Silicon Valley, and the New World Orde
Mesa, Sara. Silencia administrativo.
Del Molino, Sergio.Calomarde: El hijo bastardo de las luces
Pérez, Joseph.Los Comuneros
Smith, Adam.La teoría de los sentimientos morales
Veliz, Carissa. Privacidad es poder.
Sin pena ni gloria
Abad Faciolince, Héctor.El olvido que seremos
Capote, Truman. Plegaria atendidas.
Echenoz, Jean. Enviada especial.
Foenkinos, David.Estoy mucho mejor
Paasilinna, Arto.Delicioso suicidio en grupo
Silva, Lorenzo.Castellano
Trapiello, Andrés.Madrid,
Trueba, David.Queridos niños
Chesterton, G. K..El hombre que sabía demasiado
Dickens, Charles.Historia de dos ciudades
Graves, Robert .El vellocino de oro
Havel, Václav.El poder de los sin poder
Huxley, Aldous.Un mundo feliz
Mantel, Hilary.En la corte del lobo
McInerney, Jay. La buena vida.
McInerney, Jay. Al caer la luz
Moore, Lorrie.Gracias por la compañía
Padura, Leonardo.Como polvo en el viento
Roth, Joseph. Job: Historia de un hombre sencillo
Scurati, Antonio.M. El hijo del siglo
Valle-Inclán, Ramón María del.La Corte de los Milagros
Wilder, Thornton.Nuestra ciudad
Yourcenar, Marguerite.Memorias de Adriano
Los más entretenidos
Chesterton, G. K..Las paradojas de Mr. Pond
Collins, Suzanne.En llamas
Collins, Suzanne.Sinsanjo
Collins, Suzanne.Los juegos del hambre
Ferrante, Elena .La amiga estupenda
Goldman, William.La princesa prometida
Leon, Donna.Muerte y juicio
Michener, James.Caribe – Tomo I
Nabokov, Vladimir.Risa en la oscuridad
Los más sorprendentes
Ferrero, Laura.Qué vas a hacer con el resto de tu vida
Martínez de Pisón, Ignacio.Derecho natural
Ruiz Zafón, Carlos.La sombra del viento
Scurati, Antonio.El padre infiel
Vallejo, Fernando.El desbarrancadero
Los más instructivos
Benkler, Faris & Roberts .Network Propaganda
Papa Francisco.Fratelli Tutti
Han, Byung-Chul.Topología de la violencia
Pascal, Blaise.Pensamientos
Sunstein, Cass R..Too Much Information
Sin pena ni gloria
Aguilar Camín, Héctor.Plagio
Amat, Jordi.El hijo del chófer
Martín, Luisgé.Cien noche
Ojeda, Mónica.Mandíbula
Zarrabeitia, Pablo.El alma de los espías
Pericles. Una biografia en su contexto. Thomas R. Martin. Editorial RIALP
Hace un par de años la editorial RIALP editó esta biografía de Pericles que pone el foco en su liderazgo dentro de la política de la época y sus posibles causas. A pesar del peligro, habitual en algunos análisis históricos, de tratar de proyectar sobre una época histórica los valores y postulados de la época actual, el enfoque resulta original e interesante ahora que el liderazgo de la clase política vuelve a ser un tema de actualidad (perdonando un cierto afán reiterativo, como empeñado en dejar claro su tesis en todas las páginas).
Contexto: La democracia radical ateniense y la ausencia de Constitución
La democracia griega era cautiva de las decisiones del demos. “Las antiguas tradiciones y las leyes vigentes que el demos aprobaba en la asamblea servían de señales indicadoras de lo que se estimaba recto y justo: su recuerdo pretendía disuadir de decisiones poco meditadas y tomadas en el fragor del momento. No obstante, no existía ninguna barrera constitucional infranqueable que impidiera que una nueva reunión de votantes decidiese en cualquier momento ignorar los precedentes o las leyes del pasado, bien por un tiempo, bien de forma permanente.” Resulta obvio pero el hecho sirve para destacar que en la democracia radical que imperó en Atenas a mediados del siglo V era la voluntad sin restricciones de la mayoría, y no la existencia de una Constitución con fuerza normativa, la que representaba su principio fundacional.
