Expertos cuestionan efectividad de campañas de troles políticos

Expertos cuestionan efectividad de campañas de troles políticos

Expertos con amplia trayectoria en el estudio y ejecución de campañas políticas internacionales analizan la temática

Dos expertos en comunicación política y redes sociales analizaron para elsalvador.com este tipo de prácticas en el contexto de las denuncias sobre una red de troles políticos que opera en el país, en la que se vincula al alcalde de San Salvador, Nayib Bukele.

“Cuando se descubre que un político u organización está detrás de un ejército de trolls es perjudicial”, asegura el asesor de comunicación Antoni Gutiérrez-Rubí. De nacionalidad española y con amplia experiencia en la materia, Gutiérrez-Rubí ha asesorado campañas políticas en España y varios países de Latinoamérica.

Para Gutiérrez-Rubí, “la reputación se ve todavía más perjudicada cuando trascienden contratos o cifras de lo que cuestan dichas estrategias (de troles políticos). Lo que la ciudadanía penaliza realmente es el uso de fondos en campañas negativas”.

Cuestionado sobre la constante tentación que pueden tener los políticos por llevar a cabo estrategias de spam político y troleo, Gutiérrez-Rubi sostiene que la tentación por incluir bots que inflen el número de seguidores de una cuenta “está dada por la obsesión que tienen algunos a evaluar su comunicación online con unas pocas métricas, cuando lo que verdaderamente importa es la generación de relaciones y alianzas y la capacidad de influenciar y motivar a la audiencia”.

“Algunos troleos son más agresivos que otros, más sucios, pero todos buscan desprestigiar al destinatario de la agresión (…) sembrar dudas en los internautas indecisos”, concluye.

Rafa Rubio, asesor en temas de comunicación y profesor del Máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra, en España, sostiene que sigue existiendo “cierta identificación de la red con el volumen”, y los políticos “caen en la tentación de subir el número de sus seguidores, lograr Trending Topics, o difundir información falsa sobre sus rivales”.

José Luis Orihuela, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra y autor del libro Los medios después del Internet, asegura que la puesta en marcha de bots y troles con fines propagandísticos “son prácticas que están en las antípodas del concepto de red social como espacio de conversación y suponen una degradación de la comunicación política”.

“Una estrategia de comunicación basada en la mentira y la manipulación es una estrategia equivocada, no es comunicación y es mala política”, añadió.

Éticas o no: ¿Son efectivas estas prácticas?

“La utilización de bots para aumentar el número de seguidores o para lograr un trending topic puede servir en un corto plazo porque aumentan la notoriedad inmediata del político o la organización. Pero al poco tiempo dejan de servir porque no se están usando las redes para crear nuevas relaciones o para afianzar las existentes”, sostiene Gutiérrez-Rubí.

Rubio, por su parte, considera que “no son muy efectivas para mejorar la reputación propia pero pueden obligar al contrario a perder tiempo, y desmentir, contestar, bloquear (…) lo que puede resultar muy molesto”.

Sobre el mismo tema, Gutiérrez-Rubí advierte que “las campañas sucias en todas sus facetas a menudo actúan como un boomerang, puesto que en ellas también se pone en juego la credibilidad, la moralidad y la rectitud del emisor”.

Consejos para los políticos en redes sociales

Rubio aconseja a los políticos que, antes de pensar en las redes como un nuevo medio de comunicación, “que piense las redes como un instrumento que puede contribuir a lograr los objetivos y las usen solo y de la manera que sirvan para lograr ese objetivo”.

Para Orihuela, una buena estrategia en redes sociales debe ser parte de un plan global de comunicación que integra medios convencionales y acciones en el mundo físico. y que no se limita a gestionar los medios propios (cuentas de partido y candidatos), ni los comprados (propaganda electoral en redes), sino que “se enfoca en los medios ganados (electores afines), que son quienes convierten de manera natural los mensajes en corrientes de opinión”.

