Periodismo y polarización: ¿cuánto necesitamos la verdad?

Periodismo y polarización: ¿cuánto necesitamos la verdad?

Ethosfera y Ethic reunieron a un grupo de periodistas, filósofos y académicos en el webinar ‘Periodismo democrático frente a la polarización’.

La verdad. La información veraz, y en concreto, el periodismo, deberían ser uno de los pilares fundamentales para sostener las sociedades democráticas a la hora de contextualizar y transmitir la información que compone su realidad. Y es que, dentro del ecosistema informativo, el ruido no es mundanal, sino (casi) divino: omnipresente, se enreda en las redes sociales entre los bulos diseminados a través del boca a boca, multiplicado hasta el infinito por el clic, y da origen a términos como la ‘posverdad’, un concepto de largo recorrido en la sociedad actual. Esta ha sido la génesis de Periodismo democrático frente a la polarizaciónun debate organizado por Ethic junto al think-tank de Ethosfera que, enmarcado dentro del 30 aniversario del Día Internacional de la Prensa, tuvo como leitmotiv la información como bien público.

En su introducción, el editor de Ethic, Pablo Blázquez, advierte sobre cómo «el fenómeno de la posverdad se diferencia de la mentira en la predisposición del individuo de aceptar el engaño». «La posverdad se aprovecha de cierta actitud acrítica. El ciudadano no busca tanto verdad como reforzar una suerte de identidad ideológica», apunta.

La Directora de Ethosfera y moderadora del debate, Elena Herrero-Beaumont, pone el acento sobre la cuestión de los estándares de los propios medios de comunicación y anuncia algo esperanzador, y es que se está negociando con las plataformas tecnológicas para que «se premie a aquellos medios que apuestan por el periodismo y la información de calidad». Y en esa línea pregunta a la periodista Ana Pastor cómo la transparencia sobre los estándares de los fact-checkers está contribuyendo a generar una mayor confianza con los usuarios y lectores.

Pastor, fundadora de Newtral, responde abriendo el debate con la realidad de que España es, hoy, uno de los países con mayor grado de polarización del mundo. En este sentido, defiende que uno de los factores que ha alimentado la mecha de la división social ha sido la proliferación de las noticias falsas. Y apunta hacia la autocrítica: «La primera pata de quienes tienen que fabricar una vacuna contra los bulos son los medios y los periodistas». Pero hay más culpables: las instituciones y las plataformas de redes sociales también deben formar parte de la lucha por una información veraz y contrastada. Incluso la propia sociedad, responsable última de la dispersión, tiene su labor contra la desinformación. «La gente considera a la clase política un problema a causa de la polarización», señala Pastor en relación a la profunda división social e ideológica de la sociedad española.

Giles Tremlett, escritor y corresponsal de The Guardian en España, apunta al nuevo sistema de suscripciones como un cambio sustancial en el ecosistema periodístico. «Este modelo hace que los lectores sean más exigentes con nosotros, con los periodistas», explica. Sin embargo, hace falta engrasar una pieza fundamental del engranaje: el desarrollo del pensamiento crítico en la educación nacional. «El gran problema es el lector: tenemos que ayudar a educar a los lectores para que sepan distinguir lo que es noticia de lo que no. Esto no es fácil, el pensamiento crítico no es especialmente bueno en el sistema educativo español», subraya Tremlett. Algo en lo que también coincide Ana Pastor, que añade además el factor de «la gente más joven que ha ido incorporando unas rutinas que vienen muy viciadas de origen por culpa de la tecnología». Es decir, que el lector más joven, en ocasiones, ni siquiera se plantea diferenciar lo que es información veraz de lo que no.

Diego Garrocho, filósofo y Presidente del Consejo Académico de Ethosfera, hace hincapié en el hecho de que este no es un fenómeno espontáneo. «Hay una crisis de nuestra percepción con la realidad», señala el filósofo en relación a la hegemónica visión relativista occidental. «El periodismo no solo debe vincular información veraz. También es un elemento vertebral a la hora de construir la opinión pública. La democracia liberal necesita un clima saludable de competencia entre ideas, que es uno de los motores esenciales del sistema». Algo tan sencillo como complejo ya que, como él mismo admite, «el libre mercado de la atención no siempre premia el mejor producto disponible». Es precisamente esto lo que abre la puerta, en su opinión, a la posibilidad de una regulación estatal sobre la información. Pero regresamos al mismo problema de fondo: la educación. Tal y como defiende el profesor en relación a las identidades políticas, «lo que tendríamos que operar son proyectos educativos para dejar de vivir como adolescentes».

La información, así, ha de saber desgranarse, ha de saber interpretarse. En ello coincide también Rafael Rubio, experto en comunicación política, quien señala la deuda histórica que las democracias tienen con la Ilustración. «La democracia representativa se vincula básicamente con la verdad. Cuando uno descubre que la verdad existe, uno entiende que la razón es la única forma de llegar a la verdad. Y esta forma es colectiva, por medio de una competición de ideas», reflexiona. La información, al fin y al cabo, construye nuestra realidad y esta solo puede ser útil y benigna si es veraz. Rubio defiende, eso sí, que solo los valores comunes de una sociedad permitirán el diálogo. Si no existen, o si chocan entre sí, la conversación será imposible.