Esta democracia se basaba fundamentalmente en el control de los ciudadanos sobre sus gobernantes, implacables ante aquellos que “ no lograran alcanzar los estándares exigidos a quienes gobernaban la comunidad. El rigor de esa lección era patente. Antes del inicio de cualquier reunión de la asamblea, por ejemplo, un heraldo tenía la misión de imprecar a quienes, movidos por el interés o la traición, habían malaconsejado de forma intencionada y taimada a los ciudadanos”.
Ese control llegaba a la cultura hasta el punto de que “la sátira contra Pericles (y contra otros líderes) se volvió tan insultante en lo personal y tan explosiva en lo político que es posible que la asamblea ateniense aprobara la prohibición de «ridiculizar en escena a las personas llamándolas por su nombre» (comentario a Aristófanes, Los acarnienses v. 67 = Fornara; Las aves v.)
En lo institucional el control podía llegar a una versión ampliada de lo que hoy conocemos como la revocatoria del mandato, el Ostracismo. Una figura por la que de manera periódica se planteaba la condena al destierro a aquellos que reunieran un número de votos. La figura se utilizaba no sólo como medida de control sino como forma de canalizar peleas internas, odios y envidias, como refleja esta anécdota extraida de las Vidas Paralelas de Plutarco: “Arístides le preguntó qué nombre quería escribir en su ostracum. «Arístides», contestó. ¿Y qué había hecho el tal Arístides para merecer el destierro?, volvió a preguntarle sorprendido el propio Arístides; a lo que el otro —según comenta Plutarco ( Arístides 7)— replicó: «Nada; ni siquiera conozco a ese hombre, pero me molesta oír por todas partes el apelativo de “el Justo”».
De ahí que resultara imprescindible tanto la integridad personal como la capacidad de convencer al demos.
Transparencia e integridad.
Fue también Aristides el que, preguntado por lo esencial y más loable de quién gobierna, contestó: «lo esencial y más loable en quien gobierna es controlar las manos». Y los atenienses, sin conocer al Juez Brandeis, ya trataban de evitarlo con transparencia. Así se desprende de los documentos inscritos y exhibidos a la vista del público por el gobierno democrático ateniense. “Dichas inscripciones, grabadas en piedra y situadas en puntos muy transitados del centro de la ciudad, recogían las decisiones tomadas por los ciudadanos reunidos en la asamblea democrática de Atenas para facilitar que cualquiera pudiera leerlas y someterlas a consideración”.
Parece que en esa época también existían los fondos reservados y la razón de estado. Cualquier funcionario ateniense de alto rango estaba obligado a someterse a una auditoría anual. Pericles fue objeto de una de ellas por su servicio como general y al ser preguntado por el destino de una suma importante que no llevaba asociada ningún concepto contestó: «En lo que se tuvo por conveniente», que, según el autor, se corresponde con un soborno a ciertos líderes espartanos para evitar una nueva guerra. Sujustificación era que “un líder debía mantenerse incorruptible en lo personal, aunque a veces tuviera que prescindir de consideraciones de justicia para apoyar la política pública de su patria”.
Los atenienses llevados por la confianza que nace de la libertad, no ganan amigos recibiendo favores, sino haciéndolos. Y así se deduce de la definición de la virtud que ofrece Platón: «La cosa no es difícil de explicar, Sócrates. ¿Quieres que te diga, por lo pronto, en qué consiste la virtud del hombre? Nada más sencillo: consiste en estar en posición de administrar los negocios de su patria; y administrando, hacer bien a sus amigos y mal a sus enemigos, procurando, por su parte, evitar todo sufrimiento» ( Menón 71e).
La política de la razón
En la parte de la capacidad de convencer a los ciudadanos es donde concentra el autor gran parte de sus argumentos. Pericles adoptó un enfoque intelectual que le convirtió en uno de los líderes políticos más convincentes y célebres de la historia. Para Martin el liderazgo del griego se basó en “La razón como criterio a la hora de proponer políticas y leyes”. Frente a la impredecibilidad de la vida humana, “Pericles alimentó una estima inagotable por la razón y los conocimientos “. Y esto le permitió ser capaz de lograr el apoyo de una sociedad, como todas, poco dadas a entrar en razón cuando se adoptaban decisiones políticas. Este empeño por “emplear razonamientos fundados en los conocimientos y en la reflexión hizo que la mayoría de sus conciudadanos —incluso sin compartir su formación y su interés por los debates de corte académico— tomasen decisiones difíciles, arriesgadas e incluso abnegadas en beneficio de su comunidad”.