Según Gutiérrez-Rubí, el político “tiene que aprender a escuchar. Las redes permiten un nivel de escucha atenta, activa, sensata y profunda sobre la opinión y el estado de ánimo de la gente. Sólo después de comprender y escuchar, llega el turno de hablar. Y hay que hacerlo con el mismo lenguaje de la gente, de las redes: audiovisual, infográfico”.
 
Publicado en El Salvador

El NYT o la Casa Blanca, ¿quién influye en quién?

El día 11 de octubre, dos meses antes del anuncio de normalizar relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, el New York Times publicaba un editorial sorprendente en el que abogaba de manera directa, y sin motivo aparente, por el fin del embargo. El editorial, coherente con la línea del periódico hasta la fecha, sorprendía por el momento, en plena batalla electoral de las midterms norteamericanas. En una decisión sin precedentes el periódico decidía además publicar una versión integra del editorial en castellano, y el editorial, oportunamente divulgado por los medios de comunicación oficiales y el propio Fidel Castro, recibió un amplio eco en la isla.

Una semana después el periódico insistía en el tema cubano, con otro editorial en el que ensalzaba el papel de los médicos cubanos en la lucha contra el ébola. En lo que se convertía en la segunda de una serie de siete editoriales (que incluían la petición de un canje de prisioneros) que llegarían hasta el día 15 de diciembre, dos días antes del anuncio, cuándo el NYT se refería directamente a la situación de la economía cubana y a cómo Obama con una serie de medidas podría ayudar a mejorar la economía de Cuba.

Lo explicaba unos días antes Ernesto Londoño, editorialista del NYT, a la Cadena Ser. Según el editorialista de origen colombiano, incorporado recientemente al periódico procedente del Washington Post, las editoriales buscaban influir en la administración “en un momento en el que la Casa Blanca va a tener que tomar decisiones”. Además, consciente de la dificultad de que un Congreso republicano levantara el embargo apuntaba a una serie de medidas que podría adoptar de manera directa el Presidente norteamericano: “Puede reanudar las relaciones diplomáticas con Cuba, puede flexibilizar un poco más las restricciones de viaje y los mecanismos para que las personas en EUU envíen dinero a Cuba, tanto a sus familia e inviertan en los nuevos negocios en la isla”.

Como señalaba Carlos Alberto Montaner la sucesión de acontecimientos no parece casual, y la pregunta es si el New York Times ha sido capaz de marcar la agenda de la Casa Blanca, o ha sido esta la que ha ido sembrando de interés e información al equipo editorial del Times para tantear primero y preparar después a la opinión pública norteamericana.

En la entrevista citada, el editorialista del NYT anunciaba que la serie no iba dirigida sólo a Estados Unidos y que continuaría con «una serie de llamados al gobierno cubano”, quedamos a la espera, y confiamos en que la normalización iniciada no incluya el silencio del periódico norteamericano en este tema.

Aquí podéis acceder a los editoriales:

11.10 Tiempo de acabar el embargo:
19.10. La impresionante labor de los médicos cubanos
26.10 Los cambios electorales respecto a Cuba
3.11 Un canje de prisioneros
9.11 Desventuras al derrocar un régimen
17.11 La fuga de cerebros
15.12 La economía de Cuba en una encrucijada.

Con publicar los viajes no basta

Decía Bentham en sus ‘Tácticas Parlamentarias’ que la publicidad «constituye uno de los supuestos en que descansa el espíritu del parlamentarismo”. Así lo establece el artículo 80 de la Constitución, y así ha estado presente de manera casi constante en las Constituciones históricas de España desde su aparición en la Constitución gaditana de 1812, al establecer que las sesiones plenarias de las Cámaras «serán públicas”.