Por su parte, Ricardo Calleja, profesor de ética de IESE, subraya la necesidad de que las auténticas democracias de corte liberal conviertan «lo común», la verdad y lo plural en un todo. «En las sociedades occidentales se ha cultivado durante décadas una actitud posmoderna donde solo hay interpretaciones, perspectivas diferentes», critica. «Si nunca hay un momento de búsqueda de lo común, de inclusión del otro en los espacios comunes e institucionales… entonces es sencillamente imposible». La posverdad y la polarización son, así, dos caras de una misma moneda. No es algo fácil de mitigar: la posverdad influye en la medida en que un individuo –y un colectivo– esté dispuesto a creer una mentira y se den las condiciones para ello. Por eso es esencial reconducir el volante hacia el destino más mencionado durante el evento: la educación. Como concluye Gremlett, «hay que darles a los jóvenes una oportunidad de caminar por el mundo sin perderse ni marearse».

 

Publicado en ethic.es

 

¿Es Twitter un peligro?

¿Es Twitter un peligro?

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha abandonado Twitter para —en sus propias palabras— “hacer buena política”. No es la única; actores y periodistas ya han prescindido de las redes sociales. ¿Cómo influye Twitter en la manera de hacer política? ¿Polarizan más el discurso? ¿Favorece la política-espectáculo? ¿Conllevan las redes sociales un peligro para la democracia y los procesos electorales? Confidencial Digital ha hablado con expertos en la materia para aclarar la cuestión.

Rafa Rubio, Profesor Titular de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid y experto en Tecnología, Comunicación y Democracia, constata primero una realidad: “las redes sociales son un elemento más de la imagen de cualquier político; permiten llegar rápido y posicionarte. Son un elemento de instantaneidad y de recortar tiempos para vivirlo todo a tiempo real. Al mismo tiempo, facilitan que una noticia llegue a todo el mundo, medios incluidos, por supuesto”.

Esta misma situación genera, para Rafa Rubio, su reverso: la propia dinámica de los tiempos obliga a un posicionamiento continuo, “simple y llanamente, meten prisa, y no siempre es bueno”, observa el profesor. Además, prosigue, “hay determinados debates que pertenecen a la esfera privada porque, de mantenerse ahí, en privado, servirían para ir a lo esencial; a las ideas. Pero si el debate se hace en público, por ejemplo, en las redes, todo se polariza y acaba desvirtuándose rápido la naturaleza del diálogo”.

En el centro de la opinión pública 

Si el medio es el mensaje, en el caso de Twitter —textos públicos, cortos, con fuerte componente visual—, todo conduce, advierte Rubio, “más hacia el espectáculo que hacia la reflexión. Y no incide en cualquier lugar, sino en el corazón de la opinión pública, que es una de las bases de la democracia deliberativa contemporánea. Twitter es un elemento más del ecosistema informativo y opinativo, y no pocas veces, de hecho, lo altera”.

Por su parte, Fernando Checa, experto redes sociales y marketing on-line, así como profesor e investigador en diversas universidades públicas y privadas españolas, latinoamericanas y europeas, incluida la UNIR, echa la vista atrás y señala que “Twitter, en cinco o seis años, ha cambiado la forma de comunicar. Para muchos usuarios parece difícil utilizarlo sin caer en la agresividad o el insulto. Y no parece el mejor ámbito para realizar un debate político, donde —al menos en teoría— tendría que primar la sensatez, los tiempos y la reflexión. Twitter es todo lo contrario: breve e inmediato. Si influye en la política, es de forma peligrosa”.

Así es como se acaba generando, en palabras del profesor Checa, el efecto ‘cámara de eco’. “Cada usuario tiende a estar con gente que comparte su misma opinión; ello refuerza los propios posicionamientos; así, cuando se parte para hablar con otros, ya se sale desde una posición polarizada; la polarización a veces incluso se alimenta con perfiles falsos, que directamente se dedican a injertar agresividad y replicar mensajes fake a gran escala”.

Sociedad tuitera y sociedad real

Para no caer en el alarmismo, Fernando Checa pone pie en pared. “Tampoco hagamos Twitter más grande de lo que es. En España habrá —como mucho— cinco millones de usuarios de esta red social, y somos 47 millones de ciudadanos. A final parecería que todo el mundo está hablando todo el rato de política y futbol. Y no; la sociedad, afortunadamente, es algo mucho más complejo”.

La misma diferencia entre sociedad real y sociedad twittera es la que permite al profesor de la UNIR contemplar un horizonte de futuro para la democracia: “la democracia va más allá de las peleas y divisiones que generan 280 caracteres amplificados por cuentas programadas. Pero si continuamos prestando atención a ciertos mensajes de odio, no ocultemos que podría haber dificultades”.