A esta capacidad se refiere Aristóteles al alabar la sabiduría práctica (frónesis), que permite juzgar lo más conveniente para nosotros y para los demás a través de la razón. Esta razón que para no engendrar monstruos debe estar fundada en los conocimientos, en la observación de la realidad, y que en Pericles se convirtió además en un instrumento para la acción que permite elegir el camino “más conveniente para su ciudad estado y hacer lo necesario para llevarlo a la práctica”. Esta sabiduría práctica se basaba en la previsión, la capacidad de anticiparse a los acontecimientos.
Otra de las fortalezas de Pericles era su capacidad de cuestionar los juicios convencionales acerca de la realidad para “penetrar más allá de la superficie de las cosas, a reflexionar sobre la realidad oculta que solo el razonamiento fundado en los conocimientos es capaz de revelar”. Una virtud que, si nos dejamos llevar por el libro, ejercitaba de manera habitual al “recibir en su casa a intelectuales destacados con quienes debatir teorías opuestas”, como Zenón y Anaxágoras.
Retórica y comunicación
Decía Hector Aguiar Camin que “No basta acertar. La razón es menos de la mitad de las cosas; y tener razón ni una cuarta parte”. Para ejercer el liderazgo no basta con tener razón, es necesario convencer a los demás de nuestras razones y logar que las hagan suyas. El liderazgo necesita, además de conocimiento, del poder de persuasión que no podrá desvincularse de este, so pena de volverse pura demagogia.
Pericles tenía una gran relación con el filósofo griego Protágoras, que defendía el carácter subjetivo de la verdad, lo que permitiría a los oradores defender uno u otro lado de la cuestión con un poder de persuasión y una razón idénticas, pero no en términos morales absolutos, algo que para muchos hacía irrelevante preguntarse sobre el bien y el mal. Pero el estaba convencido de que la retórica “no es un instrumento hueco, que pueda usarse tanto para “infligir un daño a la sociedad ganando cualquier debate sin ceñirse al derecho o a la justicia”.
En un momento en el que se empieza a consolidar la idea de que las instituciones y los valores humanos no son creaciones de la physis (la «naturaleza»), sino que responden a meras convenciones y costumbres y al nomos (la «ley»), la retórica no es sólo un instrumento para alcanzar y ejercer el poder sino una condición esencial de la democracia. Los griegos entendieron que un elemento esencial para su consolidación y su funcionamiento era que todo el mundo entendiese sus ideas, porque “cada individuo poseía una capacidad natural para la excelencia que debía desarrollar mediante el pensamiento y la práctica, y porque la conservación de la sociedad humana se basaba en el gobierno de la ley enraizado en una noción compartida de justicia. Esas verdades exigían que a los miembros de una comunidad que quisieran vivir en armonía no había que obligarlos a obedecer las leyes establecidas, sino convencerlos de hacerlo. No se les debía persuadir con la falsa pretensión de que las leyes estaban basadas en una verdad absoluta e inmutable: ese ideal no existía ni podía existir; tenían que obedecerlas porque la razón demostraba que esa conducta beneficiaba a todos los miembros de la comunidad”.
No en vano la propia instauración de la democracia ateniense realizada por Temístocles se debió en gran medida“a sus habilidades oratorias en la asamblea pública y a unos argumentos basados en los conocimientos y en la reflexión que obtuvieron su fruto”. Y Protágoras fue propuesto por Pericles como arquitecto de un contrato social para Turios. Recibiendo el sofista el encargo de la asamblea ateniense paraelaborar las leyes de lo que iba a ser una nueva democracia basada en la igualdad.
La retórica va más allá de la técnica y debe estar basada en el conocimiento científico (acerca de la naturaleza del terreno, de las mareas y de los vientos de Salamina, por poner un ejemplo), el buen juicio y el razonamiento (aplicándolos a sus conocimientos para ganar una batalla naval contra un enemigo superior), y la persuasión (convenciendo a otros de que lucharan pese a las nulas probabilidades de éxito).