Este principio básico para el funcionamiento democrático, que no se puede limitar a los medios del siglo XIX como la publicación en el Boletín Oficial de las Cortes, se acentúa aún más en tiempos de desafección política, donde el Parlamento debe reivindicarse como la puerta de acceso a la política de la sociedad. De ahí que este concepto de publicidad, básico para que el Parlamento cumpla su función representativa, se amplie más allá de las sesiones parlamentarias en un principio, el de transparencia, que apuesta por hacer público y comprensible todo aquello relacionado con la institución. La transparencia parlamentaria se presenta así como un criterio de innovación política y una medida sobre la evolución del desarrollo de la democracia.

De ahí que el debate sobre la publicidad de los viajes de congresistas y senadores, que nos lleva casi irremisiblemente a la publicidad de sus agendas, no es sólo un debate sobre el control del uso que de los fondos públicos hacen nuestros representantes (como se deduce del acuerdo alcanzado por los grupos mayoritarios) sino que va mucho más allá del necesario control de medios y ciudadanos.

Así lo entiende la Ley de Transparencia, que frente a lo que algunos dicen, sí establece la obligación de transparencia para todos aquellos órganos e instituciones públicas, no sólo para la Administración. Aunque es cierto que las Cortes tras la entrada en vigor de la Ley estarán directamente obligadas a publicar sólo la información sometida a Derecho administrativo, lo que supone la obligación de publicar todo lo relativo a la gestión económica y presupuestaria, contratación, política de personal, retribuciones, subvenciones, convenios, obras e instalaciones o gestión patrimonial.

La ley emplaza al Congreso, el Senado y las Asambleas Legislativas de las comunidades autónomas a que, desde su autonomía normativa garantizada por la Constitución, asuman un compromiso con la transparencia que desarrolle los principios que establece la ley y que ésta, por respeto a la separación de poderes, no ha podido establecer como obligatorio para los órganos legislativos más allá de los aspectos administrativos.

Y este emplazamiento genera una obligación legal todavía pendiente de desarrollo.

Estas obligaciones abarcan tanto la publicación actualizada de información “cuyo conocimiento sea relevante para garantizar la transparencia de su actividad relacionada con el funcionamiento y control de la actuación pública”, como la obligación de proporcionar a los ciudadanos la información que estos solicitan en cualquier ámbito del funcionamiento de las instituciones públicas.

De ahí que, a pesar de las críticas recibidas, podamos decir que en España la Ley de Transparencia supone una apuesta clara por un sistema de transaparencia de la información pública que va mucho más allá del control del uso de los fondos públicos la lucha por la corrupción y asume, no sin reservas en forma de excepciones, el valor de la información pública como herramienta para mejorar el trabajo de las instituciones y la calidad de la democracia.

No se trata de un problema coyuntural, provocado por los líos de un exsenador, ni de una demanda de ‘frikies’ tecnológicos indiferente para la sociedad. Entre los que se oponen a esta posibilidad, anclados en la máxima del “esto siempre se ha hecho así” para descalificar estos “experimentos” se suelen emplear tres falacias que es conveniente deshacer:

  • La transparencia estará al servicio del ‘morbo’ de los espacios televisivos” que sólo se fijarán en los aspectos anecdóticos de los datos publicados, considerando a la sociedad como inmadura e incapaz de distinguir lo accesorio de lo fundamental.
  • El exceso de información no es transparencia. Esta afirmación desconoce los avances tecnológicos en el procesamiento de los datos, o el surgimiento de iniciativas periodísticas muy valiosas dentro del denominado “periodismo de datos” que ya cuentan con las herramientas y el talento suficiente como para, sobre amplios volúmenes de datos publicados, transformar esa información en conocimiento.
  • Demasiada transparencia va en contra de la confianza en el sistema representativo. Esta forma de pensar mantiene que la exigencia de que la transparencia exterioriza una desconfianza hacia los representantes y que, por tanto, acaba deteriorando el sistema, ignorando los profundos cambios sociológicos que se han producido en los últimos años en la sociedad española, que ahora es una sociedad madura, repolitizada y con una demanda alta de participación activa en los asuntos públicos. No se trata de considerar a los parlamentarios como mejores de edad necesitados de tutela sino, por el contrario, ampliar la esencial función representativa con la colaboración y la participación de la ciudadanía.

El estándar de comportamiento ha cambiado y lo que hasta hace poco era contemplado como un problema estético es visto ahora por la opinión pública como un verdadero problema ético. La sospecha sobre la existencia de ámbitos relativos al funcionamiento de las Cámaras que todavía no son conocidos resulta más dañina que el posible “ruido mediático” que pudiera generar la publicación proactiva de esta información.

Cada día cobra más actualidad el principio clásico de la comunicación política según el cual, si no puedes explicar una actuación política es mejor no hacerla y por eso, en el contexto actual, es mejor anticiparse y ser proactivo publicando la información que no tener que llegar a dar explicaciones arrastrado por las circunstancias.

No existe el menor obstáculo jurídico para que las Mesas establezcan, cuanto antes, el marco jurídico necesario para la aplicación de la ley de transparencia que incluya los contenidos del portal de transparencia parlamentaria y regule el procedimiento de acceso a la información pública del parlamento, lo que se necesita es determinación política para hacerlo.

Ha llegado el momento de ser valientes y, desde el respeto a la amplia autonomía normativa que tienen las mesas de las Cámaras, afrontar el desarrollo integral de la ley más allá de la publicación o no de los viajes y las agendas públicas de los parlamentarios.

No se trata sólo del control económico-administrativo, sino de mejorar el conocimiento del trabajo que realiza la institución y facilitar las relaciones entre representantes y representados. Para ello será necesario agrupar dentro del portal de transparencia la información que hoy se puede encontrar dispersa en la web del Congreso, y añadir otra información hoy inexistente -como por ejemplo las funciones de los parlamentarios, su organigrama, la información complementaria a las iniciativas legislativas, la relación del personal de confianza, las peticiones recibidas, los regalos o las consultas más habituales-.

No se trata sólo de de saciar la curiosidad ciudadana, sino de adaptar el Parlamento a las nuevas exigencias ciudadanas. Sólo así podrá evitar los cantos de sirena de los que pretenden sustituir la soberanía nacional por un poder popular informe, y seguir siendo el pilar sobre el que se sustenta el edificio de nuestra democracia.

Entrevista a Rafael Rubio Núñez

Para poner en su integridad la biografía de Rafael Rubio necesitaríamos casi el mismo espacio que el dedicado a su entrevista. Nos limitaremos, pues, a resumirla y a remitir a su página personal (ww.rafarubio.es) a quienes estén interesados en conocer con más detalle sus trabajos, intereses y publicaciones.

Rafael Rubio Núñez es doctor en Derecho tras defender su tesis doctoral sobre el lobby (Los grupos de presión, 2003) y Profesor Titular de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor visitante en las Universidades de Harvard (1998), Georgetown (1999), George Washington (2008) y en la Scuola Superiore St’Anna de Pisa (2012). Ha impartido o imparte clases en distintos masters y posgrados de la Universidad Complutense, la Universidad Carlos III, la Universidad Pontificia de Comillas, la Universidad de Navarra, el CEU, el Centro Universitario Villanueva o el Instituto Universitario Ortega y Gasset.

Está especializado en analizar la participación política y la incidencia de las nuevas tecnologías en la democracia, especialmente en los procesos electorales. Su ámbito de intereses profesionales se extiende asimismo a la promoción internacional de la democracia en los procesos de transición; al papel de la Iglesia Católica en la promoción de la democracia; y al bioderecho, temas sobre los que ha publicado varios libros y numerosos artículos en revistas especializadas.