De ahí que el éxito estuviera reservado a “los oradores cuyos argumentos demostraban sus profundos conocimientos de historia, economía y política; cuyo empleo del lenguaje era inteligente y elaborado; cuya voz tenía la potencia suficiente para hacerse oír cuando se dirigían a grandes muchedumbres de gente tanto en espacios cerrados como abiertos; y cuya resistencia les permitía enfrentarse al incisivo escrutinio público que muchas veces derivaba en burlas y protestas”.
Pericles, al que el autor muestra desde joven como alguien orientado a hacer propias las virtudes y herramientas necesarias para el ejercicio del poder, se esforzó desde joven para mejorar su retórica y dedicaba tiempo y cabeza a preparar detenidamente sus intervenciones hasta en sus más pequeños detalles.
Además de la preparación, una de las fortalezas retóricas que se atribuyen al griego eran sus métodos de razonamiento (aprendidos de Zenón) y que le ayudaron a elaborar argumentos inesperados, pero de una lógica aplastante, para rebatir eficazmente a sus adversarios en la combativa atmósfera de la vida pública ateniense.
Como decía Tucídides, el hijo de Melesias, Pericles era tan buen orador que, cuando él mismo creía haberlo derribado (metafóricamente) sobre la lona con sus argumentos, aquel excelente púgil oratorio se las arreglaba para convencer a los jueces de que no había tocado el suelo.
Hacerlo simple
El hecho de señalar al conocimiento y la capacidad de innovar como fundamento indispensable de la buena retórica no quieta para reconocer que —hoy como entonces— este tipo de discursos con “un planteamiento basado en teorías innovadoras y con un tono magisterial y académico casi siempre logran irritar a su auditorio en lugar de convencerlo”. De ahí la necesidad de ser capaz de hacerlo fácil sin recurrir a los trucos de vendedor de ungüentos. Ser capaz de “causar un impacto con sus palabras sin mostrarse ininteligible o condescendiente y, al mismo tiempo, sin descender a las tácticas rastreras de otros oradores como recurrir a chistes groseros, alzar la voz para enfatizar algo o gesticular exageradamente con las manos con el único propósito de atraer la atención de las inmensas muchedumbres a las que se dirigían los líderes atenienses”. Ofrecer a la gente evidencias de un modo claro y estructurado —e incluso científico— que resulte muy atrayente, y esto no se improvisa.
Autodisciplina y contención
Su estilo retórico estaba “basado en la dignidad y en la reserva antes que en la exhibición pública de sus sentimientos, incluso en ocasiones en que habría resultado comprensible —por no decir esperable— que demostrara alguna emoción”…. Mantenerse siempre tranquilo y sosegado en las adversidades, que no es sólo cuestión de carácter sino de inteligencia y educación, cultivando la autodisciplina suficiente para conservar la serenidad en cualquier situación y mantener la compostura y una apariencia de tranquilidad con independencia del grado de provocación a que uno se encuentre sometido, son también virtudes del buen orador, y del buen político (añadiría yo) capaz de “mantener la compostura, mostrarse ecuánime con los demás y actuar siempre con rectitud en el servicio público, resistiéndose a la tentación de servirse de la corrupción para lograr alguna ventaja que le ganase el respaldo del pueblo”.
Esta autodisciplina afecta no sólo a las formas sino también al contenido, e incluso al momento. “Según Plutarco ( Pericles 8), siempre que pronunciaba un discurso pedía a los dioses prudencia para que ni una sola palabra suya se desviara del tema” (sabio consejo). Para lograrlo además de la ayuda divina, es imprescindible la preparación, (de Pericles llegó a decirse, no se si con fundamento, que fue el primero en emplear un texto escrito, que le permitía ceñirse a lo previsto inicialmente). Además de evitar el destacar por destacar, conservar un perfil bajo actuando y hablando con dignidad y moderación, y evitando pronunciar discursos en el fragor del momento y evitando intervenir en cualquier debate que se entablase en la asamblea, distribuyendo entre sus amigos y seguidores el uso de la palabra, en determinados temas y momentos, con el fin de evitar que los asistentes se aburrieran de oírle a él (otro maravilloso consejo del que deberíamos tomar nota).
Gracias, entre otras cosas, a estas técnicas cultivadas con esfuerzo Pericles se convirtió en un célebreorador hasta el punto que “cuando un siglo después Demóstenes, el famoso orador ateniense, se dirigía a los tribunales o a la asamblea, procuraba imitar lo que «había engrandecido» a Pericles (Plutarco, Demóstenes 9)”.
Música, estética y poder
También en esa época se hablaba ya de la capacidad de la música para influir en la conducta, por su capacidad para “ inspirar un comportamiento constructivo para la comunidad, o bien actitudes antisociales e incluso delictivas”. De ahí la importancia de los maestros de música capaces de inculcar en los jóvenes el deseo de convertirse en oligarcas o en tiranos dispuestos a socavar la democracia. Hasta el punto de que uno de ellos, Damón, acabó condenado al ostracismo con el respaldo de un número importante de atenienses ante las sospechas de que sus ideas corrompían a sus alumnos
Tampoco la arquitectura y la escultura escapaban a su función de símbolos del poder. El Partenon es un magnífico ejemplo. No sólo por el mensaje de superioridad que transmitia el templo, un mensaje sobre el poder de quienes habían financiado su construcción para asombro del mundo entero. También por su contenido que habla “de la especial conexión que unía a los atenienses con los dioses y eclipsaba toda relación con lo divino de cualquier otra ciudad estado” ya que hasta entonces en ninguna ciudad estado aparecían sus ciudadanos ni sus antepasados representados en el templo, que estaba reservado para los dioses.
Conclusión
En resumen podemos decir que en una democracia donde la capacidad de convercer resultaba clave para alcanzar y mantener el poder la eficacia de Pericles como líder, dice el historiador, s”e derivaba de la fuerza de su reputación, de sus razonamientos basados en los conocimientos y de su transparencia y su inmunidad a sobornos y tejemanejes”. De esta manera controló a las masas con un espíritu independiente, sin rebajarse a adularlas y arriesgándose a atraerse las iras del pueblo oponiéndose a sus deseos siempre que fue necesario. “Con sus discursos fue capaz de combatir la arrogancia del pueblo y, al mismo tiempo, de despertar su confianza, según lo requiriera la situación. En tiempos de Pericles, en suma, Atenas se convirtió en lo que «era de nombre una democracia, pero, en realidad, un gobierno del primer ciudadano».”
Bonus track. Otras curiosidades
Juegos Olímpicos, juegos de libertad. Tras la victoria, los griegos convocaron una reunión en la que Arístides les convenció de que celebraran una ceremonia en Platea para conmemorar cada cuatro años el éxito de la defensa griega con unos Juegos de la Libertad. Los asistentes debían hacer un brindis con una libación a los dioses: «Sea en honor de los hombres que murieron en defensa de la libertad» (Plutarco, Arístides 21).
Profecias. A finales del siglo VI AC Atenas se encontraba sometida a la dictadura de Hipias, a pesar de los intentos de sus rivales por derribar militarmente al dictador. Ante el fracaso de la violencia uno de ellos, Clístenes de Alcmeonida, decidió cambiar de estrategia y sustituir las armas por las profecías. Cuenta Heródoto como el ateniense, tio-abuelo de Pericles, comenzó a donar grandes sumas de dinero al santuario de Apolo en Delfos, en cuyo oráculo los griegos acudían a buscar orientación sobre su destino, sobornando a la sacerdotisa responsable de transmitir la voluntad divina, para que hiciera saber a cualquier espartano que le preguntara por su misión en este mundo que tenía el mandato divino de liberar a Atenas de la tiranía. Fue cuestión de tiempo que Esparta, la primera potencia militar de Grecia, acabará cediendo a los requerimientos de la profetisa de Apolo e hiciera buena la profecía, condenando al tirano al exilio.Heródoto añade (V, 63; 65) que Clístenes sobornó a la sacerdotisa que transmitía las respuestas proféticas inspiradas por el dios Apolo: fuera cual fuera la pregunta que le dirigiesen los espartanos, la sacerdotisa debía contestar que Esparta había recibido el mandato divino de liberar a Atenas de la tiranía. Los espartanos, que se habían enterado de los sobornos de los Alcmeónidas a la sacerdotisa de Apolo en Delfos para que esta los instigara repetidamente a eliminar la tiranía Pisistrátida, recibieron de Cleómenes algunas copias de los funestos oráculos halladas — según él— en la acrópolis: unas profecías que supuestamente predecían la gravedad de los daños que los atenienses les infligirían en el futuro. Por ejemplo los conspiradores sobornaron a la sacerdotisa de Delfos para que lo declarara bastardo y, por lo tanto, rey ilegítimo de Esparta.