Es socio fundador de la empresa DOG Comunicación (www.dogcomunicacion.com) dedicada a la consultoría política y corporativa, con especial incidencia en las redes sociales e internet. Como consultor político ha asesorado a diversos partidos en campañas electorales municipales y autonómicas,  en las elecciones europeas de 2004 y en las generales (para Mariano Rajoy) de 2011. En el año 2008 conoció de primera mano, en el cuartel general de campaña de John McCain, las elecciones presidenciales en Estados Unidos. También ha asesorado y llevado a cabo trabajos de consultoría y de formación para políticos y diplomáticos en México, El Salvador, Venezuela y Perú.  Al margen de la política, ha intervenido en la gestión de la comunicación de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid (2011) y Río de Janeiro (2013).

 

Cuando hablamos de asesores o consultores de comunicación política, la imagen que primero se nos viene a la cabeza es la de Toby Ziegler de El Ala Oeste de la Casa Blanca o la de Stephen Meyers de la película Los idus de marzo, pero más allá del retrato que Aaron Sorkin o George Clooney nos han querido pintar sobre vosotros, querríamos saber ¿cuáles son las principales funciones de un asesor de comunicación? ¿En qué consiste tu trabajo?

El trabajo del asesor de comunicación política tiene muchas caras. Siempre que me hacen esa pregunta recuerdo un chiste de Forges que respondía de forma magistral a la pregunta sobre las funciones del ama de casa (y que mi madre todavía no ha despegado de la nevera):
– ¿Profesión?
– Limpiadora, cocinera, doncella, costurera, planchadora, niñera, maestra, telefonista, recepcionista, choferesa, psiquiatra, enfermera, puericultora, economista, matemática, intendente, sensual geisa y amante
– Todo eso no cabe
– Pues ponga “ama de casa”, es lo mismo.

En el caso del consultor político se podría decir: estratega, secretario, asesor de imagen, escritor de discursos, confesor, coach, community manager, psicólogo, compañero fiel, ¿amigo?…

En tu página www.rafarubio.es detallas tu vida y trayectoria pormenorizadamente. Nos gustaría conocer qué camino hay que recorrer, más allá del esfuerzo, estudio e inteligencia, para alcanzar una posición parecida a la tuya.

Yo no sabía que quería ser consultor político pero, a la vuelta de Estados Unidos, decidí someter mi tesis doctoral, al juicio de la persona que más sabía del tema en ese momento. José Luis Sanchís, me recibió, me ayudó con mi tesis y en pocos días empecé a colaborar con él y, de repente, me encontré siendo consultor político. A partir de ese momento, quizás suene a tópico, pero he ido descubriendo que lo más importante es tener claro cuál es el objetivo, y poner los medios para lograrlo. Son muchos los caminos que te llevan a trabajar como consultor político, cualquier trabajo puede ser, de alguna forma, un buen camino pero es necesario entenderlo así y, como decía hace poco Ashton Kutcher al recoger un premio, aprovecharlo (link al video). Además creo que hoy en día, el camino pasa por la especialización. El consultor político general es una especie en extinción, hoy tiene muchas más posibilidades de abrirse camino una persona especializada en leer la opinión pública, un experto en discursos, en debates, en audiovisual, o en comunicación digital.

Tras haber conocido a buena parte de los políticos europeos y americanos, ¿crees preciso tener unas aptitudes necesarias para dedicarse a la política o basta con el asesoramiento adecuado para que cualquiera pueda destacar en este mundo?

Me faltan muchos por conocer, realmente casi todos, pero por lo que he podido ver, es necesario tener una pasta muy especial para ser político hoy en día. Quizás lo más importante sea tener mucho aguante, capacidad de resistencia, una pasión por el mundo político, que no es el más agradable de los entornos laborales, y cierto sexto sentido…

Durante la campaña de Obama de 2008 las redes sociales pasaron a ocupar un lugar destacado dentro de la agenda política, pero ¿hasta qué punto han condicionado el mensaje de los políticos? ¿Ha llegado el momento en que una campaña puede ganarse o perderse dependiendo de cómo se gestionen las redes sociales?

Estoy convencido que en las redes sociales no se ganan las elecciones pero que cada día es más difícil ganar una elección sin entender las redes sociales y las dinámicas comunicativas y organizacionales que generan. No se trata de estar en las redes sociales, sino de entender los cambios profundos que estas provocan en la forma de vivir, de comunicarse, de relacionarse, de organizarse y sus efectos en la sociedad.

¿Crees que la calidad de nuestros dirigentes es tan mala como percibe la sociedad o es sólo una reacción a la mala situación que atraviesa el país?

Los partidos políticos no están adaptados a la sociedad, y sus procesos de selección no responden a una lógica de liderazgo moderno. Sus estructuras y procedimientos internos responden a estructuras sociales más propias del siglo XX y eso afecta a que aquellos que dirigen los partidos, y que terminan ostentando cargos públicos, respondan a criterios distintos a los del mérito y la capacidad, tan necesarios para el gestor público y el avance social.

Internet va desplazando a los medios de comunicación e incluso al Parlamento como escenario del debate público: ¿Cómo puede afectar este fenómeno a la política tradicional en los próximos años?

No es un problema de internet, es un cambio social radical, la comunicación pasa a ser conversación y la seducción, pasa del gustar al convencer. La política tradicional tendrá que abandonar los muros en los que vivía, más preocupada de las luchas internas, y salir a la calle para involucrar a los ciudadanos en la gestión pública. No hay otra alternativa.

En un marco más general ¿Crees que es posible que como consecuencia de la actual crisis se pueda producir un cambio o incluso pueda darse una ruptura dentro el sistema político español?

Estoy convencido. El sistema político tiene que dar respuesta a la realidad, y tengo la sensación que la realidad ya no cabe en este sistema político. Las personas tienen otras expectativas, actitudes distintas, estructuras diferentes y todo ello afecta a su manera de entender el bien común, su papel en la sociedad… o el sistema político es capaz de dar respuesta a estas nuevas demandas sociales, o el choque cultural se lo acabará llevando por delante.

En tu condición de profesor y empresario, ¿qué recomendarías al recién licenciado? ¿Emprender, adquirir experiencia previa trabajando o dedicarse al sector público?

Quizás mi experiencia determina la respuesta. He visto cerrar dos empresas que había empezado, y aprender haciendo, sin miedo a fracasar, es quizás la mejor lección. Se que no están las cosas para ir eligiendo pero ver cualquier oportunidad como un paso adelante, pegarse a buenos maestros, allí donde podamos trabajar, no dejar de aprender, de sorprenderse a diario y rodearse de gente valiosa resulta imprescindible para no dejar de avanzar.

Como profesor de Derecho Constitucional has vivido la implantación del Plan Bolonia y el tránsito de la licenciatura a los grados ¿Cómo crees que evolucionará la Universidad en los próximos años?

Bolonia es una buena oportunidad de poner otra cara al sistema universitario español, de adaptarlo a las nuevas necesidades educativas de una generación, la del milenio, que ya no se conforma con asistir a clase sino que precisa de otras fórmulas para aprender. El problema es que para su aplicación la universidad española necesitaría muchos más recursos que los que recibe y no todo se puede sustituir por buena voluntad y esfuerzo, algo que, por lo general, los profesores estamos haciendo.

Por último, la cuestión común a todos los entrevistados ¿Cómo ves la sociedad española dentro de quince años?

Soy optimista a quince años vista. Tengo mucha fe en la sociedad española que, a través de microproyectos políticos y sociales está adquiriendo un protagonismo cada vez mayor. A pesar de los pesares conservo la esperanza en que las dinámicas que la sociedad ha puesto en marcha acabarán por ser recogidas por los poderes públicos y dando sus frutos. La forma en la que se implemente la ley de transparencia y buen gobierno será un buen termómetro.

Publicado en En Silencio