Los incentivos de cualquier ser humano han sido siempre el temor, el honor y la conveniencia.
En la democracia ateniense, y en esto creo que no hemos cambiado mucho, “el camino que solía culminar en influencia y cargos políticos pasaba necesariamente por crear lo que hoy día llamaríamos una red de contactos con otros miembros de la aristocracia; y, al mismo tiempo, por mostrar cierto grado de sociabilidad con la masa de votantes que evitara una percepción generalizada de pertenencia al grupo de los ricos y selectos (cosa que no era del agrado de una democracia compuesta en su mayoría por ciudadanos de escasos recursos)”. La conducta de Pericles, en este punto también lo distinguía de sus contemporáneos.
Fabio se ganó el título de «el Dilatador» (cunctator) con su estrategia de evitar una batalla a gran escala contra el ejército de Aníbal en territorio romano manteniéndose a la espera de su agresivo adversario y agotándolo con una guerra de desgaste.
El gobierno central no solía involucrarse en las decisiones que condicionaban la vida y definían el estatus individual de libre o esclavo, de ciudadano o extranjero.
Hefesto era el dios griego de la tecnología.
Los persas consideraban que existía un mandato divino que obligaba a cualquier rey persa a ejercer su poder sobre el mundo entero.
Bibliografia mencionada de interés
Jeffrey Rusten, The Birth of Comedy, y Robin Waterfield, The First Philosophers.
Aunque el cambio de año siempre me ha parecido algo edulcorado y buenista, siempre he envidiado la capacidad de hacer balance periódico y por aquello de no evitar la misantropía al cambio de año, me he acostumbrado a hacer balance de lo leído en el año. Sirve de excusa para llevar a cabo un grato ejercicio de recuerdo y, siempre queda el consuelo, de que puede ayudar a otros.
El top 3 de lo leído este año serían sin duda:
Jonathan Franzen,-Pureza
Lucia Berlin,-Manual para mujeres de la limpieza
Emilia Pardo Bazán – Cuentos
A esto le añadiría dos obras más desconocidas, que me han sorprendido muchísimo:
Evgueni I. Zamiátin,-Nosotros y las Obras de Saki.
En la categoría de “clásicos”, obras que están en boca de todos, o nuevas publicaciones de autores consagrados, me ha impresionado para bien Michel Houellebecq, con Sumisión, Emmanuel Carrère, y su Limónov y Patria de Fernando Aramburu. En otro nivel pero sin sensación de tiempo perdido pondría a Ian McEwan, y su La ley del menor y a Laurent Binet,-La séptima función del lenguaje.
Tenía deudas pendientes, libros que tenía apuntados para mejor ocasión y que han encontrado su momento. He disfrutado como hace tiempo con Manuel Chaves Nogales,-El maestro Juan Martínez que estaba allí
Cormac Mccarthy,-La carretera
Dashiell Hammett,-Tomo II: Relatos
Jorge Semprún,-Autobiografía de Federico Sánchez
Roberto Bolaño,-2666
Natalia Ginzburg,-Las pequeñas virtudes
Léo Malet,-Calle de la Estación, 120
Relecturas
Henry James,-Los papeles de Aspern
Raymond Carver,-¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
Raymond Carver,-Catedral
Raymond Carver,-De qué hablamos cuando hablamos de amor
Raymond Carver,-Short cuts
Raymond Carver,-Si me necesitas, llámame
Raymond Carver,-Tres rosas amarillas
Santiago Gamboa,-Perder es cuestión de método
Luis Sepúlveda,-Diario de un killer sentimental seguido de Yacaré
Paul Torday,-Salmon Fishing in the Yemen
Roald Dahl,-Historias extraordinarias
Willa Cather,-Pioneros
Santiago Gamboa,-Los Impostores
Santiago Gamboa,-Tragedia del hombre que amaba en los aeropuertos